Por fin ya tenemos entrando por nuestros oídos el nuevo trabajo de Delorean. Ya comentamos aquí cuando lanzaron su EP ‘Ayrton Senna’ que lo que se venía prometía bastante. Tres semanas antes de su lanzamiento oficial he podido escuchar tres o cuatro veces ‘Subiza’, que así se llama este nuevo larga duración. Desde luego a mí me ha sorprendido bastante. Tras escuchar temas como ‘Deli’ no esperaba que estos chicos nos salieran por ahí. Da la impresión de que, durante el tiempo de maduración y reflexión de este trabajo han estado tomando buena nota de todo lo que se hacía en el mundo del pop y del rock independiente y, a la vez, han sabido plasmar un estilo propio. Una hazaña nada difícil.
Cuando salgan las críticas de ‘Subiza’ se escucharán comparaciones (odiosas) con Animal Collective, los últimos MGMT o similares. Y es cierto, sobre todo al escuchar pistas como ‘Warmer places’. Las voces, los ritmos y hasta algunos samplers nos recuerdan al aclamado colectivo. Pero hay mucho más. Algunos lo han denominado indie-dream-pop, chill-out-indie-pop o como lo queramos llamar, pero a mí me trae a la memoria las recopilaciones de Café del Mar, aquellas músicas hipnotizantes hijas del tecno-pop y del acid-house.
Y ya sólo me queda decir que, como supondréis, ‘Subiza’ es un discazo, porque va más allá de aquellos a quienes se supone que imita y porque gana mucho en cada escucha. La primera vez piensas que no es lo que te esperabas, pero ya te quedas con algún corte. A la segunda las cosas cambian, los temas se van abriendo y los detalles comienzan a surgir a la vez que desaparecen los prejuicios y las ideas predefinidas sobre lo que «debería ser» un disco de Delorean. Y a la tercera escucha ya no puedes dejar de escucharlo. De lo mejorcito que va a pasar por nuestros oídos este año. ¿Será este verano del 2010 el nuevo y verdadero «verano del amor»?
No sigo demasiado el cine independiente norteamericano. Me refiero al independiente de verdad. Aquel que arriesga con propuestas interesantes y novedosas. A mediados de los noventa, cuando tan sólo contaba con 22 años, saltó a los medios el nombre de Harmony Korine como autor del guión de la magnífica ‘Kids’, dirigida por Larry Clark. Poco más sé de él. Nunca he sido un gran devoto suyo a pesar de que se convirtió en un fenómeno mediático de los noventa. Dos años después dirigió su propia cinta, un debut llamado ‘Gummo’ y en 1999 retornó con ‘Julien Donkey-Boy’.
‘Mister Lonely’, el film que nos ocupa hoy, es su tercera obra como realizador. Y tengo que decir que, lamentablemente, me ha decepcionado. No por ser una película difícil (más bien al contrario), sino por convertir un argumento vacío, ingenioso eso sí, pero vacío, en un largometraje de dos horas. Más que un argumento estructurado, ‘Mister Lonely’ es un cúmulo de retales de desigual factura y originalidad. Por un lado la primera historia, la más interesante, de un imitador de Michael Jackson que se gana la vida en las calles de París y que conoce a una imitadora de Marilyn Monroe. Y aquí llega la segunda parte. La Marilyn postiza invita al doble de Michael a una comuna de imitadores instalada en un castillo escocés que cuenta también con una granja de ovejas. Allí convivirá con falsos James Dean, Charles Chaplin, Abraham Lincoln, Caperucita Roja, Shirley Temple, Sammy Davis Jr y algún otro que ya no recuerdo. La tercera parte está compuesta por una historia paralela que nada tiene que ver con la narración principal. Es la historia de un milagro, el de las monjas voladoras. Es quizás la parte más interesante.
