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La bitácora personal de Ricardo Martín
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19 de septiembre de 2013

Probando iOS 7: Un sistema avanzado bajo apariencia sencilla

Vivimos en unos años en los que la actualización de un sistema operativo para móviles es noticia en los medios. Hace diez años hubiéramos pensado que estábamos locos. Esta reflexión me surgió al ver la avalancha de informaciones acerca de iOS 7, el nuevo sistema operativo para iPhone. Yo conseguí bajarlo ayer por la tarde después de varios intentos.

A pesar de que ya habíamos visto muchas pantallas y conocíamos el diseño con bastante detalle, impresiona verlo instalado y funcionado en mi móvil. Las primeras imágenes que vi cuando fue presentado antes del verano no me acabaron de convencer y pensé que el diseño cambiaría a algo más «refinado» en la versión definitiva. Pero no. Lo que se mostró en su día es lo que hoy tenemos. Y tengo que decir que todas aquellas dudas se han disipado completamente. iOS 7 me parece valiente, atrevido, innovador, rápido y muy práctico. Como siempre, Apple ha cuidado todos los detalles, tanto lo que se ve como lo que no, o aquello que quizás descubramos dentro de unos meses.

Lo primero que llama la atención y «choca» es el colorido y el aspecto radicamente plano y algo infantil de los iconos. Tal vez algunos de ellos podían haberse diseñado de otro modo (el de Safari y el de Ajustes me parecen horribles), pero todo es acostumbrarse. El nuevo sistema permite que estos iconos puedan ser dinámicos, ya que están diseñados mediante vectores (para entendernos, no son imágenes «fijas»). Por ejemplo el icono de la aplicación Reloj muestra la hora, minutos y segundos reales y se actualiza en tiempo real. Otra novedad interesante son los paneles semitranslúcidos, igual que los fondos dinámicos. También lo es que ¡por fin! podamos acceder rápidamente a las opciones más habituales. En el centro de control podremos activar o desactivar las redes inalámbricas, el bluetooth, encender y apagar la linterna, ajustar el brillo de la pantalla y otras opciones útiles.

Todo en iOS 7 es muy ágil e intuitivo y acostumbrarse es cuestión de minutos. El nuevo teclado, aunque tiene características muy parecidas al antiguo, da la sensación de ser más fácil de usar, más cómodo. Por otra parte el asistente por voz Siri también funciona mejor y sabe dar respuestas más naturales a nuestras preguntas y comandos.

En definitiva, un paso adelante en cuanto a estética y tecnología que no es precisamente conservador. Apple ha buscado la originalidad, la diferencia y, por supuesto, la excelencia en el funcionamiento y en los detalles bajo una apariencia sencilla. Y eso no es nada fácil de conseguir.

2 de septiembre de 2013

Una semana en París: Louvre de «garrafón»

El museo del Louvre es un pequeño mundo en el que uno puede perderse días y días. La cantidad de pasillos, habitaciones y escalinatas son inabarcables. Mucho más para el pobre visitante que siempre ha de jugar contra el tiempo, el cansancio y la saturación. Nuestra visita, de unas cinco horas, apenas sirvió para hacernos una idea de la grandeza del recinto y de la cantidad inmensa de obras que conserva.

Mi obsesión era –no sé si finalmente lo conseguimos– fijarme sobre todo en el edificio y todo lo que ocurrió allí dentro en el pasado con ojos distintos que los del turista «normal». El mero hecho de intentar ese ejercicio tal vez nos dio otra perspectiva con el que contemplar el museo. El Louvre es un buen lugar para escrutar al ser humano –absorto con sus planos o sus cámaras–, su comportamiento y cómo al final se deja arrastrar por lo banal. Basta tener un poco de espíritu crítico y sentarse en uno de los bancos de cualquiera de las salas. Veremos pasar a cientos de personas que no parecían mostrar ningún interés por el arte (muchos no habrán visitado el museo de su ciudad), como si miraran el escaparate de unos grandes almacenes de una calle comercial. Con suerte veremos detenerse a alguien delante de un cuadro, una escultura o un objeto cualquiera. Lo fotografían y se marchan. Pero la gran mayoría pasa de largo camino no sé muy bien de dónde. O sí. La Mona Lisa es, por supuesto, la estrella indiscutible. Decenas de personas se amontonan permanentemente delante de la obra de Da Vinci. Todos se afanan en fotografiar con móviles, iPads y cámaras ese pequeño cuadro que la mercadotecnia del arte ha elevado a icono del mundo occidental.

