El pasado domingo se emitió en la BBC Three el primer capítulo de ‘In the Flesh’. Podría ser la réplica británica a la fiebre zombi que llega del otro lado del Atlántico sobre todo gracias a ‘The Walking Dead’. Pero en la televisión pública inglesa se han cuidado mucho de marcar las diferencias, algo que es evidente cuando se ve este primer episodio. De momento hay previstos tres capítulos. Uno ya emitido y dos que saldrán al aire el 24 y 31 de marzo respectivamente.
‘In the Flesh’ se centra, más que en los estragos de los zombis callejeros, en la problemática de su rehabilitación tras haber encontrado un tratamiento que permite sobrellevar el Síndrome de Muerte Parcial. Pero muchos de estos «semivivos» han cometido asesinatos. Por eso, el deseo de venganza de algunos ha hecho que se organicen en comandos paramilitares y se dediquen a buscar a los reinsertados y acabar con ellos.
Resulta curioso que el nombre de la serie sea también el de una canción del disco ‘The Wall’ de Pink Floyd, donde precisamente se trata la temática de destruir al diferente, de la intolerancia al fin y al cabo. Desconozco si esto es intencionado o es mera casualidad. Este punto de vista es novedoso y muy original. Además está llevado a cabo con inteligencia, buen guión y buenos actores. Para pasar un buen rato y, en vez de pasar miedo, reflexionar un poco.
La que según mi parecer es la mejor serie de los últimos años, ‘Black Mirror’, regresó a las pantallas británicas del Channel 4 el pasado lunes con un nuevo episodio. Con el título de ‘Be Right Back’ (algo así como ‘Ya Vuelvo’) se nos ofrece una visión de un futuro muy cercano perfectamente realista, lleno de teléfonos móviles y portátiles ultraplanos y coches inteligentes. También el software ha avanzado mucho, hasta tal punto de resultar siniestro y macabro. No quiero contar más para no destripar el argumento a los posibles espectadores. Lo que a priori puede resultar una ayuda para determinadas personas, pronto se convierte en una especie de pesadilla tecnológica factible dentro de unos pocos años.
Como ocurre siempre en ‘Black Mirror’, hasta el último detalle está perfectamente estudiado y cuidado. Pero sin duda lo mejor de todo es que es realista. Eso es lo más inquietante. El trabajo de los actores es muy sólido y el guión de Charlie Brooker, como siempre, perfecto. La serie sigue manteniendo en esta segunda temporada toda la calidad de la primera. Veremos los otros dos episodios qué es lo que nos ofrece… Por cierto, aquí en España, será la TNT quien la emita.
La producción de series dramáticas en el Reino Unido es ingente. Cada año surgen nuevas creaciones de las que muy pocas traspasan el Canal de la Mancha. Y ya no digamos llegar a España. Buscando información acerca de las mejores series de las islas en el 2012 di con ‘White Heat’, una desconocida producción de la BBC en colaboración con la ITV que acabo ver. Consta de tan solo seis capítulos de una hora cada uno en los que se narra las aventuras y desventuras de siete estudiantes, compañeros de piso, que a lo largo de 25 años sufren los avatares de la historia británica.
Cada uno de estos episodios transcurre en una fecha emblemática: 1965 (la muerte de Winston Churchill), 1967 (la guerra de Vietnam), 1973 (la crisis del petróleo), 1979 (la llegada de Margaret Tatcher al poder), 1982 (la guerra de Las Malvinas) y 1990 (la caída del Telón de Acero). La trama de cada una de las entregas está, por tanto, fuertemente influenciado por la historia. Cada personaje, con sus propias circunstancias, representa de algún modo un sector de la sociedad inglesa, por lo que podemos contemplar su evolución en esas dos décadas y media. Otro de los temas troncales es el fin de los idealismos, del peso de la realidad y del pragmatismo por encima de todo.
