Llevo siguiendo el asunto de los funcionarios del estado norteamericano de Wisconsin desde que tuvo su origen. De vez en cuando nos llega una nueva noticia al respecto. Todo comenzó cuando el Senado de este estado del medio oeste, controlado por los republicanos con Scott Walker a la cabeza y en consonancia con sus ideas liberal-conservadoras, presentó una medida que recortaba drásticamente los derechos sindicales (impediría por ejemplo la negociación de los convenios colectivos) de sus trabajadores públicos, así como de sus seguros médicos y de sus sueldos. Todo esto ocurrió el pasado 17 de febrero. Casi al mismo tiempo, los funcionarios se ponían en pie de guerra e «invadían» el Senado de Wisconsin a la vez que los senadores demócratas necesarios para la votación abandonaban el parlamento y se trasladaban a estados vecinos para no ser reclamados legalmente a ocupar sus escaños.
La situación de conflicto continuó hasta que el día 25 se aprobó la medida en una primera votación, aunque se supone que no es la definitiva. Los funcionarios, que todavía seguían ocupando el Senado increparon a los senadores republicanos. Pero quizás lo que ha encendido las protestas en todo el país ha sido la intención de otros senadores conservadores de copiar la iniciativa de Walker. En todos estos estados, los funcionarios están protestando masiva y contundentemente, un poco al estilo de las revueltas en los países árabes (salvando las distancias, claro).
Lo cierto es que la crisis está golpeando muy duro a la economía de la principal potencia mundial y muchos están aprovechando esta coyuntura para aplicar las teorías neocon de menos estado, menos impuestos, menos sindicatos y más «libertad» (económica). Pero, evidentemente, ningún país funciona sin empleados públicos o con empleados públicos con menos derechos y salario. Los políticos que a lo largo y ancho no sólo de EEUU, sino de todo el mundo desarrollado (incluyendo a Zapatero) han llevado a efecto planes para recortar derechos a los funcionarios. En este sentido, la socialdemocracia parece aliarse con el liberalismo conservador para liquidar lo público. ¿Qué ocurrirá si la situación económica española persiste y el Partido Popular llega al gobierno?
La noticia de la reducción de la velocidad máxima en autovía y autopista a 110 km/h es la excusa perfecta para hablar de nuevo sobre coches, ciudades, carreteras y civismo y sostenibilidad. Lo más inmediato, la medida anunciada el pasado viernes por el Gobierno para reducir el consumo de derivados del petróleo. Para resumir y no extenderme mucho, creo que es insuficiente. Según he estado consultando (yo no soy ningún experto), la velocidad óptima de conducción desde el punto de vista del consumo de combustible está, de media, entre los 90 y los 100 km/h. El ahorro con estos límites sí sería significativo. Por no hablar de que disminuiría el número de víctimas mortales en la carretera y también las emisiones de gases contaminantes.
Pero, evidentemente, existen muchos y muy poderosos grupos de presión en este sector, empezando por la industria del automóvil (más vale que empezaran a pensar en su reconversión en España antes de que ocurra como con la minería, los astilleros o la construcción) y terminando por la del petróleo. También la cultura del automóvil que tan fácil ha calado en la sociedad (un coche caro es sinónimo de alto estatus social) y que a algunas personas proporciona una sensación de poder que no tendrían en otras situaciones.
Al hilo de esta reflexión, se me ha ocurrido «desempolvar» las medidas que al respecto tomaría mi hipotético partido político:
Ya lo he dicho: Reducción de la velocidad máxima a 90 km/h en todo tipo de vías interurbanas. 30 km/h en vías urbanas.
Peajes para circular en los centros de las ciudades. Peatonalización y reducción de plazas de aparcamiento.
Reducción del precio de los billetes de tren de cercanías, media y larga distancia entre un 20 y un 40%. Si los ayuntamientos y las comunidades autonómas se unen, también aplicable a los autobuses urbanos y a los metropolitanos. Regulación de las tarifas de viajes interurbanos gestionados por empresas privadas.
