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La bitácora personal de Ricardo Martín
Comentando cosas desde 2004
28 de noviembre de 2009

Probando Chrome OS

Acabo de probar una versión preliminar del que será el sistema operativo oficial de Google. Ya he hablado sobre él hace un tiempo, vaticinando que puede convertirse en el primer gran fracaso de la empresa. No porque no funcione bien, sino porque supone un cambio radical en cuanto a sistemas operativos se refiere y también porque todo está orientado hacia sus propios productos. El Chrome OS (o Chromium OS) que he probado ha sido una virtualización bajo Mac con Parallels Desktop y ha sido posible gracias a este pequeño tutorial.

Lógicamente, la primera impresión que se lleva uno es que todo está cogido por alfileres. Chrome OS está todavía muy verde. El interfaz no es nada bonito y supongo que sufrirá modificaciones antes de lanzarse definitivamente. Por ejemplo las tipografías no se renderizan bien y ni siquiera podemos cambiar la resolución de la pantalla, ya que no existe un panel de preferencias como tal. También sorprende que aquí no exista el concepto de escritorio. Nada más entrar en el sistema nos aparece una ventana del navegador (Chrome por supuesto) con Google (también por supuesto) que no podemos minimizar (tampoco hay una barra de tareas ni de aplicaciones). Los programas que tenemos «instalados» (recordemos que todas están basadas en web) nos aparecen en un menú de iconos al pulsar en el logo de la parte superior izquierda. En la zona superior derecha de nuestra pantalla encontramos algunos indicadores, como por ejemplo la fecha, el estado de la red y un pequeño menú desplegable con algunas opciones, pero tampoco muchas. Una de las cosas más interesantes es que el tiempo de carga del sistema operativo es mínimo, casi inmediato, y rápidamente podemos ponernos a trabajar con él.

Estamos ante una versión muy preliminar de Chrome OS. Sin duda es una revolución, y como tal o será un éxito rotundo o un fracaso estrepitoso. Sólo nos queda esperar a su lanzamiento, previsto para la segunda mitad del año que viene.

18 de noviembre de 2009

Herramientas para desarrollar aventuras conversacionales

El año pasado más o menos a estas alturas, me volvió a entrar el gusanillo de diseñar aventuras conversacionales. Ya sabéis de mis gusto por este tipo de videojuegos. Todo partió de la noticia que llegó a mi ordenador con los resultados de la IFComp 2008, un concurso de aventuras cortas. En la edición de 2009, el podio de ganadores ha estado ocupado por ‘Rover’s Day Out’, ‘Broken Legs’ y ‘Snowquest’ en el primer, segundo y tercer puesto respectivamente. El hecho de que para crear estas piezas de software sea necesaria una dosis extra de creatividad (ya que todo el peso recae sobre las palabras), una parte evidente de técnica de programación y, por supuesto, organizar bien la historia, siempre me llamó mucho la atención. Pero esta fiebre se me fue pasando.

En estos últimos días me estoy empezando a familiarizar con algunas herramientas de creación de aventuras conversacionales como InformATE. Se trata de la versión traducida al castellano de Inform, que es un lenguaje de programación orientado a objetos, un conjunto de librerías y un compilador especializados en el desarrollo de juegos de ficción interactiva. La historia de Inform es ya muy dilatada. Su autor, Graham Nelson, lo creó en 1993 y desde entonces ha sufrido numerosas evoluciones. Después de compilar un videojuego con Inform o InformATE, no nos genera un ejecutable, sino un código intermedio que ha de ser ejecutado o interpretado por una máquina virtual. En este mundillo, los dos intérpretes más utilizados son Máquina-Z y Glulx. La primera de ellas fue diseñada ni más ni menos que en 1979 y fue creada para desarrollar ‘Zork’, una de las primeras aventuras conversacionales de la historia. Glulx es un sistema mucho más evolucionado y con más posibilidades, ya que permite incluso la incorporación de gráficos.

