Permitidme un momento «friki». Es increíble lo que se podía conseguir con una máquina que tenía un procesador Z80 de 4 Mhz, 64 Kb de memoria RAM (como mucho) y ¡16 colores en pantalla!. Esa máquina era el MSX, el sistema con el que empecé en esto de la informática.
Aquí el ‘Nemesis’, uno de los juegos clásicos:
Y un simpático anuncio japonés sobre un MSX de Sony hacia el año 1984 aproximadamente:
Podría poner cientos de vídeos sobre el MSX, pero bueno, tampoco se trata de aburrir…
Buscando artículos por internet sobre la serie Lost (Perdidos) a la que me estoy empezando a enganchar me encuentro con dos conceptos, que no sé si llamar filosóficos o cómo, que me han llamado la atención. El primero de ellos es uno que seguro que habéis oído muchas veces: «Deus ex Machina«, literalmente «Dios desde la máquina» que a su vez deriva de otra expresión griega. Hoy entendemos este concepto como cualquier intervención externa que soluciona un problema o una situación a priori irresoluble que podría atribuirse a la casualidad.
Es el típico ejemplo de cualquier película de aventuras en la que el bueno llega justo en el momento en que van a secuestrar a la chica de turno o cuando una mano salvadora evita que el protagonista caiga por el acantilado. Lo verdaderamente curioso es el origen de «Deus ex Machina«. Según la Wikipedia, proviene del teatro griego, en el que el papel principal era salvado en los momentos más comprometidos por una deidad que era introducida en el escenario por una especie de grúa o artilugio (de ahí lo de machina). En los últimos tiempos también se ha utilizado para referirse a un Dios-máquina, al estilo Matrix o Terminator.
El otro concepto, y que está ligado al anterior es el de la «Suspensión de la incredulidad«, unas palabrejas que todo guionista de cine o novelista ha de tener siempre presente. Más o menos viene a ser hacer creíble ante los lectores o espectadores aquello que es imposible fuera de las reglas creadas en un mundo imaginario, como por ejemplo aceptar como normal que existen varias razas de extraterrestres dentro del mundo de Star Trek o de Star Wars. Por supuesto que hay tener mucho talento e imaginación para hacerlo verosímil y en parte esa es la diferencia clave entre una buena y una mala obra de ficción.
Uno de los programas televisivos más nefastos e insufribles de la historia ha tocado fin. Sería motivo de alegría que semejante engendro dejara de emitirse, pero me temo que sus presentadores ascenderán en el escalafón de la telebasura con nuevos espacios. Porque, no nos engañemos, aunque quizás comienzan a remitir todos esos programas de carroñeo a los pseudofamosos, aún queda mucho camino por recorrer. En ese aspecto, Televisión Española se libró hace tiempo de este tipo de espacios, así que un punto a su favor. El reducto de la televisión basura está en Antena 3 y en Telecinco con programas no siempre sobre famosos. Ahí están los ejemplos de esos programas sobre testimonios que tanto parecen gustar a determinado tipo de público.
Es curioso comprobar cómo los gustos de los espectadores han cambiado con el tiempo. ¿O ha sido al revés? ¿Fueron las televisiones quienes primero arriesgaron con nuevos «formatos» y el público dio su beneplácito? En mi opinión, las cadenas son las que introducen las nuevas tendencias, generalmente adaptando productos de éxito que vienen de fuera. Muchos no funcionan, pero algunos consiguen acaparar la atención de la audiencia (o sea dinero). Cuando dejan de ser de interés, se tiran a la basura y se buscan otros. Sin más. Creatividad cero, imaginación cero, riesgo controlado… Es decir, la televisión del siglo XXI.
El el caso de ‘Aquí Hay Tomate’, el formato es original de Telecinco, aunque toma elementos de otros espacios sobre famosos o pseudofamosos añadiendo un humor de bajísimo nivel. Desgraciadamente es lo que triunfa, o más bien triunfaba. El formato ya está gastado. Es hora de tirarlo a la basura e inventarse otra cosa. Para echarse a temblar.