Aumento drástico de los impuestos de matriculación de vehículos. Atendiendo a su consumo, índice de contaminación y volumen, este impuesto pudiera llegar a triplicar o cuadruplicar el importe del actual.
Subvenciones para la compra de bicicletas y otros medios alternativos no contaminantes.
Aumento de la edad legal para conducir a los 21 años. Endurecimiento de las pruebas de obtención del permiso de conducción.
Seguro que a muchos de vosotros os parecen medidas demasiado radicales. Efectivamente lo son, pero sólo de forma contundente es posible cambiar unos hábitos que están siendo muy perjudiciales para nuestro nivel de vida.
Como ya sabréis, hoy se cumplen treinta años de uno de los hechos más graves de nuestra historia reciente. El golpe de estado del 23 de febrero ha dado, da y dará mucho que hablar. Con motivo de este aniversario llevo unos días repasando las tres grabaciones de radio que alguien colgó hace años en internet (el «Hora 25» de la Cadena SER de aquella noche, el «Diario Hablado» de RNE del día siguiente y otro archivo con varias grabaciones de la SER y RNE de la famosa «noche de los transistores»). Hasta hoy, que yo sepa, es la grabación original más completa que he podido escuchar sobre el tema. También he releído algunos pasajes de ‘Anatomía de un Instante’ de Javier Cercas. Lo último que he consultado es el especial que El País ha dedicado al aniversario, sobre todo las siete ediciones digitalizadas que fueron publicadas en aquellas angustiosas horas.
También creo que es una buena ocasión para relatar cómo fue la visita que hicimos al Congreso de los Diputados hace unos meses. Recordad que la cámara baja puede visitarse cualquier sábado por la mañana si la agenda no lo impide con solo presentar el DNI y tras una breve espera a la puerta. La veintena de visitantes que accedimos en aquel turno teníamos precisamente el 23-F en mente. Por eso nada más entrar en el hemiciclo nuestras miradas se dirigieron indefectiblemente al techo, a la búsqueda de uno de los 37 desconchones blancos que testimoniaban las ráfagas disparadas aquel día por los guardias civiles. Además entramos en el recinto por puerta izquierda, la misma por la que entró Tejero aquella tarde.
El guía fue quizás demasiado escueto en su relato, puesto que todo duró poco más de un cuarto de hora, incluyendo una espera de unos cinco minutos sentados en los sofás del salón de los Pasos Perdidos supongo que mientras comprobaban nuestros DNIs. De aquí pasamos a la sala del reloj, con una máquina única del siglo XIX que, además de dar la hora, indicaba gran cantidad de parámetros. Justo al lado, la salsa de la Constitución, donde se encuentra el ejemplar original firmado por el Rey en 1978. Y de aquí al lugar más esperado, el que siempre vemos por la televisión pero pocos hemos visto en vivo y en directo. Ya me imaginaba que en realidad el hemiciclo sería mucho más pequeño que como aparece en televisión, pero es que realmente es muy pequeño. Los pasillos para subir a los escaños son estrechísimos y los escalones altos. La balconada superior tampoco es mucho más. De hecho las cámaras de televisión se controlan desde hace tiempo por control remoto (aunque sorprendentemente nunca se ven en las retransmisiones) para liberar un espacio que parece bastante necesario. No me explico cómo, en los tiempos del 23F, podían meter esas enormes cámaras en un lugar tan angosto.
Pero lamentablemente la visita era muy restrictiva. En ningún momento pudimos hacer fotos o vídeos ni sentarnos en los escaños, a pesar de que éramos un grupo muy pequeño, ni se nos dejó curiosear demasiado. Cuando el relato del guía terminó, también se dio por finalizada la visita. En ese sentido, fue algo un poco frustrante. Desconozco si en la jornada de puertas abiertas del 6 y 7 de diciembre se es más permisivo…
Parece que a nivel legislativo la bici va ganando terreno al omnipresente y odioso automóvil, al menos en las ciudades. El otro día se comentaron algunos aspectos del nuevo Reglamento General de Circulación. Se dice que en pocos meses estaría listo un borrador. Estaremos atentos a esta norma en lo que respecta a la bicicleta. Pero ya se adelantaron algunas novedades que van a dar que hablar (espero que para bien). Por un lado lo más llamativo: los ciclos van a tener preferencia sobre los vehículos en vías urbanas con limitación de velocidad de 30 kilómetros por hora y, no menos importante, no será necesario el casco en estas vías, aunque lógicamente sí lo será en trayectos interurbanos y podrán circular por aceras que tengan una anchura superior a tres metros.
