El tema que trata la última película de Javier Fesser, ‘Camino’, se aleja radicalmente de sus anteriores trabajos. Particularmente me resulta un tema muy atractivo, y tras su proyección en el Festival de San Sebastián parece que ha tenido buena acogida. Pero no voy a hablar ahora de una película que no he visto, sino de todo lo que la está rodeando. Se ha armado un cierto revuelo, especialmente en los entornos ultracatólicos del Opus Dei, sobre el trasfondo y la forma en la que se trata el tema.
‘Camino’ llega en un momento de polémicas en torno a las sedaciones de enfermos terminales, eutanasias y demás. La película está inspirada en el caso de Alexia González Barros, una chica que creció en esta secta ultracatólica (entiéndase secta como grupúsculo y sin ánimo ofensivo) y que llevó la religión hasta sus últimas consecuencias. El motivo principal de la polémica es si los sufrimientos que padeció desde que se detectó un cáncer con 13 años hasta su muerte diez meses después estuvo influida por sus propios padres. Alexia no recibió los cuidados paliativos que cualquier otro enfermo hubiera recibido, argumentando cuestiones puramente religiosas.
A través del artículo que Público colgó en su web supe que Alexia tiene una página póstuma con todo tipo de información, fotografías y vídeos sobre ella y sobre su sufrimiento a mayor gloria de Dios. Una de las misiones que tiene el sitio es promover su beatificación. La web tiene algo de siniestra, de recreación en el dolor… La verdad es que me resulta extraordinariamente difícil entender a esta gente, que antepone sus ideas sobre cualquier otra cosa y después exalta el padecimiento de un enfermo terminal en una suerte de concurso macabro hacia la canonización.
Con razón o sin razón, lo cierto es que el Opus Dei se ha volcado en desacreditar la película de Fesser cuando, igual que yo, ninguno de ellos la ha visto todavía (se estrena el 17 de octubre). Lo mejor sería que todo el mundo se calmase, viera ‘Camino’ y después que se opine. No es bueno adelantar acontecimientos y mucho más con un asunto tan delicado.
Pensaba que la última ocurrencia en forma de documental de Michael Moore iba a estar disponible para verlo y descargarlo gratis en todo el planeta. Pero no va a ser así. Por cuestiones contractuales con la distribuidora, sólo podrá verse gratis en norteamérica. Habrá que buscarse otros medios para al menos echar un vistazo a ‘Slacker Uprising’, que es como se llama este trabajo. Porque en un principio no va a estrenarse en las salas de cine.
Tras el interesante ‘Bowling for Columbine’ (2002) y el mediocre ‘Farenheit 9/11’ (2004), el documentalista más famoso del mundo entra ahora en el tema de las elecciones con la intención de movilizar a la juventud estadounidense para que vayan a votar en las presidenciales del próximo 4 de noviembre. ‘Slacker Uprising’ es el nombre del movimiento que Moore inició en los pasados comicios de 2004 con la intención que de los adolescentes se interesaran por la política y abandonaran su tradicional apatía a la hora de votar. Recordemos que en los Estados Unidos es necesario registrarse un tiempo antes del día de las elecciones. Esto hace que los índices de participación sean extraordinariamente bajos, especialmente entre los menores de 30 años. Para hacernos una idea, en 2004 rozó el 60%, uno de los máximos históricos, ya que normalmente no suele superar el 50%.
He comentado en más de una ocasión que Michael Moore no es santo de mi devoción. Aunque tenga razón en el fondo de las cuestiones que plantea, con sus formas histriónicas y populistas pierde para mí parte de su interés. De todos modos, las cosas no están para hacerle ascos a Moore. Lo mismo han debido pensar conocidos activistas anti-Bush como Eddie Vedder (Pearl Jam) o Michael Stipe (REM). Más vale estar unidos y aprovechar el tirón que ponerse puntilloso.
