‘House of Cards’
He terminado de ver las tres primeras temporadas de ‘House of Cards’, una de las series más comentadas y seguidas de los últimos años. Y posiblemente de las mejores. A pesar de no ser una idea original –está basada en una miniserie homónima de la BBC emitida en 1990, que a su vez se basa en una novela de Michael Dobbs— el argumento se adapta como un guante al entorno de la política estadounidense. Quizás porque el arquetipo que ya se describió en ‘El Príncipe’ de Maquiavelo es universal.
‘House of Cards’ cuenta la historia de Frank Underwood, un ambicioso senador de Carolina de Sur por el Partido Demócrata que intentará por todos los medios escalar en la pirámide del poder a costa de lo que sea (sí, de lo que sea). No es el dinero lo que le mueve, sino el puro ansia de poder. Su alianza con su mujer Claire es más una asociación de intereses que un matrimonio convencional. Todo está diseñado para apartar silenciosamente a cada uno de sus adversarios. A lo largo de los diferentes episodios, la trama, siempre sombría, va sustituyendo unos escenarios por otros, al tiempo que su protagonista sube en su posición.
Kevin Spacey (Frank Underwood) y Robin Wright (Claire Underwood) forman la pareja protagonista de actores. Un trabajo que posiblemente sea de los mejores de su ya larga carrera. Los secundarios también tienen gran peso en la serie y son dibujados en el impecable guión como personajes complejos repletos de contradicciones. Mis dos favoritos son Freddy (interpretado por Reg Cathey), el servicial y fiel (servil diría yo) dueño de la mugrienta y destartalada barbacoa donde Frank se retira a meditar y comer costillas y Douglas Stamper (Michael Kelly), el inseparable ayudante de Frank, el «chicho para todo», analista y «conseguidor» de votos y favores dentro y fuera del Congreso así como el «mamporrero» para los llevar a cabo los trabajos sucios de su amo.
La puesta en escena es una de las mejores que he visto nunca, detallista hasta el extremo. Se dice que la producción ha invertido unos 5 millones de dólares por capítulo, una cantidad considerable para una serie ambientada en los tiempos actuales. Todo ese dinero se nota en cada cosa que se ve en pantalla.
Así que si os interesa adentraros en las alcantarillas del poder, en el despiadado nihilismo que implica estar en lo más alto y, también, en la política norteamericana (lo que a mí menos me interesa), esta es vuestra serie… 7,5/10