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La bitácora personal de Ricardo Martín
Comentando cosas desde 2004
18 de enero de 2010

‘Pora Umierać’

El cine de los países del este sigue siendo (y espero que lo sea por mucho tiempo) un filón inagotable de buen cine. La caída de los antiguos regímenes totalitarios no ha hecho más que desatar todo ese talento que parece innato. Lo malo es que en la mayoría de las ocasiones es un cine que no llega a nuestras pantallas ni siquiera en DVD y hay que rebuscar mucho y recurrir a las descargas de internet. Esto es lo que ha ocurrido con la inencontrable ‘Pora Umierać’ (algo así como ‘Tiempo de Morir’ en castellano), una producción polaca de 2007 dirigida por Dorota Kędzierzawska. Se trata de una de esas pequeñas joyas escondidas con las que uno da casi por casualidad.

La señora Aniela es una anciana que vive sola en su vieja casa de madera. Sus hijos intentan una y otra vez convencerla para que la abandone y poder vender el terreno. Pero ella resiste no sólo por un sentimiento de nostalgia, sino de dignidad. Esa es su casa y mientras viva nadie osará deshauciarla. Pero el tiempo se acaba y Aniela apura sus últimos días junto a su perra y a los niños de una escuela infantil de música que ensayan en un local cercano.

‘Pora Umierać’ es una película sobre la vida, sobre los recuerdos y también sobre la vejez y la muerte, pero no visto como algo terrible, sino como una consecuencia natural de la vida que incluso puede ser liberador. Es también un film sobre las relaciones familiares, a menudo ingratas. Pero a pesar de todo, la película es optimista y esperanzadora. Hay que mencionar tres aspectos imprescindibles en esta obra: la espectacular fotografía en blanco y negro, que retrata con un estilo y una belleza decadente indescriptible algunos rincones de la vieja casa de madera donde mora la anciana protagonista. El segundo es la propia protagonista, interpretada por la veteranísima actriz Danuta Szaflarska, de 94 años de edad (91 cuando interpretó este papel) que consigue dar a su personaje el matiz exacto que requiere el guión. Soberbio trabajo. Y por último, la perra Philadelphia, que a veces parece dar la réplica a la anciana. Pero si tenemos que buscarle las pegas, yo lo haría en su excesivo metraje (casi dos horas). Quizás le sobren diez o quince minutos. Son pequeños detalles que no desvirtúan una gran pieza cinematográfica por descubrir.



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