rmbit - La bitácora personal de Ricardo Martín
La bitácora personal de Ricardo Martín
Comentando cosas desde 2004
23 de marzo de 2014

Juan Carlos Argüello, Muelle

Actualmente estoy leyendo la última novela de Arturo Pérez Reverte, ‘El Francotirador Paciente’. El tema que trata, que es por lo que me he lanzado a leerlo, es el del graffiti (o grafiti según la grafía aceptada ya por la RAE). He de reconocer que soy un lego en la materia, pero siempre me ha interesado esta forma de arte muchas veces efímero, pero ya indisociable de la cultura urbana actual desde hace décadas. En el libro se hace mención breve a Muelle, Juan Carlos Argüello, un joven madrileño que durante los ochenta y primeros noventa, se dedicó a extender su firma por todas las paredes y otros soportes. Muelle tiene el valor que tienen los pioneros –junto a otros como Bleck o Glub–, por su influencia en todos los escritores de grafiti que vinieron después.

Desconozco si Muelle fue el primero, pero sin duda fue el que popularizó a niveles insospechados el grafiti. Pintó sus primeras piezas a mediados de los ochenta, y se mantuvo activo hasta 1993, fecha en la que consideró que su obra estaba agotada. No viviría mucho más. Su fallecimiento temprano en 1995 –con sólo 29 años– lo convirtió también en un mito dentro de este mundillo. Afortunadamente Muelle está en estos últimos años más vivo que nunca, a pesar de que sus grafitis se han ido desvaneciendo con el paso del tiempo. Salvo sorpresas, al aire libre sólo existe una firma suya. Se trata del famoso grafiti de la calle Montera de Madrid. Está en la fachada de un edificio bastante degradado y se teme que en cualquier momento desaparezca bajo una capa de pintura o víctima de la piqueta. El año pasado se anunció que se había recuperado una de sus últimas obras de interior, un encargo del Círculo de Bellas Artes, que pagó al grafitero cien mil pesetas en 1992 para pintar un mural con su firma.

En la actualidad existen numerosos grupos en internet que tratan de recuperar, aunque sólo sea en fotografías, la obra de Muelle. También se están recuperando y digitalizando programas y reportajes de televisión que en su día fueron emitidos y que hoy tienen gran valor para los seguidores y estudiosos del arte urbano en España. Precisamente os dejo con un par de ellos. El primero no es sobre grafiti ni sobre Muelle solamente, pero aparece una de las pocas entrevistas que concedió para televisión, rompiendo así su legendario anonimato. Se trata de un reportaje de 1987 sobre el Metro de Madrid realizado para Televisión Española. La entrevista está casi al final:

El otro documento que os ofrezco fue emitido también por Televisión Española en 1990, bajo el título de ‘Mi firma en las paredes’. Fue uno de los episodios de la serie ‘Crónicas Urbanas’. Se le dedica una parte a Muelle:

10 de marzo de 2014

Malé, la isla-ciudad

Como aficionado a la geografía, de vez en cuando descubro cosas curiosas e interesantes. Una de mis debilidades son las islas y los países pequeños. Ya he escrito varios artículos sobre estos asuntos. Este fin de semana, gracias a uno de estos juegos de adivinar lugares a través de imágenes tan adictivos he descubierto Malé. Estoy convencido de que muy pocos de vosotros habéis escuchado alguna vez este nombre. Pues bien, se trata de la capital de las conocidas –por lo menos de oídas– islas Maldivas. Las Maldivas, situadas en medio del océano Índico, son un conjunto desperdigado de cientos de islotes y atolones (este término precisamente viene del idioma maldivo) que, a pesar de ocupar de norte a sur más de mil kilómetros, tan solo tiene una superficie de trescientos kilómetros cuadrados.

Esta dispersión tan extrema hace que los trayectos se realicen sobre todo en hidroavión y que excepto el pescado, el marisco y los cocos, todo tenga que ser importado. Por eso sorprende que un país tan pequeño tenga una capital con más de cien mil habitantes y que ocupa por completo una isla de cinco kilómetros cuadrados. El impacto visual cuando se ve una fotografía es sorprendente. Bloques de edificios se amontonan en una especie de pequeño Manhattan en medio del océano. La ciudad de Malé cuenta con un aeropuerto que se encuentra en una isla cercana. Para llegar a la ciudad hay que trasladarse en barco. En estas condiciones parece imposible que pueda existir una ciudad de ese tamaño que incluso tiene bastante tráfico rodado, a pesar de que de un extremo a otro hay poco más de dos kilómetros.

