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La bitácora personal de Ricardo Martín
Comentando cosas desde 2004
18 de julio de 2011

Objetivos luminosos

El mundo de la fotografía puede llegar a ser una afición muy absorbente. Uno nunca deja de aprender nuevos conceptos, técnicas, o incluso sobre su historia. Porque la principal misión de la fotografía es captar la realidad a través de los ojos de quien porta la cámara. Por tanto, el componente subjetivo es una parte fundamental de este arte, o lo que es lo mismo decir la parte creativa. Pero también existe otro aspecto muy importante y que va parejo al artístico. Quizás en ninguna otra disciplina la técnica y la tecnología vayan tan unidas a lo artístico. Conocer los parámetros y el funcionamiento de nuestro equipo es de vital importancia si queremos plasmar correctamente nuestras fotografías. Y si hablamos de lentes, esa importancia se hace imprescindible. De ello dependerá el aspecto final de la imagen.

A lo largo de la historia, los técnicos han buscado reproducir la realidad lo más fielmente posible. La utopía es llegar a la perfección del ojo humano, capaz de obtener una imagen casi perfecta con muy poca luz. Precisamente la luz es uno de esos elementos primordiales a la hora de hacer fotografías. Pero la imperfección de las lentes que componen los objetivos y su construcción hacen que parte de esa luz no se aproveche. En el siglo XX se han construido objetivos que han rozado esa utopía. Todo aficionado al cine o a la trastienda técnica del séptimo arte conoce la historia del Zeiss Planar 50mm f/0,7, la lente que Stanley Kubrick pidió «prestada» a la NASA para la fotografía de interiores de su película ‘Barry Lyndon’ (1975). Su obsesión era filmar sólo con la luz de las velas y de la luna. Y lo consiguió. Para ello tuvo que ingeniárselas junto a John Alcott, el director de fotografía, para adaptar el objetivo a la cámara de 35mm contando con la profundidad de campo deseada por Kubrick. He aquí algunos de esos resultados. Son secuencias tomadas sin luz artificial:


Pero rebuscando un poco más no ha sido complicado encontrarme un más difícil todavía, una nueva vuelta de tuerca en el mundo de la óptica. El prodigio vino de la Unión Soviética. El origen del GOI CV-Siercalno-Linosvyi 20mm f/0,5 (sí, f/0,5) hay que buscarlo en marzo de 1948 en el Instituto Nacional de Óptica de San Petersburgo. Pero en contra de lo que pudiera pensarse, no se trataba de un proyecto experimental. Parece ser que se fabricaron y comercializaron varias unidades. El GOI CV es un objetivo catadióptrico de grandes dimensiones (su peso era de casi 10 kilogramos) y compuesto por un conjunto de ocho lentes de cuarzo y fluorita.

¿Por qué es tan costoso fabricar un objetivo de estas características? Por mucho que avance la tecnología y la electrónica, los objetivos han de cumplir las reglas de la óptica. El mero hecho de bajar un paso en la apertura de diafragma puede suponer un nuevo quebradero de cabeza para los técnicos que diseñan las lentes. En primer lugar, la elaboración de los cristales se complica y han de seguir un proceso mucho más minucioso y utilizar materiales como la fluorita que resultan mucho más caros y complicados de trabajar. Un objetivo es una combinación de diferentes lentes. Cuando la luz pasa por cada una de ellas, parte de esa luminosidad se pierde, aunque a veces sea una parte muy pequeña.

En la actualidad los objetivos más luminosos que se comercializan tienen unos precios respetables. En realidad, bajando de f/1,4, los ceros se disparan. Una de las mejores y más conocidas ópticas entre los especialistas y aficionados avanzados es el Leica Noctilux 50mm f/0,95. Un prodigio de la óptica con un precio también prodigioso (unos ocho mil euros). De momento, los aficionados mortales nos conformaremos con aperturas mucho más modestas, pero no por ello peores. Y es que, en la mayoría de los casos, la luminosidad no es lo más importante a la hora de hacer nuestras fotografías.

