He visto hace poco el documental ‘Outfoxed: Rupert Murdoch’s War on Journalism’. Dirigido y producido por Robert Greenwald, un conocido activista muy crítico con la actual administración norteamericana, disecciona con multitud de testimonios y cortes de vídeo la política empresarial y de información de la que hoy día es Fox Corporation, el mayor conglomerado de medios de comunicación del planeta que llegan a más de cuatro mil millones de espectadores potenciales. Si ya de por sí tal uniformidad es mala, no lo es menos la práctica informativa.
El canal Fox News, inaugurado en 1996, es quizás el medio más polémico y el principal protagonista del documental. De todos es conocido su papel durante la elección de George W. Bush, los atentados del 11-S o las guerras en Afganistán e Irak. Fox News hizo en todos estos asuntos alarde de parcialidad, compadreo y complacencia con la derecha más conservadora y no dudó en tergiversar la realidad cuando lo creyó conveniente. En el documental se dan unas cuantas pruebas de ello. Por ejemplo hablan varios periodistas despedidos de su trabajo por no plegarse a las exigencias o simplemente hacer comentarios inadecuados sobre temas espinosos. Se denuncia también el gusto de Fox News por los publirreportajes políticos hacia figuras como Ronald Reagan o el propio Bush. El canal de Murdoch maneja como pocos el borroso límite entre la noticia y la opinión, entre la realidad deseada y la verdadera. Para ello utiliza varias técnicas:
Para los asuntos que le resultan incómodos: confundir, difundir un mensaje confuso. Mostrar rótulos que distraigan la atención, la desvíen o distorsionen la percepción de la noticia.
Simplificar la realidad hasta límites infantiles. Sólo existe el blanco o el negro.
Ridiculizar a quienes no sirven a sus intereses. Hacer comentarios burlescos.
Modificar las declaraciones del adversario hasta hacerlas irreconocibles y llevarlas a su terreno. El proceso es lento, pero implacable.
Aludir a fuentes de información confusas (inventadas) para introducir mensajes e ideas subjetivas para después convertirlas en un mantra a repetir hasta la extenuación.
Me ha llamado la atención especialmente un caso que trata el documental. Me refiero a la intervención de Jeremy Glick en ‘The O’Reilly Factor’, uno de los programas más ultras de Fox News (que ya es decir). Glick es un joven que perdió a su padre en los atentados del 11-S y que firmó un manifiesto en contra de la guerra de Afganistán. Sabiendo a quién se enfrentaba, se preparó a conciencia estudiando a O’Reilly con vídeos grabados. Se dió cuenta de que cuando los invitados que acudían al programa era «hostiles», el tiempo que tardaba en hacerlos callar era muy similar. De este modo, planificó su intervención casi al segundo. En él hablaba de que la Fox había utilizado en beneficio propio los atentados de Nueva York y que el pueblo de Afganistán no eran los culpables, sino que los radicales islamistas fueron armados y formados por la administración norteamericana para que lucharan contra los rusos durante la invasión del país. Para nosotros eso son obviedades, pero supongo que para el espectador medio de la Fox News supuso un shock. O’Reilly mandó cortar el micro de Glick y le acusó de ser un radical izquierdista. En los meses siguientes, O’Reilly tergiversó sus argumentos para desacreditarlo. Pero para entonces, el joven era ya un héroe entre los opositores de la guerra de Afganistán y de Irak.
Aquí dejo el vídeo de la intervención. Está en inglés, pero no lo he encontrado con subtítulos:
Por último decir que muchos de estos métodos tan poco éticos me recuerdan casi milimétricamente a los de otros medios muchos más cercanos a nosotros. Y no quiero señalar…
No hace mucho tiempo que llegó a mis manos el último disco del dúo neoyorkino Ratatat ‘Classics’ (XL Recordings, 2006). Como puede verse, no es un trabajo reciente, pero es ahora cuando la banda se está dando a conocer, al menos en Europa. Buena parte de la culpa viene de sus demoledores directos. Pero no, no hablamos de una banda de rock, ni de heavy metal. Ratatat han elegido el camino de los instrumentales mitad electrónicos mitad eléctricos que en ‘Classics’ tienen vocación precisamente de eso, de clásico. No me refiero a ser referencia obligada para las generaciones futuras, sino a que el corte de sus composiciones nos remite a la música clásica.
