rmbit - La bitácora personal de Ricardo Martín
La bitácora personal de Ricardo Martín
Comentando cosas desde 2004
8 de junio de 2012

Datamosh, el error hecho arte

Desde hace décadas, los errores han formado parte del arte, convirtiéndolo en un modo de expresión sobre todo en estos tiempos de sobreinformación visual y de reciclaje en el que se busca constantemente nuevas formas estéticas. Pero tal vez en los últimos años, con el desarrollo de los sistemas de postproducción digital, esto se ha elevado a la enésima potencia.

Hace unos dos años vi por primera vez el videoclip ‘Siento que muero’ de Joe Crepúsculo y obra del colectivo Canada. Su principal peculiaridad, además de ser un clip visualmente apabullante, era el uso de un curioso efecto que jugaba con los clásicos errores de compresión MPEG cuando falta un fotograma clave o intra-frame (los que almacenan la información completa de esa secuencia). Esto provoca una transición entre imágenes muy particular de forma que las distintas secuencias se funden en el sentido literal de la palabra. A este efecto se le llama datamosh.

Hasta la fecha no existe ninguna herramienta o plug in que permita realizar este proceso de forma «elegante». La única solución imagino que sea pegar los vídeos a bajo nivel, para que el resultado no sea recomprimido y se creen de nuevo los fotogramas clave. El resultado la verdad es que es bastante interesante y estéticamente desconcertante. Os dejo con un pequeño ejemplo:

7 de junio de 2012

‘CT o La Cultura de la Transición’: El problema de meterlo todo en el mismo saco

Ayer leí un artículo que publicaba Elena Cabrera en lainformación.com comentando la temática del libro ‘CT o La Cultura de la Transición’, una obra colectiva donde diversos autores escriben sobre los diversos aspectos de la «cultura oficial» a lo largo de los últimos 35 años. Quiero que quede claro de antemano que mis críticas van sobre todo hacia este artículo, puesto que del libro no he leído más que las pocas páginas que me permite Google Books (no hay tiempo ni dinero para comprarlo y leerlo). Puedo estar de acuerdo con el planteamiento general y que el concepto de «cultura oficial» adoctrinadora ha hecho mucho daño a la ciudadanía y a todos aquellos que siempre hemos reivindicado una cultura alternativa con unos patrones estéticos o de contenidos no estándar.

«Con el objetivo de conseguir una Transición suave, sin ira, la cultura conflictiva fue desactivada, dejando la hegemonía cultural en manos de La Movida, las chicas Almodóvar, los cantautores, los conciertos-mítin del PCE, los nuevos flamencos, Amenábar, Soldados del amor y el indie español de los noventa con letras en inglés

En ese párrafo puede resumirse el espíritu del artículo: la mezcla de conceptos que nada tienen que ver. Y en negrita, la fuente de mi indignación. ¿Olé Olé, Amenábar o Almodóvar en el mismo saco que los indies de los noventa? A la cabeza me vienen Manta Ray (de donde después salió Nacho Vegas), Penélope Trip, Cancer Moon, Automatics y otros, aunque extrañamente me vienen también bandas cantando en castellano como Los Planetas o Nosoträsh. ¿Qué pensarán ellos de todo esto?

Si nos vamos al libro, en un párrafo se comenta lo siguiente:

El pelotón de grupos cool no parece capaz de incomodar a nadie. Incluso seduce al mundo corporativo: las grandes agencias de publicidad recurren a divas indie para vender trapitos de Purificación García, la cerveza San Miguel o el SEAT Ibiza Spotify. […] El antiguo underground se ha convertido en el nuevo mainstream.

De nuevo la incapacidad para diferenciar el grano de la paja. La diva indie a la que se refiere el texto es Russian Red, que no es precisamente santo de mi devoción ni representativa del mundo indie. Poco tiene que ver con otros (estos sí) muy interesantes como Nudozurdo, La Bien Querida, La Estrella de David, El Guincho, Comando Suzie u Ornamento y Delito por decir solo unos pocos. Conclusión 1: eso del indie cool es el indie de escaparate que no es representativo del heterogéneo movimiento del pop independiente español. Conclusión 2: El underground de ayer no es el mainstream de hoy. No al menos en «indielandia». Afortunadamente lo independiente no es una corriente acotada en el tiempo y, por tanto, que se agote. El indie de ayer sigue siendo el indie de hoy. Precisamente una de las características de los underground de los noventa es que en su mayoría no levantaron la cabeza comercialmente, y si lo hicieron (como Los Planetas) mantuvieron su actitud (recordad la censura «antidroga» de ‘Un buen día’ en los 40 Principales).

Para terminar decir que el fin de la llamada «Cultura de la Transición» quizás tenga más que ver con el relevo generacional, con la crisis económica y con el derrumbamiento de la industria cultural tal y como la entendemos que con un hecho puntual (y muy importante) como es el movimiento 15M, que es lo que se deja entrever en el artículo y (presumo) también en el libro. En cualquier caso, si el libro cae en mis manos lo leeré con interés.

