Mi incursión por el cine italiano sigue adelante. Después de dar un buen repaso a la filmografía de Pier Paolo Pasolini, ahora tocaba el turno de Federico Fellini. El grandísimo realizador (posiblemente el más grande de aquel país) ha marcado a generaciones de espectadores y también de profesionales. Pertenece a esa generación (la misma de nuestro Luis García Berlanga) que no necesitó de artificios para crear un cine crítico, mordaz, esperpéntico, pura comedia costumbrista. Quizás en el caso de Fellini haya que añadirle unas gotas oníricas y nostálgicas como sólo los italianos saben hacer.
Sólo nombrar ‘Amarcord’ (1973) es nombrar una parte importante de la historia del cine. Sus escenas y sus personajes son iconos del séptimo arte incluso antes de haberla visto. Al menos eso me ocurrió a mi. Lo más conocido posiblemente sea la banda sonora de Nino Rota y la asfixiante escena de la estanquera pechugona. Pero eso sería quedarse en la mera anécdota.
‘Amarcord’ cuenta la historia de los habitantes de una pequeña localidad de la Italia profunda durante el régimen de Musolini. El punto de vista para contar esta historia será la de un joven que se inicia en los secretos de la vida y verá atónito como se desarrolla el loco mundo que lo rodea. Podría nombrar muchas escenas increíbles, pero me voy a quedar con dos: la de la nevada y todos los tópicos que se dicen («Nah, esto no cuaja») y la del pariente que sacan del manicomio para dar una vuelta y acaba subido a un árbol pidiendo desesperadamente una mujer. Al final, una enigmática monja enana (sí, una monja enana) consigue que baje.
Aunque iba preparado para ver una obra maestra, las expectativas han sobrepasado lo que esperaba y se refuerza mi idea de que los años setenta fueron del cine italiano.
Tenía muchas ganas de ver ‘Juno’, la que se suponía que era la sorpresa del cine independiente norteamericano de esta temporada. Jason Reitman dirige a Ellen Page en su segundo papel protagonista tras ‘Hard Candy’. Siento decir que ‘Juno’ me ha decepcionado porque es todo lo que no me gustaría que fuera. Lo de película independiente parece más una pose que una realidad. Si por independiente entendemos riesgo artístico, tratar temas incómodos que no interesan al stablishment o aportar puntos de vista novedosos sobre algún tema, aquí no encontramos nada de eso.
Quitando un par de frases, ‘Juno’ podría ser perfectamente un telefilm familiar de sobremesa con un poco de barniz modernillo, pero que detrás esconde un mensaje que roza lo reaccionario. A saber: una chica de 16 años se queda embarazada de un amigo. Decide darlo en adopción porque no se cree capaz de ser madre. Paralelamente su amigo se debate entre seguir con ella o iniciar una nueva vida. Los papeles de los protagonistas y de los secundarios no son nada creíbles y parecen vivir en un mundo de fantasía donde todo se arregla con una sonrisa y los adultos parecen ser más niños que los propios adolescentes.
Formalmente la película es correcta y la realización de Reitman no puede ser más convencional. Puede que lo mejor de ‘Juno’, aparte de su protagonista, sea la banda sonora con variados temas de indie pop y rock adolescente como los de Moldy Peaches junto con clásicos de Velvet Underground, Buddy Holly o The Kinks pasando por un par de canciones de Belle & Sebastian y alguna de Cat Power. Para pasar un rato sin más.
‘La Soledad’ ya estaba en mi lista de películas por ver antes incluso de que fuera nominada a los Goya. Como sabéis, ha sido la sorpresa de este año al conseguir el galardón a la mejor película, al mejor director (Luis Rosales) y el mejor actor revelación (José Luis Torrijos). No sé si estos premios han sido merecidos porque no he visto las demás nominadas. Lo que sí puedo decir es que es una obra extraña, de apariencia simple, pero que encierra un retrato complejo casi nunca tratado así en nuestro cine.