Documentándome un poco he encontrado un programa de ‘Españoles por el Mundo’ dedicado a Las Maldivas y otro del programa de RNE ‘Nómadas’ donde se explican algunos aspectos del país y de su peculiar capital. Aquí os dejo el primero:

2 de marzo de 2014

Placas de matrícula españolas a lo largo de la historia

Una de las cosas que menos me gusta cuando se recrean otras épocas del siglo XX en televisión o en el cine, normalmente en producciones españolas, es el poco cuidado con los detalles. Salvo, claro está, algunas excepciones. Cosas en principio tan absurdas y tan fácilmente reproducibles como la placa de matrícula de un vehículo, suelen –para mi– dar al traste con toda la ambientación de una época. Mi frustración va en aumento cuando lo comento con la gente y me dicen que no sé a qué me refiero. A toda esa gente va dirigida este post.

Desde que se matriculó el primer vehículo en España, en Palma de Mallorca, el 31 de octubre de 1900, hasta hoy, han existido varios formatos y esquemas de matrícula. Por formato entenderemos las tipografías utilizadas y su tamaño y por esquema la organización de los dígitos.

El esquema

En un principio, como seguro que todos sabéis, el esquema fue muy sencillo: se comenzaba por un distintivo provincial de una o dos letras (incluso hubo alguno de tres que se desterró pronto) seguido de unos dígitos, que indicaba el número secuencial de vehículo que por esa provincia se había inscrito en la Dirección General de Tráfico. Es decir, que si la matrícula era M-2744, eso significaba que ese vehículo era el 2745 (hemos de tener en cuenta también el 0000) que se matriculaba en Madrid. Las cosas se complicaron cuando, a finales de los años sesenta el sistema comenzaba a ser engorroso. Los números en Madrid llegaban a las seis cifras y estaban a punto de agotarse. En octubre de 1971 se asignó la M-960985. Fue la última.

Al día siguiente, comenzaría el nuevo sistema, compuesto por un distintivo provincial seguido de cuatro dígitos y una letra que indicaba la serie (BOE nº 214 de 7 de septiembre). Cada una de estas series estaba compuesta por lo tanto por diez mil vehículos. Se omitieron la R y la Q para evitar confusiones. En 1974 las series de una letra se agotaron en Madrid, con lo que se pasó a series con doble letra comenzando por AB, obviando la AA por razones que se me escapan.

El último y actual esquema de numeración de matrículas, conocido como «sistema europeo» por llevar una franja azul en la parte izquierda con la inicial «E» y la corona de estrellas de la Unión Europea, se implantó después de que Madrid llegara a las últimas series de doble letra comenzando con Z. Se barajó en un primer momento con mantener el mismo esquema pero con series de tres letras. Tras varios años de noticias contradictorias acerca de si se mantendría el distintivo provincial, se optó por reformar completamente el sistema. Las nuevas matrículas llevarían tan solo cuatro dígitos y tres letras consonantes y la numeración estaría centralizada, asignando números secuenciales a toda España independientemente de su ubicación. El 18 de septiembre de 2000 (BOE nº 223 de 16 de septiembre) comenzó a implantarse hasta hoy día. Muchos no estamos de acuerdo con este esquema por no incluir ninguna referencia al lugar de matriculación. Yo siempre he creído que un distintivo de la Comunidad Autónoma –el escudo o unas iniciales al estilo del antiguo sistema provincial– que fuera opcional para los usuarios no hubiera estado mal, tal y como llevan países grandes como Reino Unido, Francia, Italia o Alemania por poner sólo algunos ejemplos.

El formato

Aquí es donde viene la confusión por parte de la mayoría de los no iniciados. Algunas veces el cambio de esquema ha venido acompañado de cambio de formato, pero no siempre es así. Hasta mediados de los años cincuenta, en España no existía un formato único para las matrículas de los vehículos. Muchas veces eran los propios usuarios los que pintaban sobre la chapa los números, especialmente en motocicletas. Entre esos años cincuenta y principios de los setenta, la tipografía usada para las matrículas fue más o menos unificada. Los caracteres en negro y bastante gruesos y cuadrados iban atornillados a un panel blanco no reflectante. En cualquier caso no existía regulación al respecto.

Pero fue en 1971, con la llegada de las series de letras, cuando se estableció un formato estándar. Se introdujeron por primera vez las placas reflectantes y se cambio la tipografía por otra más fina, más grande y más redondeada. Las viejas matrículas tuvieron que ser obligatoriamente cambiadas por las nuevas, de ahí que en los años siguientes no se siguieran viendo esas viejas placas y cayeron en el olvido hasta que en los últimos años los más entusiastas coleccionistas de coches antiguos las han recuperado. Yo al menos he visto ya un par de ellas. Ignoro si es legal o ilegal que se circule con ellas o si existe alguna excepción para vehículos históricos matriculados antes de 1971.

