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La bitácora personal de Ricardo Martín
Comentando cosas desde 2004
26 de octubre de 2012

Como hacer grandes viajes con tu cámara réflex y no morir en el intento

Llevo ya unos cuantos años cargando con mis cámaras réflex por todos los confines de la península ibérica y de parte de Europa. Durante este tiempo he aprendido mucho sobre cómo convivir con una cámara a veces muy voluminosa y pesada, cargando con ella durante horas, comiendo con ella o sentándome en coches, trenes y buses con ella. Todo ello con las más variadas condiciones climatológicas. Ya sea lloviendo, a veces nevando, con un sol de justicia o en medio de una tormenta de arena de playa.
Aunque no soy ningún experto ni mi experiencia es muy larga (seguro que otros podrían dar consejos mucho más sabios), sí que os voy a contar algunas cosas que he ido aprendiendo a lo largo del tiempo:

  • Tamaño del equipo. Resulta elemental si vamos a viajar en avión y no queremos facturar maletas. Yo actualmente tengo dos bolsas para guardar y transportar mi Canon EOS 60D. Una pequeña que me permite llevarla con un objetivo montado de tamaño medio-grande (cualquier todo terreno cabe), la batería de repuesto y tres o cuatro tarjetas de memoria. Y otra más grande donde puedo, además de la cámara con un objetivo montado y el cargador de baterías, llevar un objetivo adicional dentro de la bolsa y quizás otro en la redecilla, aunque esto no es muy recomendable si vamos a cargar con ella durante mucho tiempo. La razón, además del peso, son los posibles golpes accidentales que podemos darle. Concretamente los modelos de mis bolsas son de la marca Lowepro, la Toploader Zoom 50 AW y la Nova 170 AW. Me gusta esta marca porque sus acabados son muy buenos y son increíblemente resistentes.
  • Comodidad. Resulta fundamental si vamos a llevar la cámara durante mucho tiempo fuera de la bolsa. Tened en cuenta que a veces durante horas hemos de tener sobre nuestros hombros la bolsa quizás con un objetivo adicional y la propia máquina. Hasta hace poco más de un año usaba la correa suministrada por Canon para llevar la cámara. No es que sea una correa mala, pero es muy incómoda si se le va a dar un uso intensivo. Había días que acababa con el cuello destrozado. Estuve buscando soluciones para cargar con mi cámara de otro modo y di con la compañía BlackRapid. Fabrica unas correas cruzadas de alta calidad que se apoyan en el hombro y que dejan colgar el equipo sobre el costado contrario. A pesar de que no es una compra barata, es una de las mejores inversiones que he podido hacer. La que yo tengo actualmente es el modelo RS-4.
  • Objetivos. Uno de los grandes dilemas a la hora de hacer un viaje con equipaje limitado es que hay que elegir los objetivos. En realidad para cualquier viaje. Una sabia elección evita que nos pasemos todo el día cambiando de objetivo o tirándonos de los pelos por no haber cogido el gran angular. Es evidente que en estos casos la opción ganadora es la del objetivo todo terreno. Si se trata de un viaje cómodo –en coche o en bus, no vamos a cargar durante mucho tiempo con el equipo y vamos a tener mucho tiempo para hacer nuestras fotos– yo suelo llevar mi objetivo Canon EF-S 18-135mm montado por defecto. En la bolsa guardo el gran angular Tokina 11-16mm y la red el teleobjetivo, un Canon EF-S 55-250mm. En viajes largos o que presumiblemente voy a pasar mucho tiempo cargado elijo otras opciones. A Londres me llevé un Tamron 18-270mm, por cuestión de espacio más que nada. No es el mejor objetivo del mundo, pero es bastante digno. A Berlín cargué con el 18-135mm y el gran angular. Creo que ambas veces acerté y no eché de menos ni me sobró nada.
  • Actitud. A menos que hagas un viaje expresamente para hacer fotografías, lo mejor es dejarlo de un lado y que las cosas vayan surgiendo. Lo que sí hemos de tener siempre es «vista de fotógrafo», controlando siempre la luz que disponemos, de donde nos va a dar el sol, a qué hora anochece, etc, y por supuesto, sabiendo de antemano donde hay una foto. Podemos planificar nuestro viaje teniendo en cuenta estos detalles para evitar sorpresas o tener que hacer fotografías con poca luminosidad o a contraluz. La cámara, si no fuera de su bolsa, deberíamos llevarla siempre a mano, lista para disparar y apagarla solo cuando vayamos a dormir.
  • Viajes y vídeo. El tema del vídeo es bastante más complejo. Si ya de por si hacer fotografías durante un viaje es a veces complicado, ya no digamos el vídeo. Si no disponemos de mucho tiempo para visitar un lugar, es mejor no hacer vídeo y centrarnos en tomar buenas fotos. Sólo si contamos con el tiempo suficiente, tenemos espacio en nuestras tarjetas de memoria o si el motivo se presta a ello (un artista callejero, un evento en movimiento, una actuación musical, etc) es mejor –en mi opinión– tirar algunas fotos y el resto hacer vídeo. Siempre hemos de tener en cuenta que el vídeo es mucho menos agradecido y «luce menos» que unas fotos bien hechas.
  • Seguridad. Nunca dejéis vuestras bolsas en ningún sitio y cuando las llevéis colgadas, cerradlas. Si podéis llevar una correa neutra para vuestra cámara, mejor que mejor. La inscripción CANON EOS DIGITAL (ya no digamos si pone 5D Mark II o III) que llevan algunas cámaras es un «róbame por favor», especialmente en países o barrios «conflictivos». Aseguraos de que la correa esté bien atada a la cámara, especialmente cerca de acantilados y llevadla al cuello o cruzada, nunca apoyéis la correa solo sobre el hombro. Obviamente tampoco os arriesguéis a acceder a lugares o situaciones comprometidas para tomar «la foto de vuestras vidas» porque podría ser la última. El visor de la cámara proporciona una sensación de falsa seguridad muy peligrosa. El ejemplo clásico son los eventos taurinos de pueblos y ciudades.

