Es bastante raro que una telecomedia de esas que se llaman «de situación» o sitcom llegue a engancharme. En general, las series de televisión no me atraen demasiado, sobre todo vistas en televisión. Una de las ventajas de internet es que muchas veces se descubren series que en su día no viste por falta de tiempo o de interés.
Algo así me ha pasado con ‘Seinfeld’, una telecomedia de manual que en España emitió Canal+ durante la segunda mitad de los noventa, aunque originalmente la serie se extendió desde 1989 hasta 1998. Su último episodio fue un acontecimiento nacional en Estados Unidos y fue portada del Time por ese motivo (ver foto). Alberto, que es un fanático de la serie, me la recomendó, así que ahora estoy bajándome las nueve temporadas de que consta.
Si hacemos un poco de historia, el origen de ‘Seinfeld’ hay que buscarlo en el humorista Jerry Seinfeld, quien tuvo la idea de llevar a la pequeña pantalla los hechos cotidianos de un grupo de amigos treintañeros, a cada cual más peculiar. Precisamente el retratar hechos cotidianos tratados con humor es su principal virtud. En más de una de esas situaciones nos hemos visto alguna vez. En ‘Seinfeld’ ese retrato llega a la categoría de arte. La acción de cada episodio está salpicado por fragmentos de monólogos de Jerry.
‘Seinfeld’ ha obtenido todos los premios que puede obtener un programa de televisión en los Estados Unidos y es considerado como una referencia en sitcoms. Para muchos críticos televisivos es la mejor y más influyente telecomedia de la historia.
Hace una semana se presentó en la keynote del Macworld 2007 el nuevo «invento» de Apple. El iPhone era un secreto a voces desde hacía meses en los círculos de aficionados a la compañía de la manzana. El público que asistió a la keynote con el maestro de ceremonias Steve Jobs enloqueció al ver las virtudes del aparato. Pero no sé por qué, el iPhone no me sorprendió tanto como se suponía.
Indudablemente, el diseño del iPhone es uno de sus puntos fuertes, pero siendo Apple esperaba algo diferente, más ingenioso. La pantalla táctil multipunto está bien, pero me resisto a creer que en un teléfono sea tan práctico como se dice. En cuanto al tamaño, creo que es correcto, aunque si se busca diferenciarse con el resto de smart phones que hay en el mercado, las dimensiones (junto con el peso) es uno de los parámetros más importantes si queremos llevarlo a todas partes. Por último, la superficie que cubre la pantalla tiene aspecto de rayarse sólo con mirarla, mucho más cuando tenemos que tocarla constantemente.
Me parece increíble que un teléfono de alta gama de hoy día no tenga 3G. El iPhone no lo tiene. En cambio sí tiene capacidad wifi, cosa que no tienen muchos teléfonos. La cámara fotográfica que incorpora es de 2 Mpx, algo escaso (la de mi móvil tiene 2 Mpx y no es nada del otro mundo). No tengo datos sobre la duración de la batería, pero por las fotos que he visto no parece muy sencillo retirarla.
El interfaz del iPhone es realmente espectacular. Viniendo de Apple, esto no es nada sorprendente. Es algo que se da por hecho. La función iPod puede ser muy útil, aunque no pienso lo mismo del llamado ‘Internet Communicator’, un Safari especial para navegar por internet y que en la demostración en la keynote no me pareció demasiado práctico. La incorporación de Google Maps no me parece más que un añadido anecdótico. Útil, pero un añadido. Se echa de menos un pequeño Office al estilo del que lleva Windows Mobile en las PDA.
No tengo ni idea de cómo se puede comportar el mercado con el iPhone, aunque supongo que no será un bombazo al estilo del iPod. Mucho más pensando que se trata de un aparato que en Europa costará en torno a los 400 o 500 euros. De lo que sí estoy seguro es que será un punto de partida para una nueva generación de aparatos de comunicación integral. El iPhone servirá para «inspirar» a otras compañías, tomarán buena nota y corregirán sus fallos.
