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La bitácora personal de Ricardo Martín
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7 de marzo de 2022

Rescatando mi MSX

Fue un día bastante caluroso de 1995, un 22 de agosto. Guardé mi Sony HB-F700S en una caja junto con los discos de tres pulgadas y media, las casetes de juegos y algún cable. Tres días después su lugar lo ocupó un PC, un 486. Era necesario porque en unos meses comenzaba la carrera de informática y con un MSX uno no iba a ninguna parte ya. Nunca podría imaginar que transcurridos dieciséis años y unos meses, a finales de noviembre de 2021, rescataría el ordenador para ponerlo de nuevo en funcionamiento, ahora que dispongo de mucho sitio para ponerlo dignamente.

El proyecto de rescate de mi MSX es una idea que llevaba mucho tiempo queriendo llevar a cabo. Estéticamente estaba perfecto, con una carcasa algo amarilla pero sin grandes marcas ni rayones. La disquetera negra fue un reemplazo de la original allá por 1989. Al conectarlo por primera vez vi que funcionaba, se encendía, pero la imagen se mantenía en negro. Invertí en un nuevo cable RGB-Euroconector pero nada. Gracias a la buena gente de Vaj Lehenak, me orientaron hacia dónde podía estar el problema. En la placa de vídeo había un componente, el tiristor, que estaba cortocircuitado. Así que, hace unas semanas y partiendo de ningún conocimiento me puse a desoldarlo y soldar uno nuevo por otro con poca esperanza de que funcionara. Pero los dioses de la informática se aliaron conmigo y funcionó.

A día de hoy aún tengo pendiente limpiar los contactos de algunas teclas que no funcionan (la I y los cursores derecho y superior). A priori son problemas menores que espero solucionar. Afortunadamente, la fiebre de los 8 bits lleva unos años creciendo y en internet hay una comunidad cada vez más amplia y entusiasta dispuesta a prestar ayuda, a desarrollar nuevos videojuegos y aplicaciones, así como utilidades para facilitarnos la vida. Sin duda un mundo que está muy de moda y que pretendo disfrutar.

26 de enero de 2015

‘Gone Home’

Hacía bastante tiempo que no dedicaba una tarde a jugar a una aventura gráfica. Por casualidad me enteré de la existencia de ‘Gone Home’, un aventura de las llamadas independientes bastante enigmática y con una ambientación inmejorable. De siempre me han llamado mucho la atención este tipo de propuestas al margen de la industria. Creo que sólo así se puede lograr una libertad tanto formal, como de argumento y creativa completa. ‘Gone Home’ es una producción de The Fullbright Company, con sede en Portland y formada por Steve Gaynor, Karla Zimonja y Kate Craig. Desde su lanzamiento en 2013 ha obtenido diversos premios y menciones.

¿Y sobre qué trata? Básicamente, y según comentan sus autores, es un videojuego de exploración libre en la que tendremos que averiguar qué es lo que le ha ocurrido a nuestra familia. Encarnamos a Katie, una joven hija de la típica familia norteamericana que regresa de un viaje por Europa en 1995. Al llegar a casa encontramos con que está cerrada. Fuera suena una lluvia que no cesa. Y a partir de aquí la investigación. Al contrario de otras aventuras gráficas, aquí nos movemos en un universo tridimensional en primera persona, podremos coger objetos, lanzaros, dejarlos, examinarlos o interactuar con otros de forma natural. Resulta sorprendente la cantidad de detalles con que nos podemos encontrar. Es evidente que el juego ha sido diseñado con una minuciosidad casi enfermiza. Por ejemplo podemos abrir una nevera y sacar un bote de ketchup, abrir cajones o descolgar el teléfono. A medida que avancemos descubriremos qué es lo que ha ocurrido con nuestros padres y nuestra hermana a través de documentos escritos, tales como facturas, cartas o páginas de diario.

Y el toque indie desde luego se nota mucho. También en la temática y en los guiños a la cultura fanzinera y al pop-punk underground norteamericano de mediados de los noventa (por ejemplo se pueden reproducir cintas de Bratmobile) y al movimiento de las riot grrrl. En el lado de los inconvenientes, la duración del videojuego, que apenas da para una tarde estirándolo mucho. ‘Gone Home’ lo tenemos tanto para Windows como para OS X y Linux, lo que siempre es de agradecer… Ah, y la banda sonora ambiental compuesta por Chris Remo puede escucharse y comprarse también. En definitiva, una aventura gráfica que es casi una experiencia literaria…

