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La bitácora personal de Ricardo Martín
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2 de enero de 2020

‘Zamora del Porvenir’, el futuro de Zamora en 1879

‘Zamora del Porvenir’ con el subtítulo de «Novela Recreativa escrita por Eduardo Julián Pérez en el año de 1879» es uno de los documentos más curiosos, sorprendentes y difíciles de calificar que han pasado por mis manos relacionados con la ciudad de Zamora. Hasta hace unos meses desconocía de su existencia. Pero a partir de mis investigaciones sobre la Casa Méndez, di con la referencia de esta especie de novela en la tesis de José Luis Gago Vaquero ‘La Arquitectura y los Arquitectos en el Ensanche: Zamora 1920-1950’.

Pero, ¿qué es ‘Zamora del Porvenir’? ¿Es una novela de ciencia-ficción? ¿Una novela de prospectiva? Después de leer atentamente la obra, más bien es una proyección de los deseos sobre un determinado modelo de ciudad que el autor aplica a la ciudad de Zamora. Es, en definitiva, la ciudad ideal según los estándares decimonónicos. De ahí que se centre principalmente en el trazado y las características de las calles.

El protagonista de la novela es un zamorano que vuelve después de cien años (sí, cien años) a Zamora procedente de América:

«Después de una ausencia de 100 años regresé de América en 31 de Mayo de 1985.

Entre los diferentes medios de locomoción y transte que se conocen, había elegido en España el ferro-carril, siquiera por simpatía. Este sistema de viajar se ha perfeccionado muchísimo: los coches ofrecen todo género de comodidades para todas las clases y para todas las estaciones del año.

Llegamos a la estación del ferro-carril, y con una prontitud desusada en aquellos tiempos, me hallé con mi equipaje a la salida del edificio de viajeros, presentándose a mi vista una serie de coches especie de tranvía, que su destino era dirigirse a la ciudad, leyéndose en grandes tarjetones su objeto y orden de salida.»

Lo cierto es que el autor no tenía gran aprecio por los monumentos antiguos, siguiendo el pensamiento reinante en la época:

«Nada había en el exterior que me indicara el punto fijo en que me hallaba al parar el tranvía, y fie a mi cálculo el punto que podía ocupar la fonda en que me hospedaba, y pensando desde luego, sería el sitio que ocupó el solar conocido por el palacio de los Momos.

Fachada de mérito indisputable en aquella época, pero como los pueblos no deben vivir siempre en la contemplación, cate usted, que aquella fachada, sin duda, bajó a los golpes de la piqueta o se resintió por el tiempo a pesar de los repellos y enchapados, que en su base con tanta frecuencia se hacían, contra la idea de hacer algo. […]

Llego a la Plaza Mayor antigua y colocándome en el centro de una línea entre la Renova y calle de la Rúa, no veo la Iglesia de San Juan; Pero-Mato, aquella figura había desaparecido, encontrando ante mi vista, una bonita planicie ocupada por jardines, árboles frondosos, fuente (sin carácter monumental), asientos y un completo servicio de alumbrado eléctrico. […] La casa de las antiguas panaderas, también había desaparecido, y la línea de edificación del nuevo Palacio Municipal, se halla bastante más atrás, formando una sola manzana.»

Estos son sólo algunos ejemplos del ánimo «renovador» del autor, dando por derribadas la mayor parte de las iglesias románicas con que contamos actualmente o el puente de piedra. Estoy convencido de que era la opinión mayoritaria de la población en aquella época. Afortunadamente la falta de medios impidió que se culminara el desastre.

Pero también hay algunos aciertos, como las referencias a la muralla, que aún se mantiene en pie:

«Grandes líneas de muralla antigua vi todavía, pero su aspecto era más decente que el de aquella época.»

Y la referente a la instalación del Banco Castellano en la plazuela de la Cárcel, cercana a la Plaza del Mercado y a la Plaza de la Constitución, donde se encuentra hoy ese edificio, construido en 1961:

«Llego a la plazuela de la Cárcel antigua y sin haber modificado su caracter exterior aquel edificio, ha cambiado su destino.

Han establecido en ella el Banco Castellano.»

Sorprendente resultan las referencias a los teléfonos, a una especie de guía de la ciudad que cuenta con un listado de este invento patentado por Graham Bell sólo tres años antes de la publicación de la obra.

Aunque este libro no tenga un gran valor literario, sí lo tiene desde el punto de vista histórico y de cómo era el pensamiento del último tercio del siglo XIX respecto al urbanismo, a lo que deberían ser las ciudades y sus medios de transporte y comunicaciones. ‘Zamora del Porvenir’ es una obra para leer tranquilamente, sorprenderse leyendo algunos pasajes y –por qué no– reír con otros. Una gran curiosidad que nadie con inquietudes sobre la historia de Zamora debe dejar pasar.



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