No es muy normal que traiga aquí el trabajo de un fotógrafo. El de los fotógrafos sigue siendo para mí un mundo desconocido sobre el que prácticamente no sé nada. Sin embargo he dado por casualidad con la obra del londinense Tom Hunter y me ha encantado. No se puede decir que se salga de lo habitual en este tipo de fotografía, pero sí creo que aporta algo novedoso. Sus fotografías tienen un tinte pictórico innegable, de pintura clásica. De hecho, muchas de estas imágenes son interpretaciones modernas no exentas de ironía, de mitos o motivos representados en obras pictóricas de otros siglos.
Hunter utiliza en muchas de sus series el entorno de su barrio, el barrio londinense de Hackney. Incluso los modelos que aparecen en muchas de estas fotos son sus amigos, vecinos o desconocidos que se prestan para figurar en ellas. A pesar de todo este presunto amateurismo los resultados son espléndidos o quizás por ello lo sean. No es fácil convertir unos personajes cotidianos y un escenario vulgar en una obra de arte. Pero lo consigue a base de utilizar inteligentemente la sobreinterpretación y, como dije antes, una fina ironía que terminan de redondear la obra.
Aunque esto al final es lo de menos, también me ha interesado la técnica utilizada. Al menos en sus primeras obras. Se trata del cibachrome (o ilfochrome), un tipo de papel plástico con unas cualidades especiales que permite ser impresionado a partir de una película en positivo (una diapositiva). El resultado difiere mucho del papel fotográfico normal, puesto que proporciona unos brillos y un color peculiares que son difíciles de conseguir mediante otros procedimientos. En la exposición temporal Thyssen-Bornemisza de Madrid puede verse una de estas fotografías. Es ‘Reservoir nº 1’ de la serie ‘Life and Death in Hackney’. Se trata de un préstamo de la colección del Domus Artium 2002 de Salamanca.
No es la primera vez ni será la última que trato en el blog el asunto de las apariciones de la Virgen. Me parece uno de los fenómenos más curiosos e interesantes que puedan darse. Y no lo digo por el componente religioso, sino por el sociológico. Una de las constantes de este tipo de anomalías es que suele producirse en lugares o momentos conflictivos, como reafirmación de la fe frente a una supuesta agresión o amenaza o similares. La figura de la Virgen fue durante siglos (y hasta hace muy poco en la mayoría de países del orbe cristiano) un símbolo de la cultura occidental Así fue en Fátima en 1917, posible respuesta a la Revolución Rusa, al comunismo y a su ateísmo militante que «amenazaba» con «contagiar» a toda Europa. O en Međugorje (Bosnia y Herzegovina) en 1981 en un contexto de tensión religiosa entre el ateismo oficial, el islamismo y el cristianismo. Con esto quiero decir que no podemos desvincular dichos fenómenos de su entorno cultural, social e histórico.
Me ha llamado muchísimo la atención las supuestas apariciones de la Virgen que han tenido lugar en un barrio copto (los cristianos egipcios) de El Cairo. Por varios motivos. Uno de ellos es, de nuevo, el lugar y el momento en el que se producen: los coptos son una secta cristiana en decadencia frente al auge islamista. Provocado artificialmente, un efecto natural, un acto consciente o inconsciente, esta aparición mariana es una reafirmación de esas ideas religiosas. No importa la literalidad de los hechos, sino su sentido. He leído algunos artículos de agencias como EFE o AFP que narran todo lo ocurrido. Se acompañan algunas fotos del lugar, de la iglesia donde tuvieron lugar.
Buscando un poco más por la red también he encontrado en YouTube algunos vídeos tomados con los teléfonos móviles de algunos de los presentes. Ese es precisamente el segundo motivo por el que esta aparición resulta interesante. Es una de las primeras que tiene lugar en la era del «testigo electrónico», en la que los aparatos, que son absolutamente objetivos, captan lo que hay sin contaminaciones ni añadiduras ideológicas. Según las crónicas, la aparición duró unos 45 minutos, tiempo de sobra para registrar todo tipo de vídeos. Pero, sinceramente, ninguno de ellos me saca de dudas. No existe una sola grabación que despeje al cien por cien (ni siquiera al cincuenta por ciento) mi escepticismo. No importa, porque el fenómeno deseado ya se ha producido. Los coptos son ahora mucho más visibles para el mundo que antes.
