NOTA: He tenido la idea de última hora de dedicar esta semana, o por lo menos parte de ella a escribir sólo sobre asuntos musicales. Espero que los que no os interesan mis gustos o no os interesa la música no os aburráis 🙂
Es bastante complicado hoy día poner de acuerdo crítica, ventas y radiofórmulas. Y mucho menos en España, donde la cultura de la música pop es casi inexistente. Por eso siempre es reconfortante encontrar sonando en los 40 Principales o en otras emisoras «comerciales» el sencillo ‘Mercy’ de la galesa Duffy. Supe por primera vez de ella en marzo, en un anuncio en la Rockdelux de ese mes. Decidí echarle un oído y me gustó. Si recordáis la incorporé en el post sobre mi particular banda sonora Cáceres-Zamora y elegía su primer sencillo ‘Rockferry’ para ilustrarlo. Hasta la Cadena SER utilizó el magnífico ‘Distant dreamer’ como fondo musical para su autopromoción de las audiencias del EGM…
2008 se está revelando como el de la renovación del soul con sabor clásico (desafortunadamente llamado por algunos «neo soul»), con nuevas y jóvenes divas que escriben sus propios temas como Amy Winehouse o la propia Duffy y que despiertan halagos en las críticas. Al contrario que la Winehouse, Duffy tiene en la sencillez y la discrección algunas de sus principales virtudes. Su álbum de debut ‘Rockferry’ cuenta con la producción del ex-Suede Bernard Butler y ya es sin duda una de las sorpresas del 2008. O por lo menos es uno de mis discos favoritos de la temporada.
En definitiva, Duffy es quizás el último ejemplo de que si se quiere (o más bien si se ficha por una multi como Universal) pueden aunarse las buenas canciones con la comercialidad, y además sonar en todas las radios del país.
Por si alguien todavía no lo sabe, el ejecutivo francés pretende proteger la «creación artística» (más bien diría yo la industria) sancionando a los internautas que descarguen contenido protegido a través de p2p con el corte de su conexión y en última instancia con una multa. Me asaltan muchas dudas al respecto. La primera y más importante es cómo se las van a ingeniar las operadoras (que imagino que serán quienes hagan de «centinelas») para discernir si se descargan archivos con copyright o no. La segunda es cómo van a analizar el increíble volumen de descargas de millones de usuarios diferentes y si las empresas proveedoras de internet están dispuestas a hacer un desembolso en los recursos materiales y humanos necesarios para una tarea tan titánica.
En cualquier caso me da la impresión de que esta ley tiene más de ruido disuasorio que de poder efectivo. Al menos yo lo veo así. Las declaraciones de los responsables de redactar la norma afirman que al recibir el primer aviso vía correo electrónico, entre el 80 y el 90 por ciento de los «infractores» dejarán de descargarse contenidos. Estoy impaciente por ver como evolucionan los acontecimientos y si realmente será una medida efectiva o si sólo se quedará en humo.
¿Qué ocurriría si en España se promulgara una ley similar a la que aprobó el gobierno de Sarkozy? Pensándolo bien, yo replantería la pregunta hacia un ¿Es posible en España una medida así? A bote pronto la respuesta es no. Un contundente no. No puede haber sanción si no hay falta ni delito. Hasta la fecha, y como he repetido alguna vez, la descarga de contenidos, sea cual sea, no es delito si no media ánimo de lucro. Y cada vez hay más sentencias al respecto. Por eso tengo la impresión de que aquí no se correrá el riesgo de establecer una medida tan injusta e impopular. El Gobierno que la implante se juega la pérdida de confianza de millones de internautas.
Aunque ya había oído hablar de los chemtrails en alguna ocasión, ha sido ahora cuando me he decidido a buscar algo de información sobre este curioso ¿fenómeno? ¿anomalía? ¿paranoia conspirativa?. Los chemtrails son una derivación de la expresión inglesa contrail (condensation trail), que es como se denomina la estela de vapor de agua que dejan los aviones y que se produce por la condensación del agua de la atmósfera al recibir el calor de los motores a reacción. Todos los hemos visto como pequeñas (a veces no tan pequeñas) líneas en el cielo. Suelen ser muy visibles al atardecer y desaparecen en unos minutos.
Por contra, los chemtrails (chemical trails) serían (según los que defienden su existencia) la prueba de que estamos siendo «fumigados» con sustancias químicas. La finalidad no está del todo clara. Hay muchas versiones: disolución de nubes de lluvia, provocación de efecto invernadero artificial (me pregunto para qué), drogas que permiten el control mental (¿delirante, no?), favorecer/perjudicar las telecomunicaciones y todo lo que nos podamos imaginar. A simple vista, siempre según sus defensores, se diferencian de los contrails o estelas normales de los aviones en que aquellas son mucho más persistentes, llegando a permanecer visibles durante horas en el cielo.
A medio camino entre la paranoia y la leyenda urbana, los chemtrails tienen su origen en 1997. Ese año el «fenómeno» fue descrito por primera vez por el periodista Richard Finke. Los chemtrails, al igual que otras leyendas similares, han tenido una enorme difusión gracias a internet.
