Apostar por las producciones británicas suele ser un acierto seguro. Siempre hay excepciones. Y me temo que ‘The Virtues’ es una de ellas. A priori lo tenía todo para ser una gran serie, incluso uno de las del año. Detrás está Shane Meadows, autor de los grandísimos seriales de ‘This is England’ y en el papel protagonista Stephen Graham, posiblemente uno de los mejores actores ingleses del momento. Pero, aunque el guión es también impecable, quizás el desarrollo de esta miniserie de cuatro episodios no consigue atrapar ni entretener al espectador.
Joe es un perdedor de libro, exalcohólico y exdrogadicto, siempre dando tumbos por los peores bajos fondos de Liverpool. Un trauma infantil que no conocemos le persigue desde hace décadas. A raíz de un hecho familiar desgraciado, decide abandonar su vida actual y regresar a su Irlanda natal en busca de su hermana. Allí revivirá con mucha más intensidad esos traumas y las cosas no mejorarán.
No hay duda de que Meadows juega con la potencia actoral de sus protagonistas, con la calidad y la capacidad de llevar sobre sus hombros toda la intensidad de la trama. Pero aquí no parece ser suficiente y tras un buen primer episodio pierde el interés. El argumento convencional y resuelto convencionalmente no convence. Se deja ver, y nada más. 6/10.
El mundo de las series comienza a estar saturado de ficciones políticas, de maquiavelismo de altos vuelos y de juegos estratégicos. Hoy son incontables las producciones televisivas que reflejan con más o menos acierto los entresijos del servicio público. Todos recordamos clásicos como ‘Sí, Ministro’ y ‘Sí, Primer Ministro’ –sin duda las mejores–. Mucho después llegaron ‘House of Cards’ (la original británica y la copia estadounidense), ‘Borgen’ y el toque nórdico o ‘Marsella’ entre muchas otras. ‘Les Hommes de l’Ombre’ (‘Los Hombres de la Sombra’ literalmente en castellano) es una más. Hasta la fecha han emitido tres temporadas de seis episodios cada una.
Simon Kapita (Bruno Wolkowich) es un antiguo «spin doctor» del presidente de la República Francesa que actualmente reside en Nueva York. La historia arranca justo en el momento en que el presidente es asesinado en un atentado. Kapita, que circunstancialmente se encuentra en París, detecta que se esconde algo extraño detrás del magnicidio. Al tiempo asesorará al candidato sucesor. De este modo se convertirá en un personaje a medio camino entre detective y asesor político que navegará por las alcantarillas del poder, aunque el olor sea insoportable. A lo largo de una campaña electoral para elegir un nuevo mandatario donde todo vale, tendrá que atacar y defenderse en un toma y daca sin tregua.
La serie resulta bastante entretenida y el trabajo de los actores en general es bueno, pero la sensación con la que nos quedamos es que falta algo, un hilo argumental sólido que hilvane todas las temporadas y le aporte originalidad. ‘Les Hommes de l’Ombre’ se queda al final en un ‘Borgen’ con peleas de navajeros. Y en estas comparaciones necesariamente sale perdiendo… A pesar de todo se deja ver. 6,5/10.
Los cambios no suelen ser sencillos. La costumbre nos hace acomodarnos a una forma de hacer las cosas. Si esto cambia nos perdemos. Finalmente, este verano he decidido cambiar mi DSLR Canon EOS 60D de 2011 por una Panasonic Lumix GX80. Sí, de réflex a mirrorless. Un cambio grande, pero necesario.
Mi objetivo era conseguir reducir el peso del equipo fotográfico que llevo a los viajes, así que me lancé. Elegí está cámara por su tamaño –bastante pequeño–, su calidad de construcción, la ausencia de filtro de paso bajo –le proporciona más nitidez– y su capacidad de grabar en 4K a 30 fps. Junto con este cuerpo adquirí un par de objetivos. Un todoterreno Panasonic 14-140 mm 3,5-5,6 (distancia focal 28-280 mm en full frame) y un ultra angular Laowa C-Dreamer 7.5 mm versión de aluminio (15 mm en full frame). También un par de baterías adicionales, un cargador externo y dos tarjetas de memoria SanDisk SDXC de 64 Gb de 150 Mb/s. Todo ello dentro de una bolsa Think Tank Mirrorless Mover 20. En total, aproximadamente un tercio del peso que llevaba hasta ahora con mi 60D. ¡Prueba superada!
