El otro día en el Foro Europa, Juan Luis Cebrián, el consejero delegado de PRISA dijo algunas cosas interesantes en lo que a Gobierno y comunicación respecta y con las que estoy totalmente de acuerdo. Hoy día, todo Gobierno occidental debe saber que tener una política de comunicación coherente, fuerte y bien pensada es algo básico. Lo que vende y lo que vemos los ciudadanos no es el trabajo interno del Consejo de Ministros, de los Secretarios de Estado o el Parlamento. Lo que vemos, o lo que ven la mayoría de ciudadanos (o sería mejor decir votantes y contribuyentes) sobre la actividad de un Gobierno es lo que aparece reflejado en los medios de comunicación. El resto no existe. Por desgracia es así de duro en la sociedad superficial en que vivimos.
El Gobierno de Zapatero ha flaqueado en pocas cosas, pero una de ellas es la comunicación. Un error imperdonable cuando existe una increíble maquinaria mediática que forman un frente más o menos homogéneo con la firme intención de tergiversar, descalificar y falsear cada movimiento del Ejecutivo, manipulando abiertamente y sin complejos la realidad. En alguna ocasión he tenido la sensación (y la he expresado aquí) de que la derecha tiene los medios informativos digitales. Medios informativos por llamarlos de alguna manera. Periodismo de dudosa calaña que aplica el maquiavelismo sin pestañear, algo que por cierto siempre ha hecho la derecha. Poco a poco, la influencia de internet es mayor, y ya hoy día se consigue crear estados de opinión que pueden alejarse mucho de la realidad y no atender a razones lógicas. El ejemplo más reciente lo tenemos en el 11-M.
Por tanto creo que el talón de Aquiles del Gobierno no es la política antiterrorista, ni la económica, ni la territorial, ni la social… sino la comunicativa, la «creación de una imagen», de un símbolo, un eslogan, un ideario comprensible por cualquier ciudadano. Parece que en La Moncloa se ha dado cuenta ahora de su error. Pero sólo quedan unos meses para las elecciones generales. ¿Demasiado tarde para que una política de comunicación cale en la opinión pública?.
Dentro de Europa, nuestro país es un estado grande. El más grande después de Alemania y Francia. Muchos kilómetros cuadrados y muchas diferencias de clima, orografía, idioma e idiosincrasia. Poco tiene que ver un habitante de Cádiz con uno de San Sebastián, o uno de Tarragona con uno de Pontevedra. O un canario con un valenciano. Lo cierto es que nos unen muy pocas cosas.
El viernes se celebra la llamada «fiesta nacional» del 12 de octubre o día de la Hispanidad, conmemorando la llegada de Cristobal Colón al nuevo mundo. Fue en 1492. También en 1492 terminó la reconquista. Los Reyes Católicos expulsaron a los musulmanes y a los judíos de nuestro territorio y, de paso, consiguieron a espadazos la unificación de todos los reinos cristianos de la península. Lo cierto es que, hasta el siglo XIX, con la llegada de los medios de transporte masivos, esta unificación no fue realmente efectiva. Y para entonces, los nacionalismos periféricos surgidos de la burguesía local estaban comenzando a cobrar fuerza.
La idea de España siempre ha sido polémica y una realidad mantenida a golpe de armas. Cada vez que se intuía un régimen obsequioso con ideas nacionalistas, el ruido de sables se volvía intenso. Casualmente uno de los momentos de mayor unión no impuesta en España ha sido la Transición, aunque en mi opinión fue el producto de un período de emergencia, de concentración de fuerzas focalizadas en superar la dictadura y acceder a una democracia real. Pero aquellos tiempos van quedando lejos. La prosperidad es cada vez mayor a la vez que las fronteras europeas se relajan. ¿Tiene sentido seguir manteniendo la idea de España más allá de un ente administrativo y simbólico?