El cine ruso que se ve fuera de Rusia corre el peligro de caer en el cliché. Salvo el occidentalizado Nikita Mijailov, realizadores como el clásico Andrei Tarkovski o los jóvenes Aleksandr Sokúrov y Andréi Zvyagintsev parecen cortados por un mismo patrón. No significa que esto sea malo, pero también sería interesante ver otro tipo de cine de aquel país. En esta ocasión he visto ‘El Destierro’ (‘Izgnanie’), realizada por Zvyagintsev en 2007. Hace unos años comenté aquí ‘El Regreso’, su anterior obra. Aunque ‘El Destierro’ tiene mucho de aquella, sobre todo a nivel formal, me ha resultado algo más críptica, etérea y mística (si se me permiten estos adjetivos).
En una lectura superficial, ‘El Destierro’ no pasa de ser una película oscura, poco agradecida para el espectador y enigmática. Lo son al menos sus personajes. No sabemos quienes son, ni tampoco se nos ofrecen pistas a lo largo de la narración. La cámara se desplaza lenta y sigilosa en largos planos secuencia muy cuidados, pero que aportan más bien poco a la historia y que visten un argumento escuálido con un poder visual extraordinariamente magnético que nos recuerda a las obras de Sokúrov.
Profundizando un poco percibimos los que son los pilares básicos de la película: las relaciones paterno-filiales (al igual que en ‘El Regreso’), un sentimiento de culpa casi religioso y la muerte, que lo sobrevuela todo. Remarcando todas estas claves está la banda sonora, con piezas solemnes y estremecedoras. Igual que durante su proyección en Cannes el año pasado, a mí me ha producido sentimientos contradictorios. No sé muy bien si he comprendido a Zvyagintsev o si es un estafador cinematográfico que nos quiere dar gato por liebre, recubriendo de pretenciosidad (la película dura dos horas y media) una historia convencional…
Después de ver sus penúltimas películas ‘Lilja 4-Ever’ y ‘Juntos’, tenía ya ganas de ver el que fue el debut de Lukas Moodysson en el mundo del largometraje. ‘Fucking Åmål’ es una producción sueca de 1998 y supuso el reconocimiento en su país de origen y posteriormente en toda Europa de Moodysson. A pesar de estar rodada con unos medios muy pobres, el talento del realizador consigue sacar adelante una historia tierna, delicada, fresca, original y muy entretenida. Si en su día ya vimos en ‘Blue Gate Crossing’ cómo el cine taiwanés trataba el mundo del lesbianismo adolescente, en esta ocasión lo observamos desde otro ángulo mucho más cercano.
Agnes es una chica introvertida de quince años. Acaba de mudarse al pequeño pueblo de Åmål y aún no tiene amigas, pero se ha fijado en una compañera del instituto. Elin es todo lo contrario que Agnes, es extrovertida y ha salido ya con muchos chicos. Pero al conocer a Agnes descubrirá sus verdaderas inclinaciones no sin cierta confusión. Los padres de Agnes, abiertos y comprensivos, la aceptan y la apoyan desde el primer momento con toda naturalidad. Quizás sea esta la parte que más me ha chocado (y chirriado un poco) del argumento.
Es evidente que Moodysson no busca el conflicto generacional, sino filmar una crónica casi documental de las relaciones adolescentes en la que sus progenitores están al margen de la historia. Y si hablamos de relaciones adolescentes, el director las retrata magistralmente y deja claro que entiende muy bien cómo sienten y padecen los jóvenes de quince años. ‘Fucking Åmål’ fue candidata en 2000 al Oscar de Hollywood en la categoría de mejor película de habla no inglesa.
Reconozco que me gustaría ahondar más en las cinematografías latinoamericanas. En los últimos tiempos, todas mis incursiones en este cine han sido más que satisfactorias. Sobre todo el cine argentino ha proporcionado unas cuantas joyitas que merece la pena ser vistas, como ‘Historias Mínimas’. Pero la cinematografía mexicana también ha dado en la última década piezas dignas de ser recordadas. Recuerdo alguna obra de Alejandro González Iñárritu como ‘Amores Perros’. Otros países como Cuba o Colombia también cuentan con realizadores de mucho talento.
En esta ocasión nos quedamos en México con una película pequeña que ha crecido al pasearse por los principales festivales cinematográficos del mundo. Me refiero a ‘Párpados Azules’, una producción de 2007 dirigida por Ernesto Contreras. El argumento troncal del film es el amor, el desamor y, una vez más, las relaciones humanas despersonalizadas por culpa de la vida moderna.
