Es una de las series de moda ahora mismo. Y esto de las modas en las series puede ser peligroso. Aún así, me decidí a ver las dos temporadas que se han emitido hasta el momento. ‘Mr. Robot’ es una producción norteamericana realizada por el canal USA Network (la división de televisión por cable de la cadena NBC). En total 22 episodios con una estética bastante cuidada y con algún que otro hallazgo visual.
Nos cuentan la historia de Elliot, un friki de la seguridad informática y hacker en su tiempo libre. Enfermo psicótico, paranoico y asocial, tan sólo se relaciona con unas pocas personas, entre ellos pequeño círculo de amistades. Junto a algunos de ellos forma FSociety, un escuadrón hacker que intentará echar abajo el sistema financiero mundial para acabar con el poder de la megaempresa Evil Corporation. A menudo mezclará la realidad con su imaginación, dando lugar a situaciones extremas.
‘Mr. Robot’ abusa del hecho de la enfermedad mental de su protagonista y se aprovecha de él para introducir algunas trampas en el guión. Tras un primer –y casi un segundo capítulo– excelente, la cosa va decayendo a pasos agigantados hasta prácticamente dejar de interesarme al final de la primera temporada. Por suerte la segunda consigue remontar algo el vuelo –tampoco mucho–. La serie peca de lo que pecan muchas series que vienen del otro lado del charco: Excesivo efectismo, discursos de los personajes aparentemente trascendentes que aquí serían de risa y continua apelación a los sentimientos paterno-filiales. Sólo hay detalles y algunos momentos que salvan cada capítulo de la quema. También sorprende la veracidad con la que se trata el tema informático. Nada de sistemas operativos de pega. Aquí vemos un amplio repertorio de comandos bash shell, algo de ensamblador y distribuciones Linux (entre ellas la Kali Linux que usa Elliot en su hackeos). También MacOS y varias versiones de Windows. Eso siempre es de agradecer. En definitiva, una producción con aires de pretenciosidad pero que no deja de ser un producto de su tiempo que probablemente envejezca muy mal. 6/10.
Es algo histórico que Woody Allen se haya prestado a escribir y dirigir una serie para la plataforma de vídeo bajo demanda de Amazon. No sabemos nada de los entresijos de esa negociación. El hecho es que ha declarado que nunca más volverá a hacer nada para televisión. ¿Arrepentimiento? Cualquiera sabe. El milagro se llama ‘Crisis in Six Scenes’ y son precisamente seis los capítulos –de media hora cada uno– en los que ha dividido Allen este serial. También hay que destacar que hacía mucho que no protagonizaba ninguna de sus obras. Siempre es de agradecer verle delante de las cámaras.
Lo que se cuenta es la historia de un matrimonio de jubilados de clase media que vive en un tranquilo barrio residencial de la Nueva York de finales de los años sesenta. El turbulento contexto político de la época será el telón de fondo de toda la trama. Un día llegará a su casa una fugitiva perseguida por la policía por pertenecer a un grupo revolucionario. A partir de aquí se sucederán los acontecimientos, casi todos disparatados.
Woody Allen factura una comedia ligera de enredo en seis actos. Inteligente, pero inocua. Un divertimento en el que están algunos de los temas de sus últimas películas. El trabajo de los actores es bastante buenos, y el descubrimiento de Miley Cyrus como actriz también es un acierto. La maestría de Allen en contar una historia donde en principio parece que no ocurre nada y al final el lío es monumental es ejemplar y marca de la casa. Para la posteridad quedará ese «berlanguiano» último episodio con las ancianas del club de lectura. Recomendable para todos e imprescindible para fans de Woody Allen. 7/10.
Que el mundo de las series vive su etapa dorada ahora mismo está clarísimo. Si no, dos gigantes del cine y de la música como son Mick Jagger y Martin Scorsese, no se habrían metido en la siempre arriesgada empresa de escribir y producir un serial sobre el mundo de industria de la música en el Nueva York de mediados de los años setenta. Esta serie se llama ‘Vinyl’ y estos diez primeros capítulos que posiblemente no tengan continuación fueron emitidos originalmente por la HBO.
