La serie ‘Historias para no Dormir’ es uno de los clásicos de nuestra televisión. Poco se puede añadir sobre esta obra de Chicho Ibáñez Serrador que revolucionó el casi inexistente panorama audiovisual de mediados de los sesenta. Entre 1966 y 1968 se emitió una primera etapa, pero no fue la única. En 1974 con ‘El Televisor’ de un inolvidable Narciso Ibáñez Menta, regresó en una única entrega. 1982 fue el año en el que vivimos (vivieron) una nueva tanda de episodios. Entre 2007 y 2009 también se emitieron en formato largo nuevas historias bajo el título de ‘Películas para no Dormir’. Por todo esto, el que llegara una nueva entrega no debe suponer una sorpresa. Las plataformas de streaming buscan crear nuevos contenidos y era cuestión de tiempo que llegara una etapa más de la serie. Esta vez en forma de cuatro episodios que son tres reinterpretaciones de antiguos episodios (‘La Broma’, ‘El Doble’ y ‘El Asfalto’) y un «metaepisodio» (‘Freddy’).
El elenco es de primer nivel, ya que podemos ver a Eduard Fernández, Dani Rovira (aquí no está acertado), Raúl Arévalo o Inma Cuesta. En la dirección están Rodrigo Cortés o Rodrigo Sorogoyen. No voy a desgranar el contenido de cada uno de estos cuatro capítulos, sólo comentar que me ha sorprendido especialmente ‘Freddy’. En esta versión la historia nos retrotrae a la grabación del ‘Freddy’ original en 1982 y a los supuestos acontecimientos extraños que sucedieron. La inteligencia de Paco Plaza en el planteamento para no realizar un simple «remake» actualizado ha sido notable.
En definitiva, una miniserie muy disfrutable para todos aquellos que vieron las anteriores etapas y que son aficionados a la obra de Chicho. Es verdad que son propuestas muy diferentes y con resultados muy variopintos. En todo caso, echo en falta más episodios originales, quizás alguno de ambientación gótico-victoriana al que la serie original era tan aficionada. Curiosa. 6,5/10.
El cine surcoreano tiene mucha tradición ya en el mundo audiovisual. Desde los años 80 y sobre todo 90 nos han regalado excelentes películas con el toque especial que los diferenciaba de otras filmografías de extremo oriente. La moda de lo coreano lleva ya unos años instalada entre nosotros. El K-Pop o las series hacen que nos resulte cada vez más familiar este lejano país. Y para rematar la jugada, ‘El Juego del Calamar’ (‘오징어 게임’ en el original), un fenómeno televisivo de la mano de Netflix que ha descubierto al gran público (si no lo había hecho ya) la idiosincrasia de la sociedad surcoreana. Pero, ¿por qué ‘El Juego del Calamar’ ha tenido tal éxito? Probablemente no lo sepamos nunca, pero si hay varios factores que en mi caso me han atraído. En primer lugar, el enigma continuo. Los jugadores que son convocados no conocen nada, ni a los juegos a los que se enfrentan, ni quién está detrás de todo, ni quiénes son sus compañeros. Por otro lado, el evidente dilema moral de matar o morir, que pone a los protagonistas en situaciones tensas y extremas, tanto que puede llegar a provocar angustia. Tampoco hemos de olvidar la estética novedosa. La serie huye de los convencionalismos y, a mi parecer, acierta de plano con el diseño de decorados, de vestuario y de fotografía. Y por último, la sensación de mundo distópico que ahora nos resulta tan familiar y que hace que nos podamos identificar con los protagonistas mucho mejor que si no hubiéramos vivido lo que hemos vivido.
Pero, ¿de qué va la serie?. El protagonista principal es Seong Gi-hun, un pobre hombre a la que la vida no le ha sonreído, en parte por sus adicciones al juego y por su mala cabeza. Un día un extraño le propone un juego con el que ganará mucho dinero. Descubrirá con horror que tanto él como los otros 455 jugadores, tendrán que sortear la muerte en cada una de las pruebas, dejando al descubierto las grandezas y las miserias humanas.
Aunque el desarrollo de la serie es correcta y a veces incluso deslumbrante y abrumadora, hay aspectos en el guión que no terminan de encajar o que al menos no son suficientemente explicadas, consiguiendo decepcionar en algunos episodios más o menos irregulares que empañan un poco el resultado final. En cualquier caso una buena obra audiovisual que no sabemos todavía si pasará a la historia o si la olvidaremos cuando llegue el siguiente fenómeno. De momento, recomendable verla. 7/10.
