No hay muchas series que centren su argumento en la Rusia inmediatamente después a la ruptura de la URSS, donde mafias controlaban un mercado que se desbocaba y no habia ley que lo controlase. A mí me resulta un argumento como mínimo interesante. Para llenar este vacío llega ‘Dirigenten’ (aquí conocido como ‘Moscow Noir’), una coproducción sueco-lituana cuya acción se centra en el Moscú de 1999. Su creador, Mikael Håfström, puede que a nosotros no nos suene de nada, pero es un habitual en Suecia, con años de experiencia dirigiendo series para la televisión del país. Quizás por eso ‘Dirigenten’ tiene un regusto a rutinario que ensombrece sus virtudes.
Tom Blixen es un joven empleado de un fondo de inversión que trabaja en las turbulentas aguas financieras de la Rusia postsoviética. Descubre una oportunidad de inversión en una misteriosa empresa petrolera de la que nadie quiere hablar y cuyos accionistas van muriendo misteriosamente. Se implicará personalmente en resolver quién está detrás de todo ello con la ayuda de un incorruptible fiscal. Pero en el Moscú de 1999 nada es lo que parece y todo puede ser una trampa.
Todo en la serie es correcto pero nada es destacable por su especial brillantez. El trabajo de los actores es correcto aunque maquinal y frío, el guión es bueno pero algo confuso e inverosímil según avanza la trama, con algunos giros de guión previsibles. Aún así me resultó entretenida y cumple su cometido de mostrarnos, con el maquillaje de la ficción, está claro, el retrato de una época donde cualquiera podía hacerse rico o acabar con un tiro en la cabeza en cualquier cuneta. Una producción curiosa a la que no se le puede pedir mucho. 6,5/10.
Estas dos últimas series que he visto no pueden ser más diferentes, pero tienen tres puntos en común: El primero, la peripecia de su protagonista por superar las dificultades que le acechan y que hacen su vida imposible. El segundo, el formato de miniserie que en los tiempos actuales parece que triunfa. Y el tercero, que ambas son adaptaciones literarias. Vamos con ellas.
‘Vernon Subutex’ es una producción francesa de Canal+ dirigida por Cathy Verney y basada en la exitosa novela en el país vecino de Virginie Despentes. Muchos son los temas que se tratan en ella. Desde luego el cambio de la sociedad a peor en pocos años o el mundo decadente de la industria cultural. La serie nos cuenta la historia de Vernon Subutex, un conocido dueño de una tienda de discos parisina durante los años noventa y centro de una escena musical efervescente. Ahora malvive en la calle tras ser expulsado de su vivienda. Pero dispone de un pequeño tesoro, el testamento visual que su amigo grabó antes de suicidarse. Delante de la pantalla irán desfilando sus antiguos amigos, cada uno con sus intenciones (buenas o malas). Por esto, la producción claramente es una obra donde lo importante, además de la historia, son los personajes, muchos y bien dibujados. En definitiva, una buena adaptación que resulta bastante interesante. 7,5/10.
‘Paranormal’ es una de estas series que uno ve más por el exotismo que por la historia en sí. Se trata de una producción egipcia realizada para Netflix que, a pesar de ese nombre tal insulso y casi vulgar, esconde una pequeña joya. ¿Y qué tiene de especial aparte de su procedencia? Pues precisamente su origen cultural impregna todos los episodios, aunando la raiz árabe, musulmana e incluso del antiguo Egipto, a los temas clásicos del terror. Quizá sea esa su gran baza. La vida de Refaat Ismail, un anodino médico de El Cairo en los años 60. Escéptico por naturaleza, una serie de hechos extraños le hacen introducirse en una investigación de fenómenos paranormales que tendrán nexos con su propia vida personal. Fantasmas, demonios, momias, casas encantadas, ‘Paranormal’ tiene un poco de todo. La narración en voz en off del propio protagonista es clave. Aparte de la conseguida ambientación (la producción no ha escatimado en medios), una cierta y particular ironía sobrevuela toda la serie y sobre todo al personaje protagonista, el excepcional Ahmed Amin, un actor principalmente cómico. Muy interesante. 8/10.
En las últimas semanas he estado viendo dos miniseries que no pueden ser más diferentes. Por un lado ‘The Queen’s Gambit’ (‘Gambito de Dama’), una producción de Netflix que ha convertido el ajedrez en un fenómeno, al menos temporalmente y en la serie más vista de la plataforma desde su fundación. Por el otro ‘Helvetica’, un thriller político de factura suiza donde se mezcla inmigración, tráfico de armas y terrorismo de manera más o menos afortunada. Nada que ver una con la otra, pero el azar las ha convertido en extrañas compañeras de post. Vamos con ellas.
