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La bitácora personal de Ricardo Martín
Comentando cosas desde 2004
26 de agosto de 2008

De refinerías

He estado leyendo artículos antiguos del siempre interesante blog de Miguel Jara y me he encontrado con un artículo sobre Petronor y su pretensión de ampliar su planta de procesado de petróleo en la localidad de Muskiz para producir otros derivados del crudo. Como todos sabéis, las refinerías de petróleo son una de las industrias más contaminantes que existen (por mucho que se diga lo contrario). Y para mí, de las más anacrónicas. Cuando todo el mundo habla de las energías renovables, los biocarburantes y demás, en Extremadura se pretende instalar una nueva refinería, que será propiedad de Refinerías Balboa, cuyo presidente es el empresario extremeño Alfonso Gallardo.

Los habitantes de la zona de la Sierra de San Jorge, en el corazón de la Tierra de Barros, provincia de Badajoz, donde va a ser ubicada, ya se han manifestado en varias ocasiones contra este proyecto. La zona cuenta con ricos recursos agroalimentarios como el vino de Tierra de Barros o el aceite de oliva. Un sector al alza que si se aprovecha bien puede dar a la zona tanto o más potencial que la dichosa planta de refinado.

Pero poco tienen que hacer cuando cuentan con el beneplácito de la Junta de Extremadura, que parece ser que busca un desarrollo industrial a cualquier precio, aunque sea a través de plantas de procesado anacrónicas y muy poco ecológicas. Me parece que es una pena que en una comunidad tan poco industrializada como Extremadura se apueste por la energía del pasado. De acuerdo que dará un dinamismo especial a la zona y trabajo a cientos o miles de personas, pero ¿a qué precio? Si se ha de apostar por energías no renovables, que se instalen centrales nucleares. A mi cada vez me dan más confianza. No en vano el agua que se bebe desde hace más de cuarenta años en Cáceres es del mismo Tajo que enfría las turbinas de la central de Almaraz… Y aquí sigue la gente. Aunque después de los inquietantes fallos en Vandellós, Garoña y Ascó, habría que tomarse en serio un plan renove de centrales nucleares…

25 de agosto de 2008

El enésimo post sobre la ausencia de canciones del verano este año

Hay una infecta tradición que año tras año regresa con el tiempo estival para torturarnos. Sí, efectivamente, habéis acertado: es la canción del verano, o canciones de verano, porque sobre todo los últimos años han sido varios los temas que nos han «refrescado» los estíos. Muchos medios han reflejado en sus artículos esta «preocupación» por la ausencia de canción del verano este año. Por ejemplo, El País ha dedicado al menos un reportaje y dos artículos de opinión, reflejando con curiosidad el por qué de esta rareza.

Como os podéis imaginar yo estoy bastante preocupado por el asunto. Justo antes de los meses estivales, Rodolfo Chikilicuatre y su tema eurovisivo naufragaba en el concurso de la canción. Pudo haber sido la tan buscada canción, si no hubiera sido porque el actor decidió matar al personaje después del evento. También pudo haber sido el primer verano con canción indie, si hubiese acudido al festival La Casa Azul y ‘La Revolución Sexual’, un perfecto tema veraniego.

Me he puesto a buscar información sobre el fenómeno de la canción del verano. Sin ir más lejos, en la Wikipedia hay una curiosa lista con todos los temas que han sonado a lo largo de los últimos cuarenta y ocho años. Revisando esa lista nos encontramos con sorpresas. Fíjense si la sequía musical de este verano llega a ser grave que se han recuperado temas de años (y siglos) pasados. Es el caso del ‘Corazón contento’ de Palito Ortega y Marisol que hemos podido escuchar convenientemente actualizada en muchos garitos. Ya fue canción del verano en 1968. Y no es la única, también he tenido el dudoso honor de escuchar una horrenda versión que hace no sé quién del clásico de Georgie Dann ‘El Africano’, que triunfaba en 1985.

Y para aportar algo personal, aquí está el top 5 de mis canciones del verano favoritas (por favor, toménselo con humor) desde que tengo uso de razón:

  • Quién no recuerda el verano del 2004, a los moldavos O-Zone y su ‘Dragostea din tei’, irritante y fascinante a partes iguales.
  • Las Ketchup y ‘Aserejé’ en 2002 nos atraparon con un estribillo que ya es un clásico de la canción del verano.
  • Chimo Bayo inaugura el bakalao con otro clásico, ‘Así me gusta a mí’, en el verano de 1991.
  • Righiera, un dúo italiano que cantaba en castellano, consiguió varios éxitos en los veranos de 1983 y 1985. Su gran pelotazo fue en ‘Vamos a la playa’. Ojo al vídeo y a los radiorelojes de pulsera:
  • Y por supuesto, el gran clásico de la canción del verano de los ochenta, The Refrescos y ‘Aquí no hay playa’.