Por último, el tercer motivo de interés es el lugar. Egipto es, probablemente, uno de los enclaves más antiguos donde enraizó la religión de Jesucristo. Es donde se conservan los más antiguos templos cristianos. Una buena parte de su simbología se la debe a esta tierra y al sincretismo con otras religiones anteriores, como la que profesaban los faraones. De hecho, Egipto aparece en numerosas ocasiones en el Nuevo Testamento de la Biblia…
De nuevo se repite la misma historia. Alguien es capaz de burlar las medidas de seguridad antiterroristas y consigue subir a un avión con explosivos. Una vez en vuelo, el presunto suicida intenta en vano activar su carga. De nuevo, el mundo se ha librado de una tragedia. De nuevo el presunto terrorista es un hombre culto y con dinero, esta vez nigeriano, o sea, de piel negra. Y la próxima vez quizás sea blanco. Las formas y la técnica del terrorismo del siglo XXI son casi infinitas, o al menos pueden serlo. Y mientras, algunos estados proponen medidas que, lejos de ser eficaces, tranquilizarán a los pasajeros y a la opinión pública y crearán una ilusión de seguridad hasta que se produzca un nuevo atentado o intento de atentado. De nuevo todo se pondrá en duda, se aumentarán las medidas de seguridad y así sucesivamente. Se entrará en una espiral de paranoia de la que ya vemos su comienzo. Todo será en vano.
Los escáneres de última generación que han comenzado a instalarse ya en algunos aeropuertos pueden detectar cualquier objeto sospechoso que se encuentre adosado al cuerpo, pero jamás podrán detectar las intenciones terroristas y suicidas de quien puede hacerse con los mandos de un avión y lanzarlo contra cualquier objetivo. De hecho, la última generación de atentados es de ese tipo. No utilizaron explosivos. En cambio, donde sí se usaron explosivos fue en los desgraciados atentados del 11 de marzo de 2004 en los trenes de Cercanías de Madrid. Con buen criterio, las autoridades no reforzaron las medidas de seguridad en las estaciones de tren ni se instalaron escáneres que desnudaban a los pasajeros. Y entonces fueron 192 víctimas mortales. Las acciones terroristas, sin embargo (y afortunadamente), no se han repetido.
¿A dónde quiero llegar con todo esto? A que son infinitamente más importantes y más eficaces los servicios de inteligencia (nacionales e internacionales) y la investigación policial que las supuestas medidas de seguridad tan visibles en algunos medios de transporte. Esta implantación no es más que un fracaso de aquellos. Una medida de impotencia que no impedirá que en el futuro puedan producirse nuevos hechos que ojalá jamás ocurran.
Estas vacaciones he dedicado apenas una hora u hora y media a leer uno de los libros más conocidos y leídos de la literatura universal. Me refiero a ‘El Principito’. Fue escrito en 1943 por Antoine de Saint-Exupéry. Son muchas las peculiaridades que tiene esta pequeña obra de aproximadamente un centenar de páginas. La principal de ellas son sus múltiples lecturas. Tantas que ha suscitado profundos debates sobre su significado último. Pero lo cierto es que está escrito con tal ambigüedad y con tan amplia simbología que admite tantas interpretaciones como lectores se acerquen a ella. En una primera lectura no encontramos más que un cuento para niños más, quizás incluso algo trasnochado. Pero algo nos hace volver a leerlo: es el comienzo.