Marina es una treintañera solitaria que trabaja vendiendo uniformes profesionales. Un día gana unas vacaciones a la playa con todos los gastos pagados. Marina buscará sin éxito a alguien con quien poder compartir el premio. Pero en su vida se cruzará Víctor, otro solitario que la reconoce por haber compartido los tiempos del instituto. Pronto establecerán una peculiar relación. Marina decide invitar a Víctor a su viaje.
Como ya he dicho, los temas que Contreras trata en ‘Párpados Azules’ no son novedosos. La novedad está en el enfoque que proporciona. Marina y Víctor son piezas que no encajan en ningún rompecabezas, personajes únicos con extrañas aristas que intentan limar a toda costa entregándose desesperadamente a las convenciones sociales. Ambos protagonistas se comportan como autómatas, empeñados en mantener una relación afectiva que no funciona. Esta incomodidad se transmite magistralmente al espectador, casi como una tensión, como una forma de tortura necesaria, a través de pequeños detalles (por ejemplo el mantel que deshilacha Marina). El trabajo de los actores es brillante, tanto Cecilia Suárez (Marina) como Enrique Arreola (Víctor) bordan sus difíciles papeles y consiguen hacer creíble la historia. Una película para no perdérsela. (Gracias a Claire por la recomendación)
El cine asiático, especialmente el chino, el coreano y el japonés, acumulan tópicos que muchas veces (la mayoría) no se corresponden con la realidad, pero que generan prejuicios en mucha gente a la hora de acercarse a estas cinematografías exóticas. La prueba palpable de este error es ‘A Stranger of Mine’. En esta comedia japonesa de enredo producida en 2005 no hay ni poesía visual ni la parsimonia típicamente nipona.
‘A Stranger of Mine’ supuso el debut de Kenji Uchida. Un debut sorprendente y lleno de sorpresas en el que nada es lo que parece y donde Uchida juega con el tiempo y con los diferentes hilos narrativos de la película que dibujan los comportamientos de los personajes protagonistas con asombrosa precisión. El guión es sin duda un prodigio de exactitud y sabe tejer con sabiduría un enredo típico de un Billy Wilder asiático. No es casualidad que el genio de la comedia de Hollywood sea uno de sus ídolos.
Miyata encarna al clásico trabajador joven japonés trajeado, tímido e hipereducado. Su novia lo acaba de dejar justo cuando habían comprado un apartamento. Su amigo Kanda, un desastroso detective privado, le propone quedar para cenar y así intentar hacer que supere el mal trago. Durante la velada conocen a Maki, una chica que acaba de abandonar su antigua vida al descubrir que su novio le estaba engañando. Pero lo que Miyata no sabe es que su ex-novia pertence a la yakuza, o mejor dicho, va a casarse con su jefe. También entrarán en juego un ambulante millón de yenes falsos que será, a la postre, el verdadero protagonista de la historia.
‘A Stranger of Mine’ es una producción de bajo presupuesto, pensada para consumo interno. Por lo menos así me lo ha parecido. El humor japonés no es tan universal como se pueda pensar y tiene guiños que nosotros no entendemos. La escenografía es muy austera y no ofrece más concesiones que las imprescindibles para la narración. Para pasar el rato.
Cuatro películas, cuatro mundos diferentes, cuatro visiones del mundo y cuatro formas de tratarlo. Comedia, drama social, cine cotidiano… un poco de todo.
‘Buenos Días, Noche’ es una producción italiana dirigida en 2003 por Marco Bellochio. Hasta la fecha, lo único que había visto de este realizador era ‘La Balia’ (1998). Fiel a su estilo austero e inquisitivo, Bellochio nos ofrece una historia conocida que está en la memoria colectiva de todos los italianos. Me refiero al secuestro y posterior asesinato en 1978 del presidente de Italia, el democristiano Aldo Moro, a cargo del grupo terrorista de Las Brigadas Rojas.
