Isaac Rosa es un joven novelista andaluz que intenta huir a toda costa de los tópicos y las convenciones. También parece obsesionado con la recuperación y la vivificación de un pasado, transformarlo en presente. Leí su anterior novela ‘El Vano Ayer’ (Seix Barral, 2005) con mucho interés y, aunque al principio me resultó algo árida, me enganchó su forma de narrar, desapasionada, cruel y con un tono periodístico que convertía el franquismo en algo vivo y fresco. Algo así como golpear una herida recién cerrada en falso.
Y por lo que he leído sobre su nuevo libro ‘¡Otra Maldita Novela Sobre la Guerra Civil!’ (Seix Barral, 2007), Isaac abunda otra vez en ese resucitar muertos que nunca han muerto realmente y refrescar la memoria con los momentos más dolorosos de nuestra historia pasada huyendo de lugares comunes y tópicos al uso. O más bien podría decirse que criticándose a sí mismo, ya que ‘¡Otra Maldita Novela…’ está basada en ‘Lamalamemoria’, una novela primeriza que Rosa escribió hace una década que ahora incluye las anotaciones críticas del propio autor. Es una forma muy original de reciclar material pasado y darle una orientación totalmente distinta de la original.
Siento de verdad haberme perdido ayer el programa de TVE ‘Tengo una Pregunta para Usted…’ con Mariano Rajoy. Pero por obra y gracia del YouTube lo he podido recuperar. Hoy todo el mundo comentaba el tema del sueldo del líder de la oposición, pero lo que a mi de verdad me interesaba era la pregunta que una participante realizaba a Rajoy. La pregunta era si sabía lo que cobraba un funcionario Auxiliar Administrativo del Estado recién incorporado. La respuesta fue «bastante más que las dos viudas que acaban de hacer sus preguntas» en referencia a dos pensionistas que había tomado la palabra antes. Más demagogia, respuestas efectistas para titulares y lo peor de todo fue el aplauso del público. Algo vergonzoso.
Hoy se comentaba mucho este pasaje del programa de ayer en los foros de funcionarios, especialmente en la intranet administrativa. La opinión común es que la visión que los demás ciudadanos tienen de nosotros es un tópico, principalmente basada en la imagen que ofrecen los empleados que ocupan puestos de atención al público. Pero detrás del mostrador hay muchos otros trabajos. Hay muchos funcionarios que se dejan la piel, pero que nunca se habla de ellos.
Quedan sólo cuatro días para que se celebre la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas. Estas elecciones, con una periodicidad de 5 años (antes de la reforma constitucional de 2000 era de 7 años), son tan o más importantes que las generales, puesto que en Francia el Presidente de la República tienen un notable poder. Me ha sorprendido que los candidatos dejan de un lado las siglas de su partido para dar un aire mucho más personalista a las elecciones. Por encima de los partidos está la persona, el candidato. Por eso en las páginas webs de los presidenciables apenas se hace referencia a la formación a la que pertenecen.
Y hablando de las páginas web, no hay duda de que en internet se está librando una silenciosa e importante batalla. Los candidatos se han volcado en el ciberespacio, unos más que otros. Por ejemplo, el candidato conservador Nicolas Sarkozy cuenta con una web espectacular (demasiado) con vídeos, mítines en directo y profusión de colores azules. La web del centrista François Bayrou es algo menos ambiciosa y con diseño menos elaborado, pero con mucha información y también muchos vídeos. Y la cenicienta de las webs de los candidatos presidenciables es la de Ségolène Royal. Una página algo cutre y desangelada.
Lo que está claro es que internet va cobrando fuerza a la hora de organizar y ejecutar las campañas electorales, en detrimento de la televisión y, aunque no será determinante a la hora de la verdad, sí forma parte ya de toda estrategia. El resultado lo veremos el domingo, o quizás en la segunda vuelta…
Se ha dicho ya de todo respecto a la tenencia de armas de fuego en los Estados Unidos. El país norteamericano es quizás uno de los más permisivos a la hora de establecer los requisitos para poseer un arma. Un arma y cualquier otra cosa diría yo. En el país donde con dinero se consigue todo, todo se vende y todo se compra. El problema es que un arma de fuego sirve para probar tu puntería y para matar, ya sean animales o personas. No existe otra utilidad. Esto lo convierte en un objeto de lo más peligroso.
En Estados Unidos, las autoridades consideran que todos los ciudadanos son conscientes de sus actos, algo que es mucho presumir. Ningún país es perfecto ni está libre de desequilibrados. La fascinación por la violencia es producto en muchos casos de la falta de perspectivas de una sociedad con sobreabundancia de todo, donde lo prefabricado manda y lo que apetece es saltarse las normas, buscar emociones diferentes, cada vez más extremas.
Esta historia es la pescadilla que se muerde la cola. Los norteamericanos necesitan armas para defenderse de la gente que les amenaza con sus armas. Con este pensamiento se ha llegado a generar un sentimiento de pura desconfianza hacia el otro, hacia el Estado y su capacidad de defender a los ciudadanos. Y es la misma sociedad la que les ha inculcado el miedo desde niños y, por tanto, esa necesidad de defenderse. Tener un arma les hace sentirse más seguros y nada les convencerá de lo contrario.
En España y en el resto de la Unión Europea, la venta, transporte y tenencia de armas de fuego está fuertemente controlada y sólo permitida para los cuerpos de seguridad y vigilancia y para la caza y para el tiro deportivo, estableciendo un tipo de permiso y unas armas de características determinadas para cada caso. También se exige una revisión periódica. El resultado no es, como se podría pensar según el razonamiento norteamericano, de indefensión sino más bien todo lo contrario. Los incidentes masivos como el producido en la Universidad de Virginia son excepcionales (recuerdo uno en Alemania hace unos meses).