Por eso quizás nos pudieran recordar a unos Tortoise sin referencias jazzísticas o al hieratismo de Boards of Canada, pero seguramente el símil no sea del todo ajustado. Ratatat usan en algunos temas órganos casi religiosos. Podemos encontrar además desarrollos lentos pero imparables, nunca estridentes, como si midieran cada uno de los acordes. Se ha dicho, y creo que con mucho acierto, que Ratatat suenan como «si un robot tocara la guitarra». Y si esto fuera poco, hay algo que también lo emparenta con el hip hop. Los ritmos sincopados y las bases sampleadas parecen esperar a que un MC comience su fraseo. De hecho han remezclado a los grandes del ritmo urbano en sus ‘Mixtapes’ que pueden descargarse gratuitamente desde su web oficial.
Para hacerse una idea de quiénes son, lo mejor es escucharlos, bien a través del MySpace de la banda, de sus dos disco publicados hasta la fecha ‘Ratatat’ (XL Recordings, 2004) y el antes mencionado ‘Classics’, o ver un vídeo no oficial de ‘Wildcat’, el primer sencillo de su segundo trabajo:
En el imaginario popular, la maquinaria del Estado está compuesta de instancias, oficios, fotocopias, resoluciones, cartas, notificaciones y un sin fin de documentos. El «papeleo» lo solemos llamar. Cuando se ve desde dentro, uno se da cuenta de que esa sólo es la punta del iceberg. Internamente, el papel todavía es moneda común en las comunicaciones internas entre las diferentes unidades y delegaciones. Es cierto que el correo electrónico ha conseguido en los últimos años reducir algo el volumen y agilizar las gestiones, pero por otro lado también lo ha ampliado. Inexplicablemente, en mi oficina los correos electrónicos se archivan después de ser imprimidos. Nunca lo entenderé.
Un asunto aparte es el papel que se pierde por errores o duplicados no necesarios. Durante los últimos días he estado llevando un pequeño control de lo que se imprime por una de las nueve impresoras que hay en el departamento donde trabajo. Siendo benevolentes, en torno a una cuarta parte de los papeles que salen de la impresora son inútiles. Eso significa que, de los aproximadamente 1000 o 1500 folios utilizados a lo largo de una semana laboral, entre 333 y 375 van directamente a la papelera, víctimas muchas veces de la precipitación, de la falta de conocimientos informáticos o sencillamente de tener «gatillo fácil» con el botón de imprimir.
Aún así, creo que se pueden aprovechar los recursos muchísimo más. La informática ha de servir para simplificar nuestro trabajo y también para agilizarlo, no para generar más problemas y más papel. Si no se imprimieran los correos electrónicos de mi oficina para archivarlos y se guardaran «virtualmente», se ahorraría por lo menos un tercio del papel. Cada vez más, las nuevas aplicaciones informáticas que utiliza la Administración en sus distintas facetas, van dirigidas a minimizar el papel.
Parece mentira que a estas alturas, el sector público esté aún en la fase inicial de la informatización. En mi opinión, la culpa es principalmente de los directivos locales, a menudo faltos de cultura informática, que intentan combinar el antiguo sistema de «papeleo analógico» con los nuevos medios digitales, cuando de lo que se trata es de sustituirlo. El único papel que debe aparecer es el que entrega o recibe el ciudadano. Y cada vez menos, gracias a la Administración Electrónica.
Desde que tengo el Mac he tenido ganas de hincarle el diente al tema de la programación bajo esta plataforma. Así que me puse a recopilar documentación sobre las posibles alternativas que existen para los desarrolladores. La principal de ellas y la digamos «oficial» es Cocoa. Bajo este nombre se esconde la API del sistema operativo Mac OS X, es decir, un conjunto de funciones que manejan todo los aspectos del sistema. Los lenguajes para poder utilizarlas son C++, Java u Objective-C. La mayoría de tutoriales que he encontrado por la red hacen referencia a este último.
