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La bitácora personal de Ricardo Martín
Comentando cosas desde 2004
19 de junio de 2013

Probando Adobe Photoshop Creative Cloud

La compañía Adobe presentaba hace un tiempo un giro en su filosofía. Básicamente venían a decir que la «nube» sería la reina de sus aplicaciones. Que las aplicaciones estarían basadas en la red y sería necesario para usarlo. Poco más se sabía. Algunos pensábamos que ejecutar aplicaciones basadas en web, directamente «tirando» de red, sería muy complicado porque necesitan gran eficiencia y potencia de cálculo. Efectivamente Adobe también lo sabía y por eso las cosas no son exactamente así.

Pero como siempre, he probado Adobe Photoshop CC, una de las aplicaciones del sistema Creative Cloud. El proceso es muy sencillo, sobre todo en mi caso, porque ya tenía una cuenta en Adobe. Consiste en descargarse un instalador que ejecuta un panel de control desde donde gestionaremos los programas instalados, el estado de nuestra cuenta, las actualizaciones, etc. En el menú de aplicaciones instalamos la aplicación que deseemos, en este caso Photoshop. Me ha llamado especialmente la atención el peso de la aplicación, de casi 1 Gb. Para ser una aplicación «en la nube» parece excesivo (Photoshop CS5.1 son unos 700 Mb en su versión Mac). Realmente es una aplicación normal y corriente como sus predecesores.

Entonces ¿Merece la pena pasarse al nuevo sistema? En mi opinión, rotundamente no. Además de no ofrecer nada nuevo, el nuevo sistema de licencias resulta caro para aquellos que, como yo, lo usamos sólo ocasionalmente (digamos que un par de días a la semana). Los precios por aplicación y mes ronda los 25 euros. Si se quieren usar todas las aplicaciones la tarifa asciende a más de 60. Esto hará que los profesionales sean reticentes a actualizarse. En cuanto a la obtención de copias no oficiales, crackear el nuevo sistema sólo será cuestión de tiempo. Sinceramente, veo que Creative Cloud será un fiasco y Adobe tendrá que recapacitar. Pronto veremos un CS7…

16 de junio de 2013

‘The Story of «Wish you Were Here»‘

Los documentales musicales están siendo en los últimos años un nuevo filón. Grandes realizadores se han embarcado en proyectos. Por ejemplo ‘Shine a Light’, con The Rolling Stones y dirigido por Oliver Stone, o el dedicado a George Harrison, ‘Living in the Material World’ de Martin Scorsese. Pero también otros documentos menos ambiciosos pueden dar muy buenos resultados. Tal es el caso de este documental de John Edginton que reconstruye con los protagonistas la creación durante 1974 y 1975 del noveno disco de Pink Floyd ‘Wish you Were Here’.

A lo largo de una hora, Edginton –gran conocedor de la vida y obra de los londinenses– entrevista a los tres miembros vivos de la banda (Nick Mason, David Gilmour y Roger Waters) y recupera antiguo material del fallecido Rick Wright. En el ambiente siempre sobrevolando el espíritu de Syd Barrett, inspirador del disco. Uno de los aspectos más interesantes del documental es que no se limita a la parte musical del disco, sino también al diseño de su portada, la carpeta interior y la famosa «galleta» con los cuatro elementos de la naturaleza. Curioso es sobre todo saber cómo se hizo la fotografía de la portada y los entresijos –y peligros– que implicó su realización. Otro de los momentos memorables es en el que el ingeniero de sonido que trabajó en la grabación junto a Alan Parsons, Brian Humphries, entra en los estudios Abbey Road y saca las viejas cintas de 24 pistas (como ya hiciera George Martin con las de The Beatles en Anthology) para contarnos todos los secretos de las grabaciones y los detalles que de otro modo nunca apreciaríamos.

En definitiva, este es un documental fundamental para los que nos gusta este y otros discos de Pink Floyd

13 de junio de 2013

‘Utopia’

Las series británicas que salen fuera de sus fronteras suelen venir avaladas con el marchamo de la calidad. Permanece aún el memorable recuerdo de las dos minitemporadas de la excelente ‘Black Mirror’, un serial que todavía mucha gente sigue descubriendo y que ya es de culto para muchos de nosotros. Quizás intentando aprovechar su estela, Channel 4 ha producido y emitido ‘Utopia’. Seis entregas emitidas originalmente entre enero y febrero y que ha sido traída a España por Canal+.