En mi búsqueda de filmografías exóticas (en las series para televisión o plataformas también) me he encontrado con cosas de todo tipo. Reconozco que lo primero que me llamó la atención es que ‘C’est Comme Ça que Je t’Aime’ (‘Felizmente Casados’ es su título en español) era una producción canadiense francófona de la región de Quebec realizada en 2020. Ambientada en los años setenta en un suburbio de Montreal, todo son mostachos extremos, coches enormes, decoraciones hogareñas estrambóticas y esa estética tan peculiar de la norteamérica de mediados de esa década. Por supuesto los actores nos son completamente desconocidos y el director, Jean-François Rivard quizá sólo sea conocido en su país natal por haber realizado telefilmes de bajo presupuesto.
Dos matrimonios vecinos y prácticamente de la misma edad, han entrado en crisis. La monotonía, los hijos, el intentar tener una vida ejemplar, les ha llevado hasta un punto en que el hastío se ha apoderado de ellos. Por causas accidentales se ven enredados en luchas entre las mafias de criminales locales. Pronto descubren que esto les hace sentirse más vivos que nunca, así que comienzan una orgía de sangre, asesinatos y drogas, convirtiéndose en el terror del hampa de Montreal.
No sé si es algo intencionado, pero Rivard recuerda bastante en cuanto a personajes, situaciones y tipo de humor, a los hermanos Cohen de ‘Fargo’ o ‘El Gran Lebowski’. ¿Una copia mala de estos genios? ¿O el genio es Rivard por entrar sin complejos y con un envidiable desparpajo en el universo «coheniano»? Que cada uno juzgue. En mi opinión, la primera parte de la serie es realmente desternillante, algo descolocante al principio, pero cuando se ve de qué palo van, se vuelve más disfrutable… hasta llegar a los últimos dos capítulos, donde descarrila alarmantemente. Los actores están correctos y cumplen su cometido con una vis cómica bastante interesante. Por cierto, estupenda banda sonora. Recomendada para amantes de las rarezas. 7/10.
‘The Durrells’ es una rara avis en el panorama audiovisual actual. No es muy habitual encontrar una producción que aúna naturalidad, honestidad, sensibilidad y calidad. La serie basada en ‘The Corfu Trilogy’ escrita por Gerald Durrell es una adaptación excepcional, emitida por la BBC entre 2016 y 2019. Además cuenta con el aliciente de que se trata de una historia real, narrada por el pequeño de la familia, el que con el tiempo sería uno de los principales naturalistas del Reino Unido. También su hermano Lawrence Durrell consiguió ser un notable novelista.
La serie cuenta la historia de Louise Durrell, una reciente viuda que emigra del Reino Unido con sus hijos en busca de una vida más sencilla y económica. Llega a la isla griega de Corfú, a un país extraño, con una lengua, una cultura y una religión muy diferentes de la inglesa. Tanto ella como su descendencia tendrán que adaptarse a las nuevas circunstancias, dando lugar a un sinfín de situaciones. Allí conocerán a personajes variopintos que facilitarán o complicarán las cosas.
Dentro del elenco tenemos a uno de los actores británicos de moda, Josh O’Connor, conocido sobre todo por su interpretación magistral del Príncipe Carlos en ‘The Crown’. Aquí también es uno de los pilares que sostiene la serie a nivel de actuación. Eso no significa que el resto no estén al nivel, al contrario. La bis cómica de todos ellos es impresionante y las tramas a veces enrevesadas funcionan perfectamente dando como resultado una producción muy entretenida y divertida. Por contra, a medida que avanzan las temporadas (son cuatro en total) pierde algo de fuerza y frescura. Pero a pesar de todo una serie que gustará a todo tipo de espectadores y una de las mejores series de la pasada década. 8,5/10.
No soy muy amigo de ver la primera serie de moda de la típica plataforma de streaming, pero me dispuse a ver ‘Lupin’ después de comprobar que eran pocos episodios y que era una producción francesa. Con eso dejábamos de lado el tema «americanada» que tanto odio. Se trata de una serie producida para Netflix en 2021 y su primera temporada está dividida en dos partes bastante diferentes, como luego veremos. Las historias del ladrón caballero Arsène Lupin fueron escritas por Maurice Leblanc en la primera mitad del siglo XX y son un clásico de la literatura de evasión del país vecino. Se ha llevado varias veces a las pantallas (incluso dibujos animados) con diferente fortuna.