No hay duda que después de ver ‘The Queen’s Gambit’ a uno le entran ganas de sacar el tablero y las piezas y, al menos, echarle un tiento. Seguro que a todos los que habéis visto la serie os pasa lo mismo. A lo largo de 7 episodios se cuenta la historia ficticia de Beth Harmon, una huérfana con un talento innato para el ajedrez. Capítulo a capítulo irá ascendiendo dentro del particular mundillo de este juego milenario hasta llegar a la cumbre. A la vez tendrá que luchar contra su caótica vida personal. Sin duda lo mejor de la serie es su tratamiento visual, sencillamente espectacular, y las interpretaciones. Poco riesgo en el guión, que es convencional y está bien atado y no deja hueco para muchas sorpresas pero sí para muchos tópicos. Especialmente diseñada para quien quiera un entretenimiento efectivo y sin demasiadas complicaciones. 7/10.
‘Helvetica’ nada tiene que ver con el interesante documental que también vimos por aquí sobre una de las tipografías más populares del mundo. Más bien se trata de un descabellado thriller suizo absolutamente insulso. El improbable argumento de una limpiadora albanokosovar (estupenda actuación de la desconocida actriz Flonja Kodheli) que trabaja en el palacio presidencial de Berna y que es captada por una mafia de su país encabezada por su propio padre, para descubrir el lugar en el que el gobierno helvético guarda armas prohibidas por los organismos internacionales. Su misión, claro está, es robarlas. El guión intenta a duras penas mantener la tensión y la atención del espectador, pero es complicado. También resulta inquietante las trazas, si no algo más, de racismo que sobrevuela toda la historia. Para olvidar. 4,5/10.
La rareza del año evidentemente no solo nos ha afectado a nosotros. A nivel internacional el panorama distópico ha sido en parte parecido aunque muy matizado. En lo musical, hemos asistido al resurgimiento de bandas clásicas como The Flaming Lips o solistas ya convertidos en institución como Benjamin Biolay. Junto a ellos, las nuevas hornadas de músicos que se abren paso con fuerza. Ahí tenemos a Fontaines D.C., con un renovado estilo pop y post punk y con ademanes de grandes estrellas. Su debut es más que prometedor y su tema ‘Televised mind’ es un hit nato. The Orielles y Best Coast son las otras sorpresas que hemos podido escuchar este año. A estos nombres añadiremos otros más como Porridge Radio, Alexandra Savior, Sister Species, los portugueses Plegde y su angustiosa ‘Wrong planet syndrome’ merecen una mención especial. Un panorama internacional que, en definitiva, ha sido muchísimo más interesante que en años precedentes. Pero dejemos la charla de un lado y vamos con el repaso:
Discos internacionales favoritos de 2020
Best Coast – Always Tomorrow. El quinto disco de los ya veteranos californianos nos ofrece un repertorio de temas de influencias noventeras del power pop y el punk pop más melódico con voz femenina. Temas con aires ligeramente sesenteros y del grunge más suave (al menos en la música, que no en las letras, que son puro veneno). Un disco que sin ser excesivamente original, cumple con creces.
Fontaines D.C. – A Hero’s Death. Si Irlanda ha sido siempre cuna de músicos pop rock, daba la impresión de que en los últimos años se estaba quedando un poco atrás. Estos chicos han venido para remediarlo con este segundo disco, continuación del que publicaron el año pasado. Pero en 2020 se han convertido en una de las sensaciones en las listas independientes europeas. Fontaines D.C. nos ofrece melodías lánguidas, deudoras de bandas como Joy Division (esa voz de Grian Chatten nos recuerda a veces al añorado Ian Curtis, sobre todo en su forma tan monocorde como emocional de cantar) y otras del post-punk de las islas. Es cierto que no es un disco fácil, pero una vez entra no saldrá nunca de nuestra cabeza.
Benjamin Biolay – Grand Prix. El gran crooner de la neochanson francesa regresa este año con un disco interesante, variado, melodramático, con ciertos aires retro, pero siempre con el buen gusto que se le da por supuesto. Toca muchos palos diferentes, desde el rock hasta el tecnopop, pero siempre con el denominador común de esa voz inconfundible que nos recuerda a Gainsbourg. No en vano, en el país vecino ya lo han nombrado como su sucesor. Desde luego en glamour, elegancia y buen hacer tiene un buen alumno. Un trabajo muy interesante para quienes como yo le habíamos perdido la pista en los últimos tiempos.
The Orielles – Disco Volador. Estos británicos han sido una de las sorpresas internacionales del año. Este segundo larga duración sigue con su particular fusión entre el pop del C86, el jazz cósmico y los sintetizadores analógicos. Como unos Stereolab más desenfadados y mucho menos encorsetados. Contiene temas inolvidables como ‘Whilst the flowers look’ que se convierten en clásicos instantáneos.