Al contrario que otras series de relumbrón de la BBC, ‘White Heat’ es más bien discreta. Su ambientación es perfecta pero no brilla, ni en actores ni en guión, como otras. De alguna manera, las tramas son tópicas y previsibles. No aburre, pero arrastra una languidez en la puesta en escena que puede hacerse pesada en algunos momentos. Recomendada para aficionados a la historia británica de la segunda mitad del siglo XX.
Estoy a punto de terminar de ver la primera temporada de ‘Homeland’, una de las series norteamericanas de moda del momento y que empecé con ella por una recomendación. Y no puedo decir que me haya defraudado, pero tampoco me ha entusiasmado. Comenzó a emitirse en Estados Unidos en 2011 y constó en su primera entrega de 12 capítulos de unos 50 minutos cada uno. Si no me he puesto a verla antes es porque el argumento no me llamaba la atención en absoluto.
Y es que el terrorismo que proviene de próximo oriente nunca ha sido un tema de mi interés, no sé si por poco original o porque el enfoque en el imaginario norteamericano suele ser excesivamente maniqueísta. Pero en ‘Homeland’ esto es precisamente uno de sus puntos fuertes. Jamás cae en ese error de nosotros contra el resto del mundo. A lo largo de esta temporada vemos a un exmarine estadounidense —Nicholas Brody— que es rescatado en Irak tras permanecer como prisionero ocho años.
De inmediato surge la sospecha de que Brody pueda ser miembro de algún grupo terrorista dispuesto a cometer un atentado. Mientras tanto aparenta llevar la clásica vida familiar de héroe americano mediático con aspiraciones incluso políticas. Detrás tendrá siempre a Carrie Mathinson, una agente de la CIA experta en terrorismo, perspicaz, pero mentalmente vulnerable. Junto con Saul formarán –para mi gusto– lo más interesante de toda la serie. Carrie es soberbiamente interpretada por Claire Danes, que borda su papel, y Saul, su veterano compañero de trabajo, en un papel muy creíble.
Pero hay muchos pasajes de ‘Homeland’ que caen en el tópico más insoportable de las peores series norteamericanas, que parecen cortadas por el mismo patrón, las mismas secuencias, los mismos diálogos, etc. Por ejemplo esas reuniones de la CIA, el culebrón en la familia de Brody de los primeros episodios que a mí me resultan de todo menos interesantes o la visión del mundo árabe. El guión original de Gideon Raff, basado en su propia creación para la televisión israelí ‘Hatufim’, pierde fuelle hacia los capítulos centrales de la temporada para recuperarlo al final. No sé si la serie pasará a la historia, pero como entretenimiento medianamente crítico con el poder puede servir.
Me gusta mucho descubrir series sobre las que no había oído hablar nunca y, que al final, supongan un gran descubrimiento. Últimamente cuando me pongo a buscar nuevas series que ver suelo acertar de pleno. Salvo ‘The Walking Dead’, que me ha parecido entretenida aunque bastante floja, el resto son pequeñas (o grandes) obras maestras. La última de ellas ha sido ‘Misfits’, una producción británica de Channel 4 para su canal E4 que en breve estrenará su cuarta temporada con gran éxito. Aunque su calidad es bastante homogénea, la primera tanda de 6 capítulos son sencillamente geniales (soy muy poco dado a utilizar este adjetivo). Los personajes son creíbles a pesar de sus superpoderes, los guiones son prodigiosos y muy originales y todo encaja de una manera que pocas veces he visto antes en la televisión.
‘Misfits’, que puede traducirse como ‘Inadaptados’, cuenta la historia de cinco jóvenes condenados por diversos delitos a realizar trabajos comunitarios en un centro. Todo cambia cuando un rayo de una extraña tormenta cae sobre ellos dotándoles de poderes especiales, relacionados quizás con su personalidad. Simon, un tímido metódico e inteligente, es capaz de volverse invisible. Kelly, una «choni» a la inglesa, puede leer el pensamiento de los que le rodean. Alisha puede atraer a cualquier hombre con tan sólo tocarlos. Curtis, un exatleta condenado por tráfico de drogas, puede «deshacer» los hechos traumáticos que ocurran en su entorno y Nathan, el graciosillo,… mejor lo comprobáis vosotros mismos al final de la primera temporada.