‘El Principito’ empieza con un aviador atrapado en medio de un desierto a causa de una avería en el motor de su avión. Esto está tomado de la realidad, puesto que Saint-Exupéry tuvo una experiencia similar junto a otro piloto en el desierto del Sáhara. Su situación llegó a ser tan extrema que comenzaron a tener alucinaciones. Y son estas aluciones las que quizás en el libro hacen al aviador oír voces que después se materializarán en un niño que asegura provenir de un pequeño planeta donde sólo vive él junto a tres volcanes y una flor. Tras huir de él comienza un periplo por otros planetas minúsculos donde viven personajes curiosos en cada uno de ellos (El rey, el vanidoso, el borracho, el contable, el farolero y el geógrafo, que es quien le indica que puede visitar un enorme planeta llamado la Tierra). Todos ellos son, como puede verse, modelos rechazables del comportamiento humano.
Decía que éste no es sólo un libro para niños. Una muestra más es su final, tan abrupto y trágico, pero no desvelaré más… Seguimos… Otro aspecto interesante del libro es el que nos encontramos nada más abrir la tapa. La pequeña (y archiconocida) fábula de la serpiente que engulle a un elefante. Los adultos ven en el dibujo un sombrero. Del mismo modo, y siguiendo esa idea de que los mayores no tienen imaginación, tenemos el pasaje del cordero y la caja. El aviador no sabe dibujar un cordero a gusto del Principito, así que decide dibujar una caja y asegura que el cordero está dentro. Tan sólo hay que aplicar la imaginación. A lo largo de toda la narración vemos una crítica absoluta al estilo de vida de los mayores, frente a la inocencia de los niños. En mi lectura particular tuve la sensación de que Saint-Exupéry fue permeable a filosofías de vida orientales, quizás al confucionismo o incluso al budismo.
En definitiva, ‘El Principito’ es uno de esos libros que todo el mundo debería leer varias veces. Siempre encontrará nuevos significados y en buena medida el estado de ánimo del lector influirá en su sentido. Imprescindible.
Si tuviera que quedarme con un realizador español, sólo con uno, me quedaría con Iván Zulueta. El autor de ‘Arrebato’ (1979) o ‘Un, Dos, Tres, Al Escondite Inglés’ (1969) falleció el pasado 30 de diciembre. En su día dediqué un fin de semana a ver estos largometrajes, que fueron los únicos que filmó. Me quedo con Zulueta porque supo reinventar y modernizar el panorama audiovisual español y porque fue toda su vida un experimentador nato al margen de los convencionalismos, tanto en su vida personal como en su vida artística. La parte más desconocida de su filmografía son sin duda sus cortometrajes. Rodó diecisiete en multitud de formatos (desde el super 8 hasta los 35 mm). Me da la impresión de que el soporte cinematográfico fue para él siempre un fetiche (que explotaría hasta el límite en ‘Arrebato’).
Buscando por YouTube me he encontrado con algunos de ellos, pero muchos menos de esos diecisiete. Me esperaba alguno más. Y es que Zulueta aún sigue siendo un artista tan desconocido como maldito, incluso en la red, tan abierta siempre a propuestas alternativas. Tan sólo he encontrado tres de esos cortos, el titulado ‘Leo es Pardo’ (1976), ‘Kinkón’ (1971) y ‘Aquarium’ (1975). Aquí los tenéis por ese mismo orden:
También me he enterado de que en 2004, Andrés Duque realizó un documental sobre la figura de Iván Zulueta titulado ‘Iván Z’. Aún no lo he visto, pero aquí os dejo un avance. Espero verlo pronto:
Y para terminar, si para Zulueta el mundo de la fotografía y de la pintura (especialmente carteles) fue importante, no lo fue menos el de la música. Combinó todos ellos en sus obras cinematográficas, dirigiendo programas musicales como ‘Último Grito’ a finales de los años sesenta. Aquí un fragmento de la película ‘Un, Dos, Tres, Al Escondite Inglés’ con la actuación del grupo Los Buenos:
Se ha convertido casi en una tradición. Y además es algo inevitable. El número de enero de Rockdelux dedica buena parte de sus páginas a hacer el repaso de lo mejor del año. Esta selección la realizan los propios redactores y colaboradores de la revista. Y yo comparo mis humildes listas con las suyas. Curiosamente, el pasado 2009 ha sido uno de los años que menos he leído Rockdelux y, sin embargo, es uno en los que más he coincidido. Igual que en 2008, hemos coincidido a la hora de elegir el mismo disco como nuestro favorito nacional.