El formato se mantuvo hasta 1986 (BOE nº 36 de 11 de febrero), momento en que se implantó el nuevo formato, una nueva tipografía más pequeña y más regular que supuso reducir también el tamaño de las placas. Inspiradas en el formato alemán DIN 1451, aunque con alguna variante, se introdujeron para que los dígitos fueran más fácilmente reconocibles por cámaras de seguridad. Actualmente se sigue usando en las nuevas placas europeas y es el formato que aparece erróneamente en la mayoría de las producciones de ficción españolas de cualquier época en España cuando aparece un vehículo.

24 de febrero de 2014

‘Operación Palace’, la imaginación televisiva al poder

Al igual que mucha otra gente, ayer por la noche estaba expectante frente al televisor para ver el reportaje que Jordi Évole, al margen de ‘Salvados’, había ideado sobre el golpe de estado del 23F. Prometía ofrecer novedades que harían tambalear la historia oficial. Y efectivamente, así fue. Évole hizo tambalear la historia de la televisión en España y de las redes sociales, especialmente Twitter. Porque lo que realmente se ofreció fue un magistral falso documental acerca del supuesto montaje que supuso la entrada de Antonio Tejero en el Congreso de los Diputados aquella tarde de 1981. Según esta ficción, todo fue urdido por las fuerzas políticas e institucionales para reforzar la figura deteriorada del Rey y, en general, de la joven democracia española.

Nada más comenzar la emisión comencé a sospechar. Y no lo digo por decir, hay testigos de ello. Fundamentalmente fueron tres las cosas que me «chirriaron»:

La primera, el hecho de que todo el asunto se destapara a partir de la desclasificación de unos documentos de la CIA norteamericana, donde se explica toda la operación. Un evento de tal calibre que, en el momento en que se hubiera producido, habría sido un bombazo informativo que llevaría a la primera plana de todos los medios informativos nacionales e incluso internacionales. Evidentemente esto no fue así.

La segunda. ¿A quién se le ocurriría contratar a un director de cine para plantear una operación que es, en todo caso, misión de los servicios de información y del ejército? No es lo mismo contratar a Stanley Kubrick para filmar el falso alunizaje del Apollo 11 –entiendo que es un guiño al documental ficticio ‘El Lado Oscuro de la Luna’, que ya vi y comenté por aquí hace años– que a José Luis Garci para una operación política de esa envergadura y trascendencia.

Y tercero. Todos los políticos entrevistados que aparecen en ‘Operación Palace’ están retirados de sus cargos y siempre estuvieron en un segundo nivel. Quizás Felipe González o Alfonso Guerra le habrían dado otro lustre a la historia. Por cierto, dos de los entrevistados son personajes ficticios y ambos representan a servicios de información. El de la CIA y el del CESID. Este último –Antonio Miguel Albajara– toma el nombre del que tiene Antonio Ferrandis en ‘Volver a Empezar’.

Por todo esto, exactamente 14 minutos después de comenzar, tenía claro que lo que estaba viendo era un magnífico montaje de Jordi Évole, una travesura televisiva inofensiva –al fin y al cabo aquel suceso no supuso ninguna tragedia personal– pero que parece que ha enfadado a muchos y ha removido de manera inédita los mentideros en internet. Muy probablemente el efecto ha sido el buscado y el debate sobre televisión y veracidad se ha abierto, lo que me parece sano e interesante. Bien por Jordi Évole.

15 de febrero de 2014

‘Zamora, Ciudad Sin Años’

Una de las cosas que más me gusta hacer es bucear por la red y recuperar viejos documentos sobre Zamora, ya sean escritos –testimonios de otros siglos–, mapas, fotografías o –los más escasos y preciados– imágenes en movimiento. Hace casi tres años os comenté el descubrimiento del que fue probablemente el documental más antiguo sobre Zamora. Su título era ‘Por Tierras de Zamora’ y fue realizado en 1933 por Fernando López Heptener.

En este caso se trata de ‘Zamora, Ciudad Sin Años’. Su autor, José Luis Viloria, es uno de los cineastas zamoranos más notables. En 1960 dirigió este reportaje de diez minutos con la colaboración de lujo de Cristóbal Halffter en la música y del poeta Claudio Rodríguez en el guión. La copia colgada en YouTube no es de muy buena calidad. Desconozco si existe otra mejor. En cualquier caso hay que agradecer a Zamora Channel el trabajo de valor incalculable que han realizado al rescatar este pequeño tesoro. El documental hace un repaso por los principales monumentos de la ciudad en la primera parte y una segunda parte dedicada íntegramente a la Semana Santa. No son muchos minutos, pero suficientes para conservar la memoria de otros tiempos y que no se pierda de cara al futuro.

