José Luis Viloria, a pesar de su breve carrera en el mundo del cine largometraje, ha sido hasta la fecha el principal cineasta, junto con Heptener, que ha dado Zamora. A lo largo de su larga carrera ha dirigido multitud de reportajes para televisión y cine, centrándose sobre todo en el documental y muy poco en la ficción. Hace unos días, investigando sobre el cine en Zamora, me encontré con el documental ‘Cien Años de Zamora en el Cine’ (1997). Se trata de una fuente de datos casi inagotable para futuras pesquisas. El primer fruto es una de las dos películas largometrajes que realizó Viloria: ‘Los Diablos Rojos’.
Gracias al usuario fjmc39 de YouTube, que ha colgado íntegra la película, hoy podemos ver este documento hasta ahora perdido y de gran valor histórico (y curioso) para la ciudad. Producida en 1966 con unos medios bastante precarios, cuenta la historia de una banda de timadores que llega a Zamora y su relación con una banda de muchachos. El argumento en sí diría que es lo de menos en una cinta rodada íntegramente en varias localizaciones, como las inmediaciones del río, la estación de trenes, la calle San Torcuato, el Café Central, el recinto ferial de La Vaguada en los tiempos en que allí se celebraba la feria de ganado o el derribado colegio Corazón de María.
Tal y como comenté el otro día, aquí está el vídeo de nuestro viaje a Ávila. Son dos minutos con unas pocas secuencias de la ciudad. Tuvimos que luchar contra los elementos (climatológicos) y claramente la cosa no luce como debería. Pero que al menos quede como testimonio de esa visita y como pincelada de lo que vimos allí.
Dos nuevas actualizaciones en Cromavista. Por un lado, la apertura (reapertura mejor dicho) del Faro de Moncloa, en Madrid, sin saber si será temporal o definitivo. Por si acaso, el otro día nos pasamos por allí a tomar unas fotografías. Lo cierto es que las condiciones, ni climatológicas (el día estaba oscuro y nublado) ni de instalaciones (el reflejo de las ventanas era constante y se echaba de menos algún tipo de mirador al aire libre para evitar las molestias) ayudaba. A pesar de todo, no deja de ser uno de los mejores miradores para contemplar la capital junto con la azotea del Círculo de Bellas Artes, el Palacio de Cibeles o la novena planta de El Corte Inglés de Callao.
Por otro lado, nuestra visita a Ávila, también lluviosa, me permitió tomar algunas imágenes y vídeos (este último lo publicaré en breve) de las murallas, la Catedral y la Basílica de San Vicente. En total, unas cuantas imágenes a añadir a las galerías ya existentes de Madrid y Ávila en Cromavista.
Han pasado ya unas cuantas semanas desde que la serie de Televisión Española ‘El Ministerio del Tiempo’ finalizó su primera temporada con ¿inesperado? éxito. La idea de una serie de ciencia-ficción española y que además contaba con referentes inequívocamente patrios es algo innovador. Pero esa osadía conllevaba un riesgo muy grande. Yo era bastante escéptico cuando empecé con el primer capítulo. Imaginaba que naufragaría en un guión confuso y unas actuaciones mediocres. Pero lo que me encontré fue algo completamente diferente y sorprendente.
Es verdad que no es la mejor serie del mundo, ni siquiera la mejor serie hecha en España, pero han sabido llevar sobresalientemente el peso de ese riesgo de ser pioneros. En los ocho capítulos de esta primera entrega hay de todo: cosas muy buenas, buenas y menos buenas. El trío de directores Marc Vigil, Jorge Dorado y Abigail Schaaff resuelven con soltura los complejos y buenos guiones escritos por los hermanos Pablo y Javier Olivares. Y entre los actores hay de todo. Mientras Rodolfo Sancho, Aura Garrido y Nacho Fresneda están muy bien, otros sobreactúan (para mi gusto el caso del veterano Jaime Blanch) y otros directamente no me acaban de convencer (Cayetana Guillén Cuervo).
Una de las claves del triunfo de la serie es que recuerdan a las grandes películas de aventuras de los ochenta estilo Indiana Jones, con toques de humor (con referencias locales muy acertadas). Otra tal vez sea la variedad de temáticas y de tramas, e incluso de tramas dentro de tramas, con las clásicas paradojas temporales de toda historia de viajes en el tiempo. Muchas de estas claves están claramente influenciadas por la maestra y madre de todas: ‘Doctor Who’. Aunque se diga que la influencia no es tanta, uno que es aficionado tanto a la serie original como a su relanzamiento, muchos tics e ideas están inspiradas en la británica.
