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La bitácora personal de Ricardo Martín
Comentando cosas desde 2004
8 de marzo de 2008

Política y terrorismo

Sí, son dos palabras que deberían ir bien separadas, porque una es la antítesis de la otra. Es verdad que el terrorismo siempre supone un apoyo armado a unas determinadas ideas políticas, pero esta parte desaparece en momento en que se esgrime un arma. Eso no es un argumento. Y por supuesto el terrorismo no debería contaminar el transcurrir de la vida democrática. Lamentablemente en España las cosas no han sido así.

Los últimos cuatro años hemos asistido a la ruptura de un tabú: el terrorismo como arma política arrojadiza, un juego sucio en el que nunca antes se había entrado. El Gobierno pecó de ingenuo al suponer que una gestión transparente de la última tregua de ETA significaría un ejercicio de democracia. Pero con lo que no contaba es con una oposición del Partido Popular transformada en un animal herido por el 11-M y que estaba (lo ha estado toda la legislatura) fuera de sus cabales.

El espectáculo que el propio PP y todos sus tentáculos mediáticos ha dado ha sido memorable. Digo memorable porque espero que nadie lo olvide. Primero convirtieron el atentado del 11 de marzo de 2004 en una conspiración de a saber quiénes. Después, con premeditación, se alejaron de la unidad parlamentaria necesaria para intentar buscar la paz mediante el diálogo. Ese alejamiento le daría alas para criticar al Gobierno (y de paso a los demás grupos) de negociar con ETA, de haber llegado a acuerdos políticos y de continuar los contactos incluso después de los atentados mortales de la T-4 y de Capbreton. El diario (por llamarlo de alguna manera) de Pedro J Ramírez se encargó de azuzar con la cuestión hasta límites donde las palabras ya se me quedan cortas.

Y ahora es, justo antes del momento de votar, cuando ETA vuelve a asesinar. Y asesina a un militante socialista (por cierto, de origen zamorano) y antiguo concejal de Mondragón. Aquí es cuando en el PP ponen la cara de plañidera y los trajes oscuros y acuden a dar el pésame. Van de buenos como si el pasado no los delatara con las terribles palabras y acusaciones que han salido por sus bocas y que muchos han tenido que sufrir. Se han encontrado con el rechazo de los familiares, como no podía ser de otra manera. Como diría aquel, «de aquellos vientos estas tempestades». Que al menos sirva para la reflexión.

7 de marzo de 2008

’13 Tzameti’

La mayoría de las veces que me pongo a ver una nueva película no suelo mirar ni siquiera mínimamente su argumento. Prefiero que el desarrollo de la trama me pille siempre por sorpresa. Eso podría llevarlo a su máxima expresión con ’13 Tzameti’ (2005), porque cuando me senté en el sillón a verla no sabía absolutamente nada de ella, ni siquiera su nacionalidad o su género. Así que nada más comenzar comprobé que era un thriller oscurísimo, rodado en blanco y negro y con una estética diseñada para generar tensión y desasosiego sin dejar de ser una película humilde.

’13 Tzameti’ es una coproducción franco-georgiana dirigida por Géla Babluani. Su protagonista es Sébastien, un hijo de inmigrantes georgianos que trabaja en Francia reparando tejados. Un día el dueño de la casa en la que estaba trabajando muere víctima de una sobredosis. El trágico hecho ocurre después de recibir una extraña carta que accidentalmente cae en manos de Sébastien. La misiva contiene instrucciones muy concretas para que acuda a un determinado lugar a participar en un «juego» mortal.

Después de ver la película se me ocurrió que este argumento tenía trazos de «tarantinismo». Sin duda el director norteamericano la hubiera interpretado de manera muy diferente. Pero Babluani decidió alejarse desde un principio del barroquismo, de la sangre fácil y del humor negro para crear una obra de corte bastante clásico y sin concesiones, acercándose al genéro policiaco de toda la vida. Obtuvo los premios a la mejor dirección novel en el Festival de Venecia 2005, el premio del jurado en Sundance 2006 y el premio a la película revelación europea de 2006 según la EFA

6 de marzo de 2008

Discos descuidados

Ya comenté el otro día que recibí un paquete con discos y películas. De entre esos discos había un poco de todo. Algunos eran de pequeños sellos independientes y otros de discográficas más grandes. Para mi desgracia he podido constatar como cada vez se cuida menos la edición de los discos, ya sea el típico librillo (a veces ni siquiera puede llamarse así porque es una triste hoja) con las letras y con los datos del trabajo o la propia caja que contiene el CD.

