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La bitácora personal de Ricardo Martín
Comentando cosas desde 2004
4 de septiembre de 2009

Baccara

Esta es la historia de cómo dos chicas, Mayte y Paloma, alcanzaron el número uno de las listas del Reino Unido y fueron a finales de los años setenta el colmo de la sofisticación discotequera. Porque la historia del dúo Baccara es tan desconocida como sorprendente. Di con este asunto buscando cosas que nada tenían que ver, pero, como digo siempre, unas cosas llevan a otras.

Corría el año 1977. Mayte Mateos, logroñesa, y María Mendiola, madrileña, tuvieron la fortuna de encontrarse cuando actuaban en salas de fiestas de poca monta con gerifaltes de la RCA alemana en Tenerife. Leon Deane, Fred Dieckmann y Patrick Krevitz las invitaron a visitar Hamburgo para grabar con el compositor Rolf Soja un tema llamado ‘Yes Sir, I can boogie’. El sencillo pasará a los anales de la música (¿española, alemana?) por convertirse en uno de los hits más populares en media Europa e Israel. De hecho fue la primera vez que un artista español alcanzaba la cima de las listas británicas (Los Bravos fueron número dos con ‘Black is Black’ en 1966). Ocurrió el 29 de octubre de 1977. En total vendieron nada más y nada menos que 16 millones de copias de este tema.

Pero aquí no acaba todo. En 1978, Baccara representaron a Luxemburgo en el Festival de Eurovisión con el tema ‘Parlez-vous français?’ y recibieron la máxima puntuación de España entre otros. Curiosamente, aunque la canción quedó en séptimo lugar, fue el sencillo más vendido de todos los participantes en aquella edición y fue un bombazo en los países nórdicos. Pero después de un ascenso fulgurante vino el descenso, la decadencia. Tras diferencias con sus siguientes lanzamientos discográficos, en 1981 el dúo se separa para formar nuevas parejas, ya sin el éxito de antaño.

Vamos con los vídeos. El primero es, por supuesto, el de ‘Yes Sir, I can boogie’. Seguro que la habéis escuchado alguna vez. Hoy puede sonar algo horterilla, pero no deja de ser una gran canción:

Y su actuación en el Festival de Eurovision de 1978 en París, con ‘Parlez-vous français?’:

3 de septiembre de 2009

Primeras impresiones con el NAS

Por fin llegó el NAS que pedí hace cosa de una semana. Tras algunas pequeñas vicisitudes me lo trajeron a casa. En mi caso me decidí por un Synology DS209j, un modelo que tiene dos bahías para sendos discos duros SATA2 de 3,5 pulgadas y de hasta 1 Tb cada uno. Decidí ponerle un Seagate de 1 Tb. En realidad, el NAS es un ordenador en miniatura dedicado íntegramente a hacer las veces de servidor de red en el amplio sentido de la palabra (servidor de almacenamiento, de correo electrónico, de FTP, de web, de descarga, de música, etc). Tras la instalación del disco lo conecté, y, a pesar de que tiene un ventilador similar al de un ordenador, la primera sensación fue que era mucho más silencioso de lo que me imaginaba, porque apenas se oye nada. El siguiente paso fue instalar el software de administración en el ordenador. El asistente que se encarga de formatear y preparar el disco duro para posteriormente instalar todo el sistema que nos permitirá controlar el NAS desde cualquier ordenador. Este proceso, en mi caso, duró unos cuarenta y cinco minutos más o menos.

Una vez realizadas todas estas tareas, es momento de meterse de lleno con la configuración. Todo el sistema se controla desde un interfaz web, lo cual tiene sus ventajas y sus inconvenientes. La ventaja está clara: es multiplataforma. El incoveniente quizás no lo sea tanto: no resulta tan versátil como una aplicación instalada en el propio ordenador. Con esto no quiero decir que no esté bien, pero cuesta acostumbrarse a tener determinadas aplicaciones vía web, con las peculiaridades que esto conlleva. Otra cosa que no me gusto mucho fue lo poco transparente que es la creación de los volúmenes del disco. Apenas ofrecen información sobre lo que es realmente un volumen (es una especie de partición), pero es un paso imprescindible para seguir adelante. Después de cumplido este paso lo siguiente es activar los servicios y aplicaciones que vamos a utilizar. En mi caso la función principal iba a ser la de descargas mediante Bittorrent y eMule a través de Download Station, por lo que tuve que crear dos carpetas compartidas en el NAS para alojar aquellos ficheros que se fueran descargando. También activé el servidor de iTunes, para poder escuchar música de mi biblioteca musical desde cualquier ordenador con acceso a mi red local (aunque todavía no lo he hecho funcionar) y File Station, una aplicación para poder gestionar carpetas y archivos.

