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La bitácora personal de Ricardo Martín
Comentando cosas desde 2004
7 de septiembre de 2009

Cultura empresarial

Dentro de este cajón desastre que es eso que hemos llamado «la crisis», hay algunos temas que no han sido suficientemente tratados. Está claro que el paro es uno de los factores más dramáticos y llamativos de la actual situación económica. Muchos echan la culpa de ese paro galopante al Gobierno central y en menor medida a los gobiernos autonómicos. Pero apenas he escuchado algo que me parece muy importante: ¿Qué pasa con los empresarios?. Hace no mucho tiempo, Iñaki Gabilondo en su opinión del informativo de Cuatro (siempre magnífica, por cierto), aludía a la parte de culpa que tienen los empresarios. Comentaba como ejemplo la altísima tasa de temporalidad del empleado medio español (1 de cada 3 trabajadores es temporal), muy superior a la de nuestros vecinos de la Unión Europea. Hay muchos autores, cada uno con sus teorías sobre el por qué de esta alta temporalidad, y que intentan explicar este hecho tan peculiar de nuestra economía.

En la mayoría de los casos se alude, evidentemente, a una legislación demasiado permisiva que favorece los contratos temporales. Sin embargo, a lo largo de los últimos años, el actual Gobierno ha intentado incentivar la contratación indefinida con resultados bastante decepcionantes. Por otro lado, los empresarios llevan algún tiempo proponiendo un despido «más barato». Tras leer artículos y noticias y observar con detenimiento el devenir de los acontecimientos llego a una conclusión: en España no hay cultura empresarial. Las empresas son, para bien o para mal, una parte indispensable de cualquier sociedad. Y en un Estado social y democrático de derecho como nos define la Constitución Española, tienen responsabilidades más allá de maximizar los beneficios. Más o menos es lo que se ha venido en llamar de forma rimbombantemente Responsabilidad Social Corporativa. Este concepto está cada vez más olvidado. Por ejemplo, ahora los empleados con más antigüedad no son un activo a aprovechar, sino un estorbo, porque cuesta más despedirlos y tal vez sean los menos productivos. Es preferible contratar temporalmente a un joven. Será más fácil prescindir de él en el futuro. Señores, lamentablemente esto es el capitalismo, o sea, la ley de la selva.

Si alguien construye la economía de un país dentro del libre mercado son las empresas, no el Gobierno. No importa las medidas que el Ejecutivo tome en favor del empleo si los empresarios no las aplican. Y los datos para el futuro son alarmantes. Existe un 14% de jóvenes españoles que ni estudia ni trabaja, algo que puede tener desastrosas consecuencias para nuestro futuro. Las poco alagüeñas perspectivas de trabajo en el futuro tienen buena parte de la culpa de este pasotismo. El desprecio a la meritocracia también, máxime cuando el desempleo de los universitarios es altísimo. Las empresas, sobre todo las grandes y las medianas, deben reflexionar sobre la sociedad que están construyendo. La economía están en sus manos y si no rectifican alguien debería obligarles a hacerlo.

6 de septiembre de 2009

‘En el Séptimo Cielo’

El mundo de la llamada tercera edad ha sido tratado en innumerable ocasiones. En la mayoría de ellas desde la nostalgia, el compadecimiento o desde otros puntos de vista «convencionales». Lo poco convencional del tratamiento de esta última etapa de la vida es lo que primero llama la atención de ‘En el Séptimo Cielo’ (‘Wolke 9’), una producción alemana dirigida en 2008 por Andreas Dresen. Dresen nos hace olvidarnos de la edad de los protagonistas (por cierto, unos actores magníficos) para construir una historia que perfectamente podría trasladarse a la adolescencia o a treintañeros.

Inge y Werner llevan treinta años formando pareja, pero cierto día, Inge se enamora de otro hombre, Karl. A partir de este momento, su vida cambiará por completo, para bien y para mal. En vez de olvidarlo y seguir adelante con Werner, decide entregarse. Poco a poco, la relación con su marido se deteriorará hasta que finamente no puede ocultar su amor por Karl. La pareja comenzará a tambalearse.