The Flaming Lips – American Head. Después de unos años con una trayectoria un tanto errática y con propuestas musicales bastante excéntricas y poco acertadas, regresan a la cordura con un disco repleto de medios tiempos, psicodelia de la clásica, ataques sinfónicos, space rock y temas en los que reconocemos a los Flaming Lips de toda la vida. Y eso siempre es un gusto. ‘American Head’, al menos en mi opinión, está a la altura de sus mejores trabajos (‘The Soft Bulletin’ o ‘Yoshimi Battles the Pink Robots’), lo que demuestra que los norteamericanos no han perdido la forma a pesar de extrañas incursiones de años recientes.
Mis canciones internacionales favoritas de 2020
Fontaines D.C. – Televised mind
Sister Species – Heat death (hold me here)
Alexandra Savior – Can’t help myself
Porridge Radio – 7 seconds
Indochine – Nos célébrations
Cruel Hearts Club – Dirty rotten scum
Pledge – Wrong planet syndrome
The Flaming Lips – Flowers of Neptune 6
Still Corners – The last exit
Benjamin Biolay – Papillon noir
Para terminar, los videoclips y video lyrics que he encontrado, en orden inverso:
Hemos vivido un año extraño, en el que todos pudimos ser infractores, en el que lo normal se volvió anormal y viceversa. Hemos vivido (y aún vivimos) en un capítulo de ‘Black Mirror’. Indudablemente y aunque no lo queramos, el panorama musical de la distopia 2020 refleja en muchos aspectos esta anomalía. Al menos en mi caso ha sido así. Pero no todo ha sido malo. Este ha sido un año Triángulo de Amor Bizarro, lo que significa que desde que se publico su disco homónimo el 21 de marzo (en pleno encierro domiciliario forzoso y sin saber lo que iba a ocurrir), sabíamos que iba a arrasar sobre todo lo demás. Pero también hemos tenido sorpresas muy agradables «como las de antes». Ahí están Ginebras con su frescura y su estupendo disco ‘Ya Dormiré Cuando Me Muera’. Siguiendo con el lado oscuro los discos de Futuro Terror o El Columpio Asesino también son perfectas bandas sonoras de lo que hemos vivido.
Las canciones tampoco están exentas del toque distópico. Desde el tecnofuturismo de Wind Atlas hasta el pop punk de Biznaga, pasando por Pantocrator, Niña Polaca o Belako, el espectro que cubre el 2020 en cuanto a temas musicales patrios es muy amplio, con buenas melodías, buenas letras y a veces el punto inquietante que no nos vamos a poder sacudir de encima en mucho tiempo. Vamos con el repaso:
Discos nacionales favoritos de 2020
Arista Fiera – Cromatismo Doméstico. Desde Málaga nos llegó esta banda con su primer trabajo largo. Muchos medios tiempos, distorsión eléctrica, shoegaze, algo de dream pop y mucho del pop independiente que tanto nos gusta. Una amalgaba bien construida cuyo resultado es bien redondo.
Futuro Terror – Sangre. Los alicantinos dejaron este 2020 su segundo trabajo hasta la fecha. Un disco repleto de punk y post punk nuevaolero en la línea de las bandas más oscuras del pop rock de los ochenta. Temáticas soviéticas en las geniales letras e instrumentaciones contundentes en una colección de canciones impecable y demoledor. ‘Frío’ o ‘Komsomol’ son maravillas para enmarcar.
El Columpio Asesino – Ataque Celeste. Cuando poco esperábamos ya de los pamploneses presentan por sorpresa este ‘Ataque Celeste’ siguiendo la línea distópica de sus últimos trabajos. Menos rock y más synth pop para un disco corto (solo ocho temas) pero intenso. Sabemos que no es su mejor trabajo pero tampoco nos importa. ‘Sirenas de Mediodía’ es otra canción para la banda sonora de 2020.
Ginebras – Ya Dormiré Cuando Me Muera. Aunque ya con su debut en sencillo ‘La típica canción’ nos conquistaron completamente, el estreno en largo es la confirmación de lo que estas chicas son capaces de hacer. Letras costumbristas, melodías muy pegadizas y una desenvoltura poco común para unas debutantes. Imposible escuchar las canciones solo una vez.
Triángulo de Amor Bizarro – oɹɹɐzıqɹoɯɐǝpolnƃuɐıɹʇ. Ya dijimos que 2020 es un año Triángulo de Amor Bizarro. Eso significa que desde hace ya unos cuantos años copan las listas de mis favoritos nacionales, bien en discos, bien en canciones o en ambas (como es esta ocasión). Los coruñeses vuelven a sacudir la escena independiente estatal con una auténtica obra maestra que, esta vez sí, veo complicado que puedan superar. Hemos de rendirnos completamente ante un trabajo oscuro, distópico, esperanzador y que nos sabe a leyendas ancestrales, a hierro, a pantallas y a chips de silicio. Todo lo que se diga de ellos ha de ser necesariamente hiperbólico. No nos queda otro remedio. Disfrutemos mientras podamos.