Como véis, ya mayoría de estos consejos-recomendaciones son puras obviedades, pero que pocas veces nos paramos a pensar. En mi caso, a fuerza de cometer errores, se va aprendiendo. Y lo que nos queda todavía…

24 de octubre de 2012

Las nuevas sintonías de la Cadena SER

Ocurrió el pasado 3 de septiembre, y me había dado cuenta de que nos había comentado los cambios radicales que se han producido en la Cadena SER. Más allá de los cambios de programación, me han interesado especialmente las sus sintonías. Todas –o al menos las de sus programas señeros– son nuevas. El artífice de estos cambios tan delicados es Ricard Aymerich.

El resultado, desde mi punto de vista, es muy bueno en casi todos los casos. La que menos me ha gustado es la del boletín informativo horario, que me resulta demasiado «orquestal» para un boletín ágil de 4 o 5 minutos como mucho. Y mi favorita sin duda es la de Hora 25. Todas mantienen como leitmotiv la famosa y clásica ‘Sinfonía Azul’, compuesta en los años 40 por Federico Mompou.

Os dejo con un vídeo de la propia Cadena SER en donde el propio autor comenta estas sintonías nuevas:

23 de octubre de 2012

‘Elena’

El cine ruso actual, a pesar de ser muy desconocido para el gran público, es una mina de hallazgos. Si ya nos sorprendimos con el cine puro de Tarkovski y de su principal discípulo Sokurov, el tercero en discordia es Andrei Zvyagintsev. De Zvyagintsev ya vimos por aquí ‘El Regreso’ (2003) y ‘El Destierro’ (2007) y lo cierto es que, aunque ‘Elena’ (2011) tiene el sabor críptico y enigmático de sus predecesoras, el camino que el realizador ha tomado es mucho más personal. Se aleja por tanto cada vez más de su mentor y maestro, apostando por un cine neutro y naturalista, pero a la vez comprometido política y socialmente.

Elena es una mujer mayor casado en segundas nupcias con un médico acaudalado. Su relación, aunque correcta, parece bastante fría. Ella proviene de una familia de clase baja y con una familia en situación económica complicada. Los acontecimientos se precipitan cuando el hombre sufre un infarto. Elena no desaprovechará la oportunidad de hacer lo mejor para los suyos.

Zvyagintsev convierte al espectador en testigo de las andanzas y las maniobras de Elena. Los largos planos secuencia recogen con un realismo y una eficacia apabullante la distante relación del matrimonio y también las relaciones que tanto ella con su hijo como él con su hija mantienen. De hecho, estas dos relaciones paralelas se puede considerar el eje de la trama y el verdadero sentido de la película. ¿Qué haría un padre o una madre por sus hijos? ¿Y al contrario? Como siempre ocurre en este tipo de cine, el magnífico guión se sostiene en unos actores excelentes. En principio cine difícil para el neófito, aunque mucho más asequible que el de Tarkovski o Sokurov.

22 de octubre de 2012

Berlín en Cromavista

Como siempre que hago un gran viaje, me gusta compartir con vosotros en Cromavista algunas de las fotografías de lo que vi. Sobre Berlín he seleccionado 213 imágenes que, y esto será norma de aquí en adelante, he dividido en diferentes galerías. Concretamente diecinueve. Son las siguientes:

¡Espero que las disfrutéis!

