El pasado sábado se celebró en Oslo la edición de 2010 del Festival de la Canción de Eurovisión. Debido a mi insana y extraña afición por este evento, cuando daban las nueve de la noche estaba delante del televisor viendo y escuchando todas y cada una de las canciones de los veinticinco países participantes. Como siempre, la mayoría de los temas eran olvidables, algunos incluso insufribles y otras se prestaban al humor (aunque no fuera esa la intención de su intérprete). Pero también tuve la impresión de que hubo buenos temas, quizás mejores que otros años. Vamos, que las buenas eran mejores, o al menos más originales, frescas y acordes con nuestros tiempos. Una frescura que parecía perdida definitivamente atrapada entre el acartonamiento de esquemas pasados y caducos.
Muchos jugaron con la evidente sensación de déjà vu ochentera, como Francia o Dinamarca (ambos temas por encima de la media del festival), otros a participar con canciones compuestas por personajes de renombre, como en el caso de Serbia con ‘Ovo je Balkan’, un tema de Goran Bregović y, como en el caso de la ganadora, la alemana Lena, a convertirse en uno de los temas más contemporáneos e inmediatos presentados en Eurovision. Tanto que los más veteranos seguidores del evento, incluido José Luis Uribarri, no entendieron. ¿Ha llegado el relevo estilístico?
Pero no podía pasar por alto la gran anécdota de Eurovision 2010. Me refiero a la ya famosa intervención del espontáneo Jimmy Jump durante la actuación del participante español Daniel Diges. Son muchas las webs que explican quién es este hombre y qué es lo que reivindica. La noche del sábado apareció con una barretina en alusión a Cataluña, aunque no parece que fuera un asunto político. La intromisión provocó lo que nunca había ocurrido antes, que un concursante participara dos veces. A juzgar por el 15º puesto que obtuvo al final, esto ni benefició ni perjudicó al correctísimo Diges y a su convencional ‘Algo pequeñito’.
Y para terminar, mis favoritas (dentro de lo que cabe, por supuesto) del festival de este año. Por este orden: Francia con Jessy Matador y ‘Allez! Olá! Olé!’, Alemania con Lena y ‘Satelllite’, Dinamarca con Chanée & N’evergreen y ‘In a moment like this’ y Turquía con maNga y ‘We could be the same’.
El final de ‘Lost’ (‘Perdidos’) ha sido posiblemente uno de los acontecimientos televisivos a nivel mundial más importantes y sonados de los últimos tiempos. El hecho de haberse emitido casi simultáneamente en su país originario Estados Unidos y en otros como España pasará a la historia como un hito (aunque no todo saliera tan bien como se esperaba). Yo no lo pude ver en directo. Ha sido hace dos días cuando me puse a ver tan esperado desenlace. Paso a comentar mis impresiones no sin antes avisar de los evidentes destripes que incluye. Por eso, si pretendéis verla algún día no sigáis leyendo.
Perdidos siempre ha tenido un grave defecto para mi gusto: es convencional y previsible en las formas, roza los personajes estereotipados en la mayoría de las ocasiones y tiene demasiado contenido sin interés y que no aporta nada al argumento. Cada vez estoy más convencido de que sobran al menos dos temporadas completas (la cuarta y la quinta) más unos cuantos capítulos de las demás. El final de la serie me ha dado la razón. La iniciativa Dharma, todo el asunto de Charles Windmore o los «fogonazos» con viajes en el tiempo incluidos no aportan absolutamente nada al esclarecimiento de los interrogantes. He leído en el foro de ‘Lost’ en español que los guionistas habían pensado inicialmente en una única temporada por si la serie no tenía éxito y había que resolverla rápido. Por desgracia el éxito mató el espíritu inicial que pudo haber sido mucho más coherente.
Pero vamos al grano. El final. O lo que es lo mismo, gana lo espiritual sobre lo científico. Todo aquello del magnetismo y demás fenómenos físicos extraordinarios no eran más que una manifestación de una «fuerza paranormal» que habita en el centro de la isla en forma de luz. Tras la previsible lucha entre el bien y el mal (o el hederero de Jacob en forma de Jack Shepard o el humo negro reencarnado en John Locke) las cosas comienzan a liarse. Seguirán liadas incluso hasta el final. Porque ‘Perdidos’ tiene un final tan abierto que yo no he conseguido entender prácticamente nada. ¿Realmente en la vida alternativa están muertos como dice el padre de Jack? ¿Para qué se reunen en el templo al final? ¿Todo lo ocurrido en la isla no sirve para nada? Un sinfin de nuevos interrogantes que no hacen sino ahondar en la incongruencia argumental de la serie. Al final, ‘Perdidos’ no ha contentado a prácticamente nadie. Si queréis comerlos la cabeza un poco más con estas preguntas sin respuesta consultad el foro en español. Encontráreis muchas más dudas de las que os imaginábais.
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