Con la única excepción de Woody Allen, en los últimos años me he ido alejando poco a poco del cine norteamericano, tanto del de Hollywood como del independiente. No creo que haya sido algo totalmente consciente, sino alimentado a base de decepciones, una tras otra. Pero desde unos meses estoy animándome a volver a ver películas estadounidenses nuevas que merecen la pena según la crítica o que más me han llamado la atención. Recuerdo en los últimos tiempos cintas como ‘Babel’ o ‘Hard Candy’. Estos dos ejemplos me decepcionaron de nuevo. Sobre todo la primera.
Ayer me puse a ver ‘Zodiac’, la última película de David Fincher, director de ‘El Club de la Lucha’ o ‘Seven’. Con estos discutibles precedentes, pero sin prejuicios, pasé las dos horas y media del metraje. El guión está basado en la historia real del Asesino del Zodiaco, un asesino en serie que mantuvo en vilo a la policía y a los periodistas de San Francisco y alrededores durante los últimos años sesenta. El caso no fue oficialmente resuelto, aunque investigaciones paralelas dieron con su identidad. Nunca fue reconocido como tal por la policía.
Como digo, la película dura dos horas y media. Un metraje excesivo para una trama repleta de nombres, situaciones, escenarios… Paradójicamente tiene muchos «momentos valle» que llegan a aburrir. Los personajes están impecablemente interpretados, pero quizás sean demasiado fríos y esquemáticos, cuando no repletos de tópicos (el poli atormentado, el periodista que tiene problemas familiares por obsesionarse con la investigación, etc). Lo peor de todo es que David Fincher intenta que los espectadores empaticen con ellos, en mi opinión sin conseguirlo.
A favor tiene lo que suelen tener todas las películas producidas con muchos millones de dólares. Una ambientación impecable en todos los sentidos (musicalmente destaco el tema ‘Hurdy Gurdy Man’ de Donovan con que comienza) y algunas buenas ideas (reflejar el paso de tiempo a través de la secuencia acelerada de la construcción de la Transamerica Pyramid).
Como conclusión puedo decir que ‘Zodiac’ no me ha decepcionado, pero tampoco me ha entusiasmado. Más bien me ha dejado indiferente, así que lo mío con el cine norteamericano sigue en tablas.
Gracias a internet y a otros medios de comunicación, cada día tenemos más información sobre cualquier asunto. Son muchas opiniones, muchas ideas, muchas voces diferentes. Prácticamente cualquier tema es discutido, y todo se puede poner en tela de juicio. ¿A quién podemos creer? Hasta hace no mucho tiempo, la información nos venía por muy pocos canales, casi todos oficiales y coherentes entre sí. Hoy son miles. Especialmente los temas que más me inquietan son los referentes a la salud y a la incidencia que nuestro entorno tecnológico tiene en él. ¿Cómo sabemos que los medios oficiales no están contaminados por intereses económicos a la hora de proporcionar información sobre lo nocivo de determinadas prácticas o productos?
Esta reflexión me surgió el otro día echando un vistazo al blog de Miguel Jara, un activista, escritor y periodista independiente que ha publicado varios trabajos sobre la falta de escrúpulos de la industria farmaceútica, lo nocivo de la telefonía móvil o la toxicidad de los materiales que nos rodean. Su última publicación se llama ‘Conspiraciones Tóxicas’, que ha elaborado junto a Rafael Carrasco y Joaquín Vidal. No lo he leído, pero debe ser uno de esos libros que, después de leerlo, o uno se va a vivir al campo o está ya condenado.
No quiero decir que estas advertencias no sean ciertas, aunque tal vez sí un poco exageradas. Creo que, tal y como están las cosas, tendremos que convivir con ciertas sustancias y radiaciones tóxicas. Hasta que nuestra técnica no haya avanzado lo suficiente como para seguir progresando sin depender de ellas no hay nada que hacer. Pero también es cierto que necesitamos información clara y veraz sobre la incidencia que las nuevas tecnologías tienen en nuestros organismos. En cualquier caso, siempre es bueno que gente como Miguel Jara arroje luz sobre algo tan cotidiano.