El Louvre es, con todo lo bueno y todo lo malo, el máximo exponente de ese horrible término denominado la «industria de la cultura». Varias tiendas repartidas por todo el recinto animan a llevarse un recuerdo –todos bastante feos, por cierto– a un precio abusivo. Y como si la mercantilización de la cultura no estuviera suficientemente clara, una de las entradas/salidas se realiza desde los años noventa por una galería subterránea de nombre Carrousel du Louvre, con varias boutiques no solo de «souvenirs», sino de firmas exclusivas de todo tipo. Toda esta «contaminación» comercial, junto con la masificación, emborrona y distorsiona bastante el concepto de museo como centro de cultura, conocimiento y reflexión.

El «turismo de garrafón» mueve a demasiada gente. Afortunadamente, el museo es tan grande que siempre hay rincones casi desiertos. Ese oasis de paz lo encontramos, por ejemplo, en los apartamentos de Napoleón III, el último emperador francés que gobernó en la segunda mitad del siglo XIX. Hizo construir en unos aposentos de extensión sobrehumana que decoró de forma suntuosa. Como digo, en algunas de estas salas el silencio es absoluto y sin gente. Otro de los lugares interesantes para quienes huyen de las hordas es el llamado Louvre Medieval. Se encuentra situado bajo el patio del pabellón Sully y es lo que se conserva de los cimientos del antiguo castillo, edificado por el rey Felipe Augusto en el siglo XII. Está bien poder dar una vuelta por toda la base del recinto y hacerse una idea de lo que en un momento dado fue el origen del actual palacio. Para mi gusto, uno de los lugares más sorprendentes, auténticos y diferentes del museo. Ojo a la bonita maqueta que recrea el viejo palacio.

18 de agosto de 2013

París en Cromavista

Por fin, y tras varios contratiempos –entre ellos la rotura definitiva del disco duro de mi iMac— aquí están las fotografías seleccionadas de entre más de 1.500 que he subido finalmente a mi web fotográfica Cromavista. 329 imágenes con –eso al menos es lo que he intentado– un toque diferente a las que puede hacer cualquier turista, o quizás las que hace un turista normal y alguna menos corriente. Como siempre intento acercarme a los detalles, aquello que casi nadie ve, principalmente en edificios o lugares muy famosos en su conjunto pero apenas contemplados en sus partes.

He dividido las fotografías en 14 galerías que van desde la Torre Eiffel hasta el Palacio de Versalles pasando por la Basílica de Saint-Denis o la catedral de Notre-Dame. En definitiva, un recorrido que creo bastante completo por la capital francesa y que espero que sea de vuestro interés.

7 de agosto de 2013

‘Les Revenants’, zombis a la francesa

Los zombis están de moda. Decenas de variantes de estos regresados de la muerte invaden las pantallas, las grandes y las pequeñas, desde hace unos años. En televisión este boom empezó con la norteamericana ‘The Walking Dead’, basada en el cómic de Robert Kirkman y Tony Moore. Después llegaron algunas más. En el Reino Unido, por ejemplo, vimos ‘In The Flesh’. Pero un poquito antes de esta última (en 2012) llegaba a los televisores franceses ‘Les Revenants’ de la mano de Canal+. Hace unos días he terminado de ver los ocho capítulos de que consta.

La acción se desarrolla en un pueblo de nueva construcción en medio de las montañas y con un embalse a sus pies. Precisamente el viejo pueblo, hoy bajo las aguas, esconde un secreto detrás de la catástrofe que lo arrasó 35 años atrás. Todo comienza cuando tras un accidente de autobús escolar, una de las chicas fallecidas regresa cuatro años después de su muerte sin recordar nada de lo ocurrido ni siendo consciente del tiempo transcurrido. Su contrariada familia intentará buscar sentido a su retorno. Con el tiempo comprobará que no es la única, existen otros muchos fallecidos en otros tiempos que están volviendo a la vida…

‘Les Revenants’ es una serie de buena factura, muy entretenida y con un guión inteligente, que no deja cabos sueltos. Los acontecimientos se van produciendo con precisión tan milimétrica como lógica e implacable. Más que una serie de terror, como lo serían por ejemplo ‘The Walking Dead’, puede considerarse de suspense, o como mucho, de terror psicológico. Lo que en un inicio puede suponer una alegría, dista mucho de serlo y se convierte en fuente de conflictos, descuadrando vidas ya reconstruidas, abriendo viejas heridas o recordando rencillas olvidadas. Respecto a la puesta en escena, a veces me ha recordado a ‘Twin Peaks’, quizás por esas montañas, esas relaciones entre los personajes o el ambiente enrarecido en el pueblo que es transmitido a la perfección por el realizador. La banda sonora, elaborada por el grupo escocés de post-rock Mogwai encaja como un guante en el argumento y se funde con los paisajes y las escenas más perturbadoras.

