‘Can’t Go Back’
Sí, Primal Scream vuelven. Lo harán el 14 de julio con el primer sencillo de ‘Beautiful Future’ llamado ‘Can’t Go Back’. Buenísimo. Para mi gusto de lo mejor que han hecho desde los tiempos del ‘Xtrmntr’. Juzguen ustedes mismos:
Sí, Primal Scream vuelven. Lo harán el 14 de julio con el primer sencillo de ‘Beautiful Future’ llamado ‘Can’t Go Back’. Buenísimo. Para mi gusto de lo mejor que han hecho desde los tiempos del ‘Xtrmntr’. Juzguen ustedes mismos:
Hasta hace no mucho tiempo pensaba que Kraftwerk eran los primeros en mezclar electrónica y música popular. Eso era hasta que descubrí a los Silver Apples. Inexplicablemente, y aunque había oído hablar de ellos, nunca me había puesto a escuchar ninguno de sus discos. El descubrimiento ha sido muy revelador, más que por lo musical, por el valor que tienen como pioneros. Se puede decir que The Silver Apples abrieron una nueva puerta que muchos otros cruzaron después.
Para hablar de los orígenes de la banda tenemos que remontarnos hasta finales de los años sesenta. La psicodelia, las drogas, la expansión mental, la sensación de entrar en una nueva etapa de la humanidad y el creciente poder cultural de los movimientos juveniles estaba en su momento álgido. Los Beatles habían sorprendido al mundo con experimentos como ‘Revolution 9’, incluido en el álbum blanco de 1968. En este tema explotaron las técnicas de «copiar y pegar» loops, sonidos repetitivos y distorsiones que se atisbaban en el vanguardista y asombroso tema ‘Tomorrow never knows’ incluido en ‘Revolver’ (1966). Esa sería en definitiva la filosofía de muchas otras bandas que vinieron después. Una de las que siguió esta senda y la llevó hasta sus últimas consecuencias fue The Silver Apples.
El grupo se formó en la misma Nueva York de 1967 que vio nacer a The Velvet Underground. Danny Taylor (percusión) y Simeon (todo lo demás) no eran, desde luego una banda al uso. Su fama de excéntricos y su absoluto caracter experimental hizo que no fueran muy apreciados en su tiempo. El alma era sin duda Simeon, un personaje muy especial que había creado un instrumento electrónico, llamado como él mismo, que sería la marca de la casa durante su breve historia artística. Consistía en un extraño artefacto compuesto por osciladores de sonido y ochenta y seis conmutadores manuales que producían los sonidos electrónicos más sorprendentes escuchados hasta el momento. El mecanismo era accionado con las manos, los pies e incluso con los codos y las rodillas. Salvando la distancias, podría considerarse el simeon como un primitivo sintetizador.
Sólo grabaron dos trabajos, su debut ‘Silver Apples’ (1968) y ‘Contact’ (1969), pero quizás sea la banda que, siendo más desconocida, ha influido a más artistas en todas las décadas siguientes. En los setenta al movimiento del krautrock alemán e indirectamente al embrión de lo que sería después Kraftwerk, en los últimos setenta y primeros ochenta a bandas como Joy Division y sus herederos, y en los noventa al indie de factura electrónica (Stereolab o Broadcast, por citar los ejemplos más «luminosos»). En la actual década son citados por Portishead como una influencia decisiva en su reciente trabajo ‘Third’ (2008).
Hay veces en las que un aparato, un cacharro para hacer música trasciende lo puramente técnico para pasar a ser un objeto de culto. Ocurrió con en su día, por ejemplo, con las guitarras Fender en los años cincuenta y sesenta. Los últimos años ochenta estuvieron marcados por un procesador de bajos electrónicos fabricado por Roland, el TB-303. Muchos se preguntarán que tiene de particular este artefacto que no tenga otro. Pues básicamente porque producía un sonido único y extraño, que para nada era el que los fabricantes buscaban. Concebido inicialmente como un sintetizador de bajos, su sonido poco conseguido hizo que fuera un fracaso para la compañía Roland, quien lo comercializó a lo largo de poco más de un año, entre 1982 y 1983. Sólo se vendieron diez mil unidades.