La voluntad de Korine creo que está clara con esta película. Afrontar desde otro punto de vista una reflexión sobre la propia personalidad y la de los demás. Trata a los personajes imitadores casi como atracciones de barracón de feria, un poco al estilo de los freaks de la película de Tod Browning. Por otra parte veo en la fragmentación de la narración, los bruscos y absurdos saltos de guión algún que otro guiño a Godard. Hubiera estado bien para un corto, quizás para un mediometraje. Tengo la sensación de que Harmony Korine ha pinchado… En definitiva, una película prescindible.
El servicio de Google Maps Street View sigue sorprendiéndome a la vez que amplian poco a poco los países donde está presente. Y una de las cosas que más me gustan son las zonas fronterizas, los lugares de nadie, la señaléctica de estos puntos que, además de pura información, en muchas ocasiones suelen tener un cierto caracter político y reivindicativo. Pero lo cierto es que en la mayoría de las fronteras de la Unión Europea, las aduanas son edificios fantasmales abandonados hace ya tiempo. Los límites entre países incluso apenas están señalizados. Los carteles indicativos de países en muchas ocasiones han sido sustituidos por los regionales.
También resulta curioso ver la cartelería de las fronteras con países no comunitarios. Me ha gustado especialmente la de Suiza, por lo discreto. Tanto que casi pasa desapercibido. Solamente un rectángulo rojo con una pequeña cruz blanca. O el de Noruega, también un panel más bien pequeño sólo con las palabras Norge y Noreg (Noruega en noruego y en sueco) y el escudo nacional. Otros letreros peculiares son los de San Marino: «Bienvenido a la antigua tierra de la libertad» reza un enorme letrero sobre la carretera al entrar en el pequeño país itálico. O el de Mónaco. En el caso del principado encontramos un cartel más bien discreto escrito en francés y en monegasco, las dos lenguas oficiales de la ciudad-estado.
Si cruzamos el Atlántico encontramos también cosas bastante curiosas. En la frontera entre Estados Unidos y la provincia canadiense de Quebec, una señal nos advierte del cambio de medidas. Mientras en los EEUU se usan las millas por hora, en Quebec se aplica el sistema métrico (kilómetros por hora). En la foto que tenéis arriba he ido recopilando algunos de estos carteles según he ido recorriendo virtualmente esas tierras del mundo…
Poco o nada sabemos de las tradiciones navideñas del resto de Europa más allá de los tópicos. Mucho menos en cuestiones televisivas. Aquí, muy a nuestro pesar, tenemos nuestro festival de Raphael, una tradición que retorna implacable todas las Navidades para adormecernos y que suele servir de fondo musical a los últimos coletazos de la cena de Nochebuena. De todos modos, por el poco respeto que se suele tener a la televisión por estos lares, no parece que nuestro país sea el más idóneo para tener tradiciones de este tipo.
Al hilo de esto de las tradiciones, me ha sorprendido el rito que la televisión alemana NDR (Norddeutscher Rundfunk) cumple cada noche de San Silvestre ni más ni menos que desde 1963. Ese año se filmó ‘Dinner for One’, un corto de humor de casi once minutos escrito para el teatro en los años veinte por el británico Lauri Wylie. Es ya parte del imaginario colectivo de los alemanes. Siempre se ha emitido en versión original (en inglés) y sin subtitular. Toda la acción se sitúa en el comedor de una rancia mansión inglesa y sólo con dos personajes, el mayordomo James (Freddie Frinton) y la señora de la casa, Miss Sophie (May Warden). Ambos se reunen en torno a una mesa donde Miss Sophie celebra su 90º cumpleaños. Existen otros tres invitados, Mr. Pommeroy, Mr. Winterbottom, Sir Toby y al almirante Von Schneider. A pesar de tener plato y copa, no se encuentran en la sala. La razón: todos han fallecido ya. La celebración se reduce, por tanto, a la señora y al fiel criado. Según avanza la noche y James va bebiendo más y más, la cosa degenera a pasos agigantados. Tendrá sus más y sus menos con la alfombra de piel de tigre y repetirá cada vez con más dificultad una frase que está grabada en la mente de todos los alemanes: «The same procedure as last year, Miss Sophie?», a lo que Miss Sophie contestará: «The same procedure as every year, James!». Éste es el leit motiv del sketch y una expresión muy popular en Alemania por esas fechas.
