rmbit - La bitácora personal de Ricardo Martín
La bitácora personal de Ricardo Martín
Comentando cosas desde 2004
3 de marzo de 2008

La odisea de comprar en la web de Fnac

Internet es, entre otras cosas, un inmenso mercado donde podemos comprar cualquier cosa. Para la gente con tarjeta de crédito fácil puede llegar a ser un peligro. Afortunadamente yo no soy de esos y compro por la red sólo de vez en cuando. Excepto en la Apple Store, que son extremadamente rápidos (y con gastos de envío gratuitos), el resto de mis compras han pasado por diversas odiseas logísticas.

Cuento esto porque acabo de recibir ahora mismo mi último pedido de discos y películas a la Fnac. Este hipermercado cultural gigantesco tiene de todo, esa es su virtud. En él he comprado aparatos electrónicos, libros, CDs y DVDs desde hace unos siete años. Pero siempre he tenido que soportar esperas eternas de meses antes de que me lo entregaran. No importa el método de envío que se seleccione. Concretamente, para este último elegí paquete postal normal. Tiene la ventaja de ser más barato, el tiempo de entrega, una vez que el pedido se lanza, no es mucho mayor que por paquetería y si no hay nadie en casa (lo que ocurre frecuentemente) dejan un aviso para que vayas a buscarlo a la oficina de Correos.

Pero por alguna extraña razón, esta vez me lo enviaron por Zeleris (la empresa de paquetería de Telefónica) en vez de por Correos. Desconozco el motivo. Desde el viernes 25 de febrero mi pedido anda danzando por ahí. El lunes recibí un primer aviso de entrega a las 10 de la mañana. En el papelito había un número de teléfono (un 902) para concertar una nueva hora de entrega. Llamé tres veces, pero «todos los operadores estaban ocupados». Un par de horas más tarde recibí una llamada para confirmar la dirección y la nueva hora de entrega. Pues nada. Al día siguiente de nuevo otro papelito idéntico al anterior. Por la tarde me llamaron de nuevo otra vez para lo mismo, aunque esta vez me dijeron que no podían asegurar una hora de entrega.

Dejé de encontrarme papelitos en el buzón. Sin noticias de ellos hasta el viernes por la mañana. Aprovechando la llamada les comenté lo que pasaba. De nuevo me preguntaron por un horario de entrega. Se lo volví a decir. Y… ¡Por fin!, esta tarde he recibido el pedido. El clic en el botón de «comprar» lo hice el 21 de enero. Ha pasado un mes y once días. A todo esto me pregunto ¿por qué siempre tiene que fallar la logística? ¿Por qué en Apple nunca falla?

2 de marzo de 2008

Digital o analógico

He aquí el dilema. Hace diez o quince años no nos lo hubiéramos planteado, pero últimamente estoy leyendo artículos en prensa y en internet que invitan a la reflexión. No hay duda de que la información digital, por el mero hecho de serlo, es «menos exacta» que la analógica. Es más simple, menos rica en detalles. La culpa de esto la tiene el muestreo, que es el proceso básico por es que se convierte una información no cuantificable en algo cuantificado y en consecuencia codificable por una máquina. Para ello se parte del original analógico y se extraen muestras que es lo que se almacena y procesa. Si la toma de muestras se realiza con mucha frecuencia, tendremos una información de más calidad y si esta frecuencia de toma de datos es menor, estará más «desdibujada» respecto al original.

El principal inconveniente de los datos analógicos es que son poco versátiles y existe gran dependencia del soporte que la contiene. Una cinta de bobina abierta, un vinilo, un negativo fotográfico o un rollo de película son lo que son. Su contenido es también su soporte. Una de las virtudes de la era digital es que todo se puede copiar, cortar, pegar o reproducir en muchos soportes distintos sin que se deteriore y sin riesgo de pérdida de calidad.

Hasta hace poco, a nivel de usuario básico, nadie ponía en cuestión que lo digital era mejor que lo analógico. Claro, que partíamos de niveles de calidad muy bajos. Tan bajos como aquellas cintas de cassette grabadas con nuestra música favorita. Su sonido no era muy bueno porque posiblemente era una copia de una copia de una copia. Funcionamiento secuencial, ruidos de arrastre, reproductores grandes y un sinfin de inconvenientes. Por eso cuando llegó el mp3 y los primeros reproductores (recuerdo los Diamond Rio ¡con 128 Mb! en 1999) se recibió como una revolución. Y no era para menos.

Por lo todo lo visto antes, podemos decir que el dilema de lo analógico contra lo digital, para la mayoría de la gente se convierte en lo engorroso contra lo versátil, y para una minoría de ¿puristas? en calidad contra ruido. De este último grupo han surgido muchos reproches contra la industria discográfica, acusándoles de acabar con la música porque la producción de los nuevos discos se realiza a más volumen que antes, es más compacta y uniforme y tiene menos matices. Es lo que se ha llamado «la guerra del volumen» («the loudness war«). Yo sinceramente creo que lo que pasa es que la forma de la producción está cambiando, y lo hace al ritmo de la demanda del público. Cada vez escuchamos menos nuestra música favorita en casa tranquilamente. Ahora los iPods y otros reproductores nos permiten llevarla por la calle y se demanda que esté grabada más alta y tenga un sonido más compacto para no tener que tocar la tecla del volumen cada dos por tres.