12 de julio de 2011

‘Finding Atlantis’, Platón y la Atlántida en el sur de España

El otro día pude ver el documental de National Geographic ‘Finding Atlantis’ (‘Encontrando la Atlántida’ en castellano). Como indica su título, en él se pretende encontrar por enésima vez el enigmático continente. Pero en este caso, la novedad es que esas pesquisas conducen al parque natural de Doñana. Novedad por decir algo. En realidad esta teoría es bastante antigua y hay que remontarse hasta principios de los años veinte del siglo pasado para encontrarnos con su principal valedor. Fue el hispanista alemán Adolf Schulten quien inició unas excavaciones en el coto de Doñana a la búsqueda de los restos de una civilización perdida, en este caso Tartessos. Parece que los alemanes tienen fijación con este asunto, porque ya entrado nuestro siglo Rainer W. Kühne detectó supuestos restos de formaciones artificiales en medio de la zona.

Después de ver ‘Finding Atlantis’ uno se queda más bien frío. Me pregunto cómo alguien puede montar una producción de tal calibre para la televisión con tan pocos datos verificables y sin ninguna prueba sólida. O lo que es peor, llegar a conclusiones tan arriesgadas como decir que una ola gigante destruyó la Atlántida basándose en evidencias endebles y bastante peregrinas.

Pero el documental me sirve como excusa para revisar este mito que siempre me ha resultado interesante. Hasta la fecha, mucho se ha escrito sobre la Atlántida, sobre su origen real o ficticio. Por eso yo no voy a entrar en el tema con demasiada profundidad, pero sí que me apetecía ir a las fuentes primigenias. Esas fuentes son los diálogos de Platón ‘Critias’ y ‘Timeo’, que es donde el filósofo griego nombra el fantástico continente. En realidad es la única fuente a la que podemos ir. La pena es no saber griego para poder leerlas en su versión original porque muchos aluden a una traducción ambigua que hicieron crecer los malentendidos sobre la Atlántida. La versión que he encontrado es también poco exacta, pero bastante revelador en cuanto a su localización, aportando incluso topónimos. Dice Platón en su diálogo ‘Critias’ lo siguiente:

Tal como dije antes acerca del sorteo de los dioses -que se distribuyeron toda la tierra, aquí en parcelas mayores, allí en menores e instauraron templos y sacrificios para sí-, cuando a Posidón le tocó en suerte la isla de Atlántida la pobló con sus descendientes […] Engendró y crió cinco generaciones de gemelos varones, y dividió toda la isla de Atlántida en diez partes, y entregó la casa materna y la parte que estaba alrededor, la mayor y mejor, al primogénito de los mayores y lo nombró rey de los otros. A todos les dio nombres: el mayor y rey, aquel del cual la isla y todo el océano llamado Atlántico tienen un nombre derivado; porque el primero que reinaba entonces llevaba el nombre de Atlante. Al gemelo que nació después de él, al que tocó en suerte la parte externa de la isla, desde las columnas de Heracles hasta la zona denominada ahora en aquel lugar Gadirica, le dio en griego el nombre de Eumelo, pero en la lengua de la región, Gadiro. Su nombre fue probablemente el origen del de esa región.

La pista de Gadiro, Gadirica o Eumelo es clara. Es el nombre que recibía Cádiz en tiempo de los griegos, bien en su forma local o en la de la lengua de Platón. Del texto podemos intuir que una parte de la costa de la Atlántida se extendía hipotéticamente desde el estrecho de Gibraltar (las Columnas de Hércules) hasta la por entonces isla de Cádiz. Precisamente esa zona era en la época un fértil archipiélago poblado por pueblos comerciantes, sobre todo griegos y fenicios y quizás herederos del antiguo pueblo de Tartessos, una cultura en la que muchos han querido ver a los atlantes.

Probablemente la Atlántida tal y como la cuenta Platón, y mucho menos con los «ornamentos» posteriores, nunca existió, pero es posible que el griego se inspirara en datos reales, o en noticias que llegaban de aquellas tierras lejanas para elaborar este mito. Quién sabe si en el futuro un nuevo Schliemann encuentre, contra todo pronóstico, los restos de alguna ciudad sumergida en las cercanías de la bahía de Cádiz. Cosas más extrañas se han visto.