En aquella ocasión fue ‘Supercrepus’ de Joe Crepúsculo’ y esta vez ha sido ‘Romancero’ de La Bien Querida. Las coincidencias no se quedan aquí. Los dos incorporamos a Parade y su ‘La Fortaleza de la Soledad’ (nº 2 para mí y nº 7 para Rockdelux), a Joe Crepúsculo con ‘Chill Out’ (nº 5 para mí y nº 6 para Rockdelux). Mi disco favorito internacional, que es el homónimo de God Help the Girl, es nº 37 para Rockdelux. De mis cinco discos internacionales también encontramos en las listas de la revista el ‘The Eternal’ de Sonic Youth.
En sencillos, una sección que yo no tengo, me alegra un montón ver a Los Planetas con su ‘Cuatro Palos’ y el tema ‘El romance de Juan de Osuna’ en cabeza y a Delorean con ‘Ayrton Senna EP’ en segundo puesto. Ambos aparecen con temas en mi lista de lo mejor nacional. Y si nos seguimos fijando en las canciones, temas como ‘My girls’ de Animal Collective (nº 7 para mí y nº 1 para Rockdelux) o ‘Lisztomania’ de Phoenix (nº 8 para mí y nº 6 para la revista) son otras de las coincidencias. En temas nacionales, aparte de lo mencionado antes, la única aparición coincidente ha sido el ‘Club de fans de John Boy‘ de Love of Lesbian.
Todos los Estados tienen una mitología que han de sostener, fomentar y, por supuesto inventar o tergiversar para ajustarse a una determinada ideología. Muchas veces eso supone una especie de alucinación colectiva, asumiendo hechos que en realidad no sucedieron o que sucedieron de modo muy diferente a como creímos vivirlos o a cómo nos los han contado. Esta es la idea de la que parte el escritor Javier Cercas en su ‘Anatomía de un Instante’. El exitoso libro refresca la memoria y deja al descubierto que las cosas quizás no fueron exactamente como los que las vivieron las recuerdan. La memoria es traicionera.
‘Anatomía de un Instante’ es un ensayo novelado, aunque más bien poco. Es en ese género difuso en el que Cercas se siente más cómodo a la hora de contar aquellas horas angustiosas, a la vez que a modo de retrospectiva, nos sumerge en los precedentes de cada uno de los tres auténticos protagonistas del 23-F: Santiago Carrillo, secretario general del PCE, Adolfo Suárez, Presidente del Gobierno y el general Manuel Gutiérrez Mellado, vicepresidente del Gobierno de Suárez. Son aquellos hombres que no se escondieron al escuchar las ráfagas de ametralladora de los Guardias Civiles que escoltaron al teniente coronel Tejero. Cada uno con sus razones, los tres convergieron en un mismo gesto. Un gesto que a la postre era de rebeldía, de libertad y también –y esto es lo más sorprendente– de expiación de sus pecados pasados y de suicidio personal y político.
En su sano afán desmitificador, Cercas no deja títere con cabeza. La sociedad, la clase política y los estamentos militares, ya sea por su inacción, por creer que no había salida a la crísis que vivía España, por nostalgias y agravios (esto lo pensaban especialmente los militares que hicieron la guerra junto a Franco) o por otros motivos, provocaron, queriendo o sin querer, el golpe. La astracanada de Tejero en el Congreso sólo fue la consecuencia y el pico visible de todo lo que había detrás. Incluso los medios de comunicación, salvo El País y Diario 16 que lanzaron ediciones especiales inequívocamente constitucionalistas, mantuvieron un silencio sospechoso hasta que la asonada fracasó.
Todo esto queda reflejado con una minuciosidad extraordinaria, una claridad meridiana y multitud de datos (y muchas conjeturas imposibles de probar también, que para algo es una novela y no un ensayo). Ese doble juego es quizás lo que haga interesante este libro frente a un estudio histórico riguroso.
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