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La bitácora personal de Ricardo Martín
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13 de febrero de 2012

‘1Q84’

El universo del escritor japonés Haruki Murakami parece no tener fin. Su desbordante imaginación suele apabullar a la vez que atrapar a quien se adentra en sus novelas. Todas ellas tienen ese toque, esa sensibilidad especial (quizás sea por la idiosincrasia del país oriental) que es complicado ver en los literatos europeos. La publicación de la trilogía ‘1Q84’ (fuera de Japón editados en dos volúmenes en 2011) supone la obra más extensa y ambiciosa que ha publicado hasta la fecha.

Los que ya conocemos parte de los códigos que Murakami utiliza en sus libros, no sorprende encontrar a unos personajes que parecen moverse con comodidad, o al menos con decisión, en un universo enrarecido, con una especie de realismo mágico a la japonesa. ‘1Q84’ es una sinfonía, una maquinaria con la precisión de un reloj que va desarrollando su argumento sin prisas pero sin detenerse ni un solo momento y a la vez recreándose minuciosamente en detalles que en apariencia son insignificantes, pero que ayudan a reconstruir en la mente del lector ese «nuevo mundo» paralelo.

La novela está estructurada en capítulos donde se aportan los puntos de vista de sus dos protagonistas principales en los dos primeros libros y tres en el tercero. Por una parte Tengo, un treintañero profesor de matemáticas en una academia y aspirante a escritor con una vida anodina. Por otro Aomame, una instructora de gimnasia de alto nivel. Por último, el tercero en discordia, Ushikawa, un detective privado que servirá de nexo entre los dos anteriores, principales pilares de ‘1Q84’. Pero a estos hay que unir otros personajes de vital importancia para la trama. Sobre todo Eriko Fukada, la chica desencadenante de toda la historia. Todos ellos vivirán una extraña historia en un mundo que no es el suyo, sino una copia en la que una segunda luna, pequeña, deforme y verdosa, acompaña al astro nocturno. Un mundo en el que el poder de una secta (de miembros que no parecen del todo humanos) llamada Vanguardia ejercerá un influjo casi mágico en los personajes.

En definitiva, Murakami realiza una reflexión sobre la realidad y el poder de la religión y las creencias en general en nuestra percepción del mundo. Si os ponéis con él os recomiendo que os lo toméis con mucha calma, atendiendo a los detalles, y que aparquéis vuestra mentalidad occidental. Si no, probablemente os perderéis parte del encanto de esta novela.



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