6 de junio de 2012

La Isla de las Rosas

Si ya de por sí el tema de las micronaciones es curioso y rocambolesco, lo de la Isla de las Rosas ya no tiene nombre. Es simplemente digno de una película. Ya he contado en el blog las historias de Seborga y, de pasada, la de Sealand. Precisamente la historia del microestado de la Isla de las Rosas es similar a esta última, solo que en vez de estar en el brumoso Mar del Norte está en el soleado mar sureño del Adriático, a 11 kilómetros de la costa italiana de Rímini. Pero vayamos por orden.

Giorgio Rosa, un ingeniero boloñés, solictó en 1958 un permiso especial para probar un nuevo método de construcción de plataformas petrolíferas marítimas mediante tubos de acero. Las pruebas de construcción duraron ocho años, hasta 1966. Fue entonces cuando Rosa solicitó continuar con la construcción de un segundo piso adicional a los 400 metros cuadrados de superficie que ya tenía la instalación. Pero las autoridades lo denegaron y se le invitó a que procediera a su desmantelamiento porque podría suponer un peligro para la navegación marítima y porque el terreno donde se encontraba pertenecía a una concesión de la petrolera Eni. El ingeniero hizo oídos sordos a este requerimiento y continuó su «obra».

El 20 de agosto de 1967 se abrió la plataforma al turismo, habilitando en su superficie diversos establecimientos hosteleros, tiendas de souvenirs, una oficina de correos, etc. Incluso contaba con su propio suministro de agua dulce procedente del subsuelo marino. Todos aquellos curiosos que disponían de un barco se acercaron aquel verano hasta allí para echar un vistazo y pronto la Isla de las Rosas se convirtió en la sensación del momento. Buscando fotografías por internet sobre el lugar, no es difícil observar como se halla rodeada de embarcaciones en muchas de ellas.

Las autoridades italianas llevaban tiempo ya con la mosca detrás de la oreja. Terminaron de alarmarse cuando Rosa dió una nueva vuelta de tuerca proclamando la independencia de la isla el 1 de mayo de 1968, estableciendo el esperanto como idioma oficial (el nombre oficial del país fue Insulo de la Rozoj) y el mill como moneda. Aunque no se tiene constancia de que se acuñara moneda, sí se publicaron algunos sellos. Giorgio, ya como presidente autoproclamado, se enfrentaba a varios delitos de evasión fiscal (todos los ingresos de los negocios establecidos en la isla no pagaban impuestos a Italia). El fin no tardaría en llegar. El 25 de junio de 1968 la policía italiana y los inspectores de hacienda desembarcaron en la isla y, tras un largo procedimiento administrativo, fue volada por el ejército en abril de 1969. Probablemente, Rímini y toda Italia se quedó sin uno de los atractivos turísticos más curiosos que se pueden tener.

5 de junio de 2012

¿Un coche de aire comprimido?

Hará unos dos meses que recibí uno de esos correos electrónicos con mensajes increíbles, casi conspiranoicos y, por supuesto, increíbles. Trataba sobre un pequeño coche que funcionaba a base de ¡aire comprimido!. También se comentaba (y aquí viene la parte de conspiración) que las grandes corporaciones de la industria del automóvil habían intentado silenciar la noticia de tan importante hallazgo. Me picó la curiosidad y me puse a buscar.

La noticia del correo electrónico era básicamente cierta. Esa fue la primera sorpresa. La historia es más o menos la siguiente: Guy Nègre, antiguo ingeniero francés de Fórmula 1 fundó en 1991 la compañía MDI (Motor Development International) para el desarrollo de tecnologías alternativas al petróleo para impulsar los vehículos. De ahí salió el motor de aire comprimido. En 2007, Tata Motors, la compañía india de automóviles, firmó un acuerdo con MDI para crear un automóvil que funcionara mediante este sistema.

Uno de los frutos de esa colaboración (que no el único) es el Tata Mini Cat. Se trata de un vehículo con una ligera carrocería de fibra y que alcanza una velocidad máxima de 105 km/h. Tan sólo es necesaria una recarga cada 300 kilómetros. Evidentemente, aunque hasta ahora todo os suene bien (¡un coche que funciona con aire!), también tiene importantes pegas. Lo primero es, según los que lo han probado, el ruido. Parece que el motor de aire comprimido es bastante más ruidoso que uno de combustión normal. También la seguridad de llevar un depósito de aire comprimido puede ser un inconveniente en caso de accidente. Podría llegar a explotar si recibe un golpe fuerte. Además, este depósito pierde fuerza con el tiempo y quizás fuera necesario cambiarlo cada cierto tiempo. En principio eso es lo que se comenta ante la imposibilidad de que alguien lo pruebe de primera mano.

Y aquí viene la parte inquietante. Se lleva hablando de este coche desde 2007 pero parece que algo no termina de funcionar. Los coches no llegan, ni siquiera un prototipo para que los medios especializados puedan probarlo. La mayoría de la información proviene del propio fabricante, lo cual es siempre sospechoso. Hay muchos artículos desde entonces anunciando la inminente comercialización del Tata Mini Cat. Algo que nunca termina de suceder. Sólo nos queda esperar que en un futuro próximo por fin nos lleguen noticias nuevas.



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