Pero no nos desviemos del tema. Hace ya un tiempo leí las equivalencias entre los soportes analógicos más populares y sus homólogos digitales. Por ejemplo, un negativo fotográfico de 35 mm en blanco y negro tiene una resolución equivalente a unos 30 megapíxeles en una digital. Si es en color se reduce hasta los 12 megapíxeles. Es decir, necesitamos una cámara digital de esas características para acercarnos a la calidad de la analógica. En el sonido las diferencias son cada vez menos evidentes, aunque cualquier oído medio (como el mío) puede distinguir una grabación en mp3 de un CD. Diferenciar un CD de un vinilo es mucho más difícil y entran en juego otros muchos factores (tocadiscos, aguja, altavoces, etc). Hasta la fecha es en la imagen en movimiento donde aún existe un abismo. Sólo con la llegada de la alta definición digital, el vídeo ha podido hacerle algo de sombra al celuloide en las producciones profesionales, pero aún queda un largo camino por recorrer.

Mi conclusión es que lo mejor es combinar y no excluir. Yo tengo vinilos, CDs y mp3, cada uno en su momento y su situación. Aunque no soy muy exigente con el sonido ni muy minucioso, me gusta que se oiga lo mejor posible sin importar si es analógico o digital. Además, si uno escucha buena música o ve buen cine, ¿de verdad nos fijamos tanto en esos detalles? ¿Qué sería de nosotros sin la tecnología digital que nos permite compartir música y películas a través de internet?

1 de marzo de 2008

Las ventanitas de instalación

Una de las cosas que diferencian a un PC de un Mac es la forma en que se instalan los programas. Para los que veníamos de Windows se nos hacía un poco raro el método de instalación de las aplicaciones. Nos parecía demasiado «sencillo» abrir el .dmg y arrastrar el archivo a la carpeta de aplicaciones sin que salieran una cantidad interminable de ventanas y de botones de «siguiente». Pero lo que me ha parecido especialmente curioso son los dibujitos que tienen las carpetas de algunos .dmg. He hecho una selección de algunos:

Disco, un programa de grabación de CDs y DVDs bastante vistoso:

iBackup, una aplicación para hacer copias de seguridad sencillas:

Adium, el sustituto del Messenger para el Mac:

Firefox, el navegador alternativo por excelencia, aunque en Mac uso Safari:

Skype, para comunicarnos por internet o por teléfono:

1 de marzo de 2008

‘Amarcord’

Mi incursión por el cine italiano sigue adelante. Después de dar un buen repaso a la filmografía de Pier Paolo Pasolini, ahora tocaba el turno de Federico Fellini. El grandísimo realizador (posiblemente el más grande de aquel país) ha marcado a generaciones de espectadores y también de profesionales. Pertenece a esa generación (la misma de nuestro Luis García Berlanga) que no necesitó de artificios para crear un cine crítico, mordaz, esperpéntico, pura comedia costumbrista. Quizás en el caso de Fellini haya que añadirle unas gotas oníricas y nostálgicas como sólo los italianos saben hacer.

Sólo nombrar ‘Amarcord’ (1973) es nombrar una parte importante de la historia del cine. Sus escenas y sus personajes son iconos del séptimo arte incluso antes de haberla visto. Al menos eso me ocurrió a mi. Lo más conocido posiblemente sea la banda sonora de Nino Rota y la asfixiante escena de la estanquera pechugona. Pero eso sería quedarse en la mera anécdota.

‘Amarcord’ cuenta la historia de los habitantes de una pequeña localidad de la Italia profunda durante el régimen de Musolini. El punto de vista para contar esta historia será la de un joven que se inicia en los secretos de la vida y verá atónito como se desarrolla el loco mundo que lo rodea. Podría nombrar muchas escenas increíbles, pero me voy a quedar con dos: la de la nevada y todos los tópicos que se dicen («Nah, esto no cuaja») y la del pariente que sacan del manicomio para dar una vuelta y acaba subido a un árbol pidiendo desesperadamente una mujer. Al final, una enigmática monja enana (sí, una monja enana) consigue que baje.

Aunque iba preparado para ver una obra maestra, las expectativas han sobrepasado lo que esperaba y se refuerza mi idea de que los años setenta fueron del cine italiano.

29 de febrero de 2008

‘El Viaje de Argos’

Los que seguimos desde hace unos cuantos años el programa de Onda Cero ‘La Rosa de los Vientos’ estamos de enhorabuena. Lo necesitábamos después de la irreparable pérdida de Juan Antonio Cebrián hace unos meses. Paradójicamente, el espacio radiofónico está ahora más vivo que nunca. A las páginas web de Carlos Canales y Jesús Callejo, el blog de Bruno Cardeñosa y a otras iniciativas como el Boletín de las 4C con los temás tratados en las tertulias de los domingos, viene a sumarse ahora ‘El Viaje de Argos’.