Actualmente existen intérpretes de Máquina-Z, de Glulx y de otros para cualquier plataforma, ya sea Windows, Mac o Linux. En mi caso, con Mac utilizo Spatterlight, que puede leer archivos para todas esas máquinas virtuales. Del mismo modo, también existen compiladores de Inform/InformATE para cualquier sistema operativo. En todos los casos las herramientas son rigurosamente gratuitas. No hay más que darse una vuelta por el repositorio que los chicos de CAAD mantienen en su sitio web y elegir el que mejor se ajuste a nuestras necesidades. También podemos encontrar abundante documentación y ejemplos para aprender este lenguaje.

Inform/InformATE es bastante complejo. Si bien su estructura es similar a la de cualquier lenguaje de programación, es necesario un ejercicio de abstracción para no dejar atrás ninguna de las posibilidades que nos permite. Buena parte de la culpa de esa complejidad se debe a la cantidad de acciones (muchas de ellas combinadas), de tipos de objetos, de situaciones, etc. En cualquier caso es una potente herramienta que nos ahorrará mucho trabajo si queremos programar una buena aventura con un buen vocabulario admitido (recordemos que las acciones se introducen libremente mediante lenguaje natural con el teclado).

17 de noviembre de 2009

Bloqueo concertado de un servidor: ¿Manifestación o mala fe?

Leo antentamente un artículo en el Diario de Burgos (encontrado a través de Barrapunto.com). En él se plantea un asunto interesante. A saber: la Asociación para el Avance de la Informática y la Computación (AAIC) ha convocado la que es la primera (supuesta) «manifestación virtual», que tendrá lugar en el «ciberespacio» español el próximo jueves día 19. Esta protesta consistirá en la descarga simultánea por aquellos internautas que deseen participar del archivo de un documento determinado a una hora determinada y de una web determinada con el objetivo de bloquear o «tirar» el servidor que lo aloja. En concreto, en el comunicado se alude a tres sitios web oficiales: el Ministerio de Educación, el de Industria y el de Economía y Hacienda. Lo que esta asociación pretende conseguir con esta protesta es, básicamente, promover una mayor regulación de la profesión de informático y evitar el intrusismo.

Después de la preceptiva comunicación a la Delegación o Subdelegación del Gobierno correspondiente (en este caso fue a la Delegación del Gobierno en Madrid), la contestación que obtuvieron ha sido bastante discutida, aunque desde mi punto de vista lógica. En el escrito [PDF] se explica que el acto comunicado no entra dentro de los supuestos contemplados en la Ley Orgánica que regula el derecho de reunión (la 9/1983 de 15 de julio, modificada por la 9/1999), no teniendo esta ni ninguna otra Delegación o Subdelegación competencia sobre el tema. Por contra, considera que puede existir mala fe bajo el derecho fundamental de reunión al pretender cobijar un «bloqueo» encubierto de servidores oficiales con el objeto de provocar un perjuicio al usuario de este servicio público. Eso significa que estos actos concertados y planificados pueden ser objeto de responsabilidades penales. A su vez, la respuesta de la AAIC hace referencia al símil entre un bloqueo de una vía pública y de un servidor, ya que ambos provocan trastornos al ciudadano, sin que exista mala fe en esa obstrucción.

Desde luego el asunto no es sencillo, ya que ambas partes tienen razón. Si tuviera que decantarme por un lado, lo haría en favor de los argumentos de la Delegación del Gobierno. No creo que pueda considerarse como un acto de protesta sin más el convocar actos concertados para provocar la caída de un servidor. Además de ser una medida de dudosa eficacia (aún cuando se consiga el objetivo), ya que los usuarios que intenten acceder al servidor caído no serán conscientes del motivo que lo provocó. No existen «pancartas virtuales», ni «pasquines virtuales» con los que informar al perjudicado y quizás unirse a su causa. Por otra parte, evitar el sabotaje sería sencillo, retirando esos enlaces por tiempo limitado que durara la protesta o modificando la página ofreciendo cinco o seis enlaces alternativos al servidor principal, distribuyendo así la carga y evitando su bloqueo.