Pero toda cara tiene su cruz. Las mirrorless tienen una fama justificada de gran consumo de batería. He podido comprobar que es cierto. El visor electrónico tiene bastante definición pero no consigo acostumbrarme a él, así que al final siempre miro por la pantalla. La GX80 cuenta con gran cantidad de opciones repartidas por varios menús de varias pantallas cada uno. Me resulta complicado acceder a algunas opciones más o menos básicas. Quizás solo sea cuestión de acostumbrarse.
Mi próximo viaje va a ser un gran banco de pruebas sobre lo que puede o no puede hacer la GX80. Espero que no me defraude.
Hace unos días, buscando unos documentos sobre urbanismo de Zamora, me encontré con la tesis ‘La Arquitectura y los Arquitectos en el Ensanche: Zamora 1920-1950’ de José Luis Gago Vaquero. En ella encontré mucha información interesante sobre cómo los urbanistas de finales del siglo XIX y comienzos del XX empezaron a delimitar las que serían las nuevas vías en torno a las cuales se expandiría la ciudad de Zamora. Los viejos ejes de San Torcuato y Santa Clara quedarían prolongadas en la nueva Zamora con la avenida de las Tres Cruces y la avenida de Requejo respectivamente, cuyo trazado ya existía en forma de caminos desde siglos atrás.
Aunque hay muchos datos que me llamaron la atención de esta investigación, uno en concreto me sorprendió. En la intersección entre las calles Amargura y Víctor Gallego existió la Casa Méndez, obra del arquitecto abulense Gregorio Pérez-Arribas. Como en otros de sus edificios (por ejemplo las fábricas de harina Rubio y Colino), el ladrillo como base y ornamento era fundamental. Mirando los dibujos del alzado que se conservan el estilo era muy similar, mezclando eclecticismo y modernismo.
En 1914, cuando la Casa Méndez fue construida, las edificaciones del ensanche eran muy contadas, la mayoría huertos o humildes casas de campo. Sólo en algunas zonas comenzaban a despuntar los palacetes u «hoteles», especialmente en el boyante Paseo de la Estación (hoy Víctor Gallego) y en las ya mencionadas Tres Cruces y Requejo. De esa Zamora del primer ensanche poco queda. Casi todos estos edificios sucumbieron al progreso en los años 60, 70 e incluso 80. La Casa Méndez no fue una excepción. Aunque no he conseguido averiguar la fecha exacta de cuándo fue demolida, a través de las fotografías de los Vuelos Americanos, postales e imágenes antiguas es de suponer que desapareció hacia comienzos de los años 70 para dar paso a un moderno bloque de viviendas de diez plantas.
Pero, ¿queda algún vestigio que atestigüe su existencia más allá de las fotografías antiguas?. Una reminiscencia por cercanía, estilo y época puede considerarse la fachada de un antiguo taller mecánico situado en la calle de Víctor Gallego nº 12, protegida por el Ayuntamiento y que fue contigua a la Casa Méndez. Aunque no puedo asegurarlo, parece ser que no formaba parte del edificio –aunque estaba pared con pared, de eso no hay duda–, pero tal vez se construyó pensando en mantener un estilo homogéneo en esa manzana. He consultado también el Catálogo Arquitectónico editado por el Ayuntamiento de Zamora (página 61) y no es nada clarificador en este sentido, datándola simplemente como «del primer tercio del siglo XX». Quizás en el futuro encuentre algún documento o fotografía más clara…
Russell T. Davies es uno de esos personajes de la televisión europea que han contribuido a la revolución de las series que vivimos hoy día. Es artífice, por ejemplo, de la resurrección en 2005 de ‘Doctor Who’, guionista de ‘Queer as Folk’, ‘A Very English Scandal’ o ‘Torchwood’. Tenía mucha curiosidad por ver su última creación, ‘Years and Years’. Se trata de una producción de 2019 entre la BBC y HBO.