21 de octubre de 2012

‘El Cielo Sobre Berlín’ y ‘Tan Lejos, Tan Cerca’

Aunque ya había visto hace años ‘El Cielo Sobre Berlín’ (‘Der Himmel über Berlin’) (1987), quizás la obra más destacable de Wim Wenders junto con ‘Paris, Texas’, no había escrito sobre ella ni sobre su secuela ‘¡Tan Lejos, Tan Cerca!’ (‘In weiter Ferne, so nah!’) (1993). Las he vuelto a ver para buscar referencias cinéfilas antes de marchar a la capital alemana. La primera ganó varios premios en su momento en Alemania y fuera, como el galardón a la mejor dirección en el Festival de Cine de Cannes de 1987. Quizás ‘El Cielo Sobre Berlín’ fue mucho más valorada en el momento de su estreno que actualmente, pero eso no significa que no siga siendo un referente a la hora de hablar de cine y Berlín.

La película cuenta la historia de dos ángeles –interpretados magistralmente por Bruno Ganz (que años después interpretaría a Hitler en ‘El Hundimiento’) y Solveig Dommartin— que velan por la humanidad, aunque no pueden intervenir en sus vidas, si pueden influir sobre sus pensamientos y su estado de ánimo. Uno de ellos, decide cambiar su inmortalidad por sentir la vida como un ser humano. Wenders dota a estos entes de una gran capacidad humana. En definitiva, se trata una apuesta por la humanidad y por su bondad intrínseca. Quizás en su fondo peque de ingenuidad y en las formas de una solemnidad y una pretenciosidad que a algunos espectadores puede resultar impostada. En la segunda parte, ‘¡Tan Lejos, Tan Cerca!’, este ambiente críptico y poético se diluye en favor de un argumento y una puesta en escena mucho más convencional que nada tiene que ver con su predecesora. Wenders tiró de celebridades (aparecen Willem Dafoe o Nastassja Kinski) para un argumento algo burdo, pero que supone el fin de la inocencia para los antiguos ángeles. Conocerán el mal, la soledad y el desamparo.

Pero en este segundo visionado lo que más me interesaba eran los puntos de la ciudad que aparecían. Por supuesto, el ángel de la Columna de la Victoria, la iglesia memorial del Kaiser Guillermo, los restos de la estación Anhalter, la Potsdamer Platz como estaba en tiempos del muro, el Europa Center, el famoso edificio con la estrella de Mercedes dando vueltas. En ‘Tan Lejos, Tan Cerca’ vemos también lugares del otro lado del muro, como la Alexanderplatz o la cuádriga de la Puerta de Brandeburgo.

20 de octubre de 2012

Un trozo de La Alhambra en Berlín

En nuestro periplo museístico berlinés nos llevamos muchas sorpresas, pero posiblemente la mayor de ellas fue encontrarnos cara a cara con varias piezas de origen español en el Museo de Arte Islámico de Berlín. Este museo, incluido dentro del Museo de Pérgamo, cuenta con objetos muy preciados, como la famosa Habitación de Aleppo (Siria), hoy tristemente famosa por la guerra civil. Pero como digo, la mayor sorpresa fue toparnos con trozos de nuestra historia en un lugar tan remoto como es Berlín. Por suerte no estamos acostumbrados a encontrarnos este tipo de piezas en museos extranjeros (mientras no vayamos a los Estados Unidos, claro) y choca e indigna a partes iguales.

La pieza más grande de las que se exponen en este museo es el techo, un artesonado de madera, de la Torre de las Damas del Palacio del Partal de La Alhambra en Granada. La historia de cómo fue a parar aquí es la siguiente. Arthur Von Gwinner fue un banquero alemán muy poderoso a finales del siglo XIX. Por aquella época el patrimonio artístico español debía ser un auténtico desastre y nada se hacía para conservarlo. El Palacio del Partal, perteneciente al complejo de La Alhambra, no era más que un caserón de propiedad privada, casi en ruinas, que apenas conservaba la apariencia de su pasado original. Aquellos dominios parece ser que no eran de especial protección por parte del Estado. Von Gwinner compró en 1886 el palacio y unas tierras aledañas.

En 1891 lo cedió al Estado Español con la condición de quedarse con el techo de la Torre de las Damas que haría trasladar hasta su residencia particular en Berlín. En su defensa también hay que decir que Von Gwinner cedió en 1921 a las autoridades españolas el resto de las adquisiciones realizadas en nuestro territorio a excepción de esta pieza. Parece ser que estaba entre sus favoritas.

Hoy día se encuentra en una sala especial sobre el Islam en la Península Ibérica junto a un capitel de Medina Azahara, una ventana de madera proveniente de Córdoba, diversa cerámica islámica del sur de España y alguna que otra pieza…

19 de octubre de 2012

Curiosidades y pensamientos sobre Berlín

Han pasado ya unos cuantos días desde que volví de Berlín. En total han sido seis días rondando por la capital alemana, visitando monumentos, museos y fijándonos en los más peregrinos aspectos de la ciudad del Spree. Precisamente sobre esos aspectos, la mayoría poco percibidos por los turistas, quería hablar en este post. Para ello, recupero las notas que fui haciendo en mi Moleskine

¡Cerveza!

