El cine surcoreano tiene mucha tradición ya en el mundo audiovisual. Desde los años 80 y sobre todo 90 nos han regalado excelentes películas con el toque especial que los diferenciaba de otras filmografías de extremo oriente. La moda de lo coreano lleva ya unos años instalada entre nosotros. El K-Pop o las series hacen que nos resulte cada vez más familiar este lejano país. Y para rematar la jugada, ‘El Juego del Calamar’ (‘오징어 게임’ en el original), un fenómeno televisivo de la mano de Netflix que ha descubierto al gran público (si no lo había hecho ya) la idiosincrasia de la sociedad surcoreana. Pero, ¿por qué ‘El Juego del Calamar’ ha tenido tal éxito? Probablemente no lo sepamos nunca, pero si hay varios factores que en mi caso me han atraído. En primer lugar, el enigma continuo. Los jugadores que son convocados no conocen nada, ni a los juegos a los que se enfrentan, ni quién está detrás de todo, ni quiénes son sus compañeros. Por otro lado, el evidente dilema moral de matar o morir, que pone a los protagonistas en situaciones tensas y extremas, tanto que puede llegar a provocar angustia. Tampoco hemos de olvidar la estética novedosa. La serie huye de los convencionalismos y, a mi parecer, acierta de plano con el diseño de decorados, de vestuario y de fotografía. Y por último, la sensación de mundo distópico que ahora nos resulta tan familiar y que hace que nos podamos identificar con los protagonistas mucho mejor que si no hubiéramos vivido lo que hemos vivido.
Pero, ¿de qué va la serie?. El protagonista principal es Seong Gi-hun, un pobre hombre a la que la vida no le ha sonreído, en parte por sus adicciones al juego y por su mala cabeza. Un día un extraño le propone un juego con el que ganará mucho dinero. Descubrirá con horror que tanto él como los otros 455 jugadores, tendrán que sortear la muerte en cada una de las pruebas, dejando al descubierto las grandezas y las miserias humanas.
Aunque el desarrollo de la serie es correcta y a veces incluso deslumbrante y abrumadora, hay aspectos en el guión que no terminan de encajar o que al menos no son suficientemente explicadas, consiguiendo decepcionar en algunos episodios más o menos irregulares que empañan un poco el resultado final. En cualquier caso una buena obra audiovisual que no sabemos todavía si pasará a la historia o si la olvidaremos cuando llegue el siguiente fenómeno. De momento, recomendable verla. 7/10.
En mi búsqueda de filmografías exóticas (en las series para televisión o plataformas también) me he encontrado con cosas de todo tipo. Reconozco que lo primero que me llamó la atención es que ‘C’est Comme Ça que Je t’Aime’ (‘Felizmente Casados’ es su título en español) era una producción canadiense francófona de la región de Quebec realizada en 2020. Ambientada en los años setenta en un suburbio de Montreal, todo son mostachos extremos, coches enormes, decoraciones hogareñas estrambóticas y esa estética tan peculiar de la norteamérica de mediados de esa década. Por supuesto los actores nos son completamente desconocidos y el director, Jean-François Rivard quizá sólo sea conocido en su país natal por haber realizado telefilmes de bajo presupuesto.
Dos matrimonios vecinos y prácticamente de la misma edad, han entrado en crisis. La monotonía, los hijos, el intentar tener una vida ejemplar, les ha llevado hasta un punto en que el hastío se ha apoderado de ellos. Por causas accidentales se ven enredados en luchas entre las mafias de criminales locales. Pronto descubren que esto les hace sentirse más vivos que nunca, así que comienzan una orgía de sangre, asesinatos y drogas, convirtiéndose en el terror del hampa de Montreal.
No sé si es algo intencionado, pero Rivard recuerda bastante en cuanto a personajes, situaciones y tipo de humor, a los hermanos Cohen de ‘Fargo’ o ‘El Gran Lebowski’. ¿Una copia mala de estos genios? ¿O el genio es Rivard por entrar sin complejos y con un envidiable desparpajo en el universo «coheniano»? Que cada uno juzgue. En mi opinión, la primera parte de la serie es realmente desternillante, algo descolocante al principio, pero cuando se ve de qué palo van, se vuelve más disfrutable… hasta llegar a los últimos dos capítulos, donde descarrila alarmantemente. Los actores están correctos y cumplen su cometido con una vis cómica bastante interesante. Por cierto, estupenda banda sonora. Recomendada para amantes de las rarezas. 7/10.