Si muchas películas y series se dedican a radiografiar social y políticamente el pasado, ‘Years and Years’ se atreve con el futuro. Como una obra de ciencia-ficción realista, retrata el futuro a quince años vista, sus evoluciones sociales, geopolíticas y tecnológicas. Asomarse a lo que vendrá tiene sus riesgos. Por ejemplo a caer en la fantasía. Eso no ocurre aquí. A pesar de que este ejercicio de prospectiva puede resultar descabellado, todo suena inquietantemente realista. Podría ocurrir. La serie se centra en la vida de la familia Lyons con la abuela a la cabeza y la repercusión que tiene sobre ella la evolución de las costumbres sociales y la convulsa situación geopolítica.
Son tan sólo seis episodios, pero en todos y cada uno de ellos se mantiene una tensión extrema y a lo largo de la serie asistiremos a varios giros de guión que nos sorprenderán. Respecto a los actores, ‘Years and Years’ cuenta con un elenco de primer nivel. A destacar el siempre fantástico trabajo de Rory Kinnear o de Emma Thompson. No hay duda de que es una de las mejores series que he visto este año, mucho más a quienes nos gustaron las primeras temporadas de ‘Black Mirror’. 8/10.
Clara Usón es una escritora no excesivamente conocida dentro de la literatura española actual. Con bastantes obras ya a sus espaldas es, sin duda, una de las grandes autoras nacionales del momento. Su último libro es ‘El Asesino Tímido’, publicado en 2018 por Seix Barral.
De género inclasificable, Usón disecciona una época, los años setenta en España, a través del controvertido supuesto suicidio de la no menos controvertida actriz Sandra Mozarowsky. Envuelta en turbios rumores que la asociaban con la Casa Real (concretamente como amante del Rey Juan Carlos I), su muerte tal vez esconda algún secreto que aún no ha salido a la luz. La propia autora aparece también estableciendo un paralelismo autobiográfico –una biografía por cierto bastante azarosa– y la actriz fallecida. Y como tercera pata para completar la trama aparece el filósofo y lingüista Ludwig Wittgenstein como un personaje más. Todo parece realmente una excusa para tratar los temas clásicos de sus novelas: La muerte, las diferencias generacionales, la juventud y los excesos.
El resultado es una mezcla original, curiosa e interesante, bien escrita, pero que sin duda sólo es apta para lectores avezados y sin prejuicios. Interesante. 7/10.
El principal aliciente que encontré en empezar a ver esta producción islandesa fue –precisamente– su procedencia. No es muy común cruzarse con series grabadas y producidas (al menos en parte) por el país nórdico. Por eso la curiosidad me pudo y comencé a ver ‘Flateyjargátan’ (en castellano ‘El Enigma de Flatey’). Nada sabía del argumento, de los actores, ni de que estaba basada en una novela hómonima bastante exitosa escrita por Viktor Arnar Ingólfsson que se llegó a publicar en castellano en 2014. ‘Flateyjargátan’ no se aleja demasiado del género negro escandinavo –el llamado «nordic noir»— con toques melodramáticos y sociales.
En los primeros años 70, Johanna es una profesora e investigadora que se desplaza junto con su hijo pequeño a una remota región islandesa a recoger el legado de su padre fallecido, un reputado estudioso del mundo medieval nórdico. En su posesión Johanna encuentra una manuscrito donde se dan pistas para encontrar la tumba de un antiguo rey. Paralelamente, en la pequeña comunidad miran con recelo la presencia de una madre soltera con ideas avanzadas. Poco a poco le irán haciendo la vida imposible. Todo cambiará cuando uno de los vecinos es asesinado.
Aunque el argumento lo tiene todo para ser una serie intrigante –o al menos interesante–, la historia descarrila a menudo y se adentra en asuntos que quizás le vengan demasiado grandes, sobre todo cuando la serie la forman tan sólo cuatro capítulos. Los actores también bordean peligrosamente la sobreactuación. He leído alguna crítica que la tildan de «blanda». Y efectivamente es un buen calificativo, aunque tampoco «pastiche» le iría mal. Bien podría ofrecerse por entregas en la sobremesa de cualquier televisión generalista. 4/10.
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