Todo el mundo sabe que Alemania es uno de los paraísos para los cerveceros. Pero nunca pensé que estuviera tan incorporado a la vida de los berlineses. En cualquier supermercado se puede comprar, por ejemplo, una Berliner Kindl por poco más de 40 céntimos de euro. Pero no estamos hablando de las clásicas latas de 33 centilitros, sino de botellines de vidrio de medio litro. Ese es el tamaño y formato estándar por aquellas tierras. Los transeúntes la beben por la calle o en el metro, pero rara vez las abandonan vacías. El secreto: son retornables. Existen en los supermercados máquinas que permiten recuperar unos céntimos al entregar la botella vacía. Algo que por aquí nos suena a ciencia ficción. En muchos locales, incluso la cerveza es más barata que el agua o que otros refrescos.

Peatones y ciclistas

Es cierto que los alemanes son, al menos en apariencia, más cívicos que nosotros, pero nos sorprendió comprobar que los berlineses cruzan las calles por cualquier parte. De hecho, hay muchos cruces donde no hay ningún tipo de señalización. A pesar de todo, ciclistas, peatones, automóviles y tranvías conviven en una extraña armonía que puede parecer caótica (en las inmediaciones de Alexanderplatz es una locura) pero que funciona. Incluso con semáforos en rojo se puede cruzar sin problemas; los coches respetan al peatón y al ciclista sobre todas las cosas.

La bicicleta es precisamente uno de los elementos que más sorprende al visitante español. Casi todas las calles cuentan con su carril propio, bien en el asfalto o bien integrado en la acera de los peatones. Pueden verse bicis de todos los tamaños y formas, tándems, cuadriciclos, carritos y otros artilugios más raros todavía. Ayuda que Berlín es una ciudad bastante llana y de calles amplias.

U-Bahn y S-Bahn

Debe ser que los berlineses son gente honrada, pero al foráneo nos resulta extraño entrar en una estación del U-Bahn o del S-Bahn y no pasar por ningún control de acceso. Casi siempre absolutamente diáfanas, las estaciones sólo cuenta con una máquina expendedora de billetes y un poste validador que estampa el nombre de la estación de partida y la hora. Y no hay más. Se supone que hay revisores que controlan a los que lo pagan, pero en nuestros seis días no nos pidieron jamás los billetes. Al final es increíblemente cómodo, práctico y rápido. Siempre y cuando todo el mundo cumpla, claro.

Tanto la red S como U mantienen su independencia hasta tal punto que los transbordos entre uno y otro sencillamente no existen. Hay que salir de una estación y entrar en la otra. A veces la separación entre ellas es de cientos de metros. Esto, unido a la poca afición de los berlineses por las escaleras mecánicas o las rampas, hacen que cambiar del S al U o viceversa sea agotador.

Ricos y pobres

Seguro que hay gente que piensa que en Alemania atan los perros con longanizas. En el resto no lo sé. Desde luego en Berlín no es así. El lema que acuñó el alcalde socialdemócrata Klaus Wowereit, «Berlin ist arm, aber sexy» («Berlín es pobre pero sexy»), tiene mucho de cierto. Rascando un poco más allá de las zonas céntricas y turísticas, la ciudad muestra aún muchas cicatrices de guerra del pasado. Los bombardeos aliados de la segunda guerra mundial, el aislamiento a causa del muro, y la política urbanística dudosa de la época comunista, hacen de Berlín una ciudad complicada y con grandes diferencias que, a pesar de las grandes inversiones realizadas desde que es la capital federal (hay muchas estaciones de S-Bahn nuevas o restauradas y centros comerciales enormes), son muy visibles.

Allí también encontramos a los clásicos limpiadores de parabrisas de los semáforos, a los gitanos rumanos pidiendo en las zonas más turísticas, y los típicos indigentes durmiendo donde pueden. Y también cosas que aquí serían chocantes, como trabajadores de cuarenta o cincuenta años, con aspecto alemán, preparando hamburguesas en un Burger King.

A pesar de todo, Berlín sigue siendo una ciudad muy segura. Nosotros al menos nos sentimos así. Y nos dimos cuenta de que las apariencias engañan. Durante la noche, las calles fuera de Mitte (el barrio céntrico y turístico) no están muy iluminadas. En algunas casi no se ve donde se pisa. Eso nos ocurrió en el barrio de Kreuzberg. Las enormes zonas con vegetación, los bloques de pisos un poco destartalados y los descampados, unidos a la oscuridad, hizo que nos inquietáramos. Sin embargo por allí pasaban niños en bici, madres con hijos, etc. Prueba evidente de que rara vez pasa algo.



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