Aunque hasta donde se sabe, el nuevo reglamento no recogerá la posibilidad de restringir el tráfico en las ciudades mediante mecanismos como peajes, pero parece un buen primer paso para que el peatón y los vehículos sin motor recuperen unas ciudades que siempre fueron suyas y de paso quizás fomentar el uso de los transportes colectivos (sobre este asunto también hay mucho que hablar, pero quizás sea en otra ocasión).
Siempre suelo decir que la realidad dista mucho del modelo ideal que se trata de regular, y veremos si los conductores –muchos de ellos bastante poco respetuosos con ciclistas y peatones– interiorizan este nuevo escenario y no asistimos a una cadena de sucesos con ciclistas como víctimas. En cualquier caso habrá que esperar a que se publique el borrador del texto para opinar sobre su contenido.
El otro día en una gala que no ví porque sé cómo son estas cosas, se seleccionó entre los finalistas a quien representará a España en el próximo festival de la canción de Eurovisión que tendrá lugar en Düsseldorf el 14 de mayo. En la web sobre el concurso de RTVE he echado un vistazo a los vídeos con los temas que eran candidatos y sus intérpretes. Ha sido entonces cuando he echado de menos la metodología acertada de usar internet como plataforma para la candidatura. Lo digo porque todas y cada una de las canciones, incluida la que ha ganado, son patéticas, penosas, insulsas, previsibles, estúpidas y cualquier otro calificativo negativo que se os pueda ocurrir. Malas sin paliativos.
Al menos mientras duró el experimento internaútico se presentaban cosas originales. En 2008 vimos incluso a La Casa Azul a punto de conseguirlo, algo inaudito años antes (y por lo visto también después). Lo que está claro es que las penosas participaciones españolas en Eurovisión de los últimos años se les ha hecho justicia. Posiciones mediocres y bien merecidas en todas ellas. ¿Y este año? Visto lo visto, Lucía Pérez y la canción (argggg) ‘Que me quiten lo bailao’ puede batir todos los récords. ¿Para cuando algo que se salga un poco de los estándares? ¿Cuándo algo que no sea música puramente rutinaria? Me temo que hemos de esperar sentados.
En cualquier caso, el mundo está lleno de sorpresas y hasta que no llegue la hora de las votaciones el día 14 no sabremos nada, pero se ve venir… Para quien no haya visto el horror hecho canción, aquí tiene el clip del tema compuesto por Rafael Artesero que nos representará en Düsseldorf:
Cuando uno lee asuntos como el que hoy os voy a contar duda de si los países occidentales tienen prensa libre o no, si existe la autocensura o si los poderes económicos deciden las noticias que se publican o las que no. Todo esto viene a cuento de Islandia. El pequeño país nórdico sufrió en 2008 una quiebra de su sistema bancario. Las deudas contraídas con países como Reino Unido, Holanda o los Estados Unidos se desvelaron insalvables. Tanto como que suponían 11 veces el PIB de la isla o lo que es lo mismo, hipotecarse por 11 años para salvar el sector bancario. Hasta ahí nada nuevo. Geir Haarden, el primer ministro conservador del país tuvo que dimitir por su gestión de lo ocurrido y ahora está imputado por los tribunales del país.
Lo que no suele contarse es que Islandia decidió entonces no salvar la banca y dejar que quebrara. Para salvar los fondos de los ciudadanos y empresas islandesas el Estado creó tres bancos y se les invitó a que transfirieran sus ahorros a estas nuevas entidades. En cuanto a las deudas, el Estado negoció con los acreedores para que controlaran los nuevos bancos sin que los islandeses pusieran una sola corona de sus impuestos.