En definitiva, una serie sorprendente que gustará a aquellos que buscan algo distinto a lo que estamos acostumbrados a ver…

2 de agosto de 2013

Una semana en París: El paraíso del fotógrafo

Muchas veces me he quejado en este blog sobre las restricciones que determinadas instituciones aplican a museos, templos religiosos y otros lugares que los viajeros suelen visitar. Ahora que ya conozco tres grandes países europeos además de España (Reino Unido, Alemania y Francia) se puede hacer una pequeña evaluación sobre la permisividad con los que llevamos cámaras. Sin lugar a dudas, es precisamente en nuestro país donde se aplican más restricciones o al menos se cumplen de forma más tajante, tengan o no sentido. Le seguiría Reino Unido y a cierta distancia Alemania.

Pero el caso de Francia, o al menos de París, es muy distinto. Las restricciones en los museos, iglesias, catedrales u otros recintos visitables eran inexistentes, y si existían a menudo se hacía la vista gorda. Sólo encontramos una restricción en el museo d’Orsay, donde sólo se puede fotografía desde los balcones interiores (por cierto, bonitas vistas de la antigua estación ferroviaria remodelada), los exteriores (buenas vistas del sena y Montmartre) o las zonas de cafetería y restaurante.

En el resto de lugares que visitamos tuvimos total libertad para fotografiar absolutamente todo lo que quisiéramos. Nos resultó extraño que en reliquias de la historia como el palacio de Versalles, la basílica de Saint-Denis, la Sainte-Chapelle o la catedral de Notre-Dame se pudieran realizar fotografias con flash, aun a riesgo de dañar los frescos medievales que se conservan en sus paredes. Lo mismo podría decirse del museo del Louvre. No es difícil encontrarse con ráfagas de flash sobre cuadros de primer orden como La Gioconda o vidrieras que tienen ochocientos años.

Por otra parte, París tiene miles de rincones fotogénicos dignos de ser fotografiados, especialmente al atardecer y por la noche. Aunque nosotros hemos ido en pleno mes de julio, estoy convencido de que en cualquier otra estación del año las vistas son diferentes aunque igualmente increíbles.

Si algo he aprendido durante estos viajes es que tiene que existir algún tipo de restricción a la fotografía, no una prohibición radical y absoluta. Nos gustó mucho la idea del palacio de Charlottenbourg de Berlín de pagar un suplemento de tres euros a quienes quisiéramos hacer fotografías. De este modo solo los verdaderos aficionados (por lo general respetuosos con el resto del público y con el objeto fotografiado) podríamos disfrutar de nuestra afición/vicio.

29 de julio de 2013

Una semana en París: La tumba de Baltasar Lobo en Montparnasse

Hace tan sólo unos días volvimos de nuestro viaje a París. Una semana frenética de visita a la capital gala dan para mucho. Vuelvo con gran cantidad de material, tanto fotografías (unas dos mil), clips de vídeo (varias horas) o sonidos grabados. Incluso casi he gastado mi moleskine anotando todo aquello digno de mención, curiosidades y vivencias. Algunas de estas experiencias las compartiré aquí con vosotros, siempre intentando alejarme de los tópicos de una de las ciudades más conocidas y pateadas (¿La que más?) del mundo. Como siempre, dentro de un tiempo colgaré las fotografías en mi web Cromavista y mucho más adelante los vídeos.

Como primera entrega de esta serie de artículos sobre París, voy a hacer un guiño especial a los zamoranos. Días antes de marchar me documenté sobre los cementerios de la ciudad, quién y dónde estaba enterrado para posteriormente visitarlos. Durante esa pequeña investigación descubrí que el escultor zamorano Baltasar Lobo, fallecido en la capital francesa en 1993, yacía en uno de estos camposantos. Lamentablemente esos documentos se me traspapelaron y a última hora sólo pude imprimir unos mapas turísticos con las tumbas de los personajes más célebres. Entre ellos no estaba Lobo.

Pero en el último momento, en una visita al cementerio de Montparnasse que además no estaba prevista inicialmente, nos topamos con una escultura verdosa y una lápida de mármol negra con el nombre del escultor. Pura casualidad. Podíamos haber tomado otra de las muchas calles de que consta el recinto y no haberla encontrado nunca. Pero ahí estaba. Si os interesa el arte y conocéis la vida y obra del artista o simplemente sois zamoranos y queréis saludar a un paisano, sabed que su tumba se encuentra en la Avenue de l’Ouest, en el sector 8º.

27 de julio de 2013

‘Viaje a Las Merindades (Segunda Parte)’

Hoy os ofrezco la segunda parte del vídeo sobre Las Merindades, que por cuestiones de espacio y de servidor no he podido realizar en una sola pieza. Espero que os guste:



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