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La bitácora personal de Ricardo Martín
Comentando cosas desde 2004
5 de agosto de 2015

‘Jonathan Strange & Mr. Norrell’

Suena a tópico, pero cuando uno ve una producción de la BBC tiene una cosa asegurada: el excelente trabajo de los actores. ‘Jonathan Strange & Mr. Norrell’ no es una excepción. Emitida por la BBC hace un par de meses, consta de siete episodios donde la magia es la protagonista, en el contexto siempre vistoso y resultón de la Inglaterra georgiana. Siendo cruel, podría decirse que el argumento podría resumirse en respetables nobles británicos jugando a ser Harry Potter. Pero, por supuesto, hay mucho más. La historia está basada en la novela homónima de Susanna Clarke, publicada en 2004.

Mr. Norrell es un respetado teórico de la magia inglesa que intenta renovar para darle su antiguo esplendor. Un alumno aventajado, Jonathan Strange, tiene una visión algo diferente, defendiendo la vieja magia del legendario Rey Cuervo. Es contratado por el gobierno británico para ser el «mago oficial» del ejército en la guerra contra los franceses en España. Bien movido por el rencor o bien por la envidia, Norrell cometerá actos de los que pronto se arrepentirá.

‘Jonathan Strange & Mr. Norrell’ tiene una puesta en escena correcta y humilde, lejos de las grandes superproducciones a las que nos estamos malacostumbrando. Se puede decir que es una producción al viejo estilo pero puesta al día. El duo protagonista –personajes interpretados por Bertie Carvel y Eddie Marsan— es, con diferencia, lo mejor de una historia que no acaba de convencerme. Quizás demasiado dispersa y con un final previsible. En cualquier caso una curiosidad digna de ser vista, aunque sólo sea por ver a Jonathan Strange haciendo su magia junto a Wellington contra el ejército de Napoleón en medio de los secarrales españoles. 6/10

26 de julio de 2015

‘Penny Dreadful’

Acabo de terminar de ver las dos primeras temporadas de ‘Penny Dreadful’, una curiosa serie de producción norteamericana para el canal Showtime. Digo curiosa porque su argumento es, como mínimo, atrevido. Su artífice es John Logan, creador, productor y guionista de la serie. Su principal mérito es conseguir que tal variedad de personajes, cada uno con su tradición literaria, amalgame en una historia más o menos coherente y además no perder el aroma especial de los «penny dreadfuls», publicaciones baratas de terror de finales del siglo XIX con cuentos a menudo rocambolescos.

Pero ¿de qué va ‘Penny Dreadful’? Básicamente, en coger a los principales personajes y conceptos de la literatura victoriana de terror (Frankenstein, Dorian Gray, el espiritismo, las maldiciones del antiguo Egipto, el hombre lobo, Drácula o Jack el Destripador) y unirlos bajo un mismo argumento. Ese argumento se basa en la búsqueda por parte de Sir Malcom Murray (Timothy Dalton) de su hija Mina, desaparecida bajo extrañas circunstancias. La amiga y vecina de Mina, Vanessa Ives (Eva Green) se une a la búsqueda junto con Ethan Chandler (Josh Harnett) y Victor Frankenstein (Harry Treadaway). A lo largo de los episodios varios personajes secundarios, pero también interesantes, irán apareciendo. Por ejemplo, Ferdinand Lyle (Simon Russell Beale) en el papel de un excéntrico e irónico estudioso de las maldiciones egipcias, Rory Kinnear como criatura de Frankenstein o Reeve Carney como Dorian Gray.

La factura de la serie es espectacular en todos los sentidos: decorados, iluminación, fotografía, vestuario… y cuenta con algunos hallazgos estilísticos interesantes. El trabajo de los actores es, en general, bastante bueno, aunque no todos están a la misma altura. Frente a una grandísima Eva Green nos encontramos a un flojo Reeve Carney o un mediocre Josh Harnett. Otro inconveniente importante es el diluido argumento principal, que no se sostendría si no fuera por las numerosas historias paralelas que se resuelven en uno o varios capítulos y que son realmente el alma de ‘Penny Dreadful’.