20 de mayo de 2014

El «poke» y los viejos tiempos

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Hace cosa de treinta años mis manos tecleaban habitualmente en mi MSX esta instrucción de Basic para que algunos de los juegos que tenía pirateados funcionaran correctamente. Inmediatamente ha venido a mi memoria mientras leía el artículo «The Rise and Fall of Cheats» (algo así como «Auge y Caída de los Trucos») en el número 128 de la revista Retro Gamer. Tan curioso como interesante, en este texto se cuenta a grandes rasgos la historia de los trucos en los videojuegos. Comienza precisamente con esa palabra mágica, el «poke». Este comando del lenguaje nativo de la mayoría de los ordenadores de 8 bits servía para colocar un valor en una determinada posición de memoria (algo parecido, aunque no igual, a los MOV de ensamblador). Con esta técnica, aplicada con habilidad y conocimiento, se conseguían algunas ventajas a la hora de jugar: Avanzar de nivel, obtener vidas o dinero infinito, ser inmune…

Pero no solo de «pokes» vive el jugón retro. Las combinaciones de teclas eran también habituales. Los que teníamos MSX conocíamos el llamado Código Konami, que funcionaba en muchos juegos de la compañía nipona. Otra de las ayudas clásicas eran los mapas de niveles, que solían publicar las revistas especializadas. De hecho, estas publicaciones popularizaron los trucos, los «pokes», las combinaciones de teclas y los mapas. En este sentido, la pionera –tal y como se comenta en el artículo de Retro Gamer— fue Crash, una publicación británica de videojuegos, que ya en 1984 incorporó una sección para dar conocer los trucos que enviaban los lectores.

En la actualidad, aunque los trucos no han desaparecido por completo, su popularidad está muy lejos de lo que fue en los viejos tiempos de los 8 bits. Y en todo caso no tienen nada de artesanales…

18 de enero de 2014

Cómo organizar y archivar nuestras fotografías digitales

Uno de los aspectos más importantes que hay que tener en cuenta cuando uno se dedica al tema de la fotografía es tener una estrategia a la hora de guardar el resultado de nuestro trabajo. Por experiencia sé que ese es uno de los aspectos que más se descuida y, en mi opinión, absolutamente básico si queremos conservar las fotografías que hacemos. Existen muchas formas, tantas como personas. Cada uno tenemos nuestro método más o menos eficaz. Os voy a contar el mío particular, que no tiene por qué ser el mejor. En quince años trabajando con fotografía digital no he perdido una sola imagen que quisiera conservar.

  1. El primer paso es descargar las fotos de la cámara al ordenador, manteniendo una copia en la tarjeta original. Es posible que en ese momento ya haya borrado algunas directamente de la cámara, sobre todo si necesitaba espacio en la tarjeta de memoria. Una vez en el ordenador, es el momento de eliminar aquellas que están borrosas, subexpuestas o sobreexpuestas, repetidas o tomadas accidentalmente. Suelo abrir una ventana de mi Finder (o Explorador de Archivos en el caso de Windows) en modo miniaturas grandes para hacerlo más rápidamente. Así muchas veces no tengo ni siquiera que abrir la foto. En otras me valgo del visor rápido de OS X (pulsando la barra espaciadora con la foto seleccionada). Existen visores de archivos RAW (CR2 en el caso de Canon) para Windows. En Mac es una función nativa que viene con el sistema operativo:

  2. Una vez tenemos las fotografías que queremos conservar, creo carpetas con la fecha y el evento, motivo y lugar de lo que van a contener. El formato, por ejemplo, es más o menos así: 20140118 Casco Antiguo de Cáceres para archivar las fotos hechas hoy día 18 de enero de 2014 en el casco antiguo de Cáceres. Puede haber más de un evento el mismo día. No hay problema. Crearemos otra carpeta con la misma fecha y el nuevo evento. Dentro guardaremos las fotografías sin cambiar el nombre. Si son muchas resulta muy engorroso cambiar el nombre a todas y al final os cansaréis de hacerlo.

  3. Es el momento de hacer las copias de seguridad. En mi caso cuento con dos discos duros externos donde almaceno las fotos. Actualmente ambos son de 3 Tb. Uno es un disco duro externo normal y corriente y el otro está instalado dentro de un dispositivo de almacenamiento en red (NAS). Ambas copias son exactas.

  4. Por último sólo queda el retoque de las imágenes. Yo prefiero llamarlo procesado. Utilizando el plugin para Adobe Photoshop Camera RAW, corrijo los valores de las fotografías que en su momento no me gustaron. No es recomendable que el resultado de esas modificaciones se guarde en las propias fotografías. Yo prefiero guardarlas en un archivo xmp adjunto. No recuerdo si esta opción es la activada por defecto, pero entrando en las preferencias del plugin lo podemos modificar (En Mac Photoshop - Preferencias - Administración de archivos - Preferencias de RAW de cámara - Guardar ajustes de imagen en: Archivos sidecar ".xmp"):

  5. Una cuestión al margen que también afecta al almacenamiento de las imágenes y que veo que mucha gente se planea es si guardar los JPG resultantes del procesado de las fotografías. En mi caso, después de procesar y convertir a JPG para incluirlas en alguna de mis webs, las borro. Hay que tener en cuenta que la combinación de RAW (archivo de foto original) y de XMP (archivo de ajustes de la foto) nos da cuando queramos de nuevo la imagen resultante.