Hasta el momento, lo que más he podido explorar es el Download Station, un completo sistema para la descarga mediante redes p2p. Es inevitable compararlo con el eMule tradicional que podemos instalar en cualquier ordenador. En cuanto a rendimiento y funcionamiento general, el Download Station gana por goleada, tanto en servidores, en ficheros encontrados cuando hacemos una búsqueda e incluso en velocidad de descarga. Por contra, el interfaz deja mucho que desear. No vemos esas vistosas barras de colores con el porcentaje descargado ni tampoco podemos previsualizar los vídeos antes de finalizar la descarga. Es verdad que no son más que pequeños detalles, pero que estaría bien que se mejoraran en el futuro.

En definitiva, las posibilidades del NAS son muchísimas y pasa por ser uno de los artefactos más versátiles que haya visto nunca y por un módico precio que en mi caso no ha superado los 200 euros. Ahora sólo el tiempo y la curiosidad me permitirán ir desgranando poco a poco todo lo que este aparatito es capaz de hacer.

2 de septiembre de 2009

Prefiero Nikon pero…

Desde hace unos meses estoy queriendo jubilar mi Nikon D40. Estoy muy contento con ella: es pequeña, muy sencilla de manejar y siempre me ha hecho fotos muy buenas. En estos dos años y medio ha tenido bastante uso (unas diez mil fotos) y he explorado prácticamente todas sus posibilidades. El problema es que se me queda pequeña. Ahora tengo la necesidad de avanzar un poquito más de nivel en cuanto a calidad y prestaciones. En un principio no tenía dudas: quería una Nikon. Aparte del objetivo 18-55 mm que venía con la cámara, me he ido agenciando otros dos más: uno fijo de 135 mm y un 100-400 mm y quería aprovecharlos para una hipotética futura cámara.

Hace unos meses se presentó la Nikon D300s, una cámara ideada para el aficionado avanzado pero que se quedaba a medias en sus características: 12 megapíxeles, ISO máxima de 6400 y lo que es más importante para mí, grabación de vídeo como máximo en 720p a 24 fps en formato MJPEG. Esta última prestación supuso una decepción y la certeza de que esta no sería mi cámara. Una vez descartada, Canon, el eterno rival de Nikon, presenta la cámara que para muchos es una «D300s killer«. No es otra que la EOS 7D. Como indica su denominación, este nuevo modelo está por debajo de la espectacular (y carísima) EOS 5D Mark II y viene a servir de cámara enlace entre el usuario profesional y el aficionado. Sus prestaciones, con un precio previsto de cien dólares menos que la D300s (1799 dólares de la Nikon frente a los 1699 de la Canon), superan en prácticamente todo a la Nikon: 18 megapíxeles, visor con 100% de cobertura, ISO máxima de 12800 y vídeo a Full HD 1920×1080 y 30 fps codificado con H.264.

Visto este panorama, hay que replantearse las cosas de nuevo. He de confesar que tengo especial simpatía por Nikon, pero tampoco puedo negar la evidencia de que Canon le está ganando la partida de lejos, tanto en precio, como en tecnología, como en promoción, sobre todo en los últimos modelos comercializados. Veremos de aquí a las fiestas navideñas cómo evoluciona el mercado y si los que ahora somos «nikonistas» tendremos que migrar a la competencia.

1 de septiembre de 2009

El archivo de Billboard

Como siempre ocurre con estas cosas, el hallazgo de la hemeroteca de Billboard en Google Books ha sido algo casual. Billboard la revista norteamericana por antonomasia de la industria musical, entendiendo industria en el más amplio sentido de la palabra. Aunque fue fundada en 1894, no fue hasta los años cuarenta cuando comenzó a incluir sus famosas y copiadas listas de ventas y de popularidad. Actualmente, el magazine es propiedad de Nielsen Business Media, quien ha cedido casi todos los números entre 1942 y 2008 para ser digitalizados por Google y ponerse a disposición de curiosos e investigadores. Al tratarse de una publicación semanal, la cantidad de páginas disponibles es abrumadora.