En definitiva si buscáis una serie de terror con regusto clásico, pero de factura moderna, no sois remilgados con la sangre, los bichos o los poseídos por el diablo, esta puede ser vuestra serie. 6,5/10.

20 de junio de 2015

‘House of Cards’

He terminado de ver las tres primeras temporadas de ‘House of Cards’, una de las series más comentadas y seguidas de los últimos años. Y posiblemente de las mejores. A pesar de no ser una idea original –está basada en una miniserie homónima de la BBC emitida en 1990, que a su vez se basa en una novela de Michael Dobbs— el argumento se adapta como un guante al entorno de la política estadounidense. Quizás porque el arquetipo que ya se describió en ‘El Príncipe’ de Maquiavelo es universal.

‘House of Cards’ cuenta la historia de Frank Underwood, un ambicioso senador de Carolina de Sur por el Partido Demócrata que intentará por todos los medios escalar en la pirámide del poder a costa de lo que sea (sí, de lo que sea). No es el dinero lo que le mueve, sino el puro ansia de poder. Su alianza con su mujer Claire es más una asociación de intereses que un matrimonio convencional. Todo está diseñado para apartar silenciosamente a cada uno de sus adversarios. A lo largo de los diferentes episodios, la trama, siempre sombría, va sustituyendo unos escenarios por otros, al tiempo que su protagonista sube en su posición.

Kevin Spacey (Frank Underwood) y Robin Wright (Claire Underwood) forman la pareja protagonista de actores. Un trabajo que posiblemente sea de los mejores de su ya larga carrera. Los secundarios también tienen gran peso en la serie y son dibujados en el impecable guión como personajes complejos repletos de contradicciones. Mis dos favoritos son Freddy (interpretado por Reg Cathey), el servicial y fiel (servil diría yo) dueño de la mugrienta y destartalada barbacoa donde Frank se retira a meditar y comer costillas y Douglas Stamper (Michael Kelly), el inseparable ayudante de Frank, el «chicho para todo», analista y «conseguidor» de votos y favores dentro y fuera del Congreso así como el «mamporrero» para los llevar a cabo los trabajos sucios de su amo.

La puesta en escena es una de las mejores que he visto nunca, detallista hasta el extremo. Se dice que la producción ha invertido unos 5 millones de dólares por capítulo, una cantidad considerable para una serie ambientada en los tiempos actuales. Todo ese dinero se nota en cada cosa que se ve en pantalla.

Así que si os interesa adentraros en las alcantarillas del poder, en el despiadado nihilismo que implica estar en lo más alto y, también, en la política norteamericana (lo que a mí menos me interesa), esta es vuestra serie… 7,5/10

8 de mayo de 2015

‘El Ministerio del Tiempo’

Han pasado ya unas cuantas semanas desde que la serie de Televisión Española ‘El Ministerio del Tiempo’ finalizó su primera temporada con ¿inesperado? éxito. La idea de una serie de ciencia-ficción española y que además contaba con referentes inequívocamente patrios es algo innovador. Pero esa osadía conllevaba un riesgo muy grande. Yo era bastante escéptico cuando empecé con el primer capítulo. Imaginaba que naufragaría en un guión confuso y unas actuaciones mediocres. Pero lo que me encontré fue algo completamente diferente y sorprendente.

Es verdad que no es la mejor serie del mundo, ni siquiera la mejor serie hecha en España, pero han sabido llevar sobresalientemente el peso de ese riesgo de ser pioneros. En los ocho capítulos de esta primera entrega hay de todo: cosas muy buenas, buenas y menos buenas. El trío de directores Marc Vigil, Jorge Dorado y Abigail Schaaff resuelven con soltura los complejos y buenos guiones escritos por los hermanos Pablo y Javier Olivares. Y entre los actores hay de todo. Mientras Rodolfo Sancho, Aura Garrido y Nacho Fresneda están muy bien, otros sobreactúan (para mi gusto el caso del veterano Jaime Blanch) y otros directamente no me acaban de convencer (Cayetana Guillén Cuervo).