Creo que con estas humildes recomendaciones –sobre todo hacer al menos dos copias en dispositivos diferentes– conservaréis muchos años vuestras fotografías.

5 de octubre de 2013

Impresiones sobre el nuevo iMac 27»

A finales de agosto, mi viejo iMac dijo basta. A un problema inicial con el disco duro se unió pronto otro de placa base. El veredicto era claro: No tenía arreglo. En estos seis años, mi iMac no me había dado ningún problema, ni de hardware ni de software, con lo que, a pesar de su abrupto final, lo sigo considerando una buena adquisición. Por eso mi intención era clara y ya estaba ojeando los nuevos modelos. Afortunadamente, hace un par de semanas se presentaron silenciosamente los iMacs con los nuevos procesadores de Intel, los Haswell. Los modelos de 27 pulgadas contaban además con una tarjeta gráfica de 1 Gb. Esto y comprobar que la memoria y el procesador eran reemplazables y no estaban soldados a la placa base me animaron definitivamente a comprar este modelo.

Ya antes de ponerlo en marcha, uno tuvo una sensación un tanto desagradable de que Apple parece que no cuida como antes ni los detalles ni la calidad de los materiales con que construye sus productos. El cable de alimentación (el único necesario para el funcionamiento del ordenador) da la impresión de ser de mala calidad. Tampoco la sensación al tocar el aluminio es la misma que la de mi antiguo iMac. Parece más delgado y tosco. Pero evidentemente todas estas sensaciones y temores se disipan al encenderlo y comprobar como lo que verdaderamente llama la atención de este ordenador es la enorme pantalla y la delgadez de su perfil. Cierto que tiene una pequeña panza en su parte central, pero es mucho menor de lo que había visto en imágenes y vídeos. Estas dimensiones tan impresionantes pasan factura al sonido que sale por sus altavoces. Se ha intentado dotar de mayor nivel de tonos graves, quizás para disimular el deficiente sonido de agudos. Desde luego, el nuevo iMac no es para escuchar música si tenemos un oído medianamente fino. Enseguida percibiremos el clásico sonido a «lata». Pero esto siempre lo podremos solucionar con unos buenos altavoces externos.

Respecto al teclado y ratón, opté por el teclado inalámbrico y el ratón Magic Mouse, con lo que tengo ya el lote completo (ya tenía el Magic Trackpad y el Mighty Mouse inalámbrico). El teclado es muy cómodo y el recorrido de las teclas es algo mayor que el teclado USB que tenía antes. Se echa de menos las conexiones USB de los laterales. Las utilizaba mucho para conectar un lápiz de memoria o el iPod. También cuesta algo acostumbrarse a unos cursores más pequeños. Sin embargo, a lo que no cuesta nada acostumbrarse es al Magic Mouse. Me parece una pequeña maravilla, el colmo de lo intuitivo. Posee un botón (configurable como dos, izquierdo y derecho) y su superficie es totalmente táctil, con lo que tenemos un trackpad y un ratón en el mismo periférico. A mi me parece ideal, porque combina lo mejor de mis otros dos ratones.

Desde hace unos años, los iMac no llevan unidad SuperDrive (lector/grabador de CD/DVD). Con el tiempo comprobaré si esto es un problema o no. En un principio no lo he necesitado para nada. El sistema operativo viene precargado y –como muchos sabréis– no es necesario formatear el sistema de vez en cuando como en Windows. De hecho yo en seis años no lo he formateado nunca y –hasta que dijo basta– funcionó perfectamente. En ese primer encendido he restaurado el sistema de mi viejo ordenador con Time Machine y en algo más de una hora tenía mi sistema de siempre –hasta el último detalle– en el nuevo ordenador.

A pesar de estos años de uso continuado e intenso de Mac, me sigue sorprendiendo que OS X siga funcionando tan bien. Algo que en definitiva, es el triunfo de las ideas sencillas. A muchos este artículo les parecerá mera propaganda de Apple, pero lo que realmente me mueve es la admiración por la compañía que, si bien ya no genera los titulares que generaba hace unos años, sigue fabricando muy buenos aparatos con el valor añadido de un software elegante, útil, potente y sencillo que nos facilita mucho la vida.