Se trata de una idea de Carlos y Jesús junto con Alejandro Polanco (autor de ‘La Cartoteca’ y ‘Tecnología Obsoleta’) y viene a ser una revista digital mensual y gratuita que contendrá todos los temas que habitualmente se tratan en el programa. Asuntos que a menudo son desconocidos y no por ello menos interesantes. En febrero se ha lanzado el número 0 de prueba con algunos asuntos que despiertan nuestra curiosidad y aportan otro punto de vista sobre cuestiones que quizás ya conocíamos. Curioso es, por ejemplo, el reportaje dedicado al uso militar de los aerostatos, un extenso artículo sobre el atractivo tema del cronovisor o un repaso por los primeros intentos de crear vehículos autopropulsados.

Me parece una excelente idea que parte de estas mentes inquietas que nunca dejan de sorprendernos con sus ideas y trabajos. Ojalá hubiera más gente como ellos.

28 de febrero de 2008

‘The IT Crowd’

Mi serie del momento ahora mismo es ‘The IT Crowd’ (aquí discutiblemente traducido como ‘Los Informáticos’). La descubrí el otro día brujuleando por la web de Canal+ en busca de nuevas series que llevarme a los ojos. ‘The IT Crowd’ es una comedia de situación británica producida para el Channel 4. Hasta el momento se han emitido dos temporadas en 2006 y 2007. Si no me equivoco Canal+ está pasando ahora la segunda.

La serie tiene todos los ingredientes típicos de toda sitcom que se precie. O sea, personajes chocantes y muy diferentes entre ellos para que den el juego necesario para un argumento jugoso y humor inglés a veces negrísimo, irreverente, deslenguado y siempre genial que tiene como uno de sus referentes a los genios Monty Python. La verdad es que el primer episodio que vi me dejó un poco frío, pero en seguida me acostumbré y ahora me parece una de las mejores telecomedias que he visto.

¿Y de qué va? Pues como su propio nombre indica, los tres protagonistas principales trabajan en el departamento de informática de una empresa llamada Industrias Reynholm. A cada uno más peculiar. Moss, es el típico nerd con dificultades para relacionarse con los demás, Roy es el vago y el desastre. Hace todo lo posible para trabajar lo menos posible. El punto femenino lo pone Jen y en teoría no debería estar ahí porque no tiene conocimientos de informática. El resto de los personajes protagonistas tampoco tienen desperdicio.

Y ahora tres videos para ilustrar:

Opiniones de los abonados de Canal+ sobre la serie:

Algunos momentos:

La parodia sobre los anuncios antipiratería:

27 de febrero de 2008

Sobre ‘Perdidos’

Es increíble la cantidad de fans y de sitios web que mueve ‘Perdidos’. La exitosa serie de la ABC sobre los supervivientes de un accidente aéreo ha encandilado a millones de espectadores en todo el mundo con sus tramas extrañas y enigmáticas. La técnica para enganchar es muy vieja y básicamente consiste en dejar un nuevo enigma abierto al final de cada episodio, a veces más trascendente para la trama y a veces menos. El entorno que no es lo que parece es un tema ya muy utilizado en otras series como ‘Twin Peaks’, donde un tranquilo pueblo resulta ser un verdadero nido de fenómenos sobrenaturales y asesinatos.

‘Perdidos’ tiene un tratamiento de los argumentos y los personajes bastante tradicionales y a veces demasiado simple. La gran mayoría de los protagonistas son difíciles de creer y sólo un par de excepciones (Hurley y John Locke) son realmente interesantes. Eso por no hablar del tremendo pasado que tienen todos, con unas vidas de lo más interesantes.

Si simplificamos al máximo, encontramos que ‘Perdidos’ es básicamente un tratado sobre el liderazgo, sobre el poder de dirigir a un grupo en un entorno difícil y sobre la toma de decisiones. Pero quizás esto sea alejarse mucho del simple cometido de entretener y ofrecer el máximo espectáculo posible. Otra cosa que me ha llamado la atención es el manejo del tiempo que tienen los guionistas. Me voy a explicar: todos los capítulos tienen flashbacks donde se cuenta la vida pasada (o futura) de los protagonistas que a menudo se entrecruzan, se retrocede en el tiempo o se avanza. Lo mismo ocurre en la isla, donde se mezclan habilidosamente acontecimientos pasados con presentes, imprescindibles para entender la serie.

Todo aficionado a ‘Perdidos’ que se precie tiene su teoría sobre qué es lo que ocurre en la isla y que van evolucionando según avanza la serie y se desgranan los acontecimientos. Extraterrestres, experimentos farmaceúticos, sectas, viajes en el tiempo, que los protagonistas esten muertos o soñando, experimentos mentales y un etcétera inacabable. Tendremos que esperar al menos un par de temporadas para que conozcamos la solución al enigma. Mientras tanto seguiré enganchado…



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