La historia de ‘Utopia’ es la del enigmático manuscrito de una novela gráfica. Estos documentos esconden algo que puede cambiar el curso de la humanidad. Por eso es ansiado por una multinacional farmaceútica ultrapoderosa que comprará al gobierno y a los servicios secretos para alcanzar sus fines. En el otro lado, un grupo de «frikis» de las conspiraciones, la informática y los cómics que se verán involucrados casi sin querer en el asunto. A partir de aquí, las apariencias siempre engañan y nada es lo que parece…

El transcurso de la serie comienza con un par de episodios espectaculares, de estética colorista y siniestra a la vez, rompedora, sorprendente y con personajes tan estrafalarios como inolvidables. Memorables son, por ejemplo, los dos matones de poca monta pero gran sadismo que al grito de «Where’s Jessica Hyde?» cometen tropelías una tras otra, a cada cual más macabramente creativa. Un toque de la mencionada ‘Black Mirror’ y un poco del mejor Tarantino también para un arranque estupendo. A partir de aquí la tensión, la estética, las situaciones, los personajes… Todo decae y se enreda hasta el absurdo para languidecer en un último capítulo previsible, mal cerrado y, en conclusión, que desmerece mucho a ese inicio genial.

11 de junio de 2013

León Benavente: El espíritu (indignado) de los tiempos

A estas alturas del año ya podemos decir claramente que la de 2013 está siendo una de las cosechas musicales más abundantes e interesantes de los últimos tiempos (sí, otra vez). A nivel nacional uno de los discos que más me ha gustado últimamente es el debut de León Benavente. Esta «superbanda» formada por gente del entorno de Nacho Vegas y procedentes de los cuatro rincones de España, ha editado en Marxophone un trabajo vibrante, directo y con letras actuales y con ánimo de trascender. Se trata pues –como se suele decir– de un hijo de los tiempos, y en parte recoge ese «zeitgeist» del 2013: El aturdimiento y la indignación por los acontecimientos nacionales e internacionales, el fin de los paradigmas políticos y económicos que nos han regido hasta ahora, el desencanto de la población, etc…

En lo musical las influencias de La Habitación Roja, Nudozurdo (ese recitado en ‘Ser Brigada’ tiene un aire a ‘El Hijo de Dios’), Lentejas los Viernes o el propio Nacho Vegas me vienen a la mente de inmediato. En las letras hay un poco de todo. Es cierto que no todos los temas poseen la misma calidad ni el mismo impacto, pero el conjunto es bastante homogéneo. De entre los diez cortes hay que destacar seis temas que valen por todo el disco, que entran a la primera, se pegan y luego crecen en cada nueva escucha: ‘Ánimo, valiente’, ‘Las hienas’, ‘Estado provisional’, ‘El Rey Ricardo’, ‘Revolución’ y la anteriormente citada ‘Ser Brigada’.

Una de las cosas que los chicos de León Benavente han hecho es colgar su disco en la web de Marxophone para que cualquiera pueda descargárselo libremente. Hasta el momento no hay videoclip de su tema de presentación ‘Ánimo, valiente’, aunque podéis escuchar todas las canciones en la propia web del sello.

7 de junio de 2013

El «cuartel viejo» de Zamora

En uno de los rincones más céntricos de la ciudad de Zamora se encuentra la Plaza del Cuartel Viejo. Bautizada así en los años ochenta, el nombre nos da la pista de que hace años allí se situó un cuartel de infantería del ejército hasta 1957, cuando pasó a ser un colegio de religiosos. Lo fue por poco tiempo, puesto que en 1979 fue derruido para construir un complejo de viviendas que es el que actualmente preside la plaza.

Hasta la entrada en funcionamiento del nuevo Cuartel Viriato en 1927, a las afueras de la ciudad por entonces, el Cuartel de Infantería de Zamora o Cuartel del Palomar fue el principal recinto castrense de la ciudad. Fue construido en el siglo XVIII casi a la vez que el de caballería en las orillas del Duero, cerca de la iglesia de La Horta, aproximadamente donde hoy se encuentra el colegio público Jacinto Benavente. Así lo demuestran varios los planos del recinto, datados en 1737 y 1751 respectivamente. Ciertamente existe información variada sobre el tema, pero en su mayoría referencias confusas. Incluso la cartografía de la época no es muy exacta. Sólo una cita a un «almacén de paja» (quizás la alhóndiga aneja) me hizo sospechar que se trataba efectivamente del «cuartel viejo».

El plano que más me ha ayudado para establecer la ubicación exacta del primitivo recinto es de 1751. En él puede verse su planta, así como las calles adyacentes. Haciendo una superposición con el trazado actual tomando como referencia el edificio de la alhóndiga –único edificio que queda de la época– me di cuenta de que el entorno no ha cambiado tanto como pudiera esperarse.

Viendo un plano del alzado del edificio del siglo XVIII pueden verse sus característicos arcos en el patio, tal y como aparece en esta antigua fotografía del cuartel, realizada quizás en los años 20, tomada –a juzgar por las sombras– tal vez al atardecer desde la fachada este y mirando hacia el oeste. Existen diferencias entre el plano y la imagen. En la segunda mitad del siglo XIX se amplió el recinto hacia el sur cerrando por completo el cuartel y agrandando el patio interior.