Sin embargo la serie está más pegada a la calle de lo que en un principio pudiera parecer. Creo que el retrato que hace de los jóvenes marginados es bastante certera y cercana a la realidad. Lo curioso es que consiguen que siempre estemos de su lado aunque roben, mientan o incluso asesinen. Todos ellos tienen fuertes contradicciones internas y nada es blanco o negro, pero en el fondo siempre unos se protegen a los otros. La parte humorística tampoco es demasiado ortodoxa. El humor que cultiva la serie es profundamente negro y dispara en todas las direcciones. Su fuente es casi siempre fruto de situaciones absolutamente rocambolescas que ellos provocan o que soportan.
Otro aspecto muy importante en la serie es la música. La excepcional banda sonora impregna todas las vivencias de estos chicos. De hecho hay quien incluso ha hecho listas de reproducción para Spotify con los temas que aparecen. Algunos son muy reconocibles por todos los que hemos seguido la escena indie británica de los noventa (UNKLE, Underworld, The Chemical Brothers, Prodigy, Massive Attack o Blur entre otros) y los clásicos del pop y del rock o cosas más actuales (The Rapture, The Fratellis, The Horrors, LCD Soundsystem, Kasabian, Klaxons, Justice o Hot Chip). Además, y como curiosidad, Howard Overman (el director de la serie), ha basado el personaje de Simon en la personalidad y estética de Ian Curtis, el malogrado líder de Joy Division. Es algo que se ve claramente. Incluso en la música que escucha están bandas como Kraftwerk o The Cure.
La cadena de televisión británica Channel 4 ha estado emitido a lo largo de este mes de diciembre una miniserie de tres episodios bajo el título de ‘Black Mirror’. A pesar del poco tiempo transcurrido desde su emisión, ya ha provocado múltiples reacciones. Incluso en España ya se han escrito algunas reseñas. Hace dos días tuve la oportunidad de ver esas tres entregas. El argumento, diferente en todas ellas, tiene mucho de kafkiano y de orwelliano. La figura de un gran hermano tecnológico planea inquietante. Podría considerarse que ‘Black Mirror’ es una serie de terror, no por ofrecer escenarios sobrenaturales, sino precisamente por todo lo contrario. Su realismo es aterrador.
Uno de sus principales aciertos es que nos pone en evidencia ante el espejo forzando hasta el absurdo (¿O quizá no tanto?) situaciones que en mayor o menos medida ya se están dando a causa de una mala utilización de las tecnologías que nos rodean. El impacto de las nuevas tecnologías, de internet y, sobre todo, de las redes sociales (justa o injustamente) sobre el poder y la opinión pública es el tema del primer episodio, ‘The National Anthem’, y sin duda el mejor de todos. El argumento, a veces intencionadamente y a veces no, proporciona decenas de dilemas morales, sociales y políticos bastante incómodos. El segundo transcurre en un futuro no muy lejano. El mundo de ’15 Million Merits’ es el de la tiranía social que puede provocar el falso mundo del espectáculo y de la tecnología. Los protagonistas viven en un entorno tan irreal como despótico. Ambos capítulos tienen muchos niveles de lectura. Queda a la capacidad del espectador elegir el nivel de profundidad en su interpretación. El tercero, ‘The Entire History of You’, en cambio es más plano y se centra en la violación de la privacidad que la tecnología puede llegar a generar (de hecho ya lo está haciendo). En un país como el Reino Unido, tan preocupado por la seguridad como por la defensa de la intimidad, sin duda es siempre un tema de interés. A mí, sin embargo, me ha parecido algo flojo.