Una de las claves del triunfo de la serie es que recuerdan a las grandes películas de aventuras de los ochenta estilo Indiana Jones, con toques de humor (con referencias locales muy acertadas). Otra tal vez sea la variedad de temáticas y de tramas, e incluso de tramas dentro de tramas, con las clásicas paradojas temporales de toda historia de viajes en el tiempo. Muchas de estas claves están claramente influenciadas por la maestra y madre de todas: ‘Doctor Who’. Aunque se diga que la influencia no es tanta, uno que es aficionado tanto a la serie original como a su relanzamiento, muchos tics e ideas están inspiradas en la británica.

Yo por mi parte, creo que es una de las mejores series nacionales que he visto en mucho tiempo, y de las que van creando afición gracias entre otras cosas a la acertada política en las redes sociales, en la que han colaborado instituciones tan añejas como la Biblioteca Nacional (otro guiño a ‘Doctor Who’ y el apoyo de las instituciones británicas a la serie). Esperamos la segunda temporada…

17 de marzo de 2015

‘The White Queen’

Aprender historia a través de la televisión debería ser una de las principales funciones de ésta; entretenimiento e instrucción básicamente. Yo al menos intento quedarme siempre con algo de lo que veo en la «caja tonta». Las series históricas son una buena manera de hacerlo, aunque no siempre son fieles a la realidad y a menudo nos trasladan una visión errónea o distorsionada de lo que fue una determinada época.

Lo último que he visto en este sentido ha sido ‘The White Queen’, una producción de la BBC emitida por la cadena pública en 2013. Como es de suponer, cuenta con una impecable puesta en escena y unas actuaciones irreprochables. A grandes rasgos cuenta la historia bastante conocida de la Guerra de las Rosas entre las casas de Lancaster y York por ocupar el trono en la segunda mitad del siglo XV. En realidad es la adaptación a la pantalla de la novela homónima de Philippa Gregory.

La serie cuenta la historia de La Reina Blanca, Elizabeth Woodville, desde su boda con Eduardo IV de York –tras la derrota de Enrique VI de Lancaster— hasta la muerte de su sucesor Ricardo III y posterior coronación de Enrique VII –primero de la dinastía Tudor–. En muchos aspectos me gusta compararla con la serie de ‘Isabel’. Es verdad que tiene muchas diferencias, pero también similitudes en cuanto a la manera de enfocar la historia, la época en la que se desarrolla e incluso en el tratamiento de los personajes y sus dilemas morales.

Estéticamente no tiene nada que ver. De los lóbregos decorados de ‘Isabel’ aquí no hay nada, más bien grandiosas estancias góticas, vidrieras, efectos de luces espectaculares y –una cosa que me ha gustado– el tratamiento de los edificios, muy coloridos y para nada ruinosos (que es como se verían hoy y como se ven a menudo en ‘Isabel’). Para conseguir esto, además de construir decorados, se trasladó el rodaje hasta Bélgica para recrear allí algunas de las edificaciones más espectaculares y representativas del Londres tardomedieval. Con esto se ha conseguido que el espectáculo visual sea impresionante.

Pero uniendo guión, el papel de los actores, los escenarios y el resto, el resultado es tan sólo correcto y quizás frío. Aunque la serie se llama ‘The White Queen’, se trata de una historia coral, donde el protagonismo se va sucediendo de unos a otros personajes sin que la presencia de la Reina Blanca consiga amalgamarlos del todo, dando una cierta sensación de dispersión. En eso, nuestra ‘Isabel’ sale ganando. Interesante para pasar un rato.

15 de marzo de 2015

‘La España de los Botejara’, el costumbrismo de la Transición

En muchas ocasiones se utiliza la expresión «valor antropológico» –o sociológico– para justificar engendros artísticos. Se dice, por ejemplo, que tienen valor antropológico las películas de Paco Martínez Soria o las del landismo. También programas de telerrealidad del estilo de ‘Gran Hermano’ han recibido calificativos de este estilo. Pero si somos puristas, no hay tantos ejemplos a los que pueda aplicarse con propiedad.