En esta versión moderna nos cuenta la historia de Assane Diop, un huérfano inmigrante de Senegal educado en los mejores colegios por la familia que le acogió inicialmente. Tras leer los libros de Arsène Lupin se convierte en su admirador e imitador número uno. Quizás por eso, de adulto se dedica al arte del robo utilizando siempre ingeniosas estratagemas.
La serie se asienta sobre su protagonista, el estupendo Omar Sy. Del resto de actores, solo Ludivine Sagnier es capaz de hacerle sombra. La producción es bastante decente aunque hay secuencias donde la inclusión de infografías se nota demasiado. A pesar de contar con tan sólo diez episodios divididos en dos partes, el interés por la historia desciende rápidamente hasta el punto de que la segunda tanda de capítulos es prescindible. En todo caso, un entretenimiento europeo de mediana calidad, con pretensiones que no se cumplen. 5,5/10.
Las últimas semanas (un par de meses realmente) las he invertido en ver ‘The Crown’, una de las series que más ha dado que hablar en la plataforma Netflix. Una producción británica especialmente creada para el gigante del streaming con gran éxito y, en mi opinión, con una factura espectacular. Se trata de un producto de Peter Morgan, director curiosamente del film ‘The Queen’ (2006) y marido de Gillian Anderson, que interpreta acertadamente a Margaret Thatcher en la serie.
Las cuatro temporadas que hasta el momento de escribir esto podemos ver comienzan antes de la coronación de Isabel (hacia 1950) y finaliza a comienzos de la década de los noventa, coincidiendo con el fin del thatcherismo. Es difícil, o al menos para mí lo es, discernir qué es verdad y qué ficción o cuán ficcionada está la historia real. Uno de los atractivos es poder contemplar la vida privada y cotidiana de unos personajes tan simbólicos y universales como la familia real británica. Además, es un gusto ver el detalle con el que está rodada cada escena, cada secuencia, el vestuario, los decorados, los actores, el trabajo de maquillaje, peluquería, etc. En las formas ‘The Crown’ es prácticamente perfecta y no es fácil encontrar una producción con una factura similar, con capacidad para deslumbrar con espectaculares exteriores e interiores o pasar de los más nimios detalles a las grandes ceremonias de Estado.
Pero una cosa que no me ha gustado, por chocante, es el cambio del elenco de actores a las dos temporadas. Ni un solo de los actores de las dos primeras partes de la serie repiten en las dos siguientes. Aunque al final es fácil acostumbrarse, los primeros episodios resultan incómodos. En definitiva, los pros ganan por goleada a los contras en ‘The Crown’. Una de las series emblemáticas de los últimos años. Recomendable para amantes de la historia europea del siglo XX y de las producciones británicas. 7,5/10.
Hay vida más alla del nordic noir. O lo que es lo mismo, hay series nórdicas más allá de los oscuros paisajes y personajes y de los sórdidos asesinatos. Casi por azar di con ‘We Got This’ (aquí traducido como ‘Una Conspiración Sueca’), una comedia producida en 2020 con tintes de humor absurdo basado en situaciones raras y en personajes estrafalarios al estilo del cine de los hermanos Coen. Tampoco sería difícil encontrarlos como personajes de cómic, con una estética y una personalidad muy marcada. Detrás está un equipo de creadores encabezado por Patrik Eklund y donde colaboran también el protagonista Schiaffino Musarra.
Lo que nos cuenta ‘We Got This’ es la historia de George English, un excéntrico estadounidense afincado en Suecia sin trabajo fijo que descubre que el asesinato del primer ministro Olof Palme (el 28 de febrero de 1986) está sin resolver. No se sabe nada de su (o sus) asesinos. El gobierno sueco da una recompensa de 50 millones de coronas a aquel que dé pistas definitivas para solucionar el caso. Rodeándose de otros «investigadores» no menos pintorescos formará un equipo que intentará llevar a buen fin la empresa.
Aunque la serie no explota un humor negro explícito –de ahí parte de su genialidad–, más bien falsamente inocente hasta límites atroces, deja en la mente del espectador escenas que aquí su mera sugerencia serían carne de Audiencia Nacional. El ritmo de la serie es trepidante, aunque va perdiendo fuerza a medida que nos vamos acostumbrando a las locuras y la intriga inicial desaparece. Aun así, no deja enganchar y al final de cada episodio nos deja con ganas de más. Interesante. 7,5/10.
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