El último capítulo de esta historia, solapado con el económico, es puramente político y dice mucho del poder de los ciudadanos normales y corrientes. Tras Haarden, tomó el poder una coalición socialdemócrata y verde. El pueblo, no contento con la caída del primer ministro, reclamó con protestas en la calle un referendum para que se decidiera si se pagaba o no esa deuda. Por supuesto el resultado fue un no rotundo con el 90% de los votos. Desde hace un par de meses los ciudadanos son los protagonistas de la reforma constitucional que se está elaborando. Hasta la fecha, la carta magna islandesa era una copia de la danesa (de la que se independizaron en 1944). Como dice Nacho Escolar en su blog, Islandia pasará a la historia de la humanidad por ser el primer país que ha conformado una Asamblea Constituyente mediante democracia directa, esto es, sin intermediar partidos políticos. Para presentarse como candidato sólo fueron necesarias 30 firmas. Serán ellos los que se encargen de redactar la nueva ley de leyes islandesa.
La situación de Islandia a día de hoy es de crecimiento. Las previsiones para 2011 es de un 3% del PIB, lo cual para los cánones europeos no está nada mal. Pero lo más importante es la moraleja. En la actual crisis hay alternativas mucho más justas que la ortodoxa. Un Estado no tiene por qué pagar los platos rotos de unos bancos diseñados para especular con el capital del ahorrador o de la empresa en vez de guardarlo y protegerlo. Otro aspecto preocupante es la dificultad para encontrar información en España sobre este asunto en los grandes medios. No sé si pensar en autocensura económica (los grandes medios de comunicación están participados por bancos o grupos de inversores como Liberty en el caso de PRISA). Sólo ElEconomista.es lleva alguna información interesante. Esto da bastante que pensar, ¿no? También dice mucho de la dictadura que el FMI y el BCE, en pos de la salud de la moneda común y de una economía supuestamente más fuerte, aplica a sus miembros. Y si esos miembros son los más débiles como España, esa dictadura casi estrangula…
Nunca antes en la historia las movilizaciones ciudadanas habían carecido de líder. Los libros de historia están plagados de fotografías de los grandes personajes que cambiaron el mundo a lo largo de los siglos. Ellos manejaban a las masas, las dirigían y escuchaban sus arengas y sus discursos. Todo eso parece que está siendo relegado por una inteligencia colectiva, bajo la teoría de la masa crítica, que se organiza espontáneamente sin un organizador concreto. Lo hemos visto claramente en las revoluciones de Túnez y Egipto, pero ya vimos hace unos pocos años el poder de las redes y la intercomunicación durante los sucesos del 11 al 14 de marzo de 2004 en Madrid.
Pero últimamente estamos viendo, cada vez más, estas movilizaciones se están organizando bajo el enigmático nombre de Anonymous. Una organización, movimiento, o como quiera llamarse que hace de las redes su herramienta de trabajo. Detrás de ellos no hay nadie, ningún cabecilla. A través de los foros se organizan los eventos. Cualquiera de nosotros puede hacerlo si cuenta con los suficientes adeptos que sigan la causa. Y una de las causas con más seguidores son todas aquellas referentes a la vulneración de la libertad, tanto en el mundo real como en internet. Por eso uno de los objetivos en España de Anonymous es revertir la «Ley Sinde», que vulnera la libre circulación de cultura en la red. Obra de Anonymous son, por ejemplo, la caída de las webs del Ministerio de Cultura o de la SGAE.
Hoy son noticia porque preparan desde el 25 de enero una movilización en la Plaza de Oriente con motivo de la celebración de la gala de entrega de los premios Goya. Su objetivo es «hacerse ver» con sus máscaras de Guy Fawkes en la gala durante la retransmisión televisiva. No sabemos todavía si en el interior del Teatro Real se colará algún espontáneo. Según la web del evento, justo cuando estoy escribiendo estas líneas debe estar comenzando la operación. De momento, la web de la Academia Española de Cine no funciona. Qué pena no estar allí para poder contarlo de primera mano. Lo seguiremos con atención en televisión y en Twitter.
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