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La bitácora personal de Ricardo Martín
Comentando cosas desde 2004
24 de octubre de 2014

Palabras romanas…

Como todos sabemos, Roma ha influido en nuestra cultura de forma clara desde que fuéramos invadidos allá por el siglo II a.C. Pero más allá de esto, existen palabras que directamente tienen su raíz en la misma capital italiana, en hecho ocurridos en ella o en lugares. Durante nuestro viaje descubrimos tres términos:

  • Palacio. El diccionario de la RAE no da pistas sobre su origen romano, pero lo cierto es que la voz latina palatium proviene del Mons Palatinus, una de las siete colinas de Roma, donde los emperadores construyeron sus grandes mansiones. De ahí, por extensión, sirvió para designar a cualquier casa grande y opulenta, normalmente residencia de reyes o nobles.
  • Grotesco. Sin marcharnos del Mons Palatinus seguimos con este adjetivo, normalmente despectivo, que según la RAE: «Ridículo y extravagante. Irregular, grosero y de mal gusto. Perteneciente o relativo a la gruta artificial.». Nos tenemos que ir a la cuarta acepción para tener una pista que nos remite al término «grutesco». Es aquí donde se nos dice lo siguiente: «(Porque imita los que se encontraron en las grutas, nombre con el que se conocen las ruinas de la Domus Aurea de Nerón, en Roma). adj. Arq. y Pint. Se dice del adorno caprichoso de bichos, sabandijas, quimeras y follajes.». A este respecto, la Wikipedia dice lo siguiente:

    Se presume que los grutescos empleados desde el Renacimiento son imitaciones de pinturas descubiertas en grutas subterráneas de monumentos de la Antigüedad, principalmente en los baños de Tito y Livia en Roma, en la Domus Aurea de Nerón, en la Villa Adriana en Tívoli y en diversos edificios de Herculano y Pompeya. Benvenuto Cellini, en su autobiografía, refleja cómo el término grottesca o grottesche se comenzó a utilizar a partir del hallazgo, en 1480, de unas salas abovedadas de la Domus Aurea que habían permanecido sepultadas unos diez siglos. El desvelamiento de sus complejas decoraciones murales causó sensación en Roma e interesaron a pintores como Botticelli, Filippino Lippi, il Pinturicchio, Rafael, Giovanni da Udine, il Morto da Feltre, Bernardo Poccetti, Marco Palmezzano o Gaudenzio Ferrari.

  • Pasquín. Esta palabra tiene una historia curiosa. En la actualidad, la estatua de Pasquino se encuentra en la plaza del mismo nombre, en pleno centro de la Roma renacentista. Muchos visitantes pasan delante de los restos de esta escultura de la antigua Roma encontrada en las calles hace siglos sin percatarse de su importancia. No se sabe a ciencia cierta quién fue Pasquino, pero es posible que se tratara de un zapatero o un barbero que en época medieval, harto de no poder expresar sus opiniones verbalmente, fue pegando en el pedestal de esta vieja estatua carteles con críticas y sátiras al Papa y a los reyes y nobles de la ciudad. Finalmente, la definición de la RAE quedó como sigue: «(Del it. Pasquino, nombre de una estatua en Roma, en la cual solían fijarse libelos o escritos satíricos). Escrito anónimo que se fija en sitio público, con expresiones satíricas contra el Gobierno o contra una persona particular o corporación determinada.»
21 de octubre de 2014

Pequeñas cosas sobre Roma

Roma. Cuando uno piensa en Roma le vienen a la cabeza dos cosas: El Vaticano y su influencia y el Antiguo Imperio que se expandió por todo el mundo conocido durante once siglos. Y no iríamos mal desencaminados. En mi reciente visita he podido comprobarlo. Pero antes de comenzar con otros asuntos, empezaremos con esas pequeñas cosas que sorprenden al viajero que aterriza en la capital italiana:

  • Tráfico y caos. Al igual que con otros asuntos, parece que las normas del tráfico son simplemente orientativas. No se suelen respetar los pasos de peatones, y los semáforos según. También los que vamos a pie cruzamos por donde mejor nos viene, formándose a menudo una confusión tremenda entre pitidos, coches, motos, bicis, viandantes y sus improperios. A pesar de esto, es la única ciudad que conozco que cuenta con tres colores para indicar el paso de cebra. Al rojo y al verde habitual existe un ámbar que para unos será precaución y para otros temeridad. También es habitual ver vehículos aparcados en medio de un paso de peatones o encaramados en la acera (si la hubiera, que no en todas las calles del centro la hay). Es entonces cuando los que vamos a pie nos lanzamos al medio de la calle. De nuevo el caos.
  • Música y/o ruido ambiente. Es curioso comprobar cómo en todas partes hay una radio, una televisión o música puesta. Parece que a los romanos no les gusta el silencio. No es casualidad que sea la ciudad más ruidosa de Europa. Hasta en las escaleras mecánicas de las estaciones de metro podemos escuchar a volumen considerable la radio pública. En general la música, y en particular la italiana, está omnipresente.
  • El país de los mil canales. En cuestión de TDT Italia es la antítesis de España. Echando un vistazo a los canales que teníamos en el hotel, uno puede gastar las pilas del mando a distancia antes de visitar todo el dial. Eso sí, muchos son simplemente canales de televenta.
  • Una de las mejores cosas de Roma son sus fuentes. Y no me refiero a las ornamentales, sino a las que sirven agua fresca –incluso con el clima caluroso que tuvimos esos días– a los sedientos locales y visitantes. Y si no queremos agua, tenemos una amplia gama de bebidas, muchas de ellas prácticamente desconocidas para nosotros, como el chinotto (con base de zumo de naranja amarga) o el ubicuo zumo de naranja roja o sanguina, mucho más presente que el tradicional que se bebe en el resto del mundo. Eso sin contar las bebidas alcohólicas…
  • El laberinto de la pasta. Como todo, la pasta es un mundo. En Italia mucho más. Encontramos un universo de denominaciones que pueden hacer dudar al viajero no versado en el tema, sobre todo en un restaurante o en el supermercado: Linguini, tagliatelle, gnocchi, cameroni, ziti, bucatini, farfalle, rotini, agnolotti y un etcétera muy largo… Y los modos de elaboración: Los trefilados –-al bronce, al oro, al teflón–, las salsas… Pues eso, un mundo.
  • Roma, el imperio de los Smart. Estos pequeños vehículos fabricados por Mercedes-Benz están por todas partes. En general, los romanos suelen tener pequeños coches para moverse por las angostas calles del centro y poder aparcar en lugares imposibles. Le siguen otros utilitarios, generalmente de marcas italianas, como Fiat, Lancia o Alfa Romeo. En la actualidad, la policía –tanto la municipal como la estatal– cuenta con el modelo C-Zero de Citroën, un pequeño coche eléctrico para patrullar por zonas turísticas y peatonales.
4 de agosto de 2014

Matemáticas y un nuevo sistema de matriculación

Dentro de un mes se cumplirán 14 años desde que se implantó el actual sistema de numeración de matrículas de vehículos. Supuso el fin de los distintivos provinciales, algo muy discutido entonces y aún hoy. Por aquellos tiempos se dijo que según el ritmo de matriculaciones –muy ralentizado en los últimos años– de unos dos millones al año, se agotaría en unos 40 años. Eso significa que quedarían unos 26 para finiquitar el método de la triple letra.

Como sabéis, soy un auténtico friki de las matrículas (sí, una de mis aficiones es coleccionar aficiones raras), y me he planteado el juego, a medio camino entre el diseño y las matemáticas, de plantear un sistema que no deba cambiarse nunca por no agotar la numeración. Para ello no cabe duda de que debe incluirse un elemento que indique temporalidad. Ya el sistema británico actual incluye el semestre y el año de matriculación del vehículo dentro del propio número de la placa. Es algo enrevesado, así que os remito a un artículo que escribí sobre este tema. En mi caso, la idea era crear series anuales que se reiniciasen al comienzo de cada año, de forma que el único problema a resolver es no agotar el cupo anual de vehículos para matricular. Tampoco quería introducir más dígitos de los siete que ya llevan actualmente las matrículas españolas. Finalmente opté por lo siguiente:

  • Cuatro dígitos alfanuméricos siguiendo la siguiente secuencia: 0123456789BCDFGHJKLMNPRSTUVWXYZ. Es decir, números de 0 a 9 y letras en orden alfabético sin vocales ni Ñ y Q para evitar posibles equívocos. Con esto tendríamos 30 x 30 x 30 x 30 = 810000 vehículos.
  • Tres dígitos divididos de la siguiente manera: Dos números que indican el año de matriculación. Para 2014 sería 14. Y un dígito que he llamado de series anuales y que van de la B a la Z, sin incluir vocales ni Ñ y Q. De esta manera cada 810000 vehículos matriculados avanzaría una letra de esta serie (por ejemplo de 14B a 14C)

En total, podrían matricularse anualmente 16200000 vehículos, que es mucho más del millón y medio o dos millones de matriculaciones que se han realizado en los últimos años. Con esto estaría asegurado el sistema para siempre.