‘The Durrells’ es una rara avis en el panorama audiovisual actual. No es muy habitual encontrar una producción que aúna naturalidad, honestidad, sensibilidad y calidad. La serie basada en ‘The Corfu Trilogy’ escrita por Gerald Durrell es una adaptación excepcional, emitida por la BBC entre 2016 y 2019. Además cuenta con el aliciente de que se trata de una historia real, narrada por el pequeño de la familia, el que con el tiempo sería uno de los principales naturalistas del Reino Unido. También su hermano Lawrence Durrell consiguió ser un notable novelista.
La serie cuenta la historia de Louise Durrell, una reciente viuda que emigra del Reino Unido con sus hijos en busca de una vida más sencilla y económica. Llega a la isla griega de Corfú, a un país extraño, con una lengua, una cultura y una religión muy diferentes de la inglesa. Tanto ella como su descendencia tendrán que adaptarse a las nuevas circunstancias, dando lugar a un sinfín de situaciones. Allí conocerán a personajes variopintos que facilitarán o complicarán las cosas.
Dentro del elenco tenemos a uno de los actores británicos de moda, Josh O’Connor, conocido sobre todo por su interpretación magistral del Príncipe Carlos en ‘The Crown’. Aquí también es uno de los pilares que sostiene la serie a nivel de actuación. Eso no significa que el resto no estén al nivel, al contrario. La bis cómica de todos ellos es impresionante y las tramas a veces enrevesadas funcionan perfectamente dando como resultado una producción muy entretenida y divertida. Por contra, a medida que avanzan las temporadas (son cuatro en total) pierde algo de fuerza y frescura. Pero a pesar de todo una serie que gustará a todo tipo de espectadores y una de las mejores series de la pasada década. 8,5/10.
Os seguimos comentando discos interesantes que darán que hablar esta temporada. En esta ocasión tenemos a Niña Polaca, una banda a medio camino entre Madrid y Alicante y donde tenemos a un miembro compartido con Ginebras, Sandra. Los conocimos el año pasado con ‘Madrid sin ti’ y de inmediato algo nos removió. Supimos que no eran un grupo más. ‘Asumiré la Muerte de Mufasa’ es su debut en largo con material nuevo.
¿Y qué nos ofrece Niña Polaca? Un pop-rock (a veces tocando el punk por un extremo y el pop nuevaolero madrileño por el otro) descarado e inmediato con facilidad para la melodía y para letras trascendentes en lo cotidiano. Las letras enmarcan geográficamente la mayoría de las historias en Madrid con numerosas referencias. El toque chulesco de la voz de Álvaro nos recuerda a décadas pasadas (Burning, Los Enemigos o La Mode) y esa portada ochentera lo deja bastante claro.
De los once cortes que componen el disco es fácil hacer una escucha completa y darse cuenta de que sólo sobra ‘Magaluf’, por concepto y por lo anecdótico del tema. Una lástima, porque podía haber quedado un tracklist impecable. Por lo demás, un trabajo que merece mucho la pena y que estará en lo más alto del año. 8/10
No soy muy amigo de ver la primera serie de moda de la típica plataforma de streaming, pero me dispuse a ver ‘Lupin’ después de comprobar que eran pocos episodios y que era una producción francesa. Con eso dejábamos de lado el tema «americanada» que tanto odio. Se trata de una serie producida para Netflix en 2021 y su primera temporada está dividida en dos partes bastante diferentes, como luego veremos. Las historias del ladrón caballero Arsène Lupin fueron escritas por Maurice Leblanc en la primera mitad del siglo XX y son un clásico de la literatura de evasión del país vecino. Se ha llevado varias veces a las pantallas (incluso dibujos animados) con diferente fortuna.
En esta versión moderna nos cuenta la historia de Assane Diop, un huérfano inmigrante de Senegal educado en los mejores colegios por la familia que le acogió inicialmente. Tras leer los libros de Arsène Lupin se convierte en su admirador e imitador número uno. Quizás por eso, de adulto se dedica al arte del robo utilizando siempre ingeniosas estratagemas.