Dresen nos plantea un interesante dilema ya tratado en otros films: estabilidad y tranquillidad o vivir la vida intensamente sin pensar en el mañana. En este caso con el agravante de ser personas en el ocaso de sus vidas, deseando aprovechar cualquier oportunidad para vivir plenamente, porque quizás sea la última. Pero lejos de ser una película feliz, ‘En el Séptimo Cielo’ es un duro drama en el que abunda la tensión psicológica. También sorprenden las escenas de sexo, con desnudos integrales de los protagonistas, y que viene a romper los complejos a este respecto que tenemos sobre la tercera edad, mostrándose con total naturalidad. En definitiva, esta obra es sin duda honesta, directa, sobria y tremendamente dramática. Recomendable para gente sin prejuicios.

5 de septiembre de 2009

El leopardo de las nieves ya está en casa

En los mentideros maqueros no se habla de otra cosa: Snow Leopard. Dos palabras mágicas que definen el que quizás sea el cambio más radical y menos visible de la historia de los sistemas operativos para Mac. Porque, en realidad, lo único que no ha cambiado (salvo pequeños detalles) es el interfaz de usuario. Todo lo demás ha sido redefinido, reescrito y, entre otras cosas, rompe definitivamente la compatibilidad con los procesadores PowerPC que montaban los Mac antes de 2006. Además se trata de un sistema operativo íntegramente escrito en 64 bits, aunque con posibilidad de funcionar en 32. Este aspecto es un jaleo tremendo en el que no he entrado demasiado.

Nada más recibir el paquete corrí a instalarlo de cero en el MacBook. Porque, aunque sea una actualización, se puede instalar sin tener nada en el disco duro. Se ha comentado que es la única manera de experimentar la prometida mejora de velocidad, tanto de arranque y cierre como de funcionamiento. Tras esta primera instalación «de prueba» en el portátil pude comprobar por mí mismo que eso de la velocidad no era una estrategia de marketing: es verdad que va bastante más rápido y las animaciones son mucho más ligeras y no se entrecortan como antes. Las aplicaciones también abren más rápido (por ejemplo Adobe Photoshop CS4 abre en unos 3 o 4 segundos). Ahora tocaba instalarlo en el iMac, pero esta vez mediante un proceso de actualización. El proceso fue algo más lento (una hora más o menos) y le costó algo de trabajo completar los últimos detalles. Todavía quedan algunos aspectos que no funcionan al 100% y otros dan algunos pequeños errores. Por ejemplo, el nuevo QuickTime X se lleva mal con algunos plugins de QuickLook que funcionaban perfectamente con la versión anterior. Pero son cosas previsibles que iré puliendo a mano poco a poco. En cuanto a la diferencia de rapidez entre instalación nueva y actualización, la verdad es que es imperceptible.

Cuando instalamos de cero lo primero que vemos es el nuevo fondo de escritorio, llamado Aurora, similar al de Leopard. Si entramos en las opciones para cambiarlo, nos encontramos también con nuevos tapices. Entre ellos el de nuestro amigo el leopardo de las nieves que nos mira desde el otro lado de la pantalla. Uno de los detalles que han cambiado son los menús contextuales del dock. Ahora tienen fondo oscuro y letras blancas. En mi opinión rompe el aspecto general de todos los menús de Mac OS X sin un motivo claro. En relación con el dock, otro cambio es que ahora podemos navegar por el interior de las retículas, una cosa que echábamos de menos. Pero tal vez el cambio más importante no es en sí del sistema operativo, sino en el antes comentado QuickTime X, que ha sido reescrito completamente (algo que no se había hecho nunca). El interfaz cambia radicalmente y ya no hereda ninguno de los antiguos controles que nos han estado acompañando desde que QuickTime existe. Ahora es más rápido e incorpora nuevas funciones en las que no he podido meterme todavía por falta de tiempo. Otros retoques menores afectan a Exposé o al renderizado de fuentes, que ahora parecen más «rotundas».

En definitiva, los maqueros ya tenemos sistema operativo para rato. Inteligentemente, la gente de Apple no ha tocado lo que funcionaba y ha dotado a todo el conjunto de una mayor solidez y, sobre todo, rapidez.

Mac OS X Snow Leopard from Ricardo Martín on Vimeo.

4 de septiembre de 2009

Baccara

Esta es la historia de cómo dos chicas, Mayte y Paloma, alcanzaron el número uno de las listas del Reino Unido y fueron a finales de los años setenta el colmo de la sofisticación discotequera. Porque la historia del dúo Baccara es tan desconocida como sorprendente. Di con este asunto buscando cosas que nada tenían que ver, pero, como digo siempre, unas cosas llevan a otras.

