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La bitácora personal de Ricardo Martín
Comentando cosas desde 2004
12 de septiembre de 2007

Charles Fort y ‘El Libro de los Condenados’

El tiempo que tiene uno a lo largo del día es limitado, así que no he podido más que echar una ojeada a un libro que me resulta bastante interesante. Es ‘El Libro de los Condenados’ de Charles Fort. Para todos aquellos que somos aficionados a los fenómenos extraños y a los misterios de la ciencia, Fort es un viejo conocido. En su libro, Fort desgrana los hechos más extraños de la naturaleza de los que tuvo conocimiento. Para ello mantenía un archivo de fichas, asignando una a cada fenómeno anómalo que leía en la prensa o en libros antiguos. Guardaba las fichas en humildes cajas de zapatos y parece ser que llegó a recopilar miles de ellas. Fruto de todo ese minucioso trabajo surgió este manual de los hechos extraordinarios, como perfectamente podría llamarse.

En principio Fort almacenaba aquellos eventos que estaban comprobados por testigos y por científicos, pero que no tenían una explicación convincente. Buena parte de su trabajo lo ocuparon las lluvias extrañas. Lluvias de gelatina, de peces, de arañas, de piedras, de hielo, de «hilos», de polvo amarillo, de bolas de metal, de trozos de carne, de sangre, lluvias negras y un largo etcétera. Cuando se publicó el libro en 1919, muchas de estas lluvias no tenían explicación. Hoy sí la tenemos para algunas, aunque no para la mayoría.

Más allá de una mera recopilación, ‘El Libro de los Condenados’ es también una dura crítica contra los estamentos científicos inmovilistas, incapaces de aceptar hechos inexplicables y condenándolos a no existir oficialmente. De ahí el apelativo de «condenados». La influencia de Fort hoy día es muy grande e incluso existe un organismo llamado Charles Fort Institute que se dedica a la investigación de este tipo de fenómenos. En definitiva, espero dedicarle a este libro el tiempo que sin duda se merece.

11 de septiembre de 2007

¿Quién es Osama Bin Laden?

Imagen de Osama Bin Laden

Hoy se cumplen seis años de uno de los acontecimientos más influyentes de la historia moderna. Los atentados del 11-S han generado ya mucha más literatura, películas y documentales que cualquier otro evento reciente. Unos hechos que han cambiado el mapa del mundo, han servido de excusas para guerras por los recursos naturales, para reorganizar la geopolítica y para recortar derechos ciudadanos en muchos países.

Detras de todo está la figura ya casi mítica de Osama Bin Laden, miembro de una adinerada familia saudí que se codeó durante décadas con lo más granado del poder de occidente, con los Estados Unidos a la cabeza, y que lo utilizaron para detener el avance soviético en Afganistán a finales de los setenta. Dueños de negocios millonarios, la familia Laden llegó incluso a veranear en Marbella como la familia de un jeque árabe más. Sin embargo, casi de la noche a la mañana y a partir de los atentados de Kenia y Tanzania de 1998, Bin Laden se convirtió en el enemigo número uno del gobierno norteamericano.

Yo siempre he visto algo extraño en Bin Laden, algo que no encaja. Por supuesto es una percepción particular que no se basa en ninguna prueba, pero tiene algo de títere, de ser etéreo. Una cara que poner a toda esa maraña terrorista que está por todas partes. Un rostro definido a lo indefinible. Más que el mayor terrorista internacional, Bin Laden tiene cierto aire de malo de cómic o de película de acción. Todo lo que le rodea está sumido en el misterio y la incertidumbre. Durante mucho tiempo no se supo siquiera si estaba vivo o muerto o dónde se esconde. ¿Cómo la mayor potencia militar y tecnológica del mundo puede no saber el paradero de una persona dentro de un área más o menos delimitada? ¿Cómo puede ser que los servicios de información de prácticamente el mundo entero estén detrás de él y no lo localicen? A mi, personalmente, me parece algo muy extraño. Encontrar a Sadam Hussein fue cosa de no mucho tiempo. ¿Y Bin Laden? ¿Conviene encontrarlo? ¿O es que el personaje, tal y como nos lo han vendido los medios, no existe realmente? Yo no lo creo, pero los hechos invitan por lo menos a la duda.

10 de septiembre de 2007

Adiós PC. Hola Mac

Una foto de mi nuevo ordenador

Esta tarde he recibo en casa un paquete. Era mi nuevo ordenador. Y, por primera vez en 12 años no era un PC, sino un Mac. Algunos os echaréis las manos a la cabeza. ¡Un Mac! Pues sí. Era el momento de jubilar a mi achacoso y ruidoso PC. Me ha acompañado durante los últimos cuatro años sin prácticamente ninguna ampliación (salvo la tarjeta gráfica). Estoy contento con él. Pero ahora cambiará de manos.