Espero que este post no acabe con la poca reputación que le quedaba a este blog…

24 de agosto de 2008

La frivolidad de un accidente aéreo

Durante estos días que han transcurrido desde el trágico siniestro del MD-82 de Spanair, he leído unos cuantos artículos, algunos con críticas muy duras, sobre el tratamiento que en televisión se ha dado de estos lamentables hechos. Pensé que el 11-M había marcado un antes y un después en la forma de respetar la intimidad de las víctimas y sus familiares. Me he dado cuenta de que no. A la mínima oportunidad escabrosa, ahí estarán los medios para meter sus cámaras en los rostros desencajados. Y no sólo eso, también se atreven a meter sus micrófonos.

No termino de comprender qué información puede aportar el hecho de interrogar a personas en estado de shock o de dolor intenso por la incertidumbre o por la muerte de un familiar. Me resulta obscena esta falta de respeto. La crítica la hago extensiva a prácticamente todas las cadenas de televisión. No se salva ninguna. Todas han querido estar ahí, como carroñeros a la búsqueda del horror, del sensacionalismo, lo que en definitiva es conseguir carnaza para la audiencia.

17 de agosto de 2008

El futuro de Digital+

No es ningún secreto que Digital+, la plataforma de televisión de pago de Sogecable, está pasando por serios apuros financieros. La absorción en 2003 de Vía Digital por parte de la operadora conllevaba también absorber las millonarias deudas que la operadora de Telefónica había acumulado desde su lanzamiento en 1998.

Pero también hay otros factores a tener en cuenta. El principal de ellos es que el modelo de negocio de la actual televisión de pago vía satélite se ha quedado anticuada. Hoy día las ofertas entre las que podemos elegir son múltiples: a través de cable (ONO) o de ADSL (Imagenio, Jazztelia TV, Orange TV y otras). Todas tienen sus ventajas e inconvenientes, pero su coste en general es inferior a Digital+. Son una competencia real. A excepción de Canal+, Digital+ no ofrece ningún canal con contenido «original» que no posean otras plataformas.

Otro de los factores que, en mi opinión, está perjudicando a Digital+ y a las otras televisiones de pago, es la TDT. Muchos dirán que los canales que nos ofrece la nueva televisión digital terrestre no tienen la calidad de los de pago. Cierto, pero para una inmensa mayoría son suficientes y satisface sus necesidades televisivas.

El tercero de los factores es el cambio de hábitos. Internet y especialmente el p2p está desplazando a la televisión tradicional. Cualquier película, serie o documental está al alcance con tan sólo unos pocos clics. Es sin duda la mayor amenaza para los operadores de pago.

En definitiva, tal y como están planteadas ahora las cosas, el modelo de televisión de pago que sigue Digital+ no tiene futuro. Quizás yo lo reorientaría hacia las retransmisiones deportivas en exclusiva, ofreciendo contenidos propios, permitir configurar a la carta la plataforma o apostar por los nuevos formatos y por la alta definición. Pero ni aún así lo veo claro.

15 de agosto de 2008

Expresiones odiosas

Uno, como todo el mundo, tiene manías. A mí a veces me da por el lenguaje. Lo digo porque a veces escucho expresiones o palabras que se ponen «de moda» y locutores de radio y televisión se ponen a decir a todas horas. Con esto no quiero decir que estén mal dichas (veremos que alguna de ellas está admitida por la Real Academia Española), pero que a mí no me acaban de sonar bien. Para no alargar mucho la cosa he seleccionado tres muy oídas en los medios:

  • Decir entreno en lugar de entrenamiento. La RAE dice que son sinónimas, pero a mí me suena fatal. Si a esto le unimos que en los medios de comunicación deportivos están todo el día con la palabrita (ya nadie dice entrenamiento), me ha sido imposible no odiarla.
  • Decir «han habido» en vez de «ha habido». La forma impersonal de verbo haber es eso, impersonal. Por tanto usar el plural en frases como «Este año han habido muchos incendios» no tiene sentido. Siempre se usa la tercera personal del singular. Desgraciadamente hay muchos «hanhabidistas» en nuestros medios de comunicación.
  • Si no y sino. Me sorprende que hasta en los medios más prestigiosos me he encontrado esta confusión entre la conjunción adversativa «sino» y la conjunción junto con el adverbio de negación «si no». No creo que necesite ninguna explicación más.
  • Muy mucho. Otra expresión admitida por la RAE que a mí me parece antinatural y que nunca usaré, pero que también, al igual que alguna de las anteriores, se ha puesto inexplicablemente de moda en vez del «muchísimo» de toda la vida.