Uno puede pasarse horas hojeando número tras número, viendo la publicidad (estéticamente interesantísima sobre todo la de los años sesenta y setenta y una fuente inagotable de inspiración) sobre el lanzamiento de, sobre todo, nuevos discos, artistas, aparatos variados y máquinas de pinball y echando un vistazo a profusión de listas que se incluyen en cada revista. Por ejemplo podemos ver en el número del 3 de junio de 1967 un folleto publicitario a todo color sobre la publicación del ‘Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band’ de los Beatles. La pena es que, en general, Billboard estaba (todavía lo sigue estando) muy orientado hacia los artistas norteamericanos. También es una buena forma de conocer bandas desconocidas que tuvieron su minuto de gloria y que después desaparecieron en el maremágnum de nuevos grupos surgidos en los sesenta… Como mínimo curioso.

31 de agosto de 2009

Cosas variadas

Unas cuantas cosas que quería contar pero no sabía cómo ni dónde:

  • Tenía idea de que mi nueva televisión Sony Bravia tenía una ranura sospechosa en el costado izquierdo. Mirando el manual, efectivamente, se trata de un receptáculo donde puede conectarse la tarjeta para la TDT de pago a través del adaptador que suministra el proveedor televisivo. ¡Qué pena que no me interese absolutamente nada el fútbol! Aunque veremos que otros canales nos ofrece el dichoso acceso condicional. También los usuarios de Imagenio tendrán los partidos de Gol TV completamente gratis. Pero a mis padres, que tienen la televisión ADSL de Telefónica, tampoco les interesa el fútbol.
  • Llevaba una semana expectante al ver los anuncios sobre los Beatles en el El País. Esperaba alguna promoción interesante, pero… ¡son tazas! ¡Más tazas no! Bastante tuvimos ya con la odisea de las tazas de Forges…
  • Confirmamos que estamos en el fin de una época. Hasta Ikea, que siempre ha cuidado mucho la estética de sus catálogos y su cartelería, ha cambiado la fuente Futura por la ¡Verdana!. Sí, como lo oyen. Cierto es que podía haber sido mucho peor. Podían haber puesto la Comic Sans. Todavía no sé en qué estarán pensando los grafistas de la compañía sueca.
  • Hace unos días leí la noticia de que los hermanos Gallagher vuelven a separarse. Noel dice por enésima vez que no soporta a su hermano. Ya lo hizo en 1994 y en 2000. Sigo pensando que Oasis sin Noel Gallagher ya no sería Oasis y que ya han ofrecido todo lo que tenían que ofrecer (que no ha sido poco). Sinceramente, creo que es el momento de terminar con el proyecto.
30 de agosto de 2009

‘La Ola’

En 1967, un profesor de historia llamado Ron Jones realizó un experimento en un instituto de Palo Alto (California) donde impartía clases. Consistía en demostrar a sus alumnos lo sencillo que resulta implantar un sistema autoritario fascista en una sociedad moderna, culta y heterogénea como la actual o, como en el caso que nos ocupa, la de la contestataria y contracultural California de finales de los sesenta. Mediante el establecimiento de normas sencillas pero extremadamente rígidas, Jones consiguió en tan sólo una semana, arrastrar no sólo a su clase, sino que otros alumnos del instituto se incorporaran con fervor al grupo. Se llamó La Tercera Ola. Fue un experimento que se le escapó de las manos y por poco no le cuesta un disgusto. Pero demostró con creces la ductilidad del ser humano cuando pone en el grupo sus esperanzas y sus proyectos. Tiempo después se escribió una novela inspirada en estos hechos, llamada ‘La Ola’.

Es en este libro en el que está basada la película homónima. ‘La Ola’ (‘Die Welle’) es una producción alemana dirigida en 2008 por Dennis Gansel y traslada a la Alemania de nuestros días el susodicho experimento sociológico. Rainer Wenger es un profesor encargado de hacer entender a sus alumnos el significado de la autocracia. Para ello decide que sean los propios jóvenes quienes vivan en sus carnes el poder del grupo. Todo comienza de forma simple, con pequeños detalles, para terminar convirtiéndose en un auténtico fenómeno dentro y fuera del instituto.