Para concluir sólo puedo decir que, aunque comparto los motivos de la protesta de mis colegas de profesión, no creo que sea la forma más adecuada ni la más efectiva… Quizás por eso, la AAIC también ha convocado dos concentraciones «físicas» en Madrid y Salamanca para ese mismo día.

12 de noviembre de 2009

Sobre SITEL y nuestra privacidad

Ahora mismo están de actualidad los sistemas de interceptación de las comunicaciones. Lo estuvieron en su día cuando se habló por primera vez de Echelon, después con Carnivore, y ahora a nivel nacional con SITEL. Algunos han querido relacionar este sistema de escucha elaborado por la compañía sueca Ericsson en 2000 con los recientes casos de corrupción en el PP. No digo que esto no sea así, pero determinados medios de comunicación conservadores y ultraconservadores llevan algunas semanas sembrando dudas y sospechas sobre el correcto uso de este sistema. El tema es complejo porque entran en juego asuntos jurídicos y técnicos de gran calado. Esa complejidad se agrava cuando SITEL es un sistema más o menos secreto en su funcionamiento y alcance por razones evidentes. La información oficial sobre él, imagino, es clasificada. Pero sobre lo que yo quería hablar se escapa a las trifulcas partidistas a las que estamos acostumbrados.

Hay mucha gente que es dada a exagerar. Ya he leído calificativos como «El Gran Hermano de Zapatero», «La oreja electrónica de Zapatero» y otros por el estilo. Es verdad que los ciudadanos de a pie tendemos a inquietarnos con todo lo que suene a espionaje, porque pensamos que nosotros podemos estar siendo espiados. ¿La razón? Nadie nos dará una respuesta, pero parece ser que al poder les interesa mucho nuestra vida, nuestras conversaciones y nuestros correos electrónicos (ironía, por supuesto). Apliquemos el sentido común. Me resulta complicado pensar que exista una capacidad de procesamiento tal (ni de almacenamiento) que permita «capturar» simultáneamente todo el tráfico que se genera mediante las comunicaciones electrónicas. Y en el supuesto caso de que se pudiera guardar todo, esa información de por sí no sería útil, habría que someterla a un proceso de clasificación y selección. Por tanto, eso de Gran Hermano quizás deberíamos dejarlo para alguna película.

Sin embargo, la perdida de privacidad es un hecho incuestionable. Y no por el SITEL, sino por el desarrollo de la electrónica en general. Somos vulnerables. Cualquiera puede romper la protección de una red inalámbrica si no está adecuadamente configurada, recuperar información borrada de un disco duro o una tarjeta de memoria, averiguar datos navegando por redes sociales o incluso llevando el ordenador a reparar a una tienda de informática poco profesional. Son «orejas» electrónicas menos sofisticadas pero que pueden poner en grave peligro nuestra privacidad. Son mucho más mundanas y también por eso más temibles que un SITEL, con el que digan lo que digan, es un sistema «oficial» y por tanto tenemos ciertas garantías ante la Justicia. Conclusión, hoy día la única forma de escapar a esto es volver al siglo XIX ¿Estamos dispuestos? Yo no.

31 de octubre de 2009

Probando Windows 7 bajo Parallels Desktop 4.0

He dedicado dos o tres días a trastear un poco con el nuevo sistema operativo de Microsoft. Me refiero, por supuesto, al recientemente lanzado Windows 7. De paso también he puesto a prueba la última versión de Parallels Desktop, la 4.0, bajo Mac OS X Snow Leopard. El ordenador sobre el que lo he instalado es mi MacBook (un Core 2 Duo a 2,2 GHz y 1,5 Gb de RAM). Lo que voy a contar no es un análisis minucioso sobre rendimientos, características y demás (para eso hay ya cientos de artículos), sino mis impresiones personales, muchas veces simples percepciones subjetivas, que no tienen por qué coincidir con las vuestras o con las que objetivamente salgan de un test más técnico.