Yo sólo quiero inducir a la reflexión desapasionada. Por mi parte soy agnóstico en temas de patria y nacionalismos. Creo que lo importante de una sociedad no es qué tamaño tiene nuestro territorio ni como se llame ni qué bandera tenga, sino que esté cohesionada y que funcione a todos los niveles. Mi tierra, mi país es el lugar donde he nacido, donde quiero vivir o al que quiero volver. Nada de entelequias. A fuerza de tiempo, la inercia, la educación y las leyes nos han dicho que Murcia, Barcelona, Sevilla o Madrid pertenecen a un mismo país que es el nuestro, aunque para mí Murcia o Barcelona esté más lejos de Lisboa y sean tan extranjeras como la capital de Portugal.
Pero ahora las tornas han cambiado. El paso de PC a Mac me ha abierto un nuevo abanico de posibilidades en el mundo de la emulación. Por lo que he podido comprobar, este campo está mucho más desarrollado en Mac que en Windows. Los ordenadores de Apple cuentan con tres modos de ejecutar Windows XP o Vista. El primero de ellos es a través de Boot Camp, una aplicación que permite crear particiones en el disco duro para instalar diferentes sistemas operativos de forma nativa. Para quienes van a utilizar aplicaciones de Windows de forma intensiva y con gran requerimiento de recursos (por ejemplo AutoCAD, que no hay para Mac) es la opción ideal. Las otras dos son emuladas desde Mac OS X: Parallels y VMWare Fusion. El primer de ellos aún no lo he probado, aunque espero hacerlo pronto. En cuanto a VMWare Fusion voy a hacer algunos comentarios después de algunos días de pruebas intensivas.
Para poder utilizar VMWare Fusion es necesario hacer una instalación virtual de Windows en un disco duro que no es más que un archivo a los ojos del Mac OS X. Una instalación que es exactamente igual a la de un «sistema normal», aunque bastante más rápido. También sorprende la rapidez de la ejecución y la fluidez del sistema, aún con varias aplicaciones corriendo. Pero VMWare Fusion tiene algo más que no se limita a emular Windows en una ventana o a pantalla completa. La gran novedad es poder ejecutar aplicaciones del sistema operativo de Microsoft bajo Mac de manera totalmente natural. De esta manera, las aplicaciones, sea cual sea su procedencia, permiten intercambiar datos, interactuar unos con otros como si la barrera del sistema no existiera.
Se puede abrir Microsoft Internet Explorer directamente en Mac OS X y abrir un fichero con una página web que está en el escritorio del Mac incluso arrastrándolo. También se puede abrir el Word para Windows, crear un documento de texto y guardarlo en la carpeta de Documentos del Mac. Esto es posible gracias a que los sistemas de archivos se comunican entre sí de forma transparente. En el Windows emulado, el disco duro del Mac aparece como una unidad de red, facilitando al máximo el intercambio.
Otra cosa interesante es que no es necesario configurar la red, ya que VMWare coge los datos de Mac OS X y los «traduce» a la configuración de red de Windows. En cuanto al hardware soportado, todos los periféricos que he conectado hasta ahora funcionan perfectamente.
En definitiva creo que aplicaciones como ésta suponen un paso más hacia la compatibilidad total entre todos los sistemas operativos y plataformas informáticas. Una tendencia que irá en alza en el futuro y nos permitiran superar las absurdas barreras, muchas veces con intereses comerciales detrás, que a lo largo de la historia de la informática nos han dificultado la vida.
A través del blog ‘Así se fundó Carnaby Street‘ (¿Homenaje a Leopoldo María Panero?) recupero la idea de ver o al menos intentar ver las películas experimentales de Warhol. En la Biblioteca Pública creo que tenían alguna, pero al final no las cogí. Todo viene a raíz de un artículo en ese blog dedicado a Edie Sedgwick, una de las actrices del extraño star-system underground que el artista pop creo para sus obras cinematográficas. El caso es que hace unos pocos días tuve la ocasión de ver algunas de ellas y que no recomiendo más que a los incondicionales de Warhol o a los que tengan curiosidad extrema por verlas.