En mi opinión no creo que el fenómeno exista realmente, pero no por eso deja de ser curioso. Consultando la abundante información que hay sobre el tema me doy cuenta de la habilidad, no sé si intencionada, de mezclar realidades constatadas con fantasía. Me refiero a que es absolutamente cierto que existen técnicas de fumigación para precipitar o auyentar la lluvia. También pienso que existirá su parte experimental, bombardeando el cielo con diferentes sustancias. Incluso puedo llegar a admitir que alguno de esos proyectos sea reservado, pero… ¿algo tan visible como esas enormes estelas en el cielo pueden obedecer a un plan secreto? Si es así, desde luego sería un fracaso absoluto, porque ya muchos nos hemos enterado…
Cada vez que veo o leo una barbaridad en internet me asalta la misma reflexión: ¿Internet ha de tener límites? ¿Quién ha de establecerlos? ¿Cómo protegemos a los menores y a los más vulnerables? Desde que internet está al alcance de cualquiera, se han planteado estas y otras cuestiones que no tienen fácil solución. Yo siempre he abogado por la libertad absoluta y que cada uno sea responsable que los contenidos que genera. Pero para que esta libertad sea efectiva y a la vez se proteja de posibles abusos a los demás, es necesario articular medidas que permitan aplicar las leyes penales al ciberespacio. Esto es algo que poco a poco (muy poco a poco) se va consiguiendo. No es nada fácil aplicar una legislación pensada para el «mundo real» a un ente global y omnipresente. Aún así, existen abundantes lagunas legales ¿Qué ocurre cuando se utiliza una red pública WiFi o un cibercafé para cometer un delito? No estoy muy al tanto de si hay jurisprudencia o se han dictado sentencias al respecto.
Pero no sólo son delitos lo que nos podemos encontrar en internet. Existen aspectos de internet, que sin infringir ninguna norma, son negativos para el internauta. Sin ir más lejos, el otro día entré en una de esas webs que permiten almacenar imágenes para colocar en blogs y foros. Allí había de todo, pero me llamó especialmente la atención fotos de cadáveres desfigurados supongo que por accidentes y similares. Esta información puede ser interesante para forenses o estudiantes de medicina (imagino que las imágenes provendrían de alguna web de ese tipo, no voy a pensar en otras perversiones). Dejando todo el tema de los menores aparte (por descontado que un niño o una niña de menos de 13-15 años debe navegar siempre por internet en compañía de algún familiar mayor de edad), puede ser muy desagrable y molesto para cualquier persona encontrarse por sorpresa con alguna cosa de estas o con lo que yo llamo «pornografía intrusiva», esos banners sexualmente explícitos que aparecen en webs que nada tienen que ver con el tema, normalmente de descargas, enlaces de eMule o parecidos y que es muy sencillo acceder a ellos.
Internet es la ley de la selva. Hace falta tiempo y experiencia para separar la basura de los contenidos que merecen la pena. El anonimato hace que la red de redes sea el reflejo de una sociedad occidental que hacia afuera reprime sus deseos, perversiones y frustraciones, y que los termina volcando en la web. Las posibilidades de internet son casi infinitas y ha cambiado nuestra forma de ver el mundo y nuestra propia vida. Siempre he defendido este lado positivo frente a los agoreros sensacionalistas de determinados programas de televisión, pero también la libertad total conlleva una responsabilidad que muchas veces se obvia.
La noticia sobre la anulación por parte del Tribunal Constitucional turco de la ley que permitía el uso del velo en las universidades se ha quedado ya vieja, el tema de los símbolos religiosos en los lugares públicos sigue candente en toda Europa. Bien es cierto que Turquía no puede considerarse culturalmente como Europa y que la lucha de los estamentos oficiales a favor del laicismo de la nación de Atatürk es una historia de tiras y aflojas constante, pero me sirve como percha para lanzar mis reflexiones.
Pienso que ningún poder público puede obligar a nadie a ser laico. Creo que hasta ahí todos estamos de acuerdo. Un estado democrático en el que se respeten los derechos humanos debe defender la igualdad entre sus ciudadanos sin importar, entre otras cosas, su credo religioso. Otra cosa bien distinta son los instrumentos de un Estado. Mi idea es que cualquier institución de carácter público (especialmente las Administraciones que gestionan los servicios a la ciudadanía y sobre todo aquellas que lo hacen en el campo de la educación) ha de ser escrupulosamente neutral, tanto política como religiosamente.
El caso «occidental» más polémico sobre uso del hiyab en las escuelas ocurrió en Francia, donde incluso se aprobó en 2004 una ley para prohibir su uso y el de otros símbolos religiosos en los centros educativos. En mi opinión se trata de un asunto de laicidad mal entendida y de forzar una hipócrita «igualdad de derechos». Precisamente los derechos están en poder elegir, del mismo modo que un judío debe poder entrar en un colegio con una kipá o un cristiano con un crucifijo o una medallita visible. Nunca he entendido qué hay de malo en llevarlos. El problema vendría si con esa indumentaria provocara algún perjuicio a los demás o atentara contra las leyes o la dignidad humana, algo que desde luego no creo que sea el caso. Vamos hacia una sociedad multicultural, así que cuanto antes respetemos y comprendamos los símbolos de los demás, mejor. Mientras, el papel del Estado ha de ser de neutralidad y de respeto ante todas las creencias. No podía ser de otro modo.