Tendrían que pasar todavía unos años para que el TB-303 se conviertiera en un instrumento de culto. Tal y como se cuenta en un excepcional artículo publicado en la Dance De Lux del verano de 1998, Phuture fundarían, sin saberlo, el acid house al manipular uno de estos aparatos. El propio artífice del sonido acid, Spanky, contaba su descubrimiento:
«La descubrimos por pura casualidad. En aquella época intentábamos hacer algo lo suficientemente bueno como para que Ron Hardy lo pusiera en The Music Box, pero no éramos capaces: nuestras líneas de bajo no mantenían el ritmo. Hasta que una noche Pierre (la otra mitad de Phuture) me llevó a casa de un tío llamado Jasper que conseguía que las líneas de bajo se mantuvieran al mismo ritmo que la percusión usando una TB 303. Al día siguiente, después de llamar a medio Chicago encontré una en el otro extremo de la ciudad. Lo llamé acid porque me sonaba al viejo acid rock con un beat de fondo. […] Con ese sonido no podíamos llamarlo house porque no sonaba como el house, así que el estilo se quedó con lo de acid house».
El resultado fue ‘Acid Trax’, el primer tema acid house publicado en 1987 y a su vez el primer himno pastillero para discotecas, origen del famoso «verano del amor» (del que este año se cumple el veinte aniversario), del «bakalao» y de todo lo que ha venido después, para bien y para mal…
En Je Ne Sais Pop han puesto a parir esta versión que una tal Virginia de Operación Triunfo hace del ‘Creep’ de Radiohead. Decir que ‘Creep’ es sin duda mi tema favorito de los de Oxford y uno de mis diez de todos los tiempos. Musicalmente no le voy a poner casi ninguna pega, sólo que es una versión un poco light para lo que la canción requiere. En cuanto a lo extramusical, me da la sensación de que la susodicha Virginia no entiende para nada el espíritu del tema, un poco en la línea de otros «triunfitos» versioneando otros clásicos indies… Vamos, que queda desvirtuado por esa pátina de vulgaridad que este tipo de concursos aplica a todo lo que toca.
Hace ya unos meses navegando por YouTube me encontré con un vídeo muy curioso que explicaba el origen un sonido llamado el «Amen break». En realidad no era un sonido, sino un fragmento de un tema musical que, con toda seguridad haya sido el más sampleado de la historia. Es posible que ya hayáis oído hablar de él, pero me sigue pareciendo curioso y digno de ser contado.
Todo comenzó en una pequeña discográfica, Downstairs Records, allá por 1986. Uno de sus empleados estaba trabajando en una compilación de breaks y beats para DJs. Reunió docenas de temas grabados entre 1966 y 1984 y que contenían abundante material rítmico para samplear y los agrupó en compilaciones a las que llamó ‘Ultimate Breaks and Beats’. Esta colección estaba compuesta de 25 vinilos que se usarían hasta la saciedad. Sólo esta compilación merece un post aparte.
Pues bien, uno de esos temas era ‘Amen, brother’, un tema funk discotequero instrumental grabado en 1969 por una banda llamada The Winstons. La fama de esta pieza viene por un fragmento de solamente cinco segundos en el que puede oírse un solo de batería. Hoy lo reconocemos de inmediato como el loop básico en movimientos como el breakbeat, el drum’n’bass o el jungle de principios de los noventa. Pero fue en los ochenta, justo después de la publicación de la compilación de la que hablé antes, cuando DJs de hip hop comenzaron a usarla ralentizada como base para el recitado de los MCs. Los avances de la tecnología hicieron que los loops se pudieran secuenciar y manipular a gusto del consumidor. Ya no se dependía, por tanto, de las limitadas cajas de ritmos. Esto significó una verdadera expansión de los ritmos pregrabados y en concreto del «amen break».