Lo primero que sorprende, para bien, de Windows 7 es la rapidez con que se instala y lo cómodo de todo el proceso, incluso si es un sistema operativo huésped virtualizado. La configuración de la máquina virtual que utilicé fue: usar los dos núcleos del procesador, 800 Mb de RAM y un disco duro de 32 Gb. Con esto fue suficiente. Unas características bastante asequibles. Los datos que la instalación necesita los introducimos al final, y no son muchos (serial key, nombre de usuario, contraseña y poco más). El primer arranque de sistema es algo lento, cosa que no ocurrirá después. Microsoft se jacta, y con razón, de que Windows 7 tarda notablemente menos tiempo en cargar que su predecesor Windows Vista. En general, se nota que el 7 es mucho más ligero. Los ingenieros de la compañía de Redmond se lo han currado para «podar» al sistema operativo de todo aquello que lo hacía lento y pesado. La idea general, en el primer vistazo, es que es mucho más «práctico» a la hora de realizar las tareas cotidianas.

Pero también he encontrado unas cuantas pegas. El primero es que conserva la «filosofía Windows» de hacer las cosas. Es decir, los que ya llevamos un tiempo (aunque no sea mucho) con Mac nos damos cuenta de lo complicado que es cambiar, por ejemplo, configuraciones del sistema con Windows. En general, los pasos que hay que dar para realizar una tarea son bastantes más y más enrevesados que en Mac OS X. Windows 7 no es una excepción. Otro aspecto que no me ha gustado (sí, ya sé que las comparaciones son odiosas) es el plano estético. Windows Vista me parecía tirando a feo. Lo mismo digo de Windows 7, ya que hereda prácticamente todos sus elementos gráficos.

En definitiva, lo usuarios de PC tienen en Windows 7 un buen sistema operativo y un digno sucesor para Windows XP.

26 de octubre de 2009

Más allá del Terabyte

En 1981, el primer IBM PC contaba como opción con un disco duro de 20 Mb, una cantidad de información enorme para unos tiempos en los que el sistema operativo (el famoso MS-DOS) ocupaba decenas (quizás algún centenar) de Kilobytes, nadie manejaba imágenes de calidad fotográfica por ordenador y mucho menos clips de audio o vídeo. Entonces 20 Mb eran más que suficientes para cumplir con las exigencias de cualquier usuario, incluso el más profesional. Hoy, en 20 Mb podemos guardar un clip de vídeo de no demasiada duración, tres o cuatro canciones o varias fotos de las que sacan cualquier cámara digital de hoy día.

A lo largo de las últimas dos décadas hemos asistido a un crecimiento exponencial de los tamaños de los dispositivos de almacenamiento que llevan los ordenadores que manejamos cotidianamente. Primero se quedaron cortos los Megas y, en la segunda mitad de los noventa surgieron los primeros discos duros de 1 Gigabyte, una barrera a la que nunca pensamos que llegaríamos. Después vendrían los «ripeos» de DVDs y con ello, el Giga se quedó pequeño. El reinado del Giga terminó hace no mucho tiempo. Hace cosa de dos años o así los fabricantes lanzaron los primeros discos de 1 Terabyte. Giga y Tera están separados aproximadamente por una década. ¿Necesitaremos dentro de otros diez años dar un nuevo salto hacia el siguiente escalón?

