‘The Loneliness of the Long Distance Runner’
He de reconocer que siempre he dejado un poco de lado la vertiente británica de lo que se llamó «nouvelle vague», la renovación del lenguaje y la temática cinematográficos que explotó en la Francia de finales de los años cincuenta. Este movimiento en el Reino Unido se conoció como «free cinema» y el realizador Tony Richardson es probablemente su mayor exponente. Hace unos años comenté aquí su magnífica película ‘A Taste of Honey’ (1961), una obra de argumento sórdido e inédito para la época pero manejada con extraordinaria delicadeza y sensibilidad. Richardson realizó al año siguiente ‘The Loneliness of the Long Distance Runner’ (en castellano se tradujo como ‘La Soledad del Corredor de Fondo’). Posiblemente este sea su título más conocido y emblemático de todo el movimiento. Igual que en su predecesora, encontramos un retrato condescendiente pero duro de las clases trabajadoras más desfavorecidas de la Inglaterra industrial de la época.
Colin es un muchacho que malvive en un barracón familiar del extrarradio de una ciudad industrial inglesa. Su único entretenimiento son el gamberrismo y los pequeños hurtos. Cuando es detenido es enviado a un reformatorio junto a otros chicos de su edad. El deporte, y concretamente el atletismo será su vía de escape, pero también de protesta y de reflexión sobre su vida y su futuro.
Es evidente que, tras el argumento obvio y visible por todos, Richardson nos ofrece una metáfora sobre las injusticias sociales, la lucha de clases, la superación y, sobre todo, el cuestionamiento del poder establecido. Memorable la escena en la que los chicos miran la televisión y se burlan del discurso del Primer Ministro. Es el reflejo claro de la fractura entre la realidad de la calle y la de las élites.
El sólido guión de Alan Sillitoe está basado en un relato corto suyo y crea el perfecto armazón en el que se intercalarán sabiamente las secuencias del presente de Colin en el reformatorio con los flashbacks de su vida callejera. El trabajo de los actores es prácticamente perfecto, con un Tom Courtenay impactante en el papel de Colin y un Michael Redgrave en el del falsamente paternalista director del reformatorio. Pero como dije antes, el «free cinema» además de abrir el abanico de las temáticas, también lo abre a nivel estético. El primitivo lenguaje televisivo se cuela en ‘The Loneliness of the Long Distance Runner’ en forma de anuncios publicitarios o cortinillas. También sorprende el uso de la cámara en mano y la cámara rápida. En cualquier caso, y aunque algunos de estos recursos quizás esté de más, no deja de ser una obra imprescindible de la historia del cine.