El poder empresarial
Hace siglos, el poder lo ostentaban los jefes de tribu. Estos jefes evolucionaron hacia los primeros reyes de la antiguedad, que a su vez desembocaron en nuevas formas de gobierno siempre absolutistas y de inspiración divina. Todo eso terminó con la Revolución Francesa. El poder lo tuvo el pueblo por primera vez en la historia y era capaz de elegir a quienes debían dirigir la nación.
Esto fue así hasta hace muy poco. Diréis que aún sigue siendo así. En parte sí, porque la verdad es que el poder omnipresente de las empresas comienza a ser más que evidente. No me lo estoy inventando yo. Teóricos anti-neocapitalismo como Chomsky o Naomi Klein alertan del papel predominante que el sector privado va teniendo en aspectos básicos de nuestra sociedad. En países donde el régimen ecónomico neo-liberal está más desarrollado, como por ejemplo los Estados Unidos, grandes corporaciones empresariales tienen ya el control de buena parte de los servicios públicos. El ejemplo más paradigmático es el de la industria farmaceútica, que trata asuntos tan básicos como la salud. Me sigue pareciendo sorprendente que algo así esté en manos privadas (recuerdo: maximizar beneficios y ley de oferta y demanda) y que no esté lo suficientemente bien regulado como debiera. Quizás en Europa la fiebre privatizadora sea de menor escala, pero países tradicionalmente estatalistas como Francia, están comenzando programas de privatización a gran escala.
La solución de privatizar es una solución cómoda a los problemas de un Estado. Se externaliza el servicio y el Estado se lava las manos. Existe el mito de que lo privado funciona mejor que lo público. No voy a entrar en ese debate, porque hay casos de todo tipo. Lo único indiscutible es que cada día hay más precariedad laboral, los empleados muchas veces no están lo suficientemente preparados para desempeñar tareas o la empresa escatima su inversión en recursos humanos en aras de un mayor beneficio.
Desde mi punto de vista, las privatizaciones son erróneas por definición. Sé que voy en contra de la corriente económica actual, y que sin privatizaciones no se puede competir, pero posiblemente en el futuro nos arrepintamos y haya que dar marcha atrás.