Conclusiones sobre lo visto en Düsseldorf
Los que habéis seguido el Festival de Eurovision este año y también seguís mi blog os habréis dado cuenta de que mi quiniela ha hecho aguas por todas partes. Nunca una predicción ha sido tan diferente al resultado final. Pero tranquilos, suele ocurrir. Eurovision, en contra de lo que muchos puedan decir, es imprevisible. Imprevisible es el segundo puesto de Italia, el descalabro de Estonia (el tema ‘Rockefeller Street’ de la joven Getter Jaani es ya mi guilty pleasure musical del año) o de Suiza que ocuparon los dos últimos puestos. A la primera le dimos el triunfo y la Suiza unos cuantos puntos. También los dos puestos decentes que consiguieron Alemania y Austria con dos de las peores canciones del festival (con permiso de la ganadora Azerbayán).
Después de haber visto el Festival, llego a varias conclusiones:
- Alemania (y otros países) se toman muy en serio Eurovision. No hay más que ver la impresionante transformación que sufrió el campo de fútbol local, el Düsseldorf Arena, para convertirse en uno de los platós más grandes y espectaculares de la historia del festival. La impecable realización y el cuidado que se puso en las presentaciones de los países (muy bonitas las secuencias tilt-shift) ha provocado el elogio unánime entre la crítica televisiva. Veremos el año que viene en Bakú.
- Los tiempos de enviar fantoches se ha terminado. Durante esos años nos reimos mucho y estuvo hasta bien, pero eso ha terminado. La calidad de las canciones de esta edición ha sido, en general, muy superior a la de otros años. Incluso el tema portugués, quizás el más irreverente o «poco serio», tenía su mensaje reivindicativo muy defendible. Una pena que no se clasificara.
- Es imposible predecir el resultado. Ni siquiera acertar con un mínimo de fiabilidad el pódium o los cinco primeros. Es verdad que el voto popular tiende a premiar a los vecinos con las máximas puntuaciones, pero es una tendencia que este año ha estado bastante más atenuada. De hecho, de los diez últimos, cinco son países del este, y de los diez primeros tan solo cuatro. Todo dentro de lo normal, ya que aproximadamente la mitad de los países participantes son del otro lado del antiguo Telón de Acero. El mito del país del este dado al voto «vecinal» está desapareciendo poco a poco.