8 de julio de 2011

Charles Clifford y las primeras fotografías de Zamora

Esta fotografía que véis arriba podría ser una imagen antigua cualquiera de una Zamora ya lejana en el tiempo, prácticamente irreconocible, mucho antes de la reforma de principios del siglo XX que derribaría las torres del puente de piedra. El río crecido indica primavera u otoño, aunque por la ligera niebla quizás sea finales de otoño, otoño de 1854. Se trata posiblemente de la imagen de Zamora más antigua, tomada cuando el invento (milagro o secreto para mucha gente de entonces) de la fotografía estaba reservado a unas pocas y expertas manos hábiles, normalmente franceses o británicos, y requería un instrumental caro, frágil y difícil de transportar.

Era la época del romanticismo. Muchos foráneos desembarcaron en España con el ideal de la aventura, del viaje por el viaje, y de adentrarse en una cultura y unas gentes a menudo idealizadas. Tales fueron los casos de Jean Laurent o del que nos ocupa, el galés Charles Clifford. Clifford se estableció en Madrid hacia 1850 como fotógrafo de estudio. Pero desde esos primeros años y hasta su muerte en 1863 se dedicó a fotografiar diferentes lugares de España. Al contrario de su contemporáneo Laurent, Clifford se dedicó en estos periplos a retratar principalmente paisajes y detalles de monumentos en vez de personajes.

Poco o nada se sabe de su visita a Zamora, cargado con todo su instrumental, imagino que en un carruaje, aquel año de 1854. Es posible que en algún archivo olvidado aún quede constancia de esta presencia sorprendente que, por añadidura, era extranjero, lo que le daría sin duda un aura extra de exotismo. En ese viaje, según cuenta Francisco Alonso Martínez en su libro «Daguerrotipistas, Calotipistas y su Imagen de la España del Siglo XIX», recorrió, además de Zamora, lugares como Valladolid, Medina del Campo, Benavente y Oviedo. Aparte de la imagen que encabeza este artículo, el fotógrafo tomó imágenes también del pórtico de la iglesia de la Magdalena y de la Puerta del Obispo de la Catedral. Precisamente el positivo original de esta última fotografía fue subastada en 2003 por la casa Christie’s de Londres y adjudicada por 1793 libras (2015 euros).

En aquellos años, Clifford era un personaje relativamente popular, sobre todo por haber sido nombrado como fotógrafo oficial de la reina Isabel II. En las publicaciones de la época he encontrado alguna referencia suya y a sus viajes, como esta de la revista El Museo Universal (un curioso Muy Interesante de la época con reportajes sobre física o sobre Egipto) del 30 de julio de 1858:

[…] La incansable perseverancia del señor Clifford ha dado a conocer a toda Europa la riqueza monumental de nuestro país, que ha recorrido casi enteramente, habiendo copiado más de ochocientos monumentos notables. Poco antes de la partida de la corte puso el señor Clifford en manos de la reina una magnífica colección de las vistas que ha sacado en su último viaje a las provincias de Extremadura y Toledo. […]

20 de junio de 2011

El «día de la toalla»

Uno de los libros que tengo pendientes de leer (tengo tantos) es ‘Guía del Autoestopista Galáctico’ de Douglas Adams. Una novela que es una auténtica frikada, o al menos tiene muchos frikis entre sus seguidores, o directamente sus seguidores son unos frikis. De hecho el día de la celebración del Orgullo Friki, el 25 de mayo, tiene mucho que ver con este libro. Este día se conmemora desde 2001 el «día de la toalla» en honor de Adams, ya que el 11 de mayo de aquel año falleció el autor británico.