Así que hace unos días instalé XCode, que es un conjunto de herramientas incluidas en los discos de instalación para desarrollar bajo la plataforma de la manzana. A parte de la propia XCode, me puse a juguetear un poco con Interface Builder que, como su nombre indica, sirve para construir todo el interfaz gráfico al más puro estilo Mac. Hasta ahí todo fue bien y muy intuitivo.
El problema surgió cuando vi que la mecánica para establecer las relaciones entre código y controles de ventana no tenía nada que ver con otros entornos integrados para Windows. No digo que fuera difícil, pero sí muy diferente. Nada de poner nombres a los controles para luego referenciarlos en el código, aquí todo funciona a través de flujos de entrada (inlets), flujos de salida (outlets) y acciones. Las asociaciones entre estos flujos y los controles se hacen gráficamente. Las acciones se asocian generalmente a los botones. Y, como no tengo más que ligeras nociones de Objective-C, me perdí un poco a la hora de captar el flujo de entrada, darle contenido a las acciones y devolver el resultado en el flujo de salida.
Me parece que para un uso profesional para aplicaciones de cierta entidad, el uso de XCode está bien, pero a los que venimos de la «vieja escuela» de Windows y sólo queremos programar ocasionalmente por puro placer quizás nos resulte demasiado aparatoso. Habrá que hacer un nuevo intento, esta vez con el RealBasic 2007.
Aunque no lo pude ver en directo, gracias a YouTube he tenido la ocasión de ver la entrevista que Andreu Buenafuente hizo en otro día a Zapatero. Media hora de preguntas y respuestas con algunos buenos golpes de humor de parte del showman catalán. Sinceramente, no vi al Presidente demasiado cómodo. Y eso que se supone que hay «buen rollo». Me pareció que estaba excesivamente preocupado por mantener las formas institucionales y no salirse en ningún momento de su papel. Correcto y simpático, pero nada más.
En cualquier caso es de agradecer que se ofrezca una imagen diferente del jefe del Ejecutivo a la que estamos acostumbrados a ver y que nadie se había atrevido a concebir hasta el momento. ¿Os imagináis a Aznar siendo entrevistado por algún humorista de su cuerda? Yo no. Así que, a pesar de todo, un punto para Zapatero y para sus asesores de imagen y de marketing. Creo que ha sido una buena publicidad.
Mis momentos favoritos están al final de la entrevista, cuando se muestra a las cámaras la sala donde se celebra el Consejo de Ministros y en el momento en que a Buenafuente le entra el «ansia de poder» y decide quedarse como nuevo inquilino del Palacio de la Moncloa…
Para aquellos que no lo hayan visto, aquí está la entrevista dividida en cuatro vídeos:
Siempre los sábados a la hora de comer suelo poner el programa ‘Asamblea’ en el Canal Extremadura. Se trata de un espacio dedicado al parlamento autonómico extremeño en el que, en todo desenfadado y entretenido, se analiza cómo ha sido la semana parlamentaria y las leyes que se han debatido y aprobado. En cada programa también se entrevista a uno de sus miembros. En definitiva, ‘Asamblea’ intenta acercar al público general una institución tan importante como es su propio parlamento de un modo ameno.
Recuerdo que La 2 de Televisión Española emite los sábados a las 11 de la mañana ‘Parlamento’, un programa que en mi opinión es demasiado serio y que nuestra televisión tiene bastante abandonado. De hecho, su página web no se actualiza desde 2005. Su formato es muy similar al de ‘Asamblea’, así que supongo que éste estará inspirado en aquel.
Me parece que si la televisión pública tiene una función esencial, esa es la de mostrar cómo funciona un país, fomentar la cultura de las instituciones. Sería bueno que nosotros, los paisanos de a pie, conociéramos las instituciones que nos rigen. Creo que se debe hacer un esfuerzo para que todos nos sintamos parte del aparataje del Estado, de los poderes que nos rigen, de sus límites y de nuestros derechos como ciudadanos. Estoy seguro de que muchas de las noticias infundadas, los rumores maliciosos o los malentendidos que algunos medios difunden no prenderían en determinadas personas. Se debe fomentar la participación democrática, y los medios de comunicación públicos son el canal ideal para hacerlo.
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