Hay unas cuantas razones que me han llevado a este cambio. A lo largo de los últimos meses he visitado montones de páginas web de los principales fabricantes de ordenadores. HP, Lenovo, Acer, Sony, buscando una máquina que no ocupara mucho espacio, potente, con el mínimo número de cables (hasta ahora tenía un enorme manojo de cables mal escondidos por ahí), con una pantalla medianamente grande (al menos 19») y silencioso. En un principio pensé en un media center de HP con procesador Intel VIIV. Es bastante pequeño, pero al final iba a tener los mismos cables que antes. Otra opción era el DELL con Core 2 Duo, aunque lo descarté por ser grande y demasiado caro. Lo mismo me pasó con la nueva gama de Sony VAIO de sobremesa. Muy buen ordenador, pero ¡a partir de 2.000 euros!. De Acer es mejor ni hablar. Los acabados y el diseño son bastante malos.

Paralelamente a estoy, los ordenadores domésticos de Apple estaban experimentando una disminución de precio y un aumento en sus prestaciones y en la calidad de sus acabados. Al principio temí por que hubiera algún tema de compatibilidad entre Windows y Mac, pero se evaporaron al comprobar que puede instalarse Windows en una partición o utilizar un emulador como WMWare Fusion.

Tal sólo llevo unas tres o cuatro horas con él y, no os voy a engañar, cuesta un poco adaptarse a una nueva filosofía, pero creo que a la larga será beneficioso. Las primeras impresiones han sido incluso mejores de lo que me esperaba. Es absolutamente silencioso y la pantalla es más grande de lo que pensaba. Pero como digo, la migración será lenta hasta que comprenda totalmente cómo funciona el sistema. A buen seguro que en los próximos días escribiré más sobre esta nueva vida de switcher.

9 de septiembre de 2007

La doctrina del shock

«Sólo una crisis, real o percibida, produce un auténtico cambio.»

La portada del libro en su edición en castellano

Bajo esta premisa del economista Milton Friedman, principal defensor de la teoría neoliberal más radical, se desarrolla el mini documental ‘The Shock Doctrine. The Rise of Disaster Capitalism’ (‘La Doctrina del Shock. El Auge del Capitalismo del Desastre’) presentado ayer en el Festival de Cine de Venecia. Ha sido realizado por la activista y escritoria canadiense Naomi Klein y el realizador mexicano Alfonso Cuarón. En tan sólo seis minutos se expone la teoría de que bajo un estado de shock, ya sea fortuito o provocado, las masas son manipulables y el comportamiento de los individuos se vuelve infantil y temeroso. Las aplicaciones de estas teorías son múltiples, aunque siempre igual de siniestras. Puede aplicarse individualmente como métodos de tortura (el ejemplo paradigmático es Guantánamo) o colectivamente para tomar medidas poco populares, recortes de derechos sociales o libertades adquiridas con esfuerzo a lo largo de décadas.

Pero el documental sólo es la punta de lanza para todo un nuevo movimiento que intenta luchar contra la manipulación masiva por parte de autoridades falsas dirigidas por el poder de las empresas, aplicando tácticas de guerra de la CIA basadas en principios no demasiado éticos. Como decía, el cortometraje es sólo un vértice más de esta concienciación. El próximo 18 de septiembre se publicará en los Estados Unidos el libro del mismo nombre, escrito por Naomi Klein, y sobre el que ya se pueden leer algunas páginas en su sitio web. La edición en castellano llegará en octubre a través de la editorial Paidós. Al igual que con ‘No Logo’, Klein vuelve a darnos que pensar y nos abre un poco los ojos, aunque no esté de acuerdo con ella en algunas de sus premisas y conclusiones.

8 de septiembre de 2007

‘A Taste of Honey’ y el free cinema británico

Los últimos años cincuenta y primeros sesenta fueron los tiempos de la pérdida de la inocencia. En los Estados Unidos, la generación beat agitaba conciencias y reclamaba una nueva forma de entender el mundo y el arte. En Francia, los primeros movimientos sociales y políticos comenzaban a cuestionarse el poder establecido. Surge la nouvelle vague. Y en el Reino Unido los estragos de la segunda guerra mundial desaparecían, aunque las diferencias sociales se acentuaban. El arte se volvía comprometido y buscaba nuevas formas de expresión. Un grupo de directores de cine surgidos del mundo del teatro comenzó a realizar sus películas dentro de lo que posteriormente se llamaría «la nueva ola británica» o free cinema. Al igual que sus colegas galos, su cine bebía de las fuentes de la realidad social. Formalmente rompía los esquemas establecidos, despojando a las películas del cartón piedra de los escenarios artificiales y dando cierta verosimilitud documental a sus obras.

Quizás su principal exponente sea Tony Richardson, que debutó como realizador en 1958 con ‘Look Back in Anger’, una adaptación de la obra teatral del mismo nombre. Desde el principio, Richardson contribuyó a derribar los estereotipos victorianos que aún quedaban en pie dentro de la sociedad británica, mostrando el otro lado de la teóricamente nueva y próspera Inglaterra. Sus personajes siempre rozan la marginalidad y viven al límite en un entorno normalmente hostil y post-industrial. Un planteamiento sorprendentemente moderno si tenemos en cuenta que fueron rodadas hace casi cincuenta años.