Para ilustrarse en este tema es conveniente ver el documental de Michael Moore ‘Bowling for Columbine’. Una película que, aunque tenga un corte un tanto sensacionalista, el razonamiento que se plantea es, a mi juicio, totalmente acertado.
No es normal que hable aquí de las películas que me han defraudado. No suelen ser muchas porque escojo bien las que veo. He de reconocer que ‘Babel’ del realizador Alejandro González Iñárritu me resultaba a priori atractiva. Y quizás sobre el papel pudiera llegar a serlo, pero finalmente ha sido una de las grandes decepciones cinematográficas de entre todas las que he visto este año (si exceptuamos ‘Alatriste’). No sé si esperaba demasiado de ella, pero la cuestión es que no me esperaba algo así.
‘Babel’ cuenta tres historias enlazadas en tres lugares del mundo. Por un lado el ambiente fronterizo mexicano-estadounidense, por otro una aldea marroquí y finalmente el Japón más urbano. En todas ellas las relaciones humanas, el drama de la muerte y la vulnerabilidad son los temas reinantes. Una historia que pasa por verosímil se convierte en totalmente irreal, con tramas forzadas que quizás individualmente pudieran llegar a funcionar, pero vistas en su conjunto rozan el ridículo y el tremendismo fácil, un dramatismo artificioso sin pies ni cabeza.
Pretende ser una película global y termina cayendo en todos los tópicos localistas sin intentar dar una mirada realmente auténtica y sin perjuicios. Así se muestra una cultura de postal (mariachis en México, burros y casas de adobe en Marruecos y rascacielos y tecnología en Japón). A pesar de que González Iñárritu es mexicano, ‘Babel’ está cortada por patrones del cine de Hollywood y ofrece una visión demasiado estereotipada del mundo.
Tampoco quiero condenarla por entero al fuego eterno. Hay partes aprovechables, sobre todo la historia de la japonesa sordomuda. Una trama muy desaprovechada que podría convertirse en una película por derecho propio.
En definitiva, se trata de una película demasiado larga, con demasiadas pretensiones y que se queda en un quiero y no puedo. Una decepción.
To Rococo Rot es una banda extraña con nombre (palíndromo) extraño. Yo los conocí a través del inclasificable videoclip de ‘Cars’. Y es que a este grupo berlinés formado por los hermanos Robert y Ronald Lippok y Stefan Schneider siempre les ha gustado jugar con lo enigmático, lo esquemático y, por qué no decirlo, también con lo irónico. Su música tampoco es de fácil definición. Algunos lo colocarían en la cubeta del post-rock sin serlo exactamente, otros buscarían directamente en la música electrónica experimental, pero tampoco creo que sea una definición acertada. A pesar de ser crípticos, To Rococo Rot suenan accesibles. Y aunque sus clips sean extraños, tienen algo que enganchan.
Hasta la fecha, To Rococo Rot tienen publicados cinco álbumes y cuatro sencillos entre 1996 y 2004. Al ser alemanes y hacer música electrónica, han tenido que soportar el sanbenito del krautrock con las consabidas comparaciones con Neu! o Can, bandas excepcionales, pero con los que no tienen nada que ver.
Si dije que los conocí a través de los vídeos no es por casualidad. Es posible que a mucha otra gente le ocurra lo mismo. La tríada ‘Telema’ (1999), ‘Cars’ (1999) y ‘Pantone’ (2001) son muestras ejemplares que deberían estar en un museo y pasan por ser algunos de los mejores y más originales clips que he visto nunca. Mucha imaginación e historias donde no pasa nada, pero repletas de un encanto especial. Aquí os dejo estos tres vídeos.
‘Telema’: Una figura se metamorfosea al ritmo de la música.
‘Cars’: El protagonista se come una manzana en su coche después de recibir un regalo.
A lo largo de esta Semana Santa hemos visto como las cifras de muertos en las carreteras han ido aumentando paulatinamente hasta llegar a un nivel alarmante: 106 fallecidos. Son cuatro menos que el año pasado. Una diferencia mínima que nos hace reflexionar no ya sobre el permiso de conducir por puntos, sino sobre la utilidad de todas las medidas aplicadas hasta la fecha. Ninguna de las iniciativas adoptadas los últimos años por la DGT ha sido realmente efectiva. Quizás sobre el papel sean eficaces, pero llevarlas a la prácticas es complicado. Requieren mucho personal y por tanto dinero. Y claro, todo tiene un límite.
O casi todo. Parece que la imprudencia de los conductores no lo tiene. El 40% de los muertos en accidente durante la operación de Semana Santa no llevaba puesto el cinturón de seguridad. ¿Qué medida más se puede tomar ante este dato? También un gran porcentaje de accidentados circulaban a una velocidad superior a la permitida en esa vía. Las cifras son verdaderamente sorprendentes.
Desde algunas asociaciones de automovilistas se achaca parte de los siniestros al mal estado de algunas calzadas. Es cierto. Según la DGT, la mayoría de los accidentes se producen en carreteras secundarias, donde a menudo el firme está en mal estado, las curvas no tienen apenas visibilidad y la señalización es deficiente. Pero también es verdad que el conductor debe estar formado para conducir bajo cualquier condición. En la autoescuela nos enseñan que tenemos que adecuar nuestro modo de conducción al estado de la vía sin que, en caso de accidente, pueda sirva como excusa el mal estado de la carretera.
¿Arreglar las carreteras reduciría el número de muertes? Rotundamente sí, pero también lo haría un mayor sentido común de los conductores. ¿Qué es más fácil de conseguir? No creo que la respuesta sea sencilla.
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