Al principio no me gustaba el formato digipak. Esas cajas de cartón que se doblan, se rompen o se manchan a la mínima me ponían enfermo. Pero me he dado cuenta de que casi siempre está más cuidado que el formato de caja de plástico de toda la vida. Últimamente las cajas de los discos que vienen en este formato son de un plástico de una calidad pésima, tremendamente quebradizo, en concreto esa especie de «florecita» que sujeta el CD en la caja a veces se rompe con sólo mirarlo. Sin embargo la mayoría de mis primeros CDs (que tendrán unos quince años) conservan sus cajas originales, y eso que han sufrido muchos vaivenes.

¿Así es como se recompensa a quienes compramos los discos en vez de bajárnoslos con la mula? Vale que lo que se compra es la música, pero se agradece que el envoltorio sea el valor añadido que muchos buscamos al tener un CD original. Y no pagamos 12, 15 o 18 euros por tener una caja cochambrosa. Lo que creo que está bastante claro es que no es cuestión de costes de producción, porque son precisamente las pequeñas discográficas las que cuidan más sus producciones y curiosamente son también quienes comercializan sus discos más baratos. El ejemplo más claro de este tipo de ediciones es el disco de debut de Prin’ La Lá, que viene en una especie de libro de pasta dura y con 40 páginas. Su precio era de 12 euros…

5 de marzo de 2008

‘La Gran Guía de los Blogs’

Ahora mismo estoy hojeando virtualmente la edición escaneada a iniciativa de Bitacoras.com de ‘La Gran Guía de los Blogs’ [PDF] (153 Mb) escrita por Rosa Jiménez Cano y Francisco Polo. Se trata de una obra publicada como libro convencional por la editorial ElCobre y dentro de la Colección Planta29 y donada al Dominio Público para que pueda ser copiado, distribuido o citado siempre que sea sin ánimo de lucro. Aunque su título indica que se trata de una guía de blogs, es mucho más. Contiene una decena de capítulos dedicados a reflexionar sobre la situación actual de los blogs en el contexto de la web 2.0 e introduce el concepto de web 2.1, en la que la individualidad de los nodos de las redes sociales se difuminan para transformarse en colectividades gracias a las nuevas herramientas colaborativas.

El resto de capítulos giran en torno a diversos aspectos relacionados con las bitácoras: plataformas, herramientas, el papel de los blogs en la democracia, en la política o en el activismo social. Especialmente interesantes me parece el dedicado a la retroalimentación entre blogs y medios tradicionales de comunicación y por supuesto el de blogs y Administraciones Públicas.

Y por supuesto, la guía en sí. 408 páginas con un análisis exhaustivo de los blogs más influyentes e importantes de la blogosfera hispana categorizados en las más diversas temáticas. Cada blog está descrito en una ficha que incluye datos como la fecha de creación, una pequeña descripción, qué es lo mejor del blog y una recomendación sobre a quién va dirigido. Me parece un libro imprescindible para todos aquellos que quieren saber qué se cuece en este mundillo y que se cocerá en el futuro. Muy interesante…

4 de marzo de 2008

El debate (II)

Hoy era obligatorio hablar del segundo debate de ayer entre Zapatero y Rajoy. Me ocurrió justo lo contrario que con el de la semana pasada. Mi expectación antes de la contienda era prácticamente nula, casi ni me acordaba. Mi intención era echar un vistazo a los primeros minutos y luego marcharme a hacer otra cosa. Pero extrañamente me quedé enganchado y terminé viéndolo hasta el final. Siendo malo diré que una de las cosas que más me gustó es la forma en que Zapatero dejó en blanco a su contrincante con propuestas sorpresivas.

También hubo otras cosas interesantes. El tono del debate fue mucho más constructivo, sobre todo por parte del Presidente, aportando cifras y propuestas concretas. Ambos mostraron mucho más aplomo que en la primera cita. Otra de las cosas que hizo que no me largara lejos de la televisión fue que, salvo algunos momentos puntuales, Rajoy no estuvo excesivamente duro, lo que es siempre de agradecer.

