¡Échense a temblar! ¿Alguien se acuerda de aquel famoso efecto 2000? Ya casi nadie. Ni siquiera yo, que en los últimos meses de 1999 me dedicaba a esto de la informática, he vuelto a recordar aquel timo que sirvió para que algunas empresas se forraran. En aquella ocasión no llegué a conocer ni un solo caso de fallo por culpa de esa anomalía. Y tampoco se cayeron los aviones, ni se colapsaron las redes informáticas, ni se fue la luz ni explotaron las centrales nucleares. Nada de nada. El tránsito entre el 31 de diciembre y el 1 de enero se produjo sin ningún incidente.
Pero los agoreros de la tecnología ya tienen pensado otro «efecto». Esta vez la fecha será el 2038 (queda mucho todavía), y no el último día del año, sino el 19 de enero a las 3 horas 14 minutos y 7 segundos. ¿Y por qué esa fecha y hora concretas? Antes que nada hay que explicar algunos asuntos técnicos. Los lenguajes de programación con los que están construidas las aplicaciones y sistemas operativos que utilizamos tienen tipos de datos. Estos tipos sirven para almacenar información de uso interno para el programa (por ejemplo un contador que cuente el tiempo transcurrido, textos introducidos por el usuario o datos de control para el flujo interno de la aplicación entre otros). Pues bien, existe un tipo de datos donde se almacenan los segundos transcurridos desde el 1 de enero de 1970 a las 00:00. Es una forma de calcular la fecha actual en POSIX. Este sistema se da exclusivamente en UNIX y sus derivados.
La cuestión es que ese tipo de datos donde se almacenan los segundos tiene 32 bits (231 combinaciones, porque el bit 32 es el de signo -/+). Es decir, admite un rango de valores entre -2.147.483.648 y 2.147.483.647. El 19 de enero de 2038, el contador de los segundos llegará precisamente a 2.147.483.647. El siguiente segundo nadie puede prever lo que ocurrirá, pero es seguro que el tipo de datos se desbordará y dará un error. En el mejor de los casos, y si la aplicación está bien programada, la cuenta de segundos volverá a -2.147.483.648, lo que en cristiano sería el 1 de enero de 1970. Eso al menos son los resultados que se han obtenido en las pruebas que se han realizado. Y en el peor pues… mejor que no pensemos, pero puede producirse una hecatombe a niveles planetarios.
Aunque esto hoy puede alarmarnos, es posible que para entonces todos los sistemas informáticos hayan sido ya renovados y el sistema operativo y las aplicaciones estén preparadas contra el «efecto 2038».
El extremeño (lengua, dialecto, variante lingüística o como le queramos llamar) ya tiene su propia Wikipedia. Y se estrena con la nada despreciable cifra de 12.577 artículos. Se une por tanto a la larga lista de lenguas minoritarias que tienen en la enciclopedia universal su principal escaparate. Y no es poca cosa, porque son ya 255 las Wikipedias en línea de otros tantos idiomas.
Hablar del dialecto extremeño o castúo (según lo bautizó Luis Chamizo en 1921) es ponerse a desmarañar la increíble cantidad de variantes y peculiaridades que tienen las hablas de la península. En el caso del extremeño hay que emparentarla con el astur-leonés. Parece increíble que hasta aquí llegara su influencia, pero supongo que es debido a las repoblaciones durante la edad media y al intenso intercambio cultural que la Vía de la Plata ha traído de norte a sur. Si nos fijamos brevemente en sus formas, enseguida le encontramos el parentesco.
Aunque su uso es ya prácticamente testimonial y sólo puede escucharse en la gente mayor de las zonas más aisladas de Extremadura y el sur de Salamanca (especialmente en la franja más occidental), existen muchas iniciativas públicas y privadas que intentan preservar las peculiaridades del extremeño, no para el uso cotidiano, sino más como objeto de estudio.
Como en todo dialecto y lengua, en el castúo también existen subdialectos locales, casi todos centrados en la provincia de Cáceres, como el hurdano (el habla tradicional de Las Hurdes). Sin embargo también en la pequeña localidad portuguesa de Barrancos, limítrofe con Badajoz y Andalucía se da una variante curiosa, el barranquenhu o dialecto barranqueño, que incluso se imparte en las escuelas. Podríamos estar subdividiendo y subdiviendo casi hasta el infinito, porque casi infinitas son las variantes de una lengua como el astur-leonés. Un patrimonio que no podemos dejar que se pierda. Así que enhorabuena a los que han llevado a cabo el esfuerzo de llevar a la red esos más de doce mil artículos en extremeño.
Estaba seguro de que la había oído en alguna parte, así que me pasado buena parte de la semana pasada dándole vueltas a la canción que aparece en el anuncio del Toyota Auris. Al final la he encontrado. Y lo mejor de todo es que ya tenía el disco. Es el bonito tema ‘So long, lonesome’ de la banda tejana de post-rock Explosions in the Sky y perteneciente a su último (y buenísimo) disco ‘All of a Sudden I Miss Everyone’ (2007).