Corría el año 1977. Mayte Mateos, logroñesa, y María Mendiola, madrileña, tuvieron la fortuna de encontrarse cuando actuaban en salas de fiestas de poca monta con gerifaltes de la RCA alemana en Tenerife. Leon Deane, Fred Dieckmann y Patrick Krevitz las invitaron a visitar Hamburgo para grabar con el compositor Rolf Soja un tema llamado ‘Yes Sir, I can boogie’. El sencillo pasará a los anales de la música (¿española, alemana?) por convertirse en uno de los hits más populares en media Europa e Israel. De hecho fue la primera vez que un artista español alcanzaba la cima de las listas británicas (Los Bravos fueron número dos con ‘Black is Black’ en 1966). Ocurrió el 29 de octubre de 1977. En total vendieron nada más y nada menos que 16 millones de copias de este tema.

Pero aquí no acaba todo. En 1978, Baccara representaron a Luxemburgo en el Festival de Eurovisión con el tema ‘Parlez-vous français?’ y recibieron la máxima puntuación de España entre otros. Curiosamente, aunque la canción quedó en séptimo lugar, fue el sencillo más vendido de todos los participantes en aquella edición y fue un bombazo en los países nórdicos. Pero después de un ascenso fulgurante vino el descenso, la decadencia. Tras diferencias con sus siguientes lanzamientos discográficos, en 1981 el dúo se separa para formar nuevas parejas, ya sin el éxito de antaño.

Vamos con los vídeos. El primero es, por supuesto, el de ‘Yes Sir, I can boogie’. Seguro que la habéis escuchado alguna vez. Hoy puede sonar algo horterilla, pero no deja de ser una gran canción:

Y su actuación en el Festival de Eurovision de 1978 en París, con ‘Parlez-vous français?’:

3 de septiembre de 2009

Primeras impresiones con el NAS

Por fin llegó el NAS que pedí hace cosa de una semana. Tras algunas pequeñas vicisitudes me lo trajeron a casa. En mi caso me decidí por un Synology DS209j, un modelo que tiene dos bahías para sendos discos duros SATA2 de 3,5 pulgadas y de hasta 1 Tb cada uno. Decidí ponerle un Seagate de 1 Tb. En realidad, el NAS es un ordenador en miniatura dedicado íntegramente a hacer las veces de servidor de red en el amplio sentido de la palabra (servidor de almacenamiento, de correo electrónico, de FTP, de web, de descarga, de música, etc). Tras la instalación del disco lo conecté, y, a pesar de que tiene un ventilador similar al de un ordenador, la primera sensación fue que era mucho más silencioso de lo que me imaginaba, porque apenas se oye nada. El siguiente paso fue instalar el software de administración en el ordenador. El asistente que se encarga de formatear y preparar el disco duro para posteriormente instalar todo el sistema que nos permitirá controlar el NAS desde cualquier ordenador. Este proceso, en mi caso, duró unos cuarenta y cinco minutos más o menos.

Una vez realizadas todas estas tareas, es momento de meterse de lleno con la configuración. Todo el sistema se controla desde un interfaz web, lo cual tiene sus ventajas y sus inconvenientes. La ventaja está clara: es multiplataforma. El incoveniente quizás no lo sea tanto: no resulta tan versátil como una aplicación instalada en el propio ordenador. Con esto no quiero decir que no esté bien, pero cuesta acostumbrarse a tener determinadas aplicaciones vía web, con las peculiaridades que esto conlleva. Otra cosa que no me gusto mucho fue lo poco transparente que es la creación de los volúmenes del disco. Apenas ofrecen información sobre lo que es realmente un volumen (es una especie de partición), pero es un paso imprescindible para seguir adelante. Después de cumplido este paso lo siguiente es activar los servicios y aplicaciones que vamos a utilizar. En mi caso la función principal iba a ser la de descargas mediante Bittorrent y eMule a través de Download Station, por lo que tuve que crear dos carpetas compartidas en el NAS para alojar aquellos ficheros que se fueran descargando. También activé el servidor de iTunes, para poder escuchar música de mi biblioteca musical desde cualquier ordenador con acceso a mi red local (aunque todavía no lo he hecho funcionar) y File Station, una aplicación para poder gestionar carpetas y archivos.

Hasta el momento, lo que más he podido explorar es el Download Station, un completo sistema para la descarga mediante redes p2p. Es inevitable compararlo con el eMule tradicional que podemos instalar en cualquier ordenador. En cuanto a rendimiento y funcionamiento general, el Download Station gana por goleada, tanto en servidores, en ficheros encontrados cuando hacemos una búsqueda e incluso en velocidad de descarga. Por contra, el interfaz deja mucho que desear. No vemos esas vistosas barras de colores con el porcentaje descargado ni tampoco podemos previsualizar los vídeos antes de finalizar la descarga. Es verdad que no son más que pequeños detalles, pero que estaría bien que se mejoraran en el futuro.

