Si no te importa jugar con tus playmobil aunque tengas veinte, treinta, cuarenta años. Si añoras tus juguetes favoritos de la infancia o simplemente eres simpatizante de estos entrañables muñequitos, tienes una cita en Barcelona. Los días 14, 15 y 16 de septiembre se celebrará en la Ciudad Condal la 4ª Feria Nacional de Coleccionistas de Playmobil organizada por la Asociación Española de Coleccionistas de Playmobil. El lugar será la Facultad de Química de la Universidad de Barcelona, situada en la avenida Diagonal nº 647. Tal y como nos cuentan, este año la exposición contará con una docena de dioramas que nos llevarán desde la antigua Roma hasta el Amazonas. Como curiosidad, la feria contará con la mayor concentración de «clicks» en un sólo diorama. Será para la representación de la batalla de Gettysburg y para ello se utilizarán casi tres mil de ellos.
Aprovechando la coyuntura me he puesto a revisar webs extranjeras sobre coleccionismo de playmobil buscando de memoria los sets que tengo guardados por ahí en casa de mis padres. La búsqueda no ha sido muy fructífera porque ninguno de ellos coincidía exactamente con mis recuerdos, aunque uno de los castillos medievales (colección 3446) se parece bastante a una de ellas. Quizás en España, la empresa Famosa los comercializó con variantes. En cualquier caso cada vez que visito las múltiples webs de coleccionismo me dan ganas de desempolvarlos y ponerme a «trabajar» sobre ellos.
Gracias como siempre a Miguel de Playclicks por recordarme cada una de las citas que celebran.
Cada día estoy más seguro de que no somos un país plenamente maduro, ni en democracia ni en otros muchos asuntos que otros estados han resuelto quizás hace siglos. No se entiende si no la polémica gratuita (estamos en verano) sobre el uso, y a veces abuso, de los símbolos nacionales. A la derecha se le llena la boca hablando de España y llevando la bandera roja y gualda hasta en los calzoncillos. Evidentemente, a los sectores de la izquierda socialista, esta apropiación no les parece de recibo y se ha comenzado una «contraofensiva» para reclamar también estos símbolos patrios. El primer asalto es la unificación de la marca del más alto estamento ejecutivo del estado, el famoso «Gobierno de España». El cambio también puede apreciarse, aunque más levemente, en los membretes de las Delegaciones del Gobierno, que pasan a ser «Delegaciones del Gobierno de España».
La pugna me parece pueril y me lleva a pensar que, efectivamente, no estamos en un país normal. Y tanto por parte de unos como de otros. Los unos por apropiarse de unos símbolos de los que ellos se creen únicos defensores. Y los otros porque intentan combatir una sensación falsa provocada por algunos de que la izquierda es «menos española» que la derecha. Por eso estamos metidos en una batalla absurda que no puede ser más superficial.
¿Acaso la República Española era menos española por haber sido proclamada por la izquierda? ¿La bandera tricolor era menos «española» por ser de la República? Símbolos superfluos aparte, el patriotismo de la izquierda está más que demostrado a lo largo de la historia. Y por cierto, la derecha también, aunque algún ex-presidente intente minar esa fama.
Creo que entrar en el juego de ver quién es más español es directamente absurdo y es algo que no se plantea, que yo sepa, en ningún país desarrollado de nuestro entorno. Sinceramente no me imagino a los franceses, a los italianos o a los portugueses, por citar a nuestros vecinos más cercanos, con una pegatina de su bandera en el coche, tal y como se ven aquí. No digo que no las haya, pero no se hace de ello un motivo de conflicto. El caso de Reino Unido es muy diferente. La Union Jack fue elevado a icono pop en los sesenta por los mods y el swinging London, perdiendo por ello parte de su significado. Y de los Estados Unidos ya ni hablemos. Los parámetros culturales y folclóricos son muy diferentes a un lado y al otro del Atlántico.
El pasado día 15 de agosto se cumplieron treinta años del que posiblemente es uno de los hechos más extraños de la búsqueda de vida inteligente fuera de nuestro mundo. Por supuesto estoy hablando de la célebre «señal Wow!«. No se sabe nada de la procedencia de aquel sonido que es, hasta el día de hoy, el más «coherente» y largo recibido en la historia. Hasta aquel día (y también posteriormente) las señales recibidas por el radiotelescopio Big Ear no eran más que pulsos abstractos formados por ráfagas cuya intensidad era siempre baja o muy baja. Para hacernos una idea, las señales más largas que rodeaban a la «Wow!» (cuya secuencia es «6EQUJ5») eran «111» «111» «3111» («1» es la intensidad más baja y «Z» la más alta). Pero según los expertos, a pesar de lo espectacular de esta manifestación, la señal podría haber sido emitida por un satélite artificial terrestre o cualquier otra fuente desde la tierra. Desgraciadamente nunca lo sabremos y «Wow!» seguirá siendo un eterno misterio.
La idea de la búsqueda de vida inteligente mediante la recepción de señales de radio me parece poco menos que imposible por muchos factores. El primero y más evidente es la enormidad del universo. Las gigantescas distancias impedirían en caso de encontrar vida inteligente un «diálogo» fluido sin perder entre emisión y recepción miles de años. En segundo lugar, nada sabemos de las supuestas civilizaciones alienígenas que buscamos. Suponer que ellos emiten ondas de radio y que esas ondas transcurren dentro de la banda del hidrógeno neutro es mucho suponer.