La serie se asienta sobre su protagonista, el estupendo Omar Sy. Del resto de actores, solo Ludivine Sagnier es capaz de hacerle sombra. La producción es bastante decente aunque hay secuencias donde la inclusión de infografías se nota demasiado. A pesar de contar con tan sólo diez episodios divididos en dos partes, el interés por la historia desciende rápidamente hasta el punto de que la segunda tanda de capítulos es prescindible. En todo caso, un entretenimiento europeo de mediana calidad, con pretensiones que no se cumplen. 5,5/10.
Las últimas semanas (un par de meses realmente) las he invertido en ver ‘The Crown’, una de las series que más ha dado que hablar en la plataforma Netflix. Una producción británica especialmente creada para el gigante del streaming con gran éxito y, en mi opinión, con una factura espectacular. Se trata de un producto de Peter Morgan, director curiosamente del film ‘The Queen’ (2006) y marido de Gillian Anderson, que interpreta acertadamente a Margaret Thatcher en la serie.
Las cuatro temporadas que hasta el momento de escribir esto podemos ver comienzan antes de la coronación de Isabel (hacia 1950) y finaliza a comienzos de la década de los noventa, coincidiendo con el fin del thatcherismo. Es difícil, o al menos para mí lo es, discernir qué es verdad y qué ficción o cuán ficcionada está la historia real. Uno de los atractivos es poder contemplar la vida privada y cotidiana de unos personajes tan simbólicos y universales como la familia real británica. Además, es un gusto ver el detalle con el que está rodada cada escena, cada secuencia, el vestuario, los decorados, los actores, el trabajo de maquillaje, peluquería, etc. En las formas ‘The Crown’ es prácticamente perfecta y no es fácil encontrar una producción con una factura similar, con capacidad para deslumbrar con espectaculares exteriores e interiores o pasar de los más nimios detalles a las grandes ceremonias de Estado.
Pero una cosa que no me ha gustado, por chocante, es el cambio del elenco de actores a las dos temporadas. Ni un solo de los actores de las dos primeras partes de la serie repiten en las dos siguientes. Aunque al final es fácil acostumbrarse, los primeros episodios resultan incómodos. En definitiva, los pros ganan por goleada a los contras en ‘The Crown’. Una de las series emblemáticas de los últimos años. Recomendable para amantes de la historia europea del siglo XX y de las producciones británicas. 7,5/10.
En los años setenta y primeros ochenta la promesa de un futuro mejor, el avance de la tecnología y de la sociedad suponía que pronto llegaría la utopía tecnológica. En toda Europa y especialmente en Francia esta promesa se hacia realidad. Eran los tiempos del TGV, el Mirage F1, el Minitel o el Citroën CX y los sintetizadores comenzaban a despuntar para poner banda sonora a esta época que venía. En el país vecino gente como Jean Michel Jarre y muchos otros menos conocidos (como el impresionante Jean Pierre Decerf) comenzaban a ser muy populares. Era una música nueva que, a posteriori, derivaría en lo que ahora llamamos synth-pop.
Daft Punk realizó un acercamiento refinado a esos primeros años comerciales de los sonidos sintéticos con su ‘Random Access Memories’ (2013). Ocho años después otro ilustre galo del mundillo tecno, Gaspard Augé, se ha puesto a repasar ese reconocible estilo en ‘Escapades’, un disco personal al margen de su banda Justice. En él escuchamos sintetizadores de todo tipo y pelaje, melodías misteriosas unas (‘Europa’, ‘Pentacle’), y otras más cercanas al pop (‘Force majeure’, ‘Rocambole’), trepidantes otras a lo Giorgio Moroder (‘Hey’, ‘Belladone’) o con melodías a las que se le ha quitado previamente el polvo y la caspa (‘Captain’, ‘Vox’).
En definitiva, un disco completamente instrumental que gustará a aquellos que disfrutan con los primeros discos del maestro Jarre mezclado con las bandas sonoras de Francis Lai y con la vertiente más pop del uso de los sintetizadores de décadas pasadas. 7,5/10.
rmbit está bajo una licencia de Creative Commons.
Plantilla de diseño propio en constante evolución.
Página servida en 0,074 segundos.
Gestionado con WordPress