Ya ha comenzado la subasta electoral. Si la legislatura ha sido más que mediocre, olvidable, no lo va a ser menos la campaña hasta el 9M… Pensándolo bien cambiaría mediocre por cutre. A falta de ideas, bien vale un puñado de billetes para mover al personal. Porque las medidas que los dos principales partidos han prometido si ganan son más que peregrinas. PSOE y PP lo han conseguido teñir todo de populismo para adelantar al contrario en una carrera disparatada.
Jamás imaginé que un partido «serio» como el PSOE prometiera algo como devolver 400 euros a los contribuyentes. Sobre este asunto quisiera hacer dos reflexiones. Lo primero de todo, 400 euros no solucionan nada a casi nadie y a la vez suponen a las arcas públicas 5.000 millones de euros, una cifra que ya es para tener en cuenta. Como creo que ya he dicho en alguna ocasión, yo soy partidario de un Estado más fuerte y, por tanto, de subir los impuestos, bien a las rentas más altas o bien a los artículos de lujo para poder afrontar un aumento en la cuantía de las prestaciones para aquellos que de verdad las necesitan. Esta medida desde luego es indiscrimininada e igualitaria para todos cuando en temas económicos, no todos hemos de ser iguales ante el Estado.
En segundo lugar, la imagen que el partido socialista está dando con esta promesa cutre no es demasiado buena. No sé si esto denota una falta de iniciativas realmente brillantes o si de verdad se creen que esta lo es. Como el resto de la campaña electoral que nos queda por sufrir siga con esta altura de miras, creo que lo mejor será no leer la prensa, ni escuchar la radio ni ver la televisión…
Hacía ya unos días que quería hablar sobre la última creación del acádemico de la lengua más rancio que han visto los siglos. Luis María Anson, tras dirigir ABC, La Razón y otros medios, se embarca en un nuevo proyecto mediático digital llamado El Imparcial. En realidad lo que hace es recuperar una vieja cabecera conservadora del siglo XIX que distaba mucho de hacer honor a su nombre. Ahora no va a ser menos. El Imparcial parece construido con los mismos mimbres que ya utilizara en su día en ABC y La Razón. Anson no pretende engañar a nadie, eso hay que reconocérselo, pero está en la antítesis de lo que debe ser un diario digital. No es un medio moderno para internet, tampoco sé si lo pretendía. Ha hecho en la web lo que hizo con los diarios que dirigió. Anson tiene una infinita capacidad para que todo lo que toque huela a naftalina, como si viviera en un armario cerrado durante años (valga el símil).
No pretendo entretenerme mucho, porque hacer un análisis de esta web es quizás demasiado obvio. Lo mejor es que cada uno saque sus propias conclusiones. Si hablamos de sus contenidos, os podéis imaginar por donde van los tiros: ZP vende España a no sé quién, que si gana negocia con Marruecos Ceuta y Melilla, titulares frívolos por doquier, política de señoritos de copa de coñac y puro, monarquía mal entendida y unos editoriales al más puro estilo de la ‘Canela Fina’ de tiempos gloriosos. No he podido resistirme a reproducir parte del último artículo, por llamarlo de alguna manera, que ataca directamente a los funcionarios:
[…] No es verdad que en España haya 1.927.600 parados. En 1976, la suma de funcionarios de las tres administraciones se elevaba a 600.000. El año pasado rozaba los 3.000.000. La clase política se ha inventado 2.400.000 puestos de trabajo que pagamos entre todos con impuestos casi confiscatorios. Total que el paro real, si no mediase el despilfarro funcionarial de las Administraciones, estaría en las 3.300.000 personas a las que hay que sumar al menos a la mitad del millón de inmigrantes que están en España sin papeles, atraídos por las legalizaciones masivas. […]
Después de esto, para qué decir más… ¡Ah! Vaya susto que me he llevado al entrar hoy en la web y ver la portada:
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