Bajo los gestos más elementales y cotidianos de nuestras vidas se esconden nuestros deseos y nuestros planes. Los puntos de inflexión de ‘La Soledad’ son acontecimientos terribles que marcarán el devenir de los personajes protagonistas, pero que Rosales los muestra sin apasionamiento, sin música ambiental. El sufrimiento va casi siempre por dentro y la vida nos da y nos quita a su antojo, sin que exista la posibilidad de encontrar una explicación. Todo ocurre porque sí.
Los personajes protagonistas de ‘La Soledad’ son mujeres en momentos conflictivos de su vida y siempre ante disyuntivas, ante dilemas. Las dos ramas principales de la historia parten de Adela y de Antonia. Adela es una mujer joven divorciada y con un hijo pequeño que vive en un pueblo del norte. Decide marcharse a Madrid en busca de trabajo y quizás de algo más. Antonia es ya mayor y regenta un comercio de alimentación. Sus desvelos provienen de sus tres hijas. A partir de aquí sus vidas se entrecruzarán.
Luis Rosales no solo dirige, sino que también experimenta con la historia. En las formas, la película tiene un peculiar (y a mi juicio prescindible) formato de pantalla partida, donde podemos ver la acción simultánea en dos lugares de la escena. Juega también con los silencios, a veces enormes, con los vacíos, con los personajes fuera de plano o con los sonidos, pero siempre dentro de una radical normalidad. La muerte, el dolor, la angustia nunca fueron filmados con tanta normalidad y quietud. Tal vez sea eso lo más inquietante.
ADNStream.tv, la web que ofrece contenido de vídeo original no deja de sorprenderme. Aún no llega a los niveles de su hermano mayor Joost, pero poco a poco se le va acercando. Joost tiene el defecto de albergar poco contenido en castellano, algo que quizás no echemos de menos si tenemos ADNStream.
Lo último de lo que me he enterado es que ofrece ya la posibilidad de ver películas gratuitamente a través de varios canales. Se trata de canales oficiales de Manga Films y Filmax. De momento sólo hay unas pocas películas, aunque bastante interesantes. Obras de Eric Rohmer, clásicos de serie B, ‘Los Olvidados’ de Buñuel, ‘Matrimonio a la Italiana’, ‘Romasanta’ y algunas otras. Vale que no son últimas novedades y que entre ellas también hay muchas películas menores, pero creo que se ha dado un paso muy grande para que otras grandes distribuidoras se animen a seguir este buen ejemplo.
Otra de las cosas que he descubierto son los canales de los sellos discográficos donde pueden verse vídeos musicales. Lo mejor es que la mayoría son sellos independientes nacionales como Sinnamon Records, BCore, Mushroom Pillow o Elefant Records, aunque también están otros como Warner Music. Una pequeña maravilla que no puede pasar desapercibida…
Que estamos asistiendo a una explosión del cine rumano es un hecho. En mi lista de películas pendientes de ese país hay títulos como ‘12.08 Al Este de Bucarest’, ‘La Muerte del Señor Lazarescu‘ o ‘Love Sick’. De momento el primer episodio de este particular ciclo de cine rumano es la sensación europea de 2007 y quizás también de 2008. Me refiero a ‘4 Meses, 3 Semanas, 2 Días’ (2007), dirigida por Cristian Mungiu. Se ha hablado muchísimo de esta película y es ganadora de la Palma de Oro del último Festival de Cine de Cannes y del premio FIPRESCI a la mejor película del año en el Festival de San Sebastián entre otros muchos. Sin duda, la cobertura mediática que ha recibido la cinta es directamente proporcional a la sobriedad de su factura y a la crudeza con que Mungiu ha dotado a la obra.
He dicho sobriedad y crudeza. A estos adjetivos habría que añadirle algunos más: sensibilidad, angustia, decadencia o ruina moral. Gabi es una joven estudiante que se queda embarazada. Desde un primer momento decide abortar en la Rumanía del régimen agónico de Ceaucescu, un sistema decrépito y reaccionario que prohíbe y pena con cárcel la interrupción del embarazo. Pero al igual que con otras mercancías y servicios, en el mercado negro existen médicos que no dudan en arriesgar su carrera por un puñado de billetes y practicar abortos sin medios ni medidas higiénicas.