Gansel aprovecha bastante bien un material de primera calidad para dar forma a una película vibrante, tensa y con un sentido de la narración notable. Los actores están muy bien y sus personajes son, en líneas generales, creíbles. Pero es una pena que también caiga en tópicos que son casi de vergüenza ajena, presentando a los jóvenes bien como unos skaters macarras y pseudomafiosos o como frívolos superpijos. Me pregunto qué hubiera pasado si los alumnos de ‘La Clase’ (mucho más realistas) hubieran caído en las manos del profesor Wenger. También el personaje del propio Rainer Wenger es dibujado como el clásico profe enrrollado con camiseta de los Ramones o The Clash. Como digo, una pena. Otra de las críticas que comparto sólo a medias es el de la poca verosimilitud. En realidad no sé si aquel experimento del profesor Ron Jones fue tal y como se cuenta, eso es lo de menos. Lo de la convertir a un conjunto en un grupo disciplinado y obediente en una semana quizás sea excesivo, pero tomémoslo como una licencia del guión. Lo que importa de verdad es el mensaje.

La conclusión de la película desde luego no es nada alentadora. Nos presenta a una juventud insatisfecha, desinformada, sin capacidad para pensar por sí mismos, sin futuro, sin esperanzas y preocupados por naderías. Es decir, el perfecto caldo de cultivo para los regímenes autoritarios fascistas. En definitiva, es cine que removerá conciencias y que da bastante que pensar. Imprescindible.

29 de agosto de 2009

‘Los Hombres que no Amaban a las Mujeres’: la novela

Se conoce como trilogía de Millenium, y está siendo el fenómeno editorial del año. Tres libros de peculiares títulos, ‘Los Hombres que no Amaban a las Mujeres’, ‘La Chica que Soñaba con una Cerilla y un Bidón de Gasolina’ y ‘La Reina en el Palacio de las Corrientes de Aire’, han sacudido las librerías de toda España. El culpable es Stieg Larsson, un periodista sueco cuya afición era precisamente idear historias de suspense, pero falleció en 2004, un año antes de que se publicara en Suecia la primera novela de la trilogía. Movido por la curiosidad de leer el libro del que todo el mundo habla y del que, en tiempo récord y para aprovechar el tirón, se ha rodado una película, me lo he bajado en PDF y lo he ido leyendo a ratos libres. Es la primera novela que leo íntegramente en el ordenador.

Voy a obviar el argumento, porque a estas alturas de la jugada seguro que es de sobra conocido por todos. Así que pasemos directamente a mis impresiones. El punto de partida era dejar de un lado los prejuicios que tengo sobre los best-sellers de consumo rápido y adentrarme en el argumento con la mente «limpia». Y lo cierto es que las primeras cien o ciento cincuenta páginas me parecieron muy entretenidas y bastante bien narradas. Pero después la cosa comienza a torcerse y a hacer aguas por todas partes. No digo que el argumento troncal no sea sólido, que lo es, pero quizás sea esto precisamente lo que la hace tan previsible en la segunda mitad del libro, adoptando un lenguaje que más que literario es cinematográfico, a mi juicio uno de los principales vicios de la literatura moderna de consumo. Curiosamente, cuando comienza el desenlace es justo el momento en el pierdo el interés. Un final que no me convence.

En cuanto a los personajes, podría decir tres cuartos de lo mismo. Es muy difícil empatizar con ellos. Ni Mikael Blomkvist ni Lisbeth Salander son personajes demasiado memorables, sobre todo ésta última. La esquiva chica de aspecto «emo», el toque de anti-heroína postmoderna y tecnofílica que Larsson quiere dar a Salander se queda, para mi gusto, en un intento fallido. Otra cosa que me pone enfermo es el gusto de Larsson por las descripciones tan minuciosas como infantiloides de objetos que no aportan nada a la historia ni nos ayuda a dibujar a los personajes (por ejemplo la descripción de las características del ordenador PowerBook de Lisbeth Salander).

Conclusión: ‘Los Hombres que no Amaban a las Mujeres’ es una novela para leer rápido en el tren, en el avión o incluso en lugares ruidosos. No importa que perdamos el hilo o incluso nos saltemos unas cuantas páginas. Como he dicho antes, el final me ha dejado un poco frío. No hay nada peor que un libro con un buen comienzo y un mal final. Si lo hubiera comprado me sentiría estafado. Pero a pesar de todo, caeré en la tentación de leerme el segundo… y es que a uno siempre le puede la curiosidad.



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