Otro asunto interesante es incluir un distintivo territorial que, como en el caso del sistema italiano, he decidido que fuera opcional y que incluso el propietario pudiera tener los dos juegos de matrículas. Lo más práctico es que fuera una banda azul en la parte derecha, como ya llevan las placas francesas hace tiempo, incluyendo la bandera de la comunidad autónoma y un indicativo de dos letras. Más o menos así:

Como conclusión, una hipotética placa de matricula siguiendo este sistema tendría un aspecto similar a este:

17 de junio de 2014

OpenGeofiction, el mundo las ficciones geográficas

Con paso lento pero seguro, el mundo de la geoficción –o de los mundos imaginarios– va ganando adeptos o, por lo menos, se van haciendo cada vez más visibles. La propuesta OpenGeofiction es buena prueba de ello. Se trata de una web colaborativa basada en las librerías de mapas abiertos de OpenStreetMap. El resultado es una especie de Google Maps de los países imaginarios. La idea ha sido desarrollada por dos entusiastas alemanes de los mapas, Thilo Stapff y Johannes Bouchain, poniendo su plataforma a disposición de todo aquel que quiera colaborar.

Precisamente este es el punto fuerte: La colaboración. Se puede participar de tres maneras posibles. La primera es colaborar en un determinado área especialmente dedicado a ello. La segunda, ser el propietario de una de las zonas o países «libres» disponibles para ser ocupado en exclusiva por un usuario. Y la tercera, colaborar en un país ya existente, creando o perfeccionando nuevas ciudades o infraestructuras. El único pero es la imposibilidad de que no puedan crearse nuevos territorios al margen de los continentes ya existentes para, por ejemplo, construir mi país, que es una isla con unas formas muy determinadas.

El proyecto está ya bastante avanzado, aunque todavía existen muchas zonas sin construir y, lo principal, mucho agua donde poder levantar nuevos continentes. Los usuarios también cuentan con un blog donde expresar sus avances, sus logros, sus dudas o sus consultas. Para el principiante no familiarizado con las herramientas y librerías de OpenStreetMap, la web cuenta con varios «wikis» para manejar correctamente las aplicaciones. En definitiva, un gran punto de encuentro para todos aquellos aficionados a la ficción geográfica.


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20 de mayo de 2014

El «poke» y los viejos tiempos

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Hace cosa de treinta años mis manos tecleaban habitualmente en mi MSX esta instrucción de Basic para que algunos de los juegos que tenía pirateados funcionaran correctamente. Inmediatamente ha venido a mi memoria mientras leía el artículo «The Rise and Fall of Cheats» (algo así como «Auge y Caída de los Trucos») en el número 128 de la revista Retro Gamer. Tan curioso como interesante, en este texto se cuenta a grandes rasgos la historia de los trucos en los videojuegos. Comienza precisamente con esa palabra mágica, el «poke». Este comando del lenguaje nativo de la mayoría de los ordenadores de 8 bits servía para colocar un valor en una determinada posición de memoria (algo parecido, aunque no igual, a los MOV de ensamblador). Con esta técnica, aplicada con habilidad y conocimiento, se conseguían algunas ventajas a la hora de jugar: Avanzar de nivel, obtener vidas o dinero infinito, ser inmune…

Pero no solo de «pokes» vive el jugón retro. Las combinaciones de teclas eran también habituales. Los que teníamos MSX conocíamos el llamado Código Konami, que funcionaba en muchos juegos de la compañía nipona. Otra de las ayudas clásicas eran los mapas de niveles, que solían publicar las revistas especializadas. De hecho, estas publicaciones popularizaron los trucos, los «pokes», las combinaciones de teclas y los mapas. En este sentido, la pionera –tal y como se comenta en el artículo de Retro Gamer— fue Crash, una publicación británica de videojuegos, que ya en 1984 incorporó una sección para dar conocer los trucos que enviaban los lectores.

En la actualidad, aunque los trucos no han desaparecido por completo, su popularidad está muy lejos de lo que fue en los viejos tiempos de los 8 bits. Y en todo caso no tienen nada de artesanales…

12 de mayo de 2014

Cinco fotos antiguas poco vistas de Zamora

Las fotografías antiguas son ventanas a otros tiempos. Nos permiten viajar al pasado, analizar a los personajes que aparecen en ellos, con la mirada perdida, observándonos quizás desde un tiempo muy lejano. También los paisajes, los detalles más nimios de lo cotidiano del día a día de una ciudad. Dos hallazgos recientes de fotografías antiguas de Zamora que no había visto antes me han llevado a escribir esta entrada.