Posiblemente el quiebro definitivo del viejo orden vino con el estreno de ‘A Taste of Honey’ en 1961. Para muchos este es el comienzo de la década de los sesenta artísticamente hablando en las islas británicas. He tenido ocasión de verla y supongo que en su momento escandalizó a más de un puritano. No por que haya desnudos ni situaciones sexuales explícitas ni implícitas, sino porque retrataba directamente lo que el Imperio había ocultado siempre debajo de su alfombra. Asuntos espinosos como el racismo, el embarazo no deseado, el alcoholismo, la marginalidad o la homosexualidad son tratados sin ambages, pero con increíble sensibilidad e incluso inocencia. Richardson consigue transitar en el difícil campo de la tragicomedia, entre momentos simpáticos y otros brutales. Cuarenta y seis años después de su estreno sigue siendo impactante.

7 de septiembre de 2007

El dilema de la vivienda: comprar, alquilar y el papel del Estado

El tema de la vivienda está más de actualidad que nunca. Los periódicos se llenan de cifras estadísticas comparándonos con otros países de la Unión Europea: que si en España la mentalidad es diferente porque preferimos por abrumadora mayoría comprar antes que alquilar, porque la edad de emanicipación es más alta que la de nuestros vecinos.

La realidad es que casi nadie se plantea vivir de por vida en una vivienda de alquiler. Yo tampoco. Mis razones quizás sean las mismas que para el resto de futuros compradores: falta de vivienda decente de alquiler, inseguridad (los contratos de arrendamiento se firman anualmente prorrogables por cinco años, tras los cuales se pueden «revisar» las condiciones), precios altos (que hacen que compense pagar una hipoteca) y, añado yo, problemas a la hora de hacer grandes reformas en la vivienda.

Pero los compradores se enfrentan al hándicap de vivir en deuda con su banco prácticamente de por vida. Aunque el precio de la vivienda no sube tanto como en años pasados, aún son altísimos en la mayoría de las capitales españolas. Un auténtico escándalo. Porque es inadmisible e incomprensible para mí que se haya dejado de mano de las leyes del mercado un bien de primera necesidad como es la vivienda. No estamos hablando de un coche, ni siquiera de un trabajo. Se trata de un lugar donde poder vivir. Vamos, lo más básico del mundo.

El Estado, que es el único que puede paliar la situación, está de brazos cruzados o por lo menos no está haciendo lo suficiente. Las Viviendas de Protección Oficial son casi testimoniales, una gota de agua en un mar de pisos. La única administración que se ha enfrentado con valentía al problema ha sido la Junta de Andalucía. No voy a entrar en si esta medida es puramente electoralista (las autonómicas coincidirán con las generales de marzo). En mi opinión, los poderes públicos pueden hacer mucho por romper el mercado libre. Todavía no se sabe cómo, pero garantizarán una vivienda a todos aquellos andaluces que ingresen menos de 3.000 euros al mes y que no invertirán más de un tercio de su renta en ella. De momento esto es una excepción.

Así que, muy a mi pesar, tiene que ser la iniciativa privada la que ponga su granito de arena para paliar el problema. La loable iniciativa de José Moreno, el «promotor aficionado» que construyó 400 viviendas en un buen lugar de Fuenlabrada y que vende por 82.000 euros cada una es el mayor exponente. Pero empresarios y altruismo no son precisamente un binomio muy frecuente.

Con este panorama, para muchos sólo queda protestar y llamar la atención de cualquier forma. Que todo sea por reivindicar nuestro derecho a la vivienda.

6 de septiembre de 2007

Charlotte Gainsbourg

Una foto promocional de Charlotte Gainsbourg

Leyendo la prensa esta tarde me entero de que la actriz y cantante francesa Charlotte Gainsbourg (Londres, 1971) está pasando por delicados momentos de salud al haber sufrido una hemorragia cerebral. Confiemos en su pronta recuperación. Charlotte es hija de dos grandes de la escena artística del país vecino: Jane Birkin, sex symbol musical y cinematográfico durante los setenta, y Serge Gainsbourg, compositor entre otras del célebre y polémico ‘Je t’aime, moi non plus’ y de quien he hablado ya aquí.

Su carrera ha estado ligada desde su infancia al cine y ya ha sido reconocida como una de las promesas confirmadas del cine francés. Puede considerarse una actriz independiente, ya que no ha participado en ninguna gran producción de renombre internacional. La primera vez que la ví fue en una película llamada ‘Enamorada’ (1991) que pusieron en La 2 allá por el 95 o el 96. La fama le ha llegado relativamente tarde y no con el cine, sino con la música. Ha sido con su segundo disco ‘5:55’ (2006) con el que ha triunfado al menos dentro de los circuitos independientes. Es un buen disco con al menos un tema excelente. Me refiero a ‘The songs that we sing’, que incluí en mi recopilatorio Muestra Musical 66.

Gainsbourg tiene la gran virtud de la discrección y de haberse ganado su hueco poco a poco, sin estruendo, en el mundo del cine y ahora de la música. También tiene esa elegancia tan especial y tan difícil de conseguir hoy día.



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