Desgraciadamente esta parece ser la estrategia pre-electoral elegida por el Partido Popular del centrista Mariano Rajoy (ya llamado por algunos medios en internet como el «Señor No») para conseguir réditos políticos. No sería algo especialmente raro o especialmente grave (ya nos estamos acostumbrando a ello) si no se tratara de uno de los temas vitales y de tradicional consenso entre las fuerzas políticas. El tema del terrorismo había sido siempre un tabú a la hora de utilizarlo como argumento contra el Gobierno. Pero esa norma, puro sentido de Estado, se ha roto poco a poco a lo largo de esta legislatura y se ha agravado tras la declaración y la posterior ruptura de la tregua de ETA. Últimamente me cansa mucho escuchar en las noticias el «no» permanente. La negación como estilo de vida, como forma de hacer política. Todo son argumentos endebles, simplistas, poco elaborados y que a menudo apelan a los más bajos instintos, a la visceralidad y al populismo más salvaje.
El principal partido de la oposición ha dicho de todo, ha lanzado todo tipo de sospechas, insultos y acusaciones sin fundamento contra el Gobierno en una materia tan delicada e importante como la lucha antiterrorista. No recuerdo que esto hubiera ocurrido antes. No al menos desde que tengo memoria. Y junto con el Partido Popular, los medios de su línea ideológica están detrás, unas veces haciendo el papel de apuntador, para indicar lo que debe y no debe decir y otras como altavoz sin freno de esta locura. Incluso a veces se produce una curiosa retroalimentación: la prensa se hace eco de una estrategia política y a su vez determinados políticos recurren a la prensa como fuente de información supuestamente fidedigna, dando crédito a «sus medios» frente a otro tipo de informaciones.
Pero como aún creo en la capacidad de razonamiento de los ciudadanos, espero que esta nefasta estrategia del PP le pase factura y se vean obligados a rectificar. No sé si esto ocurrirá a corto o a largo plazo, pero ocurrirá.
‘binary.landscapes’ fue un vídeo (el primero y único que he hecho de este tipo) que hice con 3D Studio Max y Adobe Premiere allá por el año 2001. Inicialmente se trataba de un proyecto para mi web de diseño nolovedesign, recién inaugurada por entonces, pero por cuestiones de espacio (ocupaba muchos mas «megas» de los que admitía mi servidor) y de tecnología (no conseguía dar con un método de streaming eficaz y fluido) tuve que dejarlo. He tenido que esperar unos cuantos años para poder «colgar» este vídeo. Acompañando a las imagenes de formas tridimensionales abstractas está la música de Karlheinz Stockhausen y de Tortoise.
Ayer, David Bowie cumplió 60 años. Y más de 40 años de carrera le contemplan. Desde que en 1967 publicara su primer y desconocido disco homónimo hasta hoy día, Bowie ha revolucionado el pop y el rock, ha inventado géneros y convirtió sus conciertos en espectáculos. Pero sobre todo ha sabido combinar una aparente frivolidad con un talento y una seriedad indiscutible. El «camaleón del rock» se ha reinventado y adaptado a todas las épocas por las que ha pasado. Ha sido extraterrestre, ser de sexo indescifrable, robot y hombre de negocios.
Decir más sobre David Bowie es en vano, hay que escuchar su música y leer sus biografías para conocer toda la dimensión del personaje. Yo por mi parte he escuchado de nuevo el magnífico recopilatorio ‘The Singles Collection’ (EMI, 1993) que recoge algunos de sus mejores temas y por supuesto de la historia del pop-rock. ‘Space Oddity’ (1969), ‘Changes’ (1972) utilizada hasta la saciedad, con variantes, en diversos anuncios publicitarios, ‘Starman’ (1972), ‘Ziggy Stardust’ (1972), ‘Life on Mars?’ (1973), ‘Rebel Rebel’ (1974), ‘Heroes’ (1977), ‘Ashes to Ashes’ (1980) o ‘Let’s Dance’ (1982) son algunas de las joyas que este excéntrico pero inteligente músico ha dejado para la posteridad.