Y ya que estamos con Explosions in the Sky, aquí dejo un vídeo que he encontrado con el tema ‘Birth and death of the day’ acompañado de imágenes del documental ‘Koyaanisqatsi’:
Siempre que veo el vídeo de ‘Círculos’ me pregunto si es una recreación o si tiene imágenes auténticas de los sesenta. Si es una recreación me parece la mejor hecha nunca. No tiene ni un fallo. Un 10 para Garzón (perdón, Grande-Marlaska)
Seguro que habéis leído con incredulidad y desconcierto la noticia con que hace unos pocos días nos despachaban los medios. Según la noticia del pasado 31 de marzo, un juez de Hawaii deberá decidir si procede a detener los trabajos en el nuevo acelerador de partículas (el LHC) del CERN (Suiza). Dos científicos, el norteamericano Walter Wagner y el español Luis Sancho, presentaron una demanda ante los tribunales de la isla. El motivo parece de broma: el LHC podría generar un agujero negro que acabe con nuestra Tierra y con parte del universo.
Pero ¡calma!. Sólo los medios más sensacionalistas se han hecho eco de la noticia en su vertiente más catastrofista (léase ADN que titula «El laboratorio LHC tiene un 75% de probabilidad de extinguir la Tierra» y ofrece una entrevista a uno de los demandantes), los más prudentes lo dejan en una nota y otros ni siquiera lo han llevado a sus páginas.
Yo, después de leer la noticia en distintos medios, me he hecho una pregunta, ¿qué es el LHC? ¿un instrumento diabólico con el que hubiera soñado todo malo de cómic? Pues no, el LHC o Large Hadron Collider (Gran Colisionador de Hadrones, un hadrón es una partícula subatómica que experimenta una fuerza nuclear) es algo mucho más mundano, si es que puede usarse esta palabra con un acelerador de partículas. Tal y como se dice en la Wikipedia, el LHC es un proyecto financiado por más de treinta países y cuando comience a funcionar a mediados de este año será el más grande laboratorio de partículas del mundo. Consta de un túnel circular de 27 kilómetros de longitud que operará a 271 grados bajo cero y su principal fin es lograr encontrar una partícula llamada bosón de Higgs, y que su existencia sólo se basa en cálculos teóricos.
Como todo esto es bastante extraño, creamos a la mayoría de científicos y pensemos que cuando el LHC esté terminado no va a pasar nada y que ningún agujero negro acabará con el universo…
Desde que el pasado 1 de abril leí la noticia, no he hecho más que bucear por internet tratando de averiguar si se trataba una broma del día de los inocentes anglosajón o un hecho real. Pero hay división de opiniones, no hay desmentidos ni tampoco confirmaciones. Vamos, que no he sacado nada en limpio, así que comentaré los hechos sin pronunciarme sobre su veracidad.
El caso es que la revista científica New Scientist publicó en su web una sorprendente noticia. Dos científicos italianos, Vera Maxia y Piero Brovetto (ambos existen) del Instituto Fisica Superiore de Cagliari (que también existe) dicen haber encontrado en la física cuántica una posible explicación al fenómeno hasta ahora sobrenatural de los poltergeist. Tradicionalmente, la parapsicología ha atribuido esta fenomenología consistente en la alteración del medio físico (objetos que se mueven sin control, combustiones inexplicables y otros) a una persona y más concretamente a su mente.
Aunque me he leído el documento de ocho páginas que los físicos aportan llamado ‘Some conjectures about the mechanism of poltergeist phenomenon’, no he entendido nada de nada. Es decir, que bien puede decir auténticas sandeces como hechos reales. A menudo la física cuántica ha sido utilizada para «engañar» a los profanos en física avanzada para hacerlos comulgar con ruedas de molino, porque a ese nivel todo parece posible. Así que si hay que explicar fenómenos extraños, lo mejor es achacarlo a la física cuántica.
En el artículo de New Scientist sí se puede sacar algo más en claro sobre las investigaciones de estos científicos. Por ejemplo, indican que los casos de telequinesis (movimiento de objetos a distancia) pueden ser causados por las fluctuaciones de las ondas cerebrales de determinados sujetos (adolescentes normalmente) y el efecto que estas ondas producen. Algo que, en casos excepcionales, puede provocar «interferencias» incluso a metros de distancia.
A mi sinceramente, todo esto me suena raro y como a ciencia-ficción. En cualquier caso seguiré informando si se producen desmentidos o novedades al respecto.
Hace un par de días, los medios de comunicación lazaban una noticia tan curiosa como soprendente. El anuncio de que Edison no fue el primero en registrar un sonido por medios mecánicos ha causado un gran interés. Por lo menos a mí me ha llamado mucho la atención. Fue The New York Times quien reveló en un reportaje el pasado 27 de marzo el descubrimiento que dos historiadores norteamericanos especializados en sonido realizaron en un archivo parisino.
Han llegado a la conclusión de que se trata del sonido grabado más antiguo de la historia, ya que data del 9 de abril de 1860. Hasta el momento, el sonido grabado más antiguo que se conserva era el de Edison, que realizó en 1877. Pero el artefacto con que fue hecha la grabación, llamado fonoautógrafo, tenía un problema: se limitaba a grabar el audio en un papel mediante una especie de pluma entintada colocada sobre una membrana que vibraba con las ondas y paradójicamente no podía reproducirse después. El inventor de este ingenio, Édouard-Léon Scott de Martinville, no pudo volver a reproducir aquello que había grabado. Según se cuenta, sólo era un instrumento para estudiosos del sonido, que centraban sus trabajos sobre las gráficas que iba dibujando el aparato.
148 años después y gracias a la tecnología, en el Lawrence Berkeley National Laboratory de California han conseguido invertir el proceso y convertir los garabatos escritos en el papel en sonido. El resultado es bastante inquietante y hasta da miedo. No se entiende absolutamente nada y más parecen aullidos de animales que la grabación de una famosa canción tradicional francesa (‘Au Clair de la Lune’). Aquí os dejo el enlace al archivo .
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