En principio, la historia es original, interesante y pocas veces contada en la ficción televisiva. Es la historia de una crisis y de un cambio. El paso del rock sinfónico, de la herencia psicodélica de los años sesenta hacia la música disco negra y el punk. Es también la historia de Richie Finestra, el ejecutivo de una discográfica ficticia, American Century Records, que cancela en el último momento la venta de la empresa a la multinacional Polygram. Su afán es mantener su independencia buscando nuevas bandas con nuevos sonidos que saquen a floten su maltrecha economía. Pero no siempre sus socios estarán de acuerdo en sus decisiones. Finalmente, un hecho imprevisible torcerá las cosas aún un poco más, llevándolo todo al límite.
‘Vinyl’ cumple a rajatabla aquello de sexo, drogas y rock and roll, pero creo que intentar epatar hoy día con un argumento así es no conocer al público que hoy y ahora ve series. Ahí quizás se note el «viejunismo» de Jagger y Scorsese. Tras un más o menos buen primer episodio, la cosa se desmorona un poco más a cada nueva entrega. Es verdad que en casi todos hay algún buen momento y que si se unieran todos en un metraje de dos horas sería una película decente, pero la mayoría de los personajes y de las situaciones que nos presenta carecen de interés. Las actuaciones musicales están bastante bien rodadas también, pero poco más. Y si encima el papel protagonista lo interpreta un insoportable Bobby Cannavale, tenemos un completo. Prescindible. 4/10.
Hace unos días terminé de ver ‘The Night Manager’ (aquí traducida como ‘El Infiltrado’). Se trata de una producción británico-estadounidense realizada en 2015 y emitida en 2016 y basada en la novela del mismo nombre de John Le Carré. El formato en el que se desarrolla la historia es el de seis episodios de una hora cada uno. Sigue claramente esa tradición tan británica de servicios secretos y espías al estilo James Bond.
Jonathan Pine (Tom Hiddleston) es un exsoldado que se gana la vida como gerente nocturno en hoteles de lujo. Esta posición privilegiada le permite tener acceso a personalidades de interés para el servicio secreto británico, con quien colabora. Es contratado para una peligrosa misión en la que habrá de infiltrase en el cerrado entorno personal de Richard Roper (Hugh Laurie), un millonario traficante de armas que usa la filantropía como tapadera. Viajará por Suiza, Egipto, Turquía, España (hay muchas escenas rodadas aquí, principalmente Mallorca y Madrid) y Siria siguiendo sus andanzas.
Como es de esperar, en ‘The Night Manager’ todo es espectacular. La producción, los personajes, los guiones, las localizaciones, los efectos especiales…, todo está al servicio de una gran historia que funciona, mantiene la tensión en todo momento, es creíble y se resuelve bastante bien. Uno de mis personajes favoritos es el de Angela Burr (Olivia Colman), la irónica «jefa» de Pine, es una mujer de mediana edad y embarazada y que hace las cosas a su manera. Es de agradecer que se rompan un poco los roles en este tipo de ficción y además sirve como contrapunto a la trama principal. Como dije antes, el protagonista nos recuerda inevitablemente al agente 007 –quizás el actor Tom Hiddleston lo sea en el futuro–. En conclusión, una miniserie de calidad, bien hecha y que entretendrá y divertirá. 8/10.
‘Stranger Things’ (Netflix) es indiscutiblemente la serie de moda de este verano. Lo que no lo consiguió J. J. Abrams con la fallida ‘Super 8’ lo han logrado Matt y Ross Duffer. Si llevamos años ya revisitando las películas de los ochenta que vimos en nuestra infancia y que ya –es mi opinión– empieza ser un filón agotado, esta serie es su clímax absoluto. Los aficionados verán guiños, además de a los consabidos ‘Los Goonies‘, ‘E.T. El Extraterrestre’ o ‘Exploradores’, a otras menos manidas como ‘Alien, El Octavo Pasajero’, ‘Poltergeist’ y el cine de terror de John Carpenter (sobre todo a ‘La Cosa’).
Un pequeño pueblo de la costa este norteamericana. Corre el año 1982 y cuatro amigos viven apaciblemente sus vidas entre el colegio y sus juegos. Podría decirse que son los clásicos frikis preadolescentes de los ochenta. Pero un día uno de ellos desaparece misteriosamente. En poco tiempo, se van sucediendo otros acontecimientos y desapariciones inexplicables. Y la aparición de una chica con la cabeza rapada y poderes telequinéticos cambiará sus vidas para siempre.