Lo de la toalla es bien curioso y se corresponde con un pasaje de la novela:

Una toalla es el objeto de mayor utilidad que puede poseer un autoestopista interestelar. En parte, tiene un gran valor práctico: uno puede envolverse en ella para calentarse mientras viaja por las lunas frías de Jaglan Beta; se puede tumbar uno en ella en las refulgentes playas de arena marmórea de Santraginus V, mientras aspira los vapores del mar embriagador; se puede uno tapar con ella mientras duerme bajo las estrellas que arrojan un brillo tan purpúreo sobre el desierto de Kakrafun; se puede usar como vela en una balsa diminuta para navegar por el profundo y lento río Moth; mojada, se puede emplear en la lucha cuerpo a cuerpo […]

Es, por tanto, un objeto fetiche para todo fan de ‘Guía del Autoestopista Galáctico’ y cada 25 de mayo salen a las calles con sus toallas al cuello. Nunca se sabe con qué se puede encontrar uno…

Desde hace unos años se creó una página web bajo el nombre de towelday.org donde se recoge toda la filosofía que hay tras este prosaico objeto así como una recopilación de todas las actividades que se celebran a lo largo y ancho del mundo (desde Kenia hasta Australia y desde Turquía hasta Japón) con motivo del «día de la toalla». Por supuesto también cuenta con los consabidos enlaces a sus cuentas de Facebook, Twitter, YouTube o Flickr.

17 de junio de 2011

El eclipse lunar desde Cáceres

El miércoles 15 de junio tuvo lugar un eclipse total de luna que pudo verse –entre otros lugares– en toda España. Así que, como os podéis imaginar, cogí mis bártulos fotográficos y me dirigí hacia un buen sitio donde fotografiar el evento astronómico. Llevaba conmigo los datos de la hora a la que salía la luna en Cáceres ese día, la hora a la que comenzaba el eclipse y su duración. En este tipo de asuntos las cosas nunca salen como uno se espera.

A pesar de que la luna estaba previsto que saliera hacia las diez menos diez no comenzamos a vislumbrarla tímidamente hasta las diez en forma de tenue círculo rojizo. En un primer momento resultaba imposible fotografiarla debido a su mínima luminosidad. Pero las cosas poco a poco fueron cambiando y la zona inferior izquierda comenzó a iluminarse. La sombra de la tierra comenzaba a retirarse, dejando ver, como un destello, a nuestro satélite.

Las primeras imágenes que tomé quedaron algo borrosas. El tiempo de exposición debía ser alto si no quería utilizar ISOs demasiado elevadas, pero la velocidad a la que ascendía la luna me impedía sacar tomas nítidas. Según iba avanzando el evento, la luminosidad también lo hizo y me permitió tomar fotos con menos tiempo de exposición. Tras varias selecciones y retoques, el resultado de esa sesión fotográfica tan especial lo podéis ver arriba (eché de menos un teleobjetivo de más alcance, quizás un catadióptrico de 500mm).

16 de junio de 2011

El extraño zumbido de Woodland

De vez en cuando los medios nos proporcionan noticias que no sabemos si tomar en serio o en broma. Algunas incluso son interesantes y despiertan la curiosidad. Tal es el caso de la que leí ayer en La Vanguardia con el título de «El extraño enigma del ‘zumbido’ de la Tierra». En él se comenta el caso de la pequeña localidad británica de Woodland, cuyos habitantes viven intrigados y molestos con el zumbido que llevan escuchando desde hace tiempo. El sonido, conocido como «the hum» fue escuchado por primera vez en esta localidad hace dos meses y tiene la característica de ser de muy baja frecuencia similar a la de un motor ruidoso en la lejanía.

Woodland no es el primer caso de este tipo. Existen otros en el norte de Europa, en Estados Unidos e incluso en la propia Inglaterra. El caso del «Bristol hum» fue uno de los primeros, en los años setenta. En casi ninguno de ellos se ha conseguido dar con una explicación que aclare la fuente de este molesto ruido. La excepción fue la de la localidad de Kokomo, en Indiana, Estados Unidos. La fuente del zumbido eran unas torres de refrigeración de una planta de DaimlerChrysler situada a varios kilómetros de distancia. Precisamente las bajas frecuencias son las que mejor y más lejos se propagan, por lo que su origen es más complicado de detectar.

He mirado el mapa, y cerca de Woodland existen algunos parques industriales y de negocios a no muchos kilómetros de distancia. Quizás de ahí puedan proceder los misteriosos sonidos, pero lo extraño es que en esa zona no se escuche nada. Pero como siempre ocurre, hay quien se lo toma con sano humor:

15 de junio de 2011

¿Una catástrofe natural en la Zamora del siglo X?