El líder de la oposición a mi juicio se equivocó bastantes veces. Primero, a la hora de intentar enredar con lo del supuesto apoyo de Zapatero a la guerra de Irak. Los débiles argumentos de Mariano se cayeron solos sin necesidad ninguna de ser rebatidos. Segundo, las muletillas. Cada vez que Rajoy se perdía o entraba en un callejón sin salida, acudía a sus comodines: negociación con ETA, subida de precios y mala situación económica, política territorial… No importaba el bloque temático que se estuviera discutiendo. Tercero, la «brocha gorda». Los temas en los que quizás el candidato del PP pudiera sacar pecho quedaron emborronados por la simplificación infantil que ha venido aplicando toda la legislatura. Nada de reflexión ni de matices. Un caso claro fue el de la política lingüística en Cataluña o algunos aspectos de la economía. Y cuarto, la repetición. Rajoy no hizo bien repitiendo datos y frases una y otra vez, dando la impresión de falta de ideas.

Tras las críticas a las cifras cocinadas al gusto de cada uno de los candidatos en el anterior debate, el equipo de Zapatero tomó la iniciativa: Los datos del Presidente estaban reflejados en un «libro blanco» que contiene toda la información utilizada por el líder del PSOE. Anunció que estaría disponible para todos los ciudadanos a través de internet. Yo de momento no lo he encontrado. Tengo ganas de verlo.

Actualización del 5 de marzo de 2008: En la web del PSOE está colgado el famoso libro blanco del debate con un montón de datos, enlaces a las fuentes originales, recortes de prensa española y extranjera y anexos con las declaraciones de los líderes del PP. Se lo han currado bastante.

3 de marzo de 2008

La odisea de comprar en la web de Fnac

Internet es, entre otras cosas, un inmenso mercado donde podemos comprar cualquier cosa. Para la gente con tarjeta de crédito fácil puede llegar a ser un peligro. Afortunadamente yo no soy de esos y compro por la red sólo de vez en cuando. Excepto en la Apple Store, que son extremadamente rápidos (y con gastos de envío gratuitos), el resto de mis compras han pasado por diversas odiseas logísticas.

Cuento esto porque acabo de recibir ahora mismo mi último pedido de discos y películas a la Fnac. Este hipermercado cultural gigantesco tiene de todo, esa es su virtud. En él he comprado aparatos electrónicos, libros, CDs y DVDs desde hace unos siete años. Pero siempre he tenido que soportar esperas eternas de meses antes de que me lo entregaran. No importa el método de envío que se seleccione. Concretamente, para este último elegí paquete postal normal. Tiene la ventaja de ser más barato, el tiempo de entrega, una vez que el pedido se lanza, no es mucho mayor que por paquetería y si no hay nadie en casa (lo que ocurre frecuentemente) dejan un aviso para que vayas a buscarlo a la oficina de Correos.

Pero por alguna extraña razón, esta vez me lo enviaron por Zeleris (la empresa de paquetería de Telefónica) en vez de por Correos. Desconozco el motivo. Desde el viernes 25 de febrero mi pedido anda danzando por ahí. El lunes recibí un primer aviso de entrega a las 10 de la mañana. En el papelito había un número de teléfono (un 902) para concertar una nueva hora de entrega. Llamé tres veces, pero «todos los operadores estaban ocupados». Un par de horas más tarde recibí una llamada para confirmar la dirección y la nueva hora de entrega. Pues nada. Al día siguiente de nuevo otro papelito idéntico al anterior. Por la tarde me llamaron de nuevo otra vez para lo mismo, aunque esta vez me dijeron que no podían asegurar una hora de entrega.

Dejé de encontrarme papelitos en el buzón. Sin noticias de ellos hasta el viernes por la mañana. Aprovechando la llamada les comenté lo que pasaba. De nuevo me preguntaron por un horario de entrega. Se lo volví a decir. Y… ¡Por fin!, esta tarde he recibido el pedido. El clic en el botón de «comprar» lo hice el 21 de enero. Ha pasado un mes y once días. A todo esto me pregunto ¿por qué siempre tiene que fallar la logística? ¿Por qué en Apple nunca falla?