Si buscáis por internet encontraréis muchas versiones de este corto, incluso alguna hecha en LEGO. Yo os dejo con la original, tal cual se emite todos los años:
Craig Venter es uno de esos personajes ambiguos y polémicos, al menos para mí. Esas dos caras de Venter, por un lado de la científico biólogo que ha conseguido grandes avances en el campo de la genética y por otro el hombre de negocios que pretende sacar beneficios de estos descubrimientos, es decir, que estos avances sólo sean aplicados a quienes puedan pagárselos. Saltó a la fama en 1999 cuando comenzó a secuenciar el genoma humano al margen del proyecto «oficial». Lo hizo a través de la empresa Celera Genomics, que él mismo había fundado. En 2002 concluyó este proceso y lo puso bajo el dominio público. Justo después fue despedido (según la Wikipedia) «después de quedar patente que vender los datos del genoma no sería rentable».
Fue en 2005 cuando participó en la creación de Synthetic Genomics. Esta empresa de biotecnología está centrada en la creación de microorganismos artificiales que permitan la creación de biocombustibles a partir de procesos bacterianos. En 2007 anunció que, por primera vez en la historia, se había conseguido crear un cromosoma artificial de una bacteria que permita utilizar como «comida» el dióxido de carbono y producir a su vez una sustancia que pueda ser usada como combustible. Este cromosoma fue insertado en una bacteria, la Mycoplasma Genitalium para crear un nueva nueva, a la que han llamado, Mycoplasma Laboratorium. La ExxonMobil, impresionado por estos avances de la ciencia, firmó en julio del año pasado un acuerdo con Synthetic Genomics por valor de 600 millones de dólares para la creación de biocombustibles.
Pero las cosas no se quedan aquí. Aunque de momento el proyecto está en una fase temprana, el objetivo último de Venter es la creación de vida artificial partiendo de elementos inertes, y posiblemente no vida microscópica, sino «seres» que sirvan al ser humano en sus tareas o incluso como mejora del propio ser humano. Esto supondría una revolución sin precedentes en la historia de la vida sobre la tierra. En algunos artículos califican a Venter como el nuevo doctor Frankenstein. En cierto modo razón no le falta. Nos acercamos peligrosamente al límite de la ciencia, de la biología, al secreto de la vida al que nunca pensamos que llegaríamos. Es verdad que aún faltan algunos pasos, pero sin duda llegaremos. La vida artificial y la nanotecnología cambiarán para siempre nuestras vida.
Pero también hay otra cara que me parece preocupante. Nos encaminamos hacia un mercantilismo cada vez mayor de cosas que son elementales para la mejora de la vida en nuestro mundo. Esas mejoras que podrían evitar grandes males están en manos de compañías. ¿Asistiremos en el futuro a una nueva élite genéticamente mejorada porque pueden pagárselo? ¿Será una nueva evolución humana condicionada por el dinero?
Hoy toca nuevo episodio de nostalgia musical, un ejercicio que no me gusta demasiado hacer, pero que a veces es obligado si no queremos ver en perspectiva de dónde venimos y a dónde vamos. El caso de hoy es de nuevo paradigmático. The Bluetones son una banda londinense aún en activo que colgaron sus grandes éxitos de las listas británicas allá por 1996, un año que, por lo que estamos comprobando, fue clave para muchas cosas. Al contrario que con otros, no recuerdo muy bien cómo ni dónde escuché por primera vez a estos chicos. Probablemente fuera viendo los videoclips en Canal+, como de costumbre, en torno a la Semana Santa de aquel año. No sé por qué, pero siempre asocié aquella primera canción, que era ‘Slight return’, a esas vacaciones. Lo cierto es que aún no se emitía ‘Viaje a los Sueños Polares’ en Los 40 Principales y por supuesto por los cauces normales de aquella época era imposible escuchar otra cosa que no fueran las radiofórmulas habituales.
