La foto de la frustración
Uno de los vicios españoles más ancestrales y feos son los argumentos ad hominem hacia aquella persona cuyas ideas o comportamiento nos parece reprobables. Si el prójimo no piensa como nosotros, lo destripamos metiéndonos con su físico, con su forma de vestir, con su nivel educativo, con su coche o con su familia. Cada cierto tiempo surge un nuevo y desagradable ejemplo. Prácticamente todos los miembros de Gobierno actual han recibido el suyo en un momento u otro a través de esos infectos PowerPoint. Pero antes también, aunque en menor medida, Aznar fue blanco de esas críticas contra su persona en vez de criticar sus políticas o sus ideas.
El último es, no podía ser de otra manera, la foto de Zapatero y su familia con los Obama con motivo de la reciente cumbre del G-20 en Pittsburgh. Desde que fuera tomada el pasado 24 de septiembre, la dichosa imagen ha pasado ya por los buzones de correo electrónico de media España, con pixelado, sin pixelado y con varios trucajes destinados a ser graciosos y entretener a ociosos trabajadores. No voy a entrar en lo que es la verdadera polémica de este asunto: la protección del anonimato de los menores. No entro porque ese es, al fin y al cabo, un debate cabal y razonable.
España es así, los españoles (y no es la primera ni será la última vez que lo digo) somos así, chismosos, cotillas, críticos con la vida ajena pero no con la propia. Sacamos punta con supuesto sentido del humor de aquello que realmente es una frustración soterrada, un complejo insoportable de inferioridad. Ese mismo sentimiento de inferioridad que nos induce a pensar que el extranjero es mucho mejor que lo que tenemos aquí, que España es un desastre y los que lo están haciendo bien son los demás. Muchos han visto en la vestimenta de las hijas de Zapatero el reflejo de sus propios odios y demonios, de sus complejos. Y desgraciadamente así seguirá siendo, porque nos guste o no, España es así, y es el país que nos ha tocado vivir.