La factura de esta producción de Channel 4 es impecable, tanto a nivel artístico, trabajo de actores, guiones sólidos e interesantes y una estética muy cuidada. ‘Black Mirror’ sale de la calenturienta cabeza de Charlie Brooker, salvo el tercer episodio, obra de Jesse Armstrong. Para los seguidores de ‘Doctor Who’, sólo una curiosidad, el director de ’15 Million Merits’ es Euros Lyn, también realizador de varios episodios de la añeja serie. En definitiva, un gran descubrimiento de esos que dan mucho (muchísimo) que pensar y que hablar. Veremos si finalmente se emite en España. Imprescindible si te inquieta el mundo tecnológico en el que vivimos.
En el apartado de contras, hay algo que no sé muy bien como interpretarlo. La producción no es precisamente independiente, sino que corre a cargo de Endemol, uno de los mayores productores de telerrealidad y/o telebasura del mundo. Precisamente uno de aspectos criticados en la serie (eso sí, implícitamente) es ‘X-Factor’, un espacio a lo ‘Operación Triunfo’. ¿La disidencia que se muestra en ‘Black Mirror’ es pura fachada, un producto más que vender? Cuando veáis ’15 Million Merits’ sabréis a lo que me refiero. De todos modos, que cada uno lo juzgue.
Y ahora algunos vídeos promocionales que se emitieron por Channel 4. Todos ellos muy bien hechos. Ya podíamos aprender aquí en España…
Hacía bastante tiempo que quería ver la serie ‘Roma’. Las razones eran varias, pero sobre todo porque había oído hablar mucho y bien de ella y porque resultaba ser bastante más exacta –históricamente hablando– de lo habitual. La producción es de 2005 la primera temporada y 2007 la segunda y corrió a cargo de la norteamericana HBO, la BBC y la RAI italiana. Aunque esto no sea lo más importante, está considerada como la serie más cara de la historia, con un presupuesto de unos cien millones de dólares. No está mal para un total de 21 capítulos de menos de una hora cada uno.
La historia que narra es la de los tiempos de la caída de la república romana, una época turbulenta repleta de intrigas donde no se andaban con chiquitas. Los protagonistas son personajes históricos archiconocidos como Cayo Julio César o Pompeyo el Grande y otros que lo son menos, como la extraña pareja formada por dos legionarios que lucharon juntos en la Galia, Lucio Voreno y Tito Pullo. Parece ser que los nombres y los personajes son reales, ya que aparecen en las crónicas de la época. De hecho, la rigurosidad historiográfica sólo está alterada por las exigencias dramáticas que requiere un guión televisivo.
Todavía estoy empezando a verla, pero creo haber visto los vicios y las virtudes de ‘Roma’. Por un lado, la espectacularidad de los decorados (está rodada en la Roma, me refiero a los estudios Cinecittá) quizás distraiga demasiado de una trama que parece algo confusa o no bien presentada para los que no estén familiarizados con la historia clásica, demasiados personajes, demasiadas intrigas ya de salida. El trabajo de los actores es bueno, pero la sensación general que me ha provocado es insulsa, demasiado estandarizada según los cánones norteamericanos (sí, a pesar de es una coproducción británica y muchos de los actores también lo son) demasiado mainstream. No se ha apostado precisamente por el riesgo en las técnicas narrativas. Pero, por supuesto, esto son apreciaciones puramente subjetivas que no tienen por qué corresponderse con la realidad. Además puede que cambie al terminar de verla.
Para terminar, y como curiosidad técnica, decir que la serie se grabó en vídeo de alta definición (unas normalitas Panasonic SDX 900 DVCPro 50) y no en cine. Desconozco las razones, pero el resultado quizás hubiera sido más lustroso usando unas Panavision o incluso unas Red, sobre todo teniendo en cuenta el calibre presupuestario que se gasta la serie.
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