La Teoría M fue propuesta por el físico Edward Witten y se trata de una hipótesis muy complicada de entender y de explicar, pero lo voy a intentar. En cualquier caso os recomiendo que veáis el documental de la BBC ‘Universos Paralelos’, donde la explican bastante bien.
La Teoría M surge del propósito de unificar en una sola ley física todo el comportamiento del universo. Einstein dedicó sin éxito una parte de su vida a encontrar esa norma universal. Esta hipótesis se basa en la teoría de las supercuerdas, según la cual las partículas elementales que forman la materia y la energía no son puntuales, o para ser más exactos, no «existen» en un sólo punto, sino que se «mueven» siguiendo patrones que serían similares a las vibraciones que produce una cuerda de una guitarra. Estas vibraciones sólo serían posibles en un universo de más de cuatro dimensiones (espacio-tiempo). Por esta razón, los físicos que defienden esta teoría asumen que vivimos en un mundo con al menos seis dimensiones más, imperceptibles por ser extraordinariamente minúsculas. El problema es que no existe una sola teoría unificada de supercuerdas, sino que son cinco variantes, cinco formulaciones. La búsqueda de la teoría del todo se iba al traste.
La única manera de unificar estas cinco variantes es relacionándolas entre ellas de manera «coherente». Es aquí donde surge la Teoría M. Lo más interesante es que, si la Teoría M fuese cierta, viviríamos en un mundo con múltiples universos de muy diferentes formas y el big bang sería el resultado del «choque» de dos de estos universos. Ir más allá sería inútil, yo al menos no he conseguido entender mucho más. La Teoría M supone poner a prueba todo el conocimiento científico hasta la fecha, forzando a menudo en exceso las leyes físicas y matemáticas hasta el punto de que es necesario un nuevo lenguaje matemático para poder reflejar los complejísimos cálculos teóricos que requiere.
Mi conclusión es que no sabemos absolutamente nada de lo que hay «ahí fuera» ni lo de que ocurre a escala subatómica. Todo se vuelve extraño, tan extraño que se necesitan teorías extrañas para intentar explicarlo. Por otra parte, los científicos también son personas, y de vez en cuando les da por dar rienda suelta a sus fantasías, aportando soluciones fantasiosas. En la realidad, en el mundo tangible no sabemos nada a ese nivel. Por mucho que la inteligencia humana pueda atisbar un mundo en el que hay que redefinirlo todo, a la vez esa intuición de una nueva física asusta y fascina a partes iguales.
El documental ‘Universos Paralelos’ de la BBC:
Otro documental que he encontrado sobre la Teoría M y la teoría de cuerdas:
Por pura casualidad he encontrado un artículo que, más allá de su propio texto, invita a la reflexión. En él, un tal Richard Lynn, profesor emérito de la Universidad del Ulster, hace unas declaraciones que por lo menos son polémicas. Lynn es conocido por haber hecho estudios según los cuales la inteligencia depende de la raza y del sexo, indicando que los europeos del norte (holandeses y alemanes) son los que poseen un mayor coeficiente intelectual medio. Al situarse en posiciones más meridionales, el coeficiente desciende. En otro estudio definió a las mujeres como menos inteligentes que los hombres.
La última de este hombre es un estudio en el que concluye que a mayor inteligencia, menor creencia en Dios. En un principio podría considerarse que esto tiene cierta lógica. Lynn, que dice haber realizado su trabajo en base a análisis de ciudadanos de 137 países, no parece tener en cuenta las inevitables influencias culturales que posiblemente distorsionen los resultados. Me refiero a que en naciones de la órbita comunista, donde el ateísmo era la «religión oficial», existirá un mayor número de ateos (con todo tipo de coeficientes intelectuales). Por contra en otros como España, Italia o América Latina, donde el catolicismo hunde profundamente sus raíces, existirá un mayor número de creyentes, independientemente de su inteligencia. Vamos, que el componente cultural creo que influye decisivamente sobre los resultados.
Otra pega que le veo a este estudio es una vieja polémica: ¿Qué es la inteligencia? ¿Se puede medir? ¿Depende la mayor o menor formación académica del individuo en los resultados de los tests?. Sea como fuere, entrar en terrenos tan pantanosos como inteligencia o pobreza, o clasificar a sus países por la «teórica» mayor o menor inteligencia de sus ciudadanos me parece muy peligrosa, además de irrelevante, porque la diferencia media en el CI entre los países «listos» y los «tontos» es de muy pocos puntos. Imaginemos que en España se hiciera lo mismo en nuestras ciudades y supiéramos cuales son las ciudades «más inteligentes». ¿Tendría algún sentido? ¿Sería un estudio válido teniendo en cuenta que posiblemente en cada nuevo ensayo podríamos obtener resultados diferentes?
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