En el post que dediqué la semana pasada al documento sobre las murallas y el sistema defensivo en general de Zamora quedó una cosa colgando, un hilo del que he ido tirando estos últimos días. Me refiero al evento que supuestamente produjo, según las teorías naturales, la destrucción del puente romano hacia el siglo X. Todo comenzó con una cita al pie en una de las páginas del texto antes aludido que decía lo siguiente:

La destrucción del puente viejo se sitúa dentro del siglo X, habiendo sido deliberada según Mateos y debida a una catástrofe natural según Fernández Duro y Ursicino Álvarez (20):

(20) Los autores se refieren a un «terremoto originado por un volcán submarino» ocurrido en 949 y se apoyan en el Cronicón de Cardeña para afirmar esto. Creen ver pruebas de ello en topónimos que han llegado hasta hoy día tales como «calle de la Brasa» o «Barrio de las Llamas» y, sobre todo, en la extraña forma en que cayó el puente, en sentido contrario a la corriente. La circunstancia de que sus restos desaparezcan en mitad del cauce actual podría significar, según ellos, que como consecuencia de los movimientos telúricos el cauce duplicó su anchura, llegando hasta las mismas Peñas de Santa Marta.

Rápidamente me puse a buscar información sobre el asunto, partiendo de la pista del Cronicón de Cardeña. Agoté rápido esta vía sin ningún resultado. Pero haciendo diversas búsquedas por diferentes bibliotecas virtuales como la Biblioteca Nacional, la Cervantes Virtual o Google Books (sí, se pueden encontrar las cosas más inverosímiles aquí), finalmente di con algunos datos interesantes. Existe una cita en el Códice o Cronicón Burgense que dice lo siguiente:

Era DCCCCLXXVII Kalend. Junii die Sabati hora nona flamma exivit de mari et incendit plurimas villas et urbes et homines et bestias et in ipso mari pinnas incendit, et in Zamora unum barrium et casa plurimas et in Carrion et in Castroxeriz et in Burgis et in Berviesca et in Calzada et Ponticorvo et in Buradon et alias plurimas villas.

Lo que en castellano viene a decir:

En 977, a las tres horas del sábado 1 de junio una llama surgió del mar e incendió muchos pueblos y ciudades y hombres y bestias. Ese mismo mar incendió unas peñas y en Zamora un barrio y muchas casas y en Carrión y en Castrojeriz y en Burgos y en Briviesca y en Calzada y Pancorbo y en Belorado y en otros muchos pueblos.

Esta pequeña crónica, borrosa e inexacta por la cantidad de siglos transcurridos, nos aclara bastante poco sobre lo ocurrido. Las palabras llama y mar parecen bastante contradictorias. La única explicación posible que se ha dado es la del volcán submarino, sostenida por Fernández Duro y Ursicino Álvarez. Me resulta una teoría bastante difícil de creer. Otras fuentes optan por otras teorías, como la de Antonio Paluzíe Borrell en su artículo ‘Meteoritos Españoles’ (1959) [PDF]. Borrell comenta:

[…] a las tres horas de la tarde del sábado, primero de junio del año 939, equivalente al 977 de la era española usada durante siglos en España, se vieron varios bólidos, algunos de los cuales produjeron incendios. Su trayectoria debió ser muy larga, puesto que entre Zamora y La Calzada hay unos 260 km.

El autor habla directamente de bólidos (meteoritos) y hace referencia a otro estudio, el de ‘Meteoritos Caídos en la Península Ibérica’ de Faura y Sans. Quizás eso explicaría lo de los incendios, pero no las supuestas riadas que arrasarían con el antiguo puente romano.

Después de leer estos y otros documentos he llegado a elaborar una posible teoría que aúna ambas. Varios meteoritos de cierto tamaño cayeron en el noroeste de la península, incluyendo la costa portuguesa de Oporto, provocando un movimiento violento de las aguas tierra adentro con el Duero como principal elemento transmisor. Eso explicaría el hecho de que el puente se derrumbara en la dirección opuesta a la corriente natural del río. Pero no dejan de ser teorías. ¿Sabremos alguna vez la verdad de lo que ocurrió?



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