Al comenzar a ver el primer episodio de los ocho que componen esta primera temporada, uno comienza a temer estar ante otro pastiche infumable más con la nostalgia como coartada para engancharnos. Y es verdad que a lo largo de ese primer capítulo lo bordea peligrosamente, a medida que vamos avanzando esa sensación desaparece. Tras el envoltorio «vintage» que barniza toda la estética se esconde una narrativa visual nada ochentera, unos guiones inteligentes y bien elaborados y un trasfondo bastante serio acerca de la importancia de la ciencia en la educación o la defensa de los juegos de rol como ayuda al planteamiento y resolución de problemas de la vida real. No es, desde luego, una serie infantil aunque sus protagonistas principales sean niños, pero eso no significa que no esté impregnada de su entusiasmo y su vitalidad. Recomendable. 7,5/10.
Es sorprendente lo complicado que es a veces encontrar series que se salgan del carril de las clásicas habituales. Parece que las grandes producciones eclipsan, igual que ocurre con el cine, las pequeñas obras que casi siempre son más arriesgadas. El caso del descubrimiento de ‘Au Service de la France’ (aquí traducida extrañamente en inglés como ‘A Very Secret Service’… cosas de Netflix) es un ejemplo más. Esta producción francesa de 2015 dirigida por Alexandre Courtès y realizada por Arte y Mandarin Television es de lo mejor que he podido ver en lo que llevamos de temporada. Lo tiene todo: humor absurdo, surrealista, brutal y ácido, una ambientación cuidadísima, grandes actores y un guión (de Jean-François Halin, Claire Lemaréchal y Jean-André Yerles) en el que nada se deja al azar y donde conseguimos encontrar respuestas entre lo que es en apariencia disparatado.
André Merlaux es un joven seleccionado para ingresar en los servicios secretos franceses durante el turbulento año 1960. Además de lidiar con unos compañeros vagos, corruptos y chapuceros y unos jefes carentes de todo sentido común, habrá de cumplir las misiones que se le encomienden, tanto en Francia como en Argelia, donde el terrorismo de corte nacionalista lleva ya años atentando. También el África francófona comienza a reclamar sus derechos sobre la metrópoli de manera muy particular.
Una de las mejores cosas que tiene ‘Au Service de la France’ es el saber reírse de sí mismos hasta niveles insospechados. Pero también de los demás. No deja títere con cabeza y lanza su afilado humor contra argelinos, judíos, negros, los antiguos colaboracionistas del régimen de Vichy, curas y todo lo que se le pone por delante. Son doce episodios de 25 minutos cada uno sin desperdicio alguno. Si os interesa la historia francesa del siglo XX y no tenéis reparos en reíros de todo, la serie es muy recomendable. También es posible que haya gente que no le encuentre la gracia. Cuestión de gustos. 8,5/10.
Hace poco tiempo he terminado de ver ‘Ripper Street’, una serie británica producido por la BBC y por Amazon. A pesar de su nombre equívoco, poco tiene que ver con el famoso Jack «El Destripador» (Jack «The Ripper»). Es verdad que a esta producción le viene bien utilizar como reclamo al famoso asesino victoriano, pero es también una de las primeras decepciones cuando uno se pone a ver los capítulos.
La serie nos cuenta la historia de la comisaría de Leman Street (en White Chapel) que un año antes se enfrentó al desafío del Destripador. En cada capítulo se resuelve un crimen a la vez que se continúa el hilo argumental de la temporada de turno. Para mi gusto los guiones son algo irregulares. Hay muy buenos episodios y otros infumables. En su mayoría la forma de resolver los casos es peregrina y forzada, poco creíble. A veces me ha dado la impresión de estar viendo un CSI victoriano, algo que particularmente no me interesa lo más mínimo.
Pero como siempre que nos enfrentamos a una obra de estas características, el trabajo de producción y el de los actores es de gran calidad, con ese detallismo ya clásico de las Islas Británicas. Buenos decorados, infografías cuidadas y una iluminación y una fotografía inmejorable. Una recreación perfecta del White Chapel de finales del siglo XIX. Para pasar el rato. 5,5/10.
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