15 de abril de 2015
Han pasado ya más de cinco meses desde que se publicara ‘Indies, Hipsters y Gafapastas. Crónica de una Dominación Cultural’ de Víctor Lenore. Tenía muchas ganas de leerlo, pero hasta ahora no he podido hacerme con un ejemplar. A su publicación le sucedió una ola de reacciones de todo pelaje. Básicamente, Lenore ajusta cuentas con su pasado como redactor de revistas como Rockdelux, dejándose llevar por la modernidad y las tendencias hasta que un día dijo basta y decidió escribir sobre ello.
El resultado es un ensayo no muy prolijo y de fácil lectura en el que el argumento troncal, tal y como reza el subtítulo del libro, es una supuesta dominación cultural de los llamados «hipsters», tanto en las artes (cine y música principalmente) como en la economía. Estos «nuevos modernos» son falsamente comprometidos políticamente, elitistas, excluyentes y huyen de todo aquello que suene a «vulgar». El capitalismo actual los habría puesto de moda en suplementos culturales o en anuncios de televisión.
Esta premisa inicial que parece provocadora, interesante y con la que puedo estar de acuerdo, ha sido lo que me ha llevado a echarle un vistazo. Lo que me he encontrado poco tiene que ver con lo que esperaba. Como ya he leído por ahí en alguna crítica, Lenore cae en todos los pecados del converso que cree haber visto la luz verdadera y los defiende con la forma y el fondo de aquellos a quienes dice criticar: esto es, con citas a intelectuales crípticos y hace tabula rasa para generalizar la actitud de muchos movimientos culturales. Desde luego los que él llama «hipsters» no son un bloque monolítico. Hay muy pocos matices en un campo en el que el matiz puede cambiar por completo el sentido. A esto hemos de unir que hay argumentos encajados penosamente basándose en declaraciones cogidas con pinzas y a menudo sacadas de contexto.
Pero como digo, sí existe una idea subyacente que, a pesar de estar salpicada de argumentos cuestionables, comparto con él. Los nuevos barrios molones donde antes sólo había miseria y delincuencia (o sea lo que se llama la gentrificación) o la apropiación de la cultura popular por parte de la industria y los medios dominantes, son dos ejemplos muy claros. Pero sería un trabajo demasiado minucioso desbrozar todos los aspectos con los que estoy de acuerdo y con los que no, y además no viene a cuento. Que cada uno lo lea y saque sus propias conclusiones. Por cierto, lo mejor de todo el prólogo introductorio de Nacho Vegas.
12 de abril de 2015
Hacía tiempo que quería fotografiar la iglesia de San Pedro de la Nave. Mi interés se debe a que es el único templo visigodo que se conserva en toda la provincia de Zamora y uno de los poquísimos ejemplos de este arte en toda España (menos de una decena). La historia de este monumento ha sido azarosa. Su origen se remonta al siglo VII o VIII (entre el 680 y el 711 según las fuentes históricas) y fue levantado a la orilla del río Esla, en un suave valle. A lo largo de su historia se le fueron añadiendo nuevas estancias, especialmente en los siglos siguientes a su construcción hasta el punto de quedar irreconocible.
Tuvo que ser en 1906 cuando el arqueólogo e historiador Manuel Gómez-Moreno redescubrió la iglesia, ya olvidada, y fue consciente de su valor artístico e histórico. Por su iniciativa y dada su importancia, fue declarada monumento nacional en 1912. En 1930, con motivo de la construcción de la presa hidroeléctrica de Ricobayo, Gómez-Moreno lideró los trabajos para salvarla de las aguas. San Pedro de la Nave fue trasladada y reconstruida unos pocos kilómetros más allá, en la localidad de El Campillo. Los trabajos duraron dos años y en 1932 se inauguró en su nuevo emplazamiento. Se aprovechó para liberarla de todas las construcciones adosadas y solo se mantuvo lo puramente visigodo.
En 2012 se construyó una cafetería y un pequeño museo subterráneo donde se cuenta la historia de la iglesia y se exponen unas estelas romanas encontradas en la zona (incluso en la propia iglesia se cree que algunos elementos formaban parte de algún templo romano).
En Cromavista podéis ver algunas de las fotografías que hice, especialmente de los capiteles.
9 de abril de 2015
Aunque uno no sea muy religioso, hay una cosa innegable, y es que las procesiones que han desfilado hace no mucho por muchas calles de España son de una plasticidad y una peculiaridad que es irresistible para cualquier aficionado o profesional de la fotografía. Hace ya años que no dedicaba un vídeo a la Semana Santa. Precisamente la última vez que grabé una fue en 2001, en Bercianos de Aliste, un pequeño pueblo zamorano situado en la comarca que le da el apellido, y donde la capital de provincia más cercana no es Zamora, sino la portuguesa Braganza. Un lugar que hasta los años sesenta era casi inaccesible y que ha mantenido una tradición de origen medieval bastante peculiar. Básicamente desfilan con el traje blanco que les servirá de mortaja cuando sean enterrados. Junto a ellos, desfilan también cofrades con las tradicionales capas de pastor alistano.
Como decía, desde 2001 no me acercaba por allí para hacer unas tomas. Apenas cambió nada. Pudo haber sido 1950 o 1850. La tradición ha cambiado muy poco. Esta vez para el montaje elegí el blanco y negro y una fotografía muy subexpuesta y muy contrastada que creo que es lo que pide el motivo. Espero que os guste.
Viernes Santo en Bercianos de Aliste (Zamora) from Ricardo Martín on Vimeo.