Nos podemos hacer una idea de la magnitud de este misterio que incluso los más escépticos no lo dudan en calificar como enigma científico. Máxime cuando desde entonces nunca jamás se ha vuelto a recibir nada similar. Es cierto que se han captado algunas señales de menor duración y menor intensidad que no han tenido una explicación convincente, pero como la «señal Wow!«, ninguna.
El mundo del diseño gráfico y de la ilustración por ordenador es muy cambiante. Continuamente surgen nuevas tendencias, corrientes, creadores. Incluso para los que nos gusta este mundillo a veces es difícil seguirlo. En los últimos días he estado revisando webs de diseño gráfico para ver qué se cocía por ahí.
Uno de los descubrimientos más interesantes es PDF-Mags, una web con 120 revistas en formato PDF sobre todos los campos comprendidos en eso que, en abstracto, llamamos «diseño gráfico». No me ha dado tiempo a verlas todas, pero algunas como Artzmania me han gustado especialmente.
Se trata de un magazine bimensual gratuito sobre diseño, fotografía y otros campos del arte contemporáneo que forman un escaparate de los autores más destacados del momento. Ya van por el número 5 y cada uno de ellos cuenta con más de doscientas páginas a todo color. Una fuente de inspiración o como mínimo de aire fresco para todo aficionado o profesional con sequía de ideas. Otra de mis revistas favoritas es Vektorika, especializada en diseño vectorial. Lamentablemente no hay mucho en castellano.
Apenas he visto unas pocas obras Françoise Truffaut. El realizador francés que comenzó con la nouvelle vague realizó en su amplia carrera 26 películas, convirtiéndose en uno de los abanderados de este movimiento. Quizás sea el más clásico de todos los que lo formaron. Sus películas en general sólo ofrecen algunos guiños que rompen las normas que se habían establecido hasta el momento. Se le ha acusado también, creo que con razón, de hacer un cine demasiado literario.
De todos estos «defectos» adolece ‘Jules et Jim’ (1962). Dirigida por Truffaut tres años después de su gran obra maestra indiscutible ‘Los Cuatrocientos Golpes’, ‘Jules et Jim’ cuenta la historia de dos amigos y un amor que han de compartir desde la juventud. Diversas vicisitudes se interpondrán en su relación de triángulo perfecto. La personalidad de la chica (interpretada por Jeanne Moreau, de lo mejor de la película) marcará el devenir de la trama. La película está basada en la obra homónima de Henri-Pierre Roché.
Formalmente, como he dicho, no rompe precisamente con el pasado, sino que supone una mirada atrás, hacia el cine francés de la primera mitad del siglo, sobre todo Renoir. Personalmente creo que es una obra innecesariamente larga y que, aunque no he leído el libro, da la impresión de que sigue la novela con demasiada minuciosidad. Aún así, tiene algunos momentos brillantes que la hacen por lo menos recomendable.
Últimamente no sigo mucho la televisión más allá de los típicos seis canales de ámbito nacional. Estos días de vacaciones me he dado una vuelta por las otras emisoras y me he encontrado con sorpresas. Por ejemplo, el cambio de imagen que CNN+ sufrió el pasado mes de mayo.
Es el primer cambio importante en la imagen de la cadena desde que comenzó a emitir en 1998. Ya había visto parte de la nueva imagen corporativa, por ejemplo la mosca, que creo que está mejor que antes, aunque el borde negro sobra. En cuanto a las cortinillas, no me acaban de convencer y tienen el mismo toque que las de los informativos de Cuatro. Predominio de rojos y blancos y una estética que se supone que es moderna pero demasiado recargada para mi gusto.
Otra de las cosas que no me ha gustado es el uso de la tipografía, que me parece poco coherente. Mientras que en la careta de las noticias aparece un tipo sans-serif (¿helvética?), para los deportes y el tiempo se cambia la fuente a otra que no me gusta nada. Puede que sea un detalle sin importancia, pero molesta. Los cambios afectan también a la predicción meteorológica, con un enorme rótulo amarillo con caracteres negros en la parte superior que no guarda ninguna relación con el resto de la imagen corporativa.
Quizás debieran tener como referente a la CNN matriz norteamericana (como la CNN turca) que, a mi entender, es de lo mejorcito en grafismo televisivo junto con TV5 francesa.
Hace menos de un mes, mi web de fotografía cromavista cumplía sus primeros cinco años de vida y hoy realizo una nueva actualización con imágenes de las comarcas leonesas de la Maragatería y el Bierzo, incluyendo algunas vistas de sus capitales Astorga y Ponferrada respectivamente. Pero la mayoría de las fotos son de Castrillo de los Polvazares, una localidad maragata con una arquitectura típica arriera ejemplarmente conservada donde predominan los colores rojizos de la tierra y las coloridas puertas de las casas.
En total son ocho imágenes que, como siempre digo, no pretenden ser postales turísticas, sino dar un punto de vista diferente (el «toque cromavista») sobre estos lugares. Con esta, son ya veinte las colecciones incluidas, mezclando viajes con experimentos, a veces en la misma colección.
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