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La bitácora personal de Ricardo Martín
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20 de mayo de 2016

‘El Reino’, de Emmanuel Carrère

La literaura francesa vive años, ya décadas, muy fructíferas. A los ya archiconocidos Amélie Nothomb o el polémico Michel Houellebecq hemos de unir talentos de su misma generación como Emmanuel Carrère. Para ser sincero, no lo conocía en su faceta de novelista, sino en la de guionista. Fue el artífice de la inquietante serie de televisión ‘Les Revenants’. Puede que haber empezado la casa por el tejado, leyendo a Carrère por el final, por su última obra, haga que me pierda algunos detalles. Esta última novela se llama ‘El Reino’ (‘Le Royaume’ en francés) y fue publicado el año pasado, convirtiéndose de inmediato en una de las mejores obras de ficción publicadas en 2015.

Pero… ¿novela? ¿ficción? El género en el que encasillar a ‘El Reino’ no está claro. Carrère, hábilmente, establece una relación curiosa con el lector. Tiene mucho de autobiografía –toda la primera parte– y es quien nos desgrana todo el argumento e hipótesis en primera persona, de ensayo bastante sesudo, donde llena con su imaginación lo que la historiografía no le proporciona, corrige lo que no le gusta y rectifica sobre la marcha.

El argumento de ‘El Reino’ no puede estar más demodé para una novela actual: La historia de Saúl de Tarso, más conocido como San Pablo, uno de los primeros padres de la Iglesia Católica y la de Lucas, el evangelista que fue su seguidor y testigo de sus andanzas por las costas del Mediterráneo oriental predicando como un fanático a veces y como un proscrito otras. Carrère se sitúa en el germen mismo del cristianismo primitivo, años después de la crucifixión de Jesús, cuando sus seguidores –algunos que incluso le llegaron a conocer– formaron grupúsculos aislados entre sí al oriente del Imperio Romano. Sus pugnas no solo con el poder dominante, sino con el mundo judío, marcará estos tiempos convulsos.

La aridez del tema y la minuciosidad de sus descripciones, con profusión de datos, se mitiga con toques de humor (a veces irreverente), guiños al mundo actual, un lenguaje llano y entretenidos apuntes de la biografía del autor (Carrère se convirtió efímeramente al cristianismo en un momento crítico de su vida). Todo el conjunto forma una amalgama curiosa que lo hace atractivo al lector, aunque reconozco que la segunda parte se hace algo larga. Pero no hay duda de que es una obra tan magna como compleja en todos los sentidos y que Emmanuel Carrère ha sido todo un descubrimiento como novelista. Interesante. 7,5/10.



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