19 de septiembre de 2013

Probando iOS 7: Un sistema avanzado bajo apariencia sencilla

Vivimos en unos años en los que la actualización de un sistema operativo para móviles es noticia en los medios. Hace diez años hubiéramos pensado que estábamos locos. Esta reflexión me surgió al ver la avalancha de informaciones acerca de iOS 7, el nuevo sistema operativo para iPhone. Yo conseguí bajarlo ayer por la tarde después de varios intentos.

A pesar de que ya habíamos visto muchas pantallas y conocíamos el diseño con bastante detalle, impresiona verlo instalado y funcionado en mi móvil. Las primeras imágenes que vi cuando fue presentado antes del verano no me acabaron de convencer y pensé que el diseño cambiaría a algo más «refinado» en la versión definitiva. Pero no. Lo que se mostró en su día es lo que hoy tenemos. Y tengo que decir que todas aquellas dudas se han disipado completamente. iOS 7 me parece valiente, atrevido, innovador, rápido y muy práctico. Como siempre, Apple ha cuidado todos los detalles, tanto lo que se ve como lo que no, o aquello que quizás descubramos dentro de unos meses.

Lo primero que llama la atención y «choca» es el colorido y el aspecto radicamente plano y algo infantil de los iconos. Tal vez algunos de ellos podían haberse diseñado de otro modo (el de Safari y el de Ajustes me parecen horribles), pero todo es acostumbrarse. El nuevo sistema permite que estos iconos puedan ser dinámicos, ya que están diseñados mediante vectores (para entendernos, no son imágenes «fijas»). Por ejemplo el icono de la aplicación Reloj muestra la hora, minutos y segundos reales y se actualiza en tiempo real. Otra novedad interesante son los paneles semitranslúcidos, igual que los fondos dinámicos. También lo es que ¡por fin! podamos acceder rápidamente a las opciones más habituales. En el centro de control podremos activar o desactivar las redes inalámbricas, el bluetooth, encender y apagar la linterna, ajustar el brillo de la pantalla y otras opciones útiles.

Todo en iOS 7 es muy ágil e intuitivo y acostumbrarse es cuestión de minutos. El nuevo teclado, aunque tiene características muy parecidas al antiguo, da la sensación de ser más fácil de usar, más cómodo. Por otra parte el asistente por voz Siri también funciona mejor y sabe dar respuestas más naturales a nuestras preguntas y comandos.

En definitiva, un paso adelante en cuanto a estética y tecnología que no es precisamente conservador. Apple ha buscado la originalidad, la diferencia y, por supuesto, la excelencia en el funcionamiento y en los detalles bajo una apariencia sencilla. Y eso no es nada fácil de conseguir.

19 de junio de 2013

Probando Adobe Photoshop Creative Cloud

La compañía Adobe presentaba hace un tiempo un giro en su filosofía. Básicamente venían a decir que la «nube» sería la reina de sus aplicaciones. Que las aplicaciones estarían basadas en la red y sería necesario para usarlo. Poco más se sabía. Algunos pensábamos que ejecutar aplicaciones basadas en web, directamente «tirando» de red, sería muy complicado porque necesitan gran eficiencia y potencia de cálculo. Efectivamente Adobe también lo sabía y por eso las cosas no son exactamente así.

Pero como siempre, he probado Adobe Photoshop CC, una de las aplicaciones del sistema Creative Cloud. El proceso es muy sencillo, sobre todo en mi caso, porque ya tenía una cuenta en Adobe. Consiste en descargarse un instalador que ejecuta un panel de control desde donde gestionaremos los programas instalados, el estado de nuestra cuenta, las actualizaciones, etc. En el menú de aplicaciones instalamos la aplicación que deseemos, en este caso Photoshop. Me ha llamado especialmente la atención el peso de la aplicación, de casi 1 Gb. Para ser una aplicación «en la nube» parece excesivo (Photoshop CS5.1 son unos 700 Mb en su versión Mac). Realmente es una aplicación normal y corriente como sus predecesores.

Entonces ¿Merece la pena pasarse al nuevo sistema? En mi opinión, rotundamente no. Además de no ofrecer nada nuevo, el nuevo sistema de licencias resulta caro para aquellos que, como yo, lo usamos sólo ocasionalmente (digamos que un par de días a la semana). Los precios por aplicación y mes ronda los 25 euros. Si se quieren usar todas las aplicaciones la tarifa asciende a más de 60. Esto hará que los profesionales sean reticentes a actualizarse. En cuanto a la obtención de copias no oficiales, crackear el nuevo sistema sólo será cuestión de tiempo. Sinceramente, veo que Creative Cloud será un fiasco y Adobe tendrá que recapacitar. Pronto veremos un CS7…



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