The Bluetones eran britpop de manual, eso estaba claro, y posiblemente triunfaron por haberse dejado arrastrar por esa «moda». Aunque la verdad es que recientemente he vuelto a escuchar su primer disco ‘Expecting to Fly’ (1996) y aguanta muy bien el paso del tiempo. Además me trae bastantes recuerdos. Hasta finales de aquel año 1996 no pude conseguir el disco. Igual que otros muchos, los alquilaba en Salamanca por un módico precio y luego los grababa en cassettes. Aún tengo aquellas cintas.
Pero dejemos los recuerdos y vayamos un poco con aquel disco que, como digo, fue el más exitoso de los londinenses. De él se extrajeron ni más ni menos que cinco sencillos más una reedición del ‘Slight return’, originalmente publicado en 1995. Todas ellas grandes canciones. Lamentablemente fue un éxito pasajero. En 1998 vio la luz su segundo disco ‘Return to the Last Chance Saloon’, aunque con algún buen tema, ya no tenía el brillo de su predecesor. Mi seguimiento de The Bluetones termina más o menos aquí. Aunque escucharía con tanta voluntad como excepticismo su tercer trabajo ‘Science & Nature’ (2000), estaba claro que su tiempo había pasado. En 2003 lanzaron ‘Luxembourg’ y en 2006 un disco homónimo. De hecho este 2010 está previsto que salga ‘A New Athens’.
Para la posteridad nos dejarán temas como el anteriormente mencionado ‘Slight return’:
Hay unas cuantas cosas que a ojos de los europeos nos chocan cuando hablamos de los Estados Unidos: la tenencia libre de armas, la pena de muerte, las obscenas desigualdades sociales y el culto al dinero y al éxito y el precario «sistema del bienestar» (si es que algo así existe en el país de las barras y las estrellas). Estas diferencias han salido a la palestra estos días en los que se ha aprobado por fin la cobertura médica universal para todos los ciudadanos norteamericanos. Obama ha conseguido un gran triunfo en el punto estrella de su programa electoral, algo desde luego nada sencillo de comprender para muchas mentes de aquel país. De hecho unos cuantos presidentes (tanto demócratas como republicanos) han intentado sin conseguirlo.
El final de esta peculiaridad acerca un poco más a los Estados Unidos al sistema social al que estamos más acostumbrados. Yo nunca fui capaz de concebir que un estado desarrollado y rico no cubra las necesidades elementales de los más desfavorecidos. Bien es cierto que existe Medicaid, una cobertura sanitaria para aquellas personas que no pueden permitirse un seguro privado, personas que se encuentran en el país pero no son ciudadanos norteamericanos (y no tienen convenios con seguros privados), presos, etc. Este servicio tampoco es totalmente gratuito, sino que puede obligar al copago de determinadas prestaciones.
Lo que más me ha llamado la antención es la reacción furibunda de un sector del conservadurismo republicano, o sea, los «ultras». Encabezando este contramovimiento no está un político, sino la Fox, y sobre todo un periodista (por ponerle un calificativo) llamado Glenn Beck, que ha llevado al terreno personal su lucha por mantener una norteamerica pura y mantener a capa y espada el modo de vida tradicional. El problema es que lo hace a base de insultos (algunos muy gruesos) y calumnias. He leído algunos artículos sobre él y puedo hacerme una ligera idea de como se las gasta este agitador mediático populista. Beck merece un artículo para él solito, sería muy interesante. Estoy convencido de que aquí, en determinados medios, ya están tomando nota (si no lo llevan haciendo tiempo) de los medios y las tácticas perfectamente planificadas de este tipo. No deja de ser interesante el mimetismo en el comportamiento de algunos periodistas patrios de relumbrón.
Para terminar aquí está el vídeo de la entrevista que Bret Baier (otro pájaro de cuidado) hizo a Obama en Fox News. El presidente iba a defender su proyecto de cobertura sanitaria universal, pero no le dejaban terminar sus respuestas:
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