En definitiva, las posibilidades del NAS son muchísimas y pasa por ser uno de los artefactos más versátiles que haya visto nunca y por un módico precio que en mi caso no ha superado los 200 euros. Ahora sólo el tiempo y la curiosidad me permitirán ir desgranando poco a poco todo lo que este aparatito es capaz de hacer.

2 de septiembre de 2009

Prefiero Nikon pero…

Desde hace unos meses estoy queriendo jubilar mi Nikon D40. Estoy muy contento con ella: es pequeña, muy sencilla de manejar y siempre me ha hecho fotos muy buenas. En estos dos años y medio ha tenido bastante uso (unas diez mil fotos) y he explorado prácticamente todas sus posibilidades. El problema es que se me queda pequeña. Ahora tengo la necesidad de avanzar un poquito más de nivel en cuanto a calidad y prestaciones. En un principio no tenía dudas: quería una Nikon. Aparte del objetivo 18-55 mm que venía con la cámara, me he ido agenciando otros dos más: uno fijo de 135 mm y un 100-400 mm y quería aprovecharlos para una hipotética futura cámara.

Hace unos meses se presentó la Nikon D300s, una cámara ideada para el aficionado avanzado pero que se quedaba a medias en sus características: 12 megapíxeles, ISO máxima de 6400 y lo que es más importante para mí, grabación de vídeo como máximo en 720p a 24 fps en formato MJPEG. Esta última prestación supuso una decepción y la certeza de que esta no sería mi cámara. Una vez descartada, Canon, el eterno rival de Nikon, presenta la cámara que para muchos es una «D300s killer«. No es otra que la EOS 7D. Como indica su denominación, este nuevo modelo está por debajo de la espectacular (y carísima) EOS 5D Mark II y viene a servir de cámara enlace entre el usuario profesional y el aficionado. Sus prestaciones, con un precio previsto de cien dólares menos que la D300s (1799 dólares de la Nikon frente a los 1699 de la Canon), superan en prácticamente todo a la Nikon: 18 megapíxeles, visor con 100% de cobertura, ISO máxima de 12800 y vídeo a Full HD 1920×1080 y 30 fps codificado con H.264.

Visto este panorama, hay que replantearse las cosas de nuevo. He de confesar que tengo especial simpatía por Nikon, pero tampoco puedo negar la evidencia de que Canon le está ganando la partida de lejos, tanto en precio, como en tecnología, como en promoción, sobre todo en los últimos modelos comercializados. Veremos de aquí a las fiestas navideñas cómo evoluciona el mercado y si los que ahora somos «nikonistas» tendremos que migrar a la competencia.

1 de septiembre de 2009

El archivo de Billboard

Como siempre ocurre con estas cosas, el hallazgo de la hemeroteca de Billboard en Google Books ha sido algo casual. Billboard la revista norteamericana por antonomasia de la industria musical, entendiendo industria en el más amplio sentido de la palabra. Aunque fue fundada en 1894, no fue hasta los años cuarenta cuando comenzó a incluir sus famosas y copiadas listas de ventas y de popularidad. Actualmente, el magazine es propiedad de Nielsen Business Media, quien ha cedido casi todos los números entre 1942 y 2008 para ser digitalizados por Google y ponerse a disposición de curiosos e investigadores. Al tratarse de una publicación semanal, la cantidad de páginas disponibles es abrumadora.

Uno puede pasarse horas hojeando número tras número, viendo la publicidad (estéticamente interesantísima sobre todo la de los años sesenta y setenta y una fuente inagotable de inspiración) sobre el lanzamiento de, sobre todo, nuevos discos, artistas, aparatos variados y máquinas de pinball y echando un vistazo a profusión de listas que se incluyen en cada revista. Por ejemplo podemos ver en el número del 3 de junio de 1967 un folleto publicitario a todo color sobre la publicación del ‘Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band’ de los Beatles. La pena es que, en general, Billboard estaba (todavía lo sigue estando) muy orientado hacia los artistas norteamericanos. También es una buena forma de conocer bandas desconocidas que tuvieron su minuto de gloria y que después desaparecieron en el maremágnum de nuevos grupos surgidos en los sesenta… Como mínimo curioso.



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