Mis canciones nacionales favoritas de 2020
Triángulo de Amor Bizarro – Folía de las apariciones
Ginebras – Crystal Fighters
Niña Polaca – Madrid sin ti
Futuro Terror – Komsomol
Pantocrator – No te puto pilles
Wind Atlas – Dos ojos
Emilia, Pardo y Bazán – Madriz Central
Biznaga – 2K20
Adiós Amores – Charlotte
Belako – Tie me up
Para terminar, los videoclips y video lyrics que he encontrado, en orden inverso:
‘Baron Noir’ es una serie francesa que está muy lejos del perfil necesario para ser una producción popular. Aún así, ha saltado a la fama por ser una de las series que tanto Pedro Sánchez como Pablo Iglesias han estado viendo durante el encierro domiciliario de marzo y abril. Y es verdad que muchos de los aspectos que se narran tienen un cierto paralelismo con la política contemporánea española del flanco centroizquierdista. Pero más allá de estos temas casi anecdóticos vemos una producción bastante austera en las formas, con escenarios sin florituras, actuaciones realistas, mucha cámara en mano para darle la verosimilitud de, a veces, un falso documental. En ese sentido ‘Baron Noir’ es puramente francés, con mucho de político y algo de social, al estilo de Tavernier.
Philippe Rickwaert, perro viejo de la política, comienza la serie siendo el alcalde de Dunquerque, pero con buena mano dentro de la izquierda parisina y francesa. En todos sus movimientos siempre le impulsarán el afán de venganza y el de poder. Pero lejos de ser un psicópata, la historia siempre le dará la oportunidad de mostrar un lado humano. O lo que es lo mismo, la pura contradicción. Si un día te tengo como amigo, al día siguiente eres mi enemigo. Vamos, que en política no hay amigos realmente, sino aliados. En el otro extremo del escenario está Amélie Dorendeu, compañera de partido en un principio. Los tiras y aflojas entre ellos se mantendrán a lo largo de las tres temporadas. Ambos se moverán entre el desprecio y la envidia mutua.
Se ha dicho que ‘Baron Noir’ es la ‘House of Cards’ francesa. Es verdad en parte, pero ‘House of Cards’ tanto la versión británica como la norteamericana dan la impresión de estar mucho más asentadas, ser más sólidas y creíbles. El guión de ‘Baron Noir’ no me parece especialmente bien resuelto. Los acontecimientos se atropellan unos a otros hasta límites inverosímiles. Es muy complicado creer las situaciones que nos plantea el guionista y director Eric Benzekri. No creo que sea una mala serie, sino que más bien al español medio puede resultar indigesta o aburrida por la pura sucesión de acontecimientos supuestamente trascendentes. Sólo para muy aficionados a la política europea. 6,5/10.
Hace ya algún tiempo que decidí comenzar a leer obras de los premios Planeta. A lo largo de este blog he comentado algunos de ellos años atrás. Uno de los últimos, Javier Sierra, tiene además el componente de ser un escritor con vocación popular. De hecho, es uno de los escritores en lengua castellana más vendidos de los últimos años. Esa mezcla de intriga, suspense, investigación y misterio son muy atractivas para el lector medio. En 2004, el eco del ‘El Código Da Vinci’ de Dan Brown resonaba todavía con mucha fuerza. A su estela se publicaron cientos de novelas, ensayos y otros artefactos culturales. ‘La Cena Secreta’ fue tal vez una de ellas. La palabra oportunista quizá sea un adjetivo demasiado despectivo para aplicarle al bueno de Javier; no creo que lo sea. Pero lo cierto es que esta obra puede incluirse entre otras muchas que siguen el hilo argumental del misterio en el arte, del arte como un código oculto (que desarrollaría mucho más en ‘El Maestro del Prado’) a la vista de todos.
El protagonista de la historia es Fray Agustín de Leyre, un monje español perteneciente a la Inquisición que se desplaza hasta Milán para supervisar las últimas pinceladas de ‘La Última Cena’ de Leonardo Da Vinci tras las denuncias recibidas sobre la presunta herejía oculta que el pintor habría incluido en el fresco. Durante su estancia ocurrirán una serie de acontecimientos misteriosos que pondrán en alerta a Fray Agustín.
Dentro de ‘La Cena Secreta’ encontramos algo de ‘El Nombre de la Rosa’ de Umberto Eco, pero evidentemente sin las eruditas disquisiciones del italiano. La novela me ha resultado algo plana y menos emocionante y entretenida de lo que esperaba. Y quizá su mayor defecto: un final predecible desde muchas páginas atrás. No es, desde luego, la mejor de sus obras. 5/10.
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