La quimera del motor magnético
Desde el principio de los tiempos, el ser humano ha buscado desesperadamente una fuente de energía que fuera inagotable. Con el desarrollo de las primeras tecnologías mecánicas esa utopía cambió hacia el movimiento perpetuo. A lo largo de la historia, incluso los sabios más eminentes de cada época, se han dejado años de sus vidas para encontrar la máquina perfecta, aquella que no necesitara energía para ser movida, que simplemente funcionara autoalimentándose con su propio movimiento eternamente. Siglo tras siglo este anhelo de la ciencia se ha vestido de muy diferentes formas.
Los intentos no han cesado casi nunca, incluso después del descubrimiento de las leyes de la termodinámica en los siglos XVIII y XIX, muchos científicos (y algún charlatán también) han perseguido esa piedra filosofal de la energía que es la máquina de movimiento perpetuo. Es precisamente la segunda ley de la termodinámica la que, en un sentido amplio, hace que estas máquinas sean imposibles al considerar que las condiciones de cualquier sistema tiende a igualarse con su entorno, a buscar un equilibrio de fuerzas y energías. Por eso sólo con un aporte extra de energía del exterior (un impulso en el caso de una máquina mecánica) ese movimiento puede continuar.
Aún hoy muchos investigadores aficionados siguen a lo suyo intentando lo que la física dice que es imposible. Con la llegada de internet, muchos dicen haber encontrado esa ansiada máquina. Una de las últimas «modas» en este sentido es la del motor magnético. Hay mucha información a lo largo y ancho de la red, pero poca (prácticamente ninguna, para que nos vamos a engañar) es fiable. Si buscáis «magnetic engine» o «magnetic motor» encontraréis cientos de sitios web con información, esquemas, fotos y vídeos con su funcionamiento. En algunas se proclama que es el comienzo de una nueva era para la energía y el transporte y otros casi lo asocian con algo cuasimístico y propio de la new age.
Hay personajes que están dedicando toda su vida, y suponemos que su dinero, a encontrar esa energía inagotable y gratuita. Troy Reed es un norteamericano que lleva desde 1994 detrás de este sueño imposible. Este «loco» sigue a lo suyo, aplicando su motor (o intentándolo) a automóviles, de momento sin mucho éxito, o no al menos con un motor magnético puro, es decir, sin energía adicional para ser movida y solamente basada en el poder de los imanes colocados estratégicamente para que se atraigan y repelan alternativamente. Pero hay muchos otros incansables investigadores que han caido en la «trampa» de intentar construir una máquina de movimiento perpetuo. Os animo a que busquéis vosotros mismos por internet. Seguro que encontráis más de tres o cuatro (casi todos norteamericanos).
El sentido común me dice que si de verdad existiera un motor magnético que no necesite energía externa para funcionar se habría descubierto hace siglos, quizás en tiempos de la Revolución Industrial o incluso antes, y nunca se hubieran llegado a explotar otras fuentes de energía. Todas las grandes mentes de la ciencia fracasaron. En conclusión, un concepto tan increíblemente sencillo, en el que los avances científicos no parecen influir y que apenas requiere tecnología para ser desarrollado debería haberse descubierto ya. Esa es la principal prueba y demostración de que es una quimera más.
(¡Gracias a Alberto por la idea para este post!)