Cristian Mungiu no tiene ninguna piedad a la hora de retratar el pasado de su país. Las chicas protagonistas se mueven en un mundo de arrabales embarrados y bloques de pisos ruinosos. Sorprende que el director no utiliza apenas primeros planos, distanciándose así de los personajes y relegando a la cámara al papel de espectador neutro. Mungiu no se apiada de Gabi, pero sí la considera una víctima del sistema. ‘4 Meses, 3 Semanas y 2 Días’ es una película de secuencias que cortan el aliento, que alteran nuestro estómago y que, en general, provoca desasosiego casi en exclusiva con el poder de la sugerencia y con una parquedad admirable. En definitiva, posiblemente sea una de las más impactantes y mejores películas europeas de los últimos años.
Ayer leí en Boing Boing un interesante artículo que me lleva a otra entrada de Kit Blog y que une dos asuntos que me gustan bastante. Por un lado el cine de Woody Allen y por otro la tipografía. El curioso post comenta algo de lo que ya me había dado cuenta después de ver todas sus películas. Si las habéis visto, posiblemente os habréis percatado de que los rótulos de crédito son siempre muy parecidos (cuando no iguales) y usan la misma tipografía. De hecho es una de las señas de identidad de Allen junto con las bandas sonoras de jazz antiguo y las legendarias gafas negras.
Pues bien, la tipografía en cuestión se llama Windsor Elongated, de la fundición Elsner+Flake. La Windsor original fue diseñada en 1905 por Stephenson Blake. ¿Por qué eligió Woody Allen la Windsor para rotular todas sus películas? Pues parece ser que la cosa es de lo más casual. Resulta que Ed Benguiat, un conocido impresor y diseñador de tipos neoyorkino, desayunaba a menudo en el mismo local que Allen. En una ocasión, el director le preguntó a Benguiat por una buena fuente para los créditos de sus películas. Benguiat le respondió que la Windsor. Y desde entonces no la ha dejado de usar. Esto ocurrió, según se comenta, hacia mediados de los años setenta.
Un asunto curioso, pero no el único caso de director-tipografía. Parece ser que Stanley Kubrick también tiene lo suyo con la Futura Extra Bold…
Buscando artículos por internet sobre la serie Lost (Perdidos) a la que me estoy empezando a enganchar me encuentro con dos conceptos, que no sé si llamar filosóficos o cómo, que me han llamado la atención. El primero de ellos es uno que seguro que habéis oído muchas veces: «Deus ex Machina«, literalmente «Dios desde la máquina» que a su vez deriva de otra expresión griega. Hoy entendemos este concepto como cualquier intervención externa que soluciona un problema o una situación a priori irresoluble que podría atribuirse a la casualidad.
Es el típico ejemplo de cualquier película de aventuras en la que el bueno llega justo en el momento en que van a secuestrar a la chica de turno o cuando una mano salvadora evita que el protagonista caiga por el acantilado. Lo verdaderamente curioso es el origen de «Deus ex Machina«. Según la Wikipedia, proviene del teatro griego, en el que el papel principal era salvado en los momentos más comprometidos por una deidad que era introducida en el escenario por una especie de grúa o artilugio (de ahí lo de machina). En los últimos tiempos también se ha utilizado para referirse a un Dios-máquina, al estilo Matrix o Terminator.
El otro concepto, y que está ligado al anterior es el de la «Suspensión de la incredulidad«, unas palabrejas que todo guionista de cine o novelista ha de tener siempre presente. Más o menos viene a ser hacer creíble ante los lectores o espectadores aquello que es imposible fuera de las reglas creadas en un mundo imaginario, como por ejemplo aceptar como normal que existen varias razas de extraterrestres dentro del mundo de Star Trek o de Star Wars. Por supuesto que hay tener mucho talento e imaginación para hacerlo verosímil y en parte esa es la diferencia clave entre una buena y una mala obra de ficción.
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