La influencia de Bowie en sus contemporáneos y en los que vinieron después es enorme. Todo el movimiento glam le debe la estética y la actitud y es uno de los padrinos espirituales del brit-pop. No hay más que escuchar a Suede para darse cuenta.
Lejos de retirarse, Bowie sigue experimentando con sonidos, aunque quizás sin la genialidad de otros tiempos. Sin embargo, sus últimos trabajos no son nada despreciables y conservan toda la esencia que el músico británico sabe imprimir a todo lo que hace. Así son los clásicos, siempre modernos.
Hace unos días me metí a instalar Ubuntu bajo Windows con VMWare, un software de virtualización bastante bueno. Hoy he tenido la oportunidad de volver a probarlo con Mac OS X 10.4.1 Tiger para Intel y lo cierto es que me ha sorprendido para bien. Sinceramente no pensaba que llegara a funcionar.
Creé una nueva máquina virtual de tipo FreeBSD (el BSD es el «corazón» del sistema operativo de Apple) y un disco duro de 8 Gb. Nada más comenzar la instalación, el propio sistema tiene una aplicación para crear una partición MacOS, todo ello muy intuitivo. La instalación en sí es algo pesada. En el equipo en el que lo hice (un Pentium 4 a 2,5 GHz con 512 Mb de RAM y 64 Mb de gráfica) tardó casi una hora en completarla. Después, durante la configuración del equipo (nombre de usuario, hora local, red) se me colgó. Salir de VMWare no fue suficiente, así que tuve que reiniciar el ordenador. A la segunda vez completé la configuración sin problemas, aunque justo antes de arrancar por primera vez se me volvió a colgar. De nuevo tuve que dar un «botonazo». Pero por fin (a la tercera va la vencida) vi MacOS X Tiger virtualizado.
La primera impresión es que el sistema iba mucho más fluido de lo que esperaba. No estaba sobrado, porque a veces tardaba en responder, pero los efectos visuales no se veían nada ralentizados. Aún no he conseguido hacer funcionar la red ni la tarjeta de sonido. De todos modos, mi instalación es puramente experimental y no creo que pueda ser útil para uso cotidiano. En el vídeo que he colgado en YouTube puede verse el sistema en acción.
En definitiva, un nuevo mito (o reto) ha caído. Quizás ahora el objetivo sea instalarlo sin VMWare. En teoría es posible, aunque todos los intentos hasta la fecha han resultado inútiles.
El otro día me llegó el paquete con la distribución de Ubuntu 6.06 LTS que puede solicitarse grauitamente desde la página web. Existen varias opciones. Yo opté por elegir la de 3 CDs. El primero es la versión para PC, el segundo para PC 64 bits y el tercero para Mac. Junto con los CDs, también me mandaron algunas pegatinas. Así que si alguien de Ubuntu lee esta bitácora, pues muchas gracias por el envío.
Como no quería machacar mi instalación de Mandriva Linux 2007 Powerpack y tenía pendiente probar el VMWare, decidí probarlo con Ubuntu. Para quien no lo sepa, VMWare es un software de virtualización (o emulación) que permite instalar sistemas operativos ajenos dentro del propio Windows. Esto tiene bastantes limitaciones si nuestro ordenador no es muy potente. Yo he conseguido instalar Ubuntu en unos cuarenta minutos y el sistema no va todo lo fluido que debiera. Si se va a utilizar intensivamente es mucho mejor tener dos particiones y que se ejecute nativamente. Sin embargo para probar nuevos sistemas operativos me parece la mejor opción. Donde esté la ejecución nativa que se quiten las virtualizaciones.
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