En la actualidad no queda ningún resto de esa edificación, al menos no visible. Es posible que bajo tierra existen aún las canalizaciones que conducían las aguas fecales desde las letrinas, situadas en el ala oeste, hasta más allá de la muralla, como podemos ver en este plano de 1751.

Aquí tenemos tres pistas para ubicar este conducto. La primera de ellas es la situación de la alhóndiga. La segunda, el plano anteriormente mencionado, donde pueden verse las letrinas y, en líneas discontinuas, el comienzo del trazado de la tubería. Y la tercera, la distancia indicada en el plano hasta la muralla, que es de 186 varas castellanas y 2 pies. Este último dato nos permite situar el punto aproximado en que la tubería cruza la muralla y deposita las aguas residuales en un depósito subterráneo de notable tamaño justo al pie del muro.

186 varas y 2 pies son unos 156 metros. Si aplicamos esa distancia desde las letrinas hasta la muralla, el punto aproximado de desagüe debería encontrarse a la altura del restaurante de La Rueda. Allí la piedra que sostiene el muro se interrumpe y en la base se encuentra una acumulación anómala de piedra que bien podría ser parte de la bóveda de este depósito. Pero esto tan sólo son suposiciones.

Quién sabe si ahí debajo aún se conservan restos de ese depósito subterráneo o de sus tuberías…

5 de junio de 2013

‘Una Semana en el Motor de un Autobús’ y la picaresca

De sobra es sabido que en los últimos años la venta de discos de vinilo está experimentando un auge que supone una reacción contra el fin del soporte físico de la música y la baja calidad y cuidado de las ediciones en CD. También –de eso no hay duda– parte de la «culpa» la tiene el gusto por lo vintage y la exclusividad. Y los sellos lo saben muy bien. Por eso cada cierto tiempo nos encontramos con ediciones limitadas, reediciones o inéditos (como ya vimos con la colección Dedicatessen de Jabalina).

Una de las bandas que más explotan este filón son Los Planetas. Muchos de sus discos fueron lanzados en vinilo en el momento de su publicación. Hoy, esas primeras ediciones se pagan a precio de oro en las webs de subastas y coleccionistas. En 2011, el sello El Ejército Rojo publicó toda la discografía de los granadinos. Esta operación salió fallida porque no eran fieles a los originales. Contaban con portadas diferentes –bastante feas, por cierto– y, a pesar de lo corto de la tirada, parte de las existencias de algunos LPs aún vagan por las cubetas de las grandes distribuidoras.

El caso de ‘Una Semana en el Motor de un Autobús’ (1998) es algo diferente. En su día no se lanzó en vinilo. Considerando que posiblemente sea el mejor trabajo de Los Planetas y que la edición era de tan sólo 976 ejemplares, estaba claro que iba a convertirse en un codiciado objeto de coleccionistas. En apenas una semana se agotaron todas las existencias y Sony emitió una nota para confirmarlo. Tanto Fnac como Amazon así lo indicaron en sus webs. Paralelamente, en sitios como Ebay o TodoColección surgieron vendedores que ofrecían el disco por unos 60 euros, cuando no más.

Por eso, me sorprendió encontrar en la sección de discos de xxxxxxxxxx siete copias de esta edición (con números no consecutivos) a su precio original de 21,99 euros. Por supuesto me hice con una, pero pude comprarlos todos y sacarme unos ingresos extra revendiéndolos a precio de oro…

3 de junio de 2013

Jardines de El Capricho

Aunque no lo parezca, en lugares tan aparentemente trillados como Madrid, existen rincones desconocidos dentro de la urbe. En este caso se puede decir que fue absorbido por el desenfreno urbanístico, y hoy se encuentra encajonado entre el Parque Juan Carlos I y el Campo de las Naciones por el noroeste y el aeropuerto de Barajas por el este. Hasta hace apenas cuarenta años era un oasis verde en medio del erial que era el extrarradio de Madrid.

Este jardín fue mandado construir por la duquesa de Osuna, María Josefa Pimentel, y sus obras tardaron cincuenta años en terminarse (comenzaron en 1787 y finalizaron en 1839). Demasiado tiempo, tanto que la duquesa no vivió para verlo completo. La historia bélica del siglo XIX y XX marcó el lugar. En 1808, el general francés Belliard se lo agenció para establecer en él su cuartel general. Durante la guerra civil se construyeron búnkeres antiaéreos en las inmediaciones del palacio. Aunque podrían ser un gran reclamo turístico, permanecen cerrados. Después de la guerra fue prácticamente abandonado hasta que en los años setenta fue comprado por el Ayuntamiento y declarado Bien de Interés Cultural.

Para terminar, y además de la galería que le he dedicado en Cromavista, aquí tenéis el clip de vídeo que grabé el día de la visita. Espero que os guste:



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