En concreto vi ‘Vinyl’, ‘Poor Little Rich Girl’ y ‘Beauty #2’, las tres realizadas en 1965. La primera no es más que una interminable performance de algo más de una hora ante una cámara fija con varios personajes. ‘Poor Little Rich Girl’ tiene a Edie Sedgwick como absoluta protagonista. La película fue filmada en su apartamento de Nueva York y esta compuesto únicamente de planos suyos en ropa interior. Lástima que los primeros veinte minutos estén fastiodiosamente borrosos. ¿Es Sedgwick en ‘Poor Little Rich Girl’ la imagen de la primera belleza postmoderna, la primera punk? A mi me lo ha parecido. Por último he visto ‘Beauty #2’ en la que Warhol vuelve de nuevo a colocar la cámara fija durante más de una hora para que sus personajes desarrollen la acción, esta vez sobre una cama deshecha.
Segdwick tuvo una carrera fulgurante que apenas se extendió más allá del mundo de la desquiciada troupe de Warhol y su submundo, ya que murió en 1971. Hacía cinco años que había realizado su última película con Andy y durante ese tiempo se le atribuyó un romance con Bob Dylan en 1966. En 1967 su vida comenzaba a declinar por culpa de las drogas. La locura se apoderó de ella y tuvo que ser internada en varios centros psiquiátricos hasta que le sobrevino la muerte. Poco después, en 1972, se estrenaba la primera película que protagonizaba fuera del círculo de Warhol ‘Ciao! Manhattan’.
Normalmente las propuestas más arriesgadas, sea cual sea el campo del arte, cosechan multitud de detractores y de adeptos. Eso es lo que pasa con Manos de Topo, una nueva banda llegada de Barcelona y que publicó hace unos meses su primer trabajo ‘Ortopedias Bonitas’ (La Colazione/Strage Ones, 2007). Tenía el disco en el «congelador», como tantos otros, apenas sin haberlo escuchado. Ni siquiera recuerdo si lo había puesto. Leí algunas críticas y decidí «descongelarlo» para echarle una ojeada.
No puedo negar que la primera sensación fue de sorpresa. Y luego de rechazo. Me costaba mucho escuchar esa voz, esa forma tan extraña de cantar entrecortada, desentonada, como un mal imitador de Robert Smith. Pero hubo algo que me impedía dejar de oírlo. Quizás fueran las letras, casi tan sorprendentes como la entonación del vocalista, y que los emparenta con el surrealismo de andar por casa de El Niño Gusano y otras bandas extrañas. Sexo, amor, desamor, obsesiones… son algunos de sus temas favoritos, siempre con ese barniz de locura.
Hace poco acaban de grabar el primer videoclip de su sencillo ‘El cartero’, que no tiene desperdicio. Aquí os lo dejo.
Por fin hoy era el día de la verdad para Público: el nuevo diario de Mediapro dirigido por Nacho Escolar salía a los quiscos. El lanzamiento ya venía precedido de cierta polémica algo gratuita. Autocontrol, el organismo encargado de velar por la corrección publicitaria en televisión, no dio su visto bueno al anuncio de televisión por incluir la frase «fuck Bush» en las camisetas de dos figurantes. El anuncio en sí no me parece de lo más afortunado por caer el todos los tópicos habidos y por haber (el magnate con el puro, la marioneta, la manifestación de cartón piedra sobre la vivienda me parecen demasiado evidentes).
Esta mañana fui al quiosco pensando en que quizás no lo tuvieran. Los problemas de distribución son habituales cuando se lanza una nueva publicación. Por suerte todo fue bien. Junto con el diario daban un DVD con una película. Parece que será así hasta el próximo lunes. Hoy eran ‘Los Lunes al Sol’, mañana será ‘Farenheit 9/11’ y entre los siguientes títulos que se entregarán están, por ejemplo, ‘Goodbye Lenin’. Por cincuenta céntimos no está mal.
Entramos en materia. Estéticamente, Público no es nada del otro mundo. Nada de alardes gráficos. Nada desentona. Nada sobra. La maquetación es bastante buena, aunque yo quizás hubiera utilizado otras tipografías. En algunas páginas se mezclan demasiados estilos. Es de agradecer el uso de un cuerpo de fuente más grande de lo habitual para el texto de los artículos, lo que lo hace más fácil de leer. En el tema de publicidad, aunque hay bastante, no es intrusiva y se puede dejar fácilmente de un lado. Los colores elegidos para las secciones de Público me parecen acertados y hay algunos gráficos bastante buenos, como el de los presupuestos del Estado. Como conclusión, formalmente es similar a un diario gratuito al estilo de ADN, pero con más empaque, más contenidos y sin estridencias.