2 de marzo de 2008

Digital o analógico

He aquí el dilema. Hace diez o quince años no nos lo hubiéramos planteado, pero últimamente estoy leyendo artículos en prensa y en internet que invitan a la reflexión. No hay duda de que la información digital, por el mero hecho de serlo, es «menos exacta» que la analógica. Es más simple, menos rica en detalles. La culpa de esto la tiene el muestreo, que es el proceso básico por es que se convierte una información no cuantificable en algo cuantificado y en consecuencia codificable por una máquina. Para ello se parte del original analógico y se extraen muestras que es lo que se almacena y procesa. Si la toma de muestras se realiza con mucha frecuencia, tendremos una información de más calidad y si esta frecuencia de toma de datos es menor, estará más «desdibujada» respecto al original.

El principal inconveniente de los datos analógicos es que son poco versátiles y existe gran dependencia del soporte que la contiene. Una cinta de bobina abierta, un vinilo, un negativo fotográfico o un rollo de película son lo que son. Su contenido es también su soporte. Una de las virtudes de la era digital es que todo se puede copiar, cortar, pegar o reproducir en muchos soportes distintos sin que se deteriore y sin riesgo de pérdida de calidad.

Hasta hace poco, a nivel de usuario básico, nadie ponía en cuestión que lo digital era mejor que lo analógico. Claro, que partíamos de niveles de calidad muy bajos. Tan bajos como aquellas cintas de cassette grabadas con nuestra música favorita. Su sonido no era muy bueno porque posiblemente era una copia de una copia de una copia. Funcionamiento secuencial, ruidos de arrastre, reproductores grandes y un sinfin de inconvenientes. Por eso cuando llegó el mp3 y los primeros reproductores (recuerdo los Diamond Rio ¡con 128 Mb! en 1999) se recibió como una revolución. Y no era para menos.

Por lo todo lo visto antes, podemos decir que el dilema de lo analógico contra lo digital, para la mayoría de la gente se convierte en lo engorroso contra lo versátil, y para una minoría de ¿puristas? en calidad contra ruido. De este último grupo han surgido muchos reproches contra la industria discográfica, acusándoles de acabar con la música porque la producción de los nuevos discos se realiza a más volumen que antes, es más compacta y uniforme y tiene menos matices. Es lo que se ha llamado «la guerra del volumen» («the loudness war«). Yo sinceramente creo que lo que pasa es que la forma de la producción está cambiando, y lo hace al ritmo de la demanda del público. Cada vez escuchamos menos nuestra música favorita en casa tranquilamente. Ahora los iPods y otros reproductores nos permiten llevarla por la calle y se demanda que esté grabada más alta y tenga un sonido más compacto para no tener que tocar la tecla del volumen cada dos por tres.

Pero no nos desviemos del tema. Hace ya un tiempo leí las equivalencias entre los soportes analógicos más populares y sus homólogos digitales. Por ejemplo, un negativo fotográfico de 35 mm en blanco y negro tiene una resolución equivalente a unos 30 megapíxeles en una digital. Si es en color se reduce hasta los 12 megapíxeles. Es decir, necesitamos una cámara digital de esas características para acercarnos a la calidad de la analógica. En el sonido las diferencias son cada vez menos evidentes, aunque cualquier oído medio (como el mío) puede distinguir una grabación en mp3 de un CD. Diferenciar un CD de un vinilo es mucho más difícil y entran en juego otros muchos factores (tocadiscos, aguja, altavoces, etc). Hasta la fecha es en la imagen en movimiento donde aún existe un abismo. Sólo con la llegada de la alta definición digital, el vídeo ha podido hacerle algo de sombra al celuloide en las producciones profesionales, pero aún queda un largo camino por recorrer.

Mi conclusión es que lo mejor es combinar y no excluir. Yo tengo vinilos, CDs y mp3, cada uno en su momento y su situación. Aunque no soy muy exigente con el sonido ni muy minucioso, me gusta que se oiga lo mejor posible sin importar si es analógico o digital. Además, si uno escucha buena música o ve buen cine, ¿de verdad nos fijamos tanto en esos detalles? ¿Qué sería de nosotros sin la tecnología digital que nos permite compartir música y películas a través de internet?



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