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La bitácora personal de Ricardo Martín
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21 de agosto de 2012

Tumbas antropomorfas en pleno centro de Zamora

A veces ojeando viejos libros sobre historias de Zamora uno se encuentra con cosas curiosas que, al menos, merecen cierta atención. Ayer mismo leía apresuradamente ‘Memorias Históricas de la Ciudad de Zamora’ del historiador Cesáreo Fernández Duro. Un volumen antiguo que, aunque virtual, se notaba su origen decimonónico. El capítulo que leía era una recopilación de notas y apuntes de otros historiadores, casi como prólogo al erudito recuento de hechos relevantes de la historia de Zamora que vendría en las siguientes páginas. Allí di con una carta remitida por Tomás Garnacho a la Real Academia de la Historia, bajo el título de ‘Informe dirigido a la Real Academia de la Historia acerca de unos sepulcros descubiertos en Zamora, por don Tomás M. Garnacho.’ (Aquí el manuscrito original). Esta nota decía lo siguiente:

A poco más de 400 metros de las murallas, en dirección al Oriente de la ciudad y en el camino que desde la puerta de Santa Clara dirige al Duero por la ermita de la Peña de Francia; antes del bifurque del que conduce a la Huerta de las Pallas y caserío de la Aldehuela; contiguas a la pradera llamada el Prado Tuerto, hace años que se ven marcadas en la roca por donde va la senda, algunas líneas en forma de trapezoide, que señalan varias sepulturas llenas de tierra, apelmazada por el tránsito.

Si bien no pasaban inadvertidos estos signos tan característicos para muchos de los que transitaban por aquella vereda, lo cierto es que ninguno se había determinado a destapar los sepulcros […]

Sin embargo, unos curiosos, movidos hace algún tiempo por la noticia que de la existencia de estas sepulturas el Sr. D. José Alonso Manjón les había dado, y por el anhelo de encontrar monedas antiguas, hicieron la exhumación de los huesos que contenían algunas de ellas, sin encontrar lo que buscaban; y últimamente, el mismo Sr. Manjón, hoy teniente de alcalde, con el celo que se distingue y en la esperanza de ser más afortunado, hizo abrir otras, días pasados, cubiertas con losas de pizarra, con la poca suerte de no hallar tampoco objeto alguno que revele la época a que pertenecen, pero sí un cráneo, que recogió cuidadoso.

Estos sepulcros, en número de diez o doce, están abiertos a pico en la roca pudinga que constituye la formación de la mayor parte de la meseta en que está asentada Zamora, sin guardar alineamiento entre sí, pero ofreciendo la particularidad de estar todos mirando al oriente.

Sus dimensiones son generalmente las ordinarias, aunque hay algunos más pequeños; siete pies de longitud por tres y medio de profundidad. Los más tienen la forma de ataúd, y en varios se advierte mayor anchura hacia la parte que ocupan las caderas.

En la embocadura de los sepulcros tienen todos labrada a cincel una muesca para el encaje de la tapa, a fin de que no gravitara esta sobre el cadáver, y abierto en el fondo un hueco semicircular, donde se amoldaba y descansaba la cabeza. Las tapas de las sepulturas, según las dimensiones de las muescas donde descansaban, debían ser gruesas y labradas de la misma roca, la circunstancia de estar algunas cubiertas con pizarras, y muchas sin ellas, y solo llenas de tierra, demuestra que ya en antiguos tiempos han debido ser exhumados los cadáveres que contenían, y utilizado tal vez las tapas de piedra para otros usos, a lo que hay que añadir que el número de esos sepulcros debió ser mayor, según los que, destrozados por los barrenos para explotar la roca o utilizar el terreno para labor, se distinguen en el confín del camino y el sembrado adyacente.

Garnacho explica que adjunta un croquis de esas tumbas, pero lamentablemente ni en los manuscritos ni en el libro de Fernández Duro se reproduce el mismo. También la localización exacta del lugar es como mínimo ambiguo hoy día. En el siglo XIX, la zona extramuros del este de la ciudad era un conjunto de ruinas antiguas de monasterios (el de San Benito por ejemplo), tierras de labranza y caminos que se cruzaban. Podemos hacernos una idea viendo el plano que dibujó Francisco Coello en 1865, donde el mundo urbano de Zamora terminaba en las murallas:

Pero poco a poco conseguí algunas pistas más que arrojaron luz sobre el asunto. Primero, algo tan simple, pero tan revelador, como la toponimia. Después de haber acotado la zona de búsqueda a unos 400 metros de las murallas en dirección este y al camino que conducía a la Huerta de las Pallas y la Ermita de la Peña de Francia (ese camino probablemente se hayan transformado en las calles Leopoldo Alas Clarín y calle Magallanes), descubro que la calle que separa el antiguo edificio de la delegación provincial del Banco de España y el de los servicios múltiples recibe el nombre de Prado Tuerto. Desde luego ese nombre no es arbitrario y se corresponde con ese antiguo lugar. La distancia entre la antigua puerta de Santa Clara y el edificio del Banco de España arroja una distancia aproximada de 450 metros, con lo que las piezas encajan.

Terminan de encajar cuando, buscando más datos, me encuentro con el trabajo ‘El Conjunto Cerámico de la calle Obispo Acuña de Zamora’ [se descarga archivo PDF] realizado por Hortensia Larrén y Araceli Turina. En él se detallan los hallazgos arqueológicos durante las labores de excavación de los cimientos del número 33 de la calle en los primeros años noventa. Para contextualizar este descubrimiento se enumeran algunos antecedentes en la zona. Y es aquí donde otra pieza encaja:

[…] Sabemos de la existencia de restos humanos –¿enterramientos?- y fragmentos cerámicos –entre ellos una posible pieza de telar, lanzadera o pesa de red de pescar hecha en arcilla micácea– y varias sepulturas de tipo antropomorfo, –muy probablemente una necrópolis a juzgar por las informaciones recibidas– hallados al hacer los actuales Banco de España y Edificio de Usos Múltiples en el lugar conocido como «Prado Tuerto», y de donde procede un «cuchillo», depositado en el Museo de Zamora (Soler, 1993: 217; Civitas, 1993), aunque ninguno de los casos citados ha podido ser confirmado arqueológicamente.

Por último, en una zona no muy lejana, la antigua Huerta de las Pallas, hoy en las inmediaciones del puente de los Tres Árboles, también existen noticias de descubrimientos arqueológicos similares en fechas recientes. Así lo testimonia el ‘Catálogo Arqueológico de Zamora’ [PDF], editado por el Ayuntamiento en junio de 2011. En el se recopilan con bastante detalle todas las actuaciones que han tenido lugar en el entorno urbano de la ciudad. La ficha nº 21 (página 173) está dedicada a la actuación en Las Pallas.

Como conclusión, y vistos todos estos datos, yo me pregunto si, tanto los restos de cerámica de Obispo Acuña, como los hallazgos de Prado Tuerto y de Las Pallas, no formarían parte de un mismo núcleo, de una población perdida y alejada de lo que ha sido la ciudad de Zamora hasta hace poco más de un siglo, de un lugar (quizás prehistórico, quizás medieval) del que ya no tenemos ninguna noticia. Ojalá lo sepamos alguna vez.

  1. Conozco la ubicación del antiguo Prado Tuerto, y aproximadamente donde estaban las sepulturas. Si te interesa, ponte en contacto conmigo.

    Dicho por Jesús el 24 de mayo de 2013 a las 10:37



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