El tono de la película es riguroso, tenso, paranoico. Gran parte del metraje transcurre dentro del piso franco donde Moro está secuestrado, lo que aumenta la sensación de opresión y claustrofobia. Curiosamente, el contrapunto sereno a la paranoia y la irracionalidad de los secuestradores está en el propio retenido, quien formula en sus conversaciones con los captores algunas preguntas que consiguen remover conciencias tanto entre los brigadistas como entre los espectadores. Es el contraste que pone en evidencia el absurdo del uso de la violencia para la defensa de un ideal. Prácticamente, el único contacto con el exterior y las acciones de las Brigadas Rojas, son las noticias de la televisión. El director utiliza magistralmente las emisiones de la época, con las cortinillas y cabeceras originales.
Pero Bellochio también hace ciertas concesiones para la ironía (la escena de la sesión de espiritismo, por ejemplo) y la fantasía (encarnada principalmente por los sueños lúcidos de Chiara, interpretada por la guapa Maya Sansa). También, uno de los puntos que me ha llamado la atención es la banda sonora. En ella se pasa de la música clásica de compositores italiano, al pop de la época, y especialmente al ‘Shine on you crazy diamond’ de Pink Floyd, que aparece en varios momentos clave de la película y que realza esos pasajes. De lo mejorcito que he visto este año.
‘La Bici de Ghislain Lambert‘ es una producción franco-belga de 2000 dirigida por Phillippe Harel y trata desde la comedia el duro mundo del ciclismo profesional en la Bélgica de los años setenta. Acostumbrados a los dramas de los hermanos Dardenne, ver una comedia belga nos hace cambiar un poco el chip sobre el cine de aquel país.
Ghislain Lambert es un aficionado al ciclismo que quiere ser profesional. Para ello tendrá que luchar mucho y renunciar a muchas cosas. Poco a poco echará mano a las trampas para poder prosperar en el deporte. Drogas, alcohol, cualquier cosa servirá a Ghislain para no perder de vista la meta. Pero a pesar de todo, está claro que es un perdedor y que nunca llegará a ser nadie.
‘La Bici de Ghislain Lambert‘ tiene todas las virtudes y todos los defectos de la típica comedia francesa (en este caso francófona): histrionismo, chistes burdos, personajes cutres, a lo que hay que sumar en este caso la estética setentera… Una película entretenida para pasar un rato agradable.
‘El Bar de Walter‘ ha sido una sorpresa. Con una duración de menos de una hora, esta producción alemana de 1998 dirigida por Romuald Karmakar, puede considerar como un mediometraje, un formato cinematográfico al que no estamos muy acostumbrados. Esta película forma parte de la iniciativa ‘Historias del Milenio’, en la que directores de todo el planeta reflejan cómo reciben los habitantes de sus ciudades la llegada del nuevo siglo.
El bar de Walter está situado en Frankfurt, quizás en un barriada alejada del centro. El local, regentado por un emigrante turco, recibe personajes solitarios, de vidas conflictivas, que huyen de su realidad en la nochevieja de 1999. Se establecerán interesantes conversaciones sobre cualquier asunto, sus relaciones personales, las noticias cotidianas de la ciudad o la política alemana del momento. Todo ello con una realización muy ágil que impide que una historia que transcurre en un lugar tan cerrado sea aburrida. Todo un descubrimiento.
‘Baran’ es la cuarta película de esta sesión. Esta producción iraní fue dirigida en 2001 por Majid Majidi. El argumento trata una problemática para nosotros desconocida, pero que también nos es desgraciadamente familiar: la inmigración. En este caso los afganos que huyen de la persecución talibán para buscar una vida mejor en las ciudades limítrofes de Irán. Los protagonistas de ‘Baran’ son albañiles de un edificio en construcción. Acosados por los inspectores de trabajo, han de ingeniárselas para no ser descubiertos. Pero delante de todo este transfondo, ‘Baran’ cuenta una historia de amor, la de una chica afgana que ha de disfrazarse de chico para poder acudir a la obra. Pero pronto será descubierta por Lateef, un joven iraní que la protegerá y guardará su secreto.
Majidi huye de todo tremendismo a la hora de afrontar un tema duro y complicado. En la película se oyen hablar multitud de lenguas diferentes, que corresponden a las diferentes etnias que forman el puzzle de Asia central y que el realizador ha querido dejar plasmadas. Como quien encuentra una joya en el barro, incluso en las condiciones más terribles puede surgir el amor, encontrar una luz de esperanza en un mundo que se presenta apocalíptico y caótico en esa nueva torre de babel.
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