Y para que sepáis de qué os estoy hablando, he aquí el vídeo que desencadenó mi curiosidad:
Imaginen estepas nevadas, tanques T-72 y el coro del ejército ruso. Y paseando por allí dos muchachitos disfrazados de Lennon y McCartney (o de Noel y Liam Gallagher). Son The Last Shadow Puppets en su primer videoclip, uno de mis últimos descubrimientos. Y de los buenos. Los muchachitos son Alex Turner (The Arctic Monkeys) y Miles Kane (The Rascals). El disco, publicado en abril es ‘The Age of the Understatement’ (Domino Records, 2008). Sorprende la inmediatez de sus temas y la pegada que tienen. Un disco así, con melodías clasicotas e instrumentaciones a lo Ennio Morricone (y hasta un poco Paul Mauriat), no puede pasar desapercibido.
Estos chicos se apuntan un tanto. Sobre todo porque a pesar de que los arreglos orquestales de la London Metropolitan Orchestra podrían haber hecho de este trabajo un disco pretencioso, pero vacío. Nada más lejos de la realidad. Este arropamiento musical le viene como un guante y se nota que cada tema ha sido minuciosamente preparado para que nada chirríe. ‘The Age of the Understatement’ suena muy fresco. En parte debido a que ninguno de los once cortes supera los cuatro minutos y la media está en menos de tres.
Tanto la crítica como el público han sido muy generosos en la acogida de este «supergrupo». La prensa, especializada y no especializada, les ha otorgado muy altas puntuaciones y el álbum llegó al número uno de las listas británicas el 27 de abril. ¿Esta es la enésima recuperación de la grandeza pop británica? ¿El nuevo hype del momento? Ahora mismo es una de las bandas de moda en las islas, veremos lo que ocurre en el futuro. De momento toca disfrutar de este buen (buenísimo) trabajo…
El grito de guerra de Rodolfo Chikilicuatre ‘¡Perrea, perrea!’ se ha convertido también en el de miles o millones de españoles. La saturación a la que durante este mes hemos estado sometidos ha tenido sus efectos secundarios y también ha servido para que muchos pierdan su sentido del ridículo y ejecuten los cuatro archifamosos pasos del ‘Chiki, chiki’ casi sin pestañear. Desde Televisión Española, que emite mañana el festival y que es quien realmente participa en Eurovision presentando a Chikilicuatre y Mediapro (La Sexta, Público) que es el padre de la criatura, se está exprimiendo comercial y mediáticamente al máximo al personaje. En estas dos últimas semanas se está llegando ya a los límites de lo soportable: banners publicitarios en las webs más insospechadas, melodías de móvil, programas especiales, cientos de vídeos con las variantes más bizarras, versiones del ‘Chiki, chiki’ adaptadas a cualquier situación. Incluso la ONCE ha sacado su juego 7 39 a ritmo del popular tema.
Estoy convencido de que mañana, todo el mundo tendrá una cita con su televisor para ver las hazañas del personaje más friki de esta edición de Eurovision (lamentablemente el pavo irlandés fue descalificado en la primera semifinal del martes). Rodolfo Chikilicuatre, a falta de calidad, destacará por su peculiaridad entre un manojo de temas ultraconvencionales, baladones eurovisivos, émulos de Lordi, de Abba e intérpretes, normalmente de la Europa del este, muy al este, que parecen salidos de una pelicula de Mad-Max («urban» me parece que los llaman).
Pero si el Festival de Eurovision lo ganara la mejor canción, iría para Francia con Sébastien Tellier. Al menos a mí me la parece y algún otro también lo corrobora. Así que nada, este año vamos con Francia. Chikilicuatre es (era) simpático, pero no es para un Festival de Eurovision que debe buscar una refundación. Para quien el interese, los de Je Ne Sais Pop se han descornado haciendo una pequeña guía con comentarios sobre todos los temas que entran a concurso, siempre con su peculiar sentido del humor.
Actualización de 24 de mayo: El País dedica un interesante reportaje que abre un debate sobre el fenómeno de Rodolfo Chikilicuatre y la utilización de los medios e instituciones públicas.