Por curiosidad he estado echando un vistazo a las unidades de almacenamiento según el Sistema Métrico Internacional. Todos sabemos que más allá del Gigabyte está el Pettabyte (Pb) (o Petabyte con una «t», no está claro todavía), que son 1.000 Gb. Y todavía más allá encontramos el Hexabyte (Hb), que equivalen a 1.000.000 de Gb. Los siguientes escalones, que casi nos suenan a ciencia-ficción, son el Zettabyte (Zb) (1.000.000.000 Gb) y el Yottabyte (Yb) (1.000.000.000.000 Gb), que de momento es lo último que ha contemplado el estándar definido en 1991… ¿Llegaremos a ver con nuestros ojitos estas cantidades de información tan gigantescas o se estancará en algún punto?

29 de septiembre de 2009

Ray Kurzweil

Que el mundo de la tecnología siempre ha tenido sus gurús y sus profetas no es nada nuevo. Desde los primeros tiempos de la técnica moderna tal y como hoy la conocemos ha habido quien se ha aventurado a predecir y a teorizar aquello que ocurrirá y cómo esa tecnología afectará al ser humano. Pero pocos han tenido tanto éxito y han sido tan influyente dentro de la comunidad especializada como Raymond Kurzweil. Hijo de emigrantes judíos austríacos, Kurzweil fue un avanzado a su tiempo desde muy joven. Su tío trabajaba en los laboratorios Bell y fue quien le inculcó esa afición por la tecnología y los ordenadores hacia los años cincuenta, cuando la mayoría de los niños de su edad sólo los conocían por las novelas de ciencia-ficción.

Apenas siendo un adolescente comenzó a crear aplicaciones informáticas en el campo de la estadística y el análisis de datos. Uno de los momentos cumbre de sus primeros años fue su participación en 1965 en el programa de televisión ‘I’ve Got a Secret’, donde presentó una melodía tocada al piano que tenía la particularidad de estar compuesta íntegramente por un ordenador. De hecho, esa fue y es una de sus obsesiones: conseguir que los computadores sean tan inteligentes o más que los propios humanos y que nos ayuden en nuestra vida diaria y a resolver nuestras limitaciones y problemas. Kurzweil sostiene, en contra de otros autores, que en pocos años un ordenador tendrá la inteligencia suficiente como para superar el Test de Turing. Esta simbiosis entre el ser humano y la máquina (implantes, nanotecnología) para que nuestra raza mejore a través de la tecnología es lo que se ha llamado transhumanismo, del que Kurzweil es su principal exponente en la actualidad.

Otro de los campos en los que Kurzweil es respetado y escuchado es en el de las profecías tecnológicas. La mayoría de sus vaticinios se han cumplido finalmente en los plazos que él ha indicado. Predijo en su libro ‘La Era de las Máquinas Espirituales’ de 1999 el uso masivo de la tecnología inalámbrica para la interconexión de dispositivos y redes, la utilización de pantallas de alta definición o el triunfo de los dispositivos portátiles frente a los clásicos ordenadores de sobremesa.

Particularmente, a mí me da un poco de miedo eso de que la los ordenadores puedan aprender más rápido que nosotros y que en pocos años dupliquen, tripliquen o quizás más nuestros conocimientos y sobre todo nuestra inteligencia. Como mínimo es preocupante. Aunque también apasionante. ¿Qué nuevos movimientos sociales, artísticos o de otro tipo podrán surgir cuando la inteligencia de las máquinas sea miles de veces la nuestra? ¿Acaso las máquinas nos prometerán algún día la vida eterna y serán inconcebiblemente inteligentes? ¿Sería eso Dios? Curiosamente estas preguntas nos llevan hasta Pierre Teilhard de Chardin y su teoría del Punto Omega.

Para terminar un par de vídeos. El primer es el del programa ‘I’ve Got a Secret’. Cuando a la mayoría eso de los ordenadores les sonaba a chino, este angelito ya tocaba melodías compuestas por uno. Era ¡1965!:

El programa Redes de Televisión Española con Eduardo Punset entrevistó en una ocasión a Ray Kurzweil:


Ray Kurzweil: El futuro
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