Si hablamos de los contenidos, Público apuesta por artículos más cortos, redactados de forma muy sencilla. Nada de parrafadas ni páginas sin apenas fotos. Abundan las columnas de opinión. Una curiosidad es que las primeras páginas del diario van dedicadas a los temas de portada, ya sean de ámbito nacional o internacional. Después la opinión y luego la sección internacional con el resto de noticias del planeta. «Política» se dedica a la actualidad nacional sobre partidos y sus polémicas (vamos, lo que es el politiqueo nuestro de cada día). Lo siguiente que encontramos es «Actualidad», con asuntos varios de España. Le siguen «Dinero» con todo lo que tiene que ver con la economía, incluyendo la cotización de la bolsa. «Ciencias» engloba temas sobre el medio ambiente, la salud o la tecnología. Tengo la impresión de que parte de esta información está sacada de internet, porque he leído artículos que me suenan vagamente de haberlos leído de alguna parte. Al menos no es un copiar y pegar. La sección «Culturas» abarca todos los campos de la creación, desde cine hasta música, tendencias, etc. La zona de pasatiempos me ha llamado la atención al incluir, además del consabido crucigrama y dos sudokus, una receta de cocina. Otro buen detalle son las dos páginas de cartelera con todas las películas y los cines de España exceptuando Madrid y Cataluña, que tienen ediciones propias. El diario se cierra con «Televisión» y «Deportes» que, acertadamente para mi gusto, no le dedica más que cuatro páginas. Por ser el número uno, Público lleva un suplemento con información sobre la plantilla y las ideas principales sobre las que pivotará la línea editorial del diario (vivienda digna, integración, solidaridad, laicidad, educación, etcétera).
Se ha criticado, creo que con razón, la portada de la edición nacional por ser algo sensacionalista/efectista (‘El hombre que hundió la tregua’ en caracteres blancos enormes frente a un fondo negro que, por cierto, destiñe). Esperemos que esto de los titulares-gancho no sea una práctica habitual en futuros números porque desmerecería el resto del diario.
Conclusión
La impresión que me ha causado Público ha sido en general bastante buena, mejor de lo esperado. Sólo algunos pequeños detalles que ya he contado han enturbiado esta opinión. Me parece una buena alternativa para aquellos que no tienen tiempo y/o ganas para profundizar en las noticias. Ahora sólo queda esperar y ver como crece la criatura para poder dar un veredicto concluyente.
Ahora que la W3C trabaja en una nueva versión de HTML, la 5ª ya, y ha arriconado el XHTML, es posible que nos encontremos en un nuevo punto de inflexión, o más bien una vuelta atrás diría yo. Y es que hubo un tiempo (no muy lejano) en el que el HTML no tenía una «X» delante. Se usaba con profusión el javaScript y estaba de moda poner en una esquinita «Made for Internet Explorer». El CSS sólo se utilizaba para cambiar los colores de las fuentes y se maquetaba con tablas.
Luego las cosas cambiaron y nos dimos cuenta (con razón) que para crear una web bien hecha había que separar el contenido del aspecto y que debíamos escribir el HTML (ahora XHTML) por un lado y el CSS (aspecto visual) por otro. El javaScript sólo se debería utilizar en caso de no tener otra opción y el target="_blank" era poco menos que una herejía. Nos sometíamos (sometemos en mi caso) al estricto cumplimiento de las normas mediante los temidos validadores.
Pero he aquí que las cosas cambian otra vez. La moda de la web 2.0 implica tener webs mucho más dinámicas, que muestren la información sin recargas, que permitan interactuar con formularios y otros elementos sobre la marcha y controlar nosotros mismos a través de código la navegación y el comportamiento de la web. Así que rescatemos nuestras chuletas sobre el modelo de objetos DOM, volvamos al javascript a mansalva y odiemos otra vez los botones del navegador. ¡El DHTML ha vuelto!
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