En fin, maniático que es uno…

13 de agosto de 2008

La batería del MacBook

Desde que tengo el MacBook, el ordenador me ha proporcionado más alegrías que tristezas. Más bien se puede decir que sólo le he encontrado una pega: la batería. Los que tengáis uno quizás lo habréis sufrido como yo. No es que no funcione, o dure poco, o se caliente mucho o tarde mucho en cargar. Nada de eso. Simplemente a veces se «vuelve loca». Ahora en vacaciones, que estoy haciendo uso intensivo del portátil, me estoy dando cuenta. Cuando digo que se vuelve loca es que literalmente es así. Sin motivo aparente aparece el indicador de batería estropeada (la fatídica «X» en el recuadro del indicador de carga). En el peor de los casos, el ordenador entra en suspensión de repente.

Dicen que el mal de muchos es el consuelo de los tontos. La verdad es que me he tranquilizado al encontrar, buscando por foros, que no soy ni mucho menos el único con este problema. Tras muchos experimentos he llegado a dos conclusiones provisionales: la primera es que la batería del MacBook es extremadamente sensible a las variaciones de tensión eléctrica mientras carga. Es la única explicación que tengo a que el cargador «le guste» o «no le guste» determinados enchufes de casa. En algunos la carga es defectuosa, alternando los colores rojo (cargando) con el verde (batería cargada) en el indicador sin razón aparente, cuando, mientras está en el proceso de cargado sólo debería iluminarse el led rojo. En otros, sin embargo, la carga sigue el proceso normal.

La segunda conclusión, también provisional, es que el software también cuenta. Cuando sufrí este problema en su máxima gravedad decidí reinstalar el Leopard. Sin descartar la casualidad, tras hacerlo la batería comenzó a funcionar perfectamente, como si nada hubiera ocurrido. En un principio achaqué al Onyx, una aplicación para el mantenimiento del sistema, todo el problema porque justo antes de que empezara a fallar había pasado a fondo el programa. Aunque no lo descarto, en principio no creo que exista una causa efecto.

Durante este tiempo, en más de una ocasión he tenido ya la mano en el teléfono para llamar al servicio técnico de Apple, aunque al final no ha hecho falta. Como he dicho, el problema con las baterías es un asunto conocido desde hace tiempo por la marca de la manzana y ante problemas siempre la cambian sin coste para el cliente. Todavía queda mucho tiempo para que mi MacBook cumpla un año, que es cuando termina la garantía, así que aún tengo margen para experimentar. Ahora mismo, el ordenador funciona a la perfección y la batería tiene ahora más capacidad que cuando lo compré… Veremos que ocurre en el futuro…

12 de agosto de 2008

Osetia del Sur y la pasividad occidental

Es muy lamentable que, parafraseando a Celtas Cortos, «hagamos turismo invadiendo un país», o mejor dicho mientras otros lo invaden. Los informativos abren sus ediciones con nombres de países y territorios exóticos para nosotros como Georgia, Abjasia, Osetia del Sur y otras similares. Algunos de ellos nos suenan casi a la Tierra Media de Tolkien, pero por desgracia son zonas del mundo reales y en casi permanente conflicto.

El Caúcaso ha sido, desde antes incluso de la desmembración de la Unión Soviética, fuente de guerras y disputas. La fuerte personalidad e indentidad cultural de Georgia o de Armenia, con lenguas, alfabetos e incluso variantes religiosas propias, las hicieron recelar desde siempre del poder de Moscú. Con la caída del bloque comunista, muchas de estas repúblicas consiguieron su independencia de la metrópoli.

Pero la Gran Rusia, de capa caída durante los años noventa, ha resurgido con Vladimir Putin en el poder. Desde hace unos años ha intentado imponerse, si no sobre la soberanía de muchos de estos nuevos países, sí sobre sus recursos estratégicos. No es casualidad que por Georgia pase el único oleoducto hacia Europa que no controla Rusia. Recordemos los tiras y aflojas entre ésta y Ucrania por estos conductos de gas y petróleo.

En una maniobra nada discreta e indisimuladamente torpe, Rusia ha invadido violentamente el país con la excusa de defender a los rusos que viven en la región georgiana de Osetia del Sur. Desconozco hasta donde ha llegado el ejército ni la situación actual del conflicto, pero posiblemente nos olvidemos pronto de él. Se cerrará en falso y los informativos orientarán sus cámaras y micrófonos a cualquier otra parte del mundo, pero Rusia habrá demostrado su poder, habrá enseñado los dientes no sólo a los georgianos, sino a toda la comunidad occidental, que por cierto, ONU incluida, ha permanecido vergonzosamente pasiva en este tema.



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