A mi me ha parecido que ‘La España de los Botejara’ sí cumple con la premisa de servir de documento de estudio para sociólogos y antropólogos de hoy y del futuro. Fueron diez documentales emitidos por Televisión Española en agosto y septiembre de 1978 sobre la idea del por entonces muy popular periodista bilbaíno Alfredo Amestoy. Lo he recuperado gracias al archivo de la corporación pública. En su momento se presentó casi como una superproducción, rodada a lo largo de dos años en varias localizaciones españolas y extranjeras. Y con música de Antón García Abril y Pablo Guerrero.

‘La España de los Botejara’ pretende radiografiar la diáspora de una familia, encarnada por los Botejara, una estirpe procedente de Villanueva de la Vera (Cáceres) y que a lo largo de cuatro generaciones son entrevistados por Amestoy allí donde se han asentado (Cataluña, Baleares, País Vasco, Madrid o Alemania). Casi todos los aspectos de la vida son analizados en el documental, desde la muerte hasta las finanzas familiares, los estudios de los hijos o la relación con otros miembros de la familia.

Sorprende cómo cuestiones como la política, la percepción de la cultura o la economía de 1978 se asemejan a las de 2015. Otras sin embargo son muy diferentes. El documento tiene aún más valor por tomar un terreno completamente virgen de experimentos audiovisuales que le dan una autenticidad que se palpa en cada minuto.

12 de febrero de 2015

‘1864’

Es sorprendente lo poco que conocemos la historia de nuestros países vecinos, aquellos con los que compartimos quizás no cultura, pero si instituciones. Un país como Dinamarca nos es completamente ajeno más allá que los tópicos sobre Andersen, la Sirenita, las galletas o las bicicletas. Yo al menos no sabía que durante el siglo XIX mantuvieron un tira y afloja violento con el Imperio Alemán, sobre todo con Prusia. Fueron disputas territoriales donde se mezclaba el nacionalismo alocado y romántico de las autoridades y la ignorancia del pueblo llano.

‘1864’ es el título de la serie danesa –según se dice la más cara de la historia de ese país– que enseña a Europa y al mundo su versión de la Guerra de los Ducados, que aconteció aquel año. Producida por la Danmarks Radio (la tele y la radio públicas del país nórdico) y dirigida por Ole Bornedal, narra la historia de dos hermanos (Laust y Peter) que se alistan en el ejército danés en aquellos momentos turbulentos. A lo largo de ocho episodios que recorren su vida desde la niñez hasta la edad adulta, con especial atención a aquellas batallas épicas y a los horrores de la guerra decimonónica, a las heridas exteriores e interiores. Mucho más en este caso, donde los mandatarios enviaron a una muerte y a una derrota seguras a miles de daneses. Por otra parte, ‘1864’ también transcurre en la época actual. Una chica (Claudia) –hermana de un soldado danés fallecido en Iraq– condenada a realizar trabajos sociales con ancianos, es asignada a un viejo palacio, donde el último heredero de una estirpe de nobles espera la muerte en plena decadencia física y mental. Casualmente encuentra un diario escrito por una joven (Inge) que conoció a ambos y que será el hilo unificador de todos los episodios.

La vocación de superproducción de ‘1864’ pesa como un lastre en todos los momentos de la serie. Aunque la historia en sí está muy bien contada y el guión es bueno, su puesta en escena es algo acartonada, falsa y poco original. El trabajo del elenco de actores es correcto, sin grandes papeles. Tampoco el contenido de los capítulos es muy regular. Mientras que los tres primeros podían haberse resumido en uno, los centrales dedicados casi enteramente a la guerra, son en comparación demasiado «intensos». También con algunos pasajes memorables, como casi todos en los que aparecen los altos mandos prusianos, descritos con cierta ironía. También el toque sobrenatural encarnado en la figura del enigmático Johan es un punto a favor. En conclusión, una serie irregular en todos los aspectos, pero que por lo menos servirá para que aprendamos algo de historia sobre nuestros vecinos del norte de Europa. 6/10.



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