La primera de ellas proviene de un archivo de fotografías digitales de la localidad francesa de Burdeos. Es una toma donde se ve parte de la catedral junto a tres paisanos que posan para el cajón de madera del fotógrafo en lo que hoy es la plaza de Antonio del Águila. No ofrece datos sobre cuándo fue tomada la imagen, pero la referencia de la torre del reloj de la catedral nos puede dar una pista y situarla antes de los años veinte del siglo XX. He aquí la imagen:

El resto de fotografías que os voy a mostrar proviene de la Fototeca de Patrimonio Histórico, un organismo oficial dependiente del Ministerio del Cultura. Allí, dentro de la colección del fotógrafo portugués António Passaporte, encontramos también una buena cantidad de imágenes que, aunque supongo que no son inéditas, son muy poco vistas. Todas ellas fueron realizadas a finales de los años veinte y comienzos de los treinta del siglo XX y sorprende la buena calidad de imagen. Vamos con las más interesantes.

La primera de ellas es una vista de la calle San Torcuato realizada aproximadamente a la altura del número 32 y mirando hacia la Plaza Mayor. Al fondo puede verse el desaparecido Hospital de Sotelo, en la esquina con la calle del Riego:

La siguiente imagen es una vista sorprendente de la iglesia de Santiago del Burgo, situada en la actual plaza de la Constitución, en plena calle de Santa Clara. El templo, si no fuera por la torre del campanario, sería irreconocible. Pueden verse claramente los añadidos que transformaron su fachada y también la maraña de cables del suministro eléctrico que cruzan alegremente por delante. Varios hombres pasean despreocupados por delante del objetivo de la cámara con sombreros canotier. Uno de ellos lleva lo que parece un periódico en una de sus manos. Delante, una mujer vestida de negro de la cabeza a los pies y otras dos más jóvenes, aunque también vestidas de oscuro:

La última vista de Passaporte que traigo es de la Plaza Mayor, con el Ayuntamiento Viejo en primer plano. Por supuesto antes de su restauración. Lo primero que llama la atención es la convivencia evidente entre el pasado y el futuro. Un automóvil se encuentra estacionado frente al edificio del antiguo consistorio. Su matrícula es ZA-492. A poca distancia, un carro tirado por un invisible équido –caballo o asno, es imposible saberlo–. La fisonomía de la concurrida plaza resulta hoy chocante con esos soportales que pueden verse a la izquierda de la imagen:

Terminamos con nuestro ya amigo J. Laurent, uno de los primeros fotógrafos –no el primero– que retrató Zamora. La imagen que me ha llamado la atención es una vista parcial de la ciudad desde el otro lado del río Duero. Laurent tiene muchas otras vistas de Zamora, pero esta concretamente me era desconocida. Puede verse el Castillo completamente desnudo de vegetación, una tónica común en las fotografías de esa época:

Os recomiendo que os paséis vosotros mismos por estas galerías e investiguéis. Merece la pena descubrir las más de doscientas fotos que hay, digitalizadas con gran calidad. Esperemos que pronto nuevas imágenes se vayan incorporando a esta y otras fototecas.

7 de mayo de 2014

Madrid desde el Cerro del Tío Pío

El pasado 1 de mayo fuimos al Cerro del Tío Pío –popularmente conocido como de «Las Siete Tetas»–, en el barrio de Nueva Numancia (Vallecas) con la intención de fotografiar Madrid desde uno de los mejores puntos de observación posibles. El paraje, para quien no lo conozca, es bastante curioso. Siete colinas de formas redondeadas cubiertas de hierba se elevan a lo largo de una ladera. La cosa tiene su historia. Las colinas que forman el parque son artificiales y están construidas con los escombros acumulados durante décadas de actividad de una fábrica de ladrillos cercana y con los restos de las chabolas que poblaban toda la zona en torno a la carretera de Valencia y el pequeño valle por donde discurría el arroyo Abroñigal –hoy soterrado bajo la M-30–.

En los años 80 comenzó la transformación de esta zona. Se demolieron todos los poblados ilegales, se realojaron a sus habitantes en nuevas viviendas y se erigió este parque tan curioso. Desde la cima de alguna de sus colinas podemos contemplar el «Pirulí», las cuatro torres, Torres Blancas, el edificio de Telefónica, la Torre de Valencia, los rascacielos del complejo Azca y los tejados y cúpulas de los edificios del casco antiguo.

Para el vídeo que os muestro he utilizado mi iPhone junto con la aplicación FiLMiC Pro. Es la primera vez que la uso en su función time-lapse, ralentizando la acción hasta una sexagésima parte del tiempo transcurrido. Es decir, si el vídeo dura apenas 50 segundos, en realidad representa el paso de 50 minutos durante el atardecer. Al mismo tiempo realicé unas cuantas fotografías –he añadido cuatro que ya se pueden ver en Cromavista–.



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