Yo por mi parte, creo que es una de las mejores series nacionales que he visto en mucho tiempo, y de las que van creando afición gracias entre otras cosas a la acertada política en las redes sociales, en la que han colaborado instituciones tan añejas como la Biblioteca Nacional (otro guiño a ‘Doctor Who’ y el apoyo de las instituciones británicas a la serie). Esperamos la segunda temporada…
Han pasado ya más de cinco meses desde que se publicara ‘Indies, Hipsters y Gafapastas. Crónica de una Dominación Cultural’ de Víctor Lenore. Tenía muchas ganas de leerlo, pero hasta ahora no he podido hacerme con un ejemplar. A su publicación le sucedió una ola de reacciones de todo pelaje. Básicamente, Lenore ajusta cuentas con su pasado como redactor de revistas como Rockdelux, dejándose llevar por la modernidad y las tendencias hasta que un día dijo basta y decidió escribir sobre ello.
El resultado es un ensayo no muy prolijo y de fácil lectura en el que el argumento troncal, tal y como reza el subtítulo del libro, es una supuesta dominación cultural de los llamados «hipsters», tanto en las artes (cine y música principalmente) como en la economía. Estos «nuevos modernos» son falsamente comprometidos políticamente, elitistas, excluyentes y huyen de todo aquello que suene a «vulgar». El capitalismo actual los habría puesto de moda en suplementos culturales o en anuncios de televisión.
Esta premisa inicial que parece provocadora, interesante y con la que puedo estar de acuerdo, ha sido lo que me ha llevado a echarle un vistazo. Lo que me he encontrado poco tiene que ver con lo que esperaba. Como ya he leído por ahí en alguna crítica, Lenore cae en todos los pecados del converso que cree haber visto la luz verdadera y los defiende con la forma y el fondo de aquellos a quienes dice criticar: esto es, con citas a intelectuales crípticos y hace tabula rasa para generalizar la actitud de muchos movimientos culturales. Desde luego los que él llama «hipsters» no son un bloque monolítico. Hay muy pocos matices en un campo en el que el matiz puede cambiar por completo el sentido. A esto hemos de unir que hay argumentos encajados penosamente basándose en declaraciones cogidas con pinzas y a menudo sacadas de contexto.
Pero como digo, sí existe una idea subyacente que, a pesar de estar salpicada de argumentos cuestionables, comparto con él. Los nuevos barrios molones donde antes sólo había miseria y delincuencia (o sea lo que se llama la gentrificación) o la apropiación de la cultura popular por parte de la industria y los medios dominantes, son dos ejemplos muy claros. Pero sería un trabajo demasiado minucioso desbrozar todos los aspectos con los que estoy de acuerdo y con los que no, y además no viene a cuento. Que cada uno lo lea y saque sus propias conclusiones. Por cierto, lo mejor de todo el prólogo introductorio de Nacho Vegas.
Hacía tiempo que quería fotografiar la iglesia de San Pedro de la Nave. Mi interés se debe a que es el único templo visigodo que se conserva en toda la provincia de Zamora y uno de los poquísimos ejemplos de este arte en toda España (menos de una decena). La historia de este monumento ha sido azarosa. Su origen se remonta al siglo VII o VIII (entre el 680 y el 711 según las fuentes históricas) y fue levantado a la orilla del río Esla, en un suave valle. A lo largo de su historia se le fueron añadiendo nuevas estancias, especialmente en los siglos siguientes a su construcción hasta el punto de quedar irreconocible.
Tuvo que ser en 1906 cuando el arqueólogo e historiador Manuel Gómez-Moreno redescubrió la iglesia, ya olvidada, y fue consciente de su valor artístico e histórico. Por su iniciativa y dada su importancia, fue declarada monumento nacional en 1912. En 1930, con motivo de la construcción de la presa hidroeléctrica de Ricobayo, Gómez-Moreno lideró los trabajos para salvarla de las aguas. San Pedro de la Nave fue trasladada y reconstruida unos pocos kilómetros más allá, en la localidad de El Campillo. Los trabajos duraron dos años y en 1932 se inauguró en su nuevo emplazamiento. Se aprovechó para liberarla de todas las construcciones adosadas y solo se mantuvo lo puramente visigodo.
En 2012 se construyó una cafetería y un pequeño museo subterráneo donde se cuenta la historia de la iglesia y se exponen unas estelas romanas encontradas en la zona (incluso en la propia iglesia se cree que algunos elementos formaban parte de algún templo romano).
En Cromavista podéis ver algunas de las fotografías que hice, especialmente de los capiteles.
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