28 de enero de 2014

UrtheCast, una ventana al planeta Tierra

Ayer por la tarde, hora española, dos cosmonautas rusos realizaron un paseo espacial para instalar una cámara en el módulo de servicio Zvezda de la ISS. Esta operación, que para la mayoría pasó desapercibida y no salió en ningún informativo, puede suponer una revolución en la forma en la que vemos a nuestro planeta. El motivo: La cámara –en realidad dos cámaras– que se colocó permitirá dentro de no mucho tiempo contemplar en tiempo casi real la superficie terrestre con un nivel de detalle nunca antes imaginado. Salvando las distancias, será una especie de Google Earth en movimiento y actualizado en el momento.

La idea ha sido de la empresa canadiense UrtheCast, con la colaboración del fabricante de componentes aerospaciales ruso RSC Energia, Naciones Unidas y el canal de documentales Discovery Channel. La cámara en cuestión no es una cámara cualquiera, más bien es un telescopio conectado a una cámara. IRIS, que así se llama, está adaptada para soportar las duras condiciones del espacio exterior y tomará vídeo con calidad Ultra HD (cuatro veces la alta definición 1080p), así como datos telemétricos.

Aún no sabemos cuando podremos verlo, pero es de suponer que no tengamos que esperar mucho. Lo que sí se sabe es que el servicio será gratuito y existirán suscripciones de pago para empresas u organizaciones interesadas en contar con información extra, así como para poder utilizar comercialmente las imágenes. También se pondrá a disposición de los desarrolladores una API para que aplicaciones o dispositivos puedan utilizar el servicio. La verdad es que la cosa pinta muy bien. Sólo nos queda comprobar como se desarrolla.

10 de enero de 2014

Restos de la guerra civil en la Dehesa de la Villa de Madrid

Este es el ejemplo perfecto de cómo un –en principio– anodino paseo puede convertirse en un pequeño descubrimiento por una simple casualidad. El pasado lunes, día de Reyes, aprovechando mi estancia en Madrid y que museos y comercios estaban cerrados, decidimos dar una vuelta por la Dehesa de la Villa. El día estaba algo oscuro y desapacible, pero nos animamos a caminar un rato. Para quien no lo sepa, la Dehesa de la Villa es un pequeño bosque urbano situado al norte de la Ciudad Universitaria y al oeste del barrio de Tetuán y Valdezarza. A pesar de que está formada por cerros, montículos y valles, es posible dar una vuelta en terreno razonablemente llano siguiendo una vieja carretera reconvertida en pista para caminantes y corredores.

Mientras nos adentrábamos en aquella zona de vegetación no demasiado espesa recordé que aquel lugar apacible había sido uno de los escenarios de la guerra civil española. No estaba seguro, así que lo confirmé consultando por internet. Así fue como di con un par de blogs (Arqueología de la Guerra Civil Española y Caminando por los Restos de la Guerra Civil Española) que nos ayudaron mucho en la búsqueda. En principio, y como no estábamos familiarizados con los nombres de los lugares –Curva de la Muerte, Curva del Peralte, Cerro de los Locos y otros– la primera parte de nuestra incursión fue completamente a ciegas. La pequeña investigación no daba frutos. Lo que no sabíamos es que estábamos pasando justo por aquellos lugares sin saberlo.

Casi cuando era hora de volver –la luz no duraría mucho tiempo más– encontramos la primera referencia: el techo de un antiguo búnker de hormigón con el que nos topamos. Apenas era visible y en aquel momento no estábamos muy seguros de nuestro hallazgo. Seguimos avanzando campo a través sin más resultados durante un buen rato. Pero poco después llegamos e identificamos el Cerro de los Locos. A partir de aquí comenzamos a descubrir que el terreno se volvía muy irregular hacia las laderas del cerro. Habíamos dado con algunas antiguas trincheras. Un surco todavía muy visible se extendía por la loma, se bifurcaba, y desembocaba en un pequeño recinto junto a una torre de forma prismática con varias antenas. Un poco más abajo dimos con los restos de lo que nos pareció un búnker. Y más trincheras. Parte de estos restos habían sido transformados lamentablemente en tramos de un circuito de motocross. Ya con poca luz y apretando un poco el paso para no quedarnos a oscuras en medio del bosque encontramos un nuevo recinto en ruinas que parecía otro búnker.

Salimos ya a oscuras con la sensación de que aquellos restos históricos se estaban borrando poco a poco. Al igual que mucha otra gente que aprecia la historia, nos parece increíble que los vestigios de un capítulo importante de la guerra civil como fue la batalla de la Ciudad Universitaria, no tengan la consideración que se merece. Lo mínimo que se podría hacer es colocar unos letreros informativos sobre la ubicación de las trincheras y de los búnkeres. Posteriormente, ya en casa, encontré este interesante artículo de título «Guerra en la Universidad: Arqueología del Conflicto en la Ciudad Universitaria de Madrid».



rmbit está bajo una licencia de Creative Commons.
Plantilla de diseño propio en constante evolución.
Página servida en 0,077 segundos.
Gestionado con WordPress