Vamos con la segunda entrega del vídeo de Londres. En esta ocasión veréis algunas tomas sobre el río Támesis, incluyendo parte de las que hice en el barco City Cruises que nos llevó desde el embarcadero de Westminster hasta Greenwich. También hay tomas del río realizadas en otros momentos. El segundo bloque lo forman tomas de la City desde lo alto de la cúpula de la catedral de San Pablo, sin duda una visita que fue de lo mejorcito de nuestro viaje. Lástima que hiciera tanto viento y tanto frío y estuviera nublado. Por último, la tercera parte la forman grabaciones de la mítica Torre de Londres.
La introducción de este vídeo ha sido especialmente trabajosa y problemática. Primero porque crear cada una de esas secuencias a partir de fotografías que tomé requiere mucha paciencia y aprendizaje de un poco más de After Effects. También porque los problemas técnicos que fueron surgiendo durante el proceso casi me hacen abandonar el proyecto. Pero finalmente encontré una solución bastante aceptable.
Por último, para la banda sonora he elegido un poco de todo. La cosa no podía ser más variada: Desde música electrónica, Blur, hasta música medieval, pasando por el jazz. Espero que sea de vuestro interés.
Así dicho, puede que si una de tus aficiones es escuchar la radio, mucha gente no entienda de lo que realmente se trata. Si esa afición se convierte en un reto, estamos hablando de diexismo. Según la Wikipedia, el diexismo es «la afición de escuchar emisoras de radio lejanas o exóticas». Al contrario que los radioaficionados convencionales, en el diexismo no se interactúa con la fuente emisora, pero no por ello es menos emocionante ni adictiva.
Seguro que, igual que yo, alguna vez ha caído en vuestras manos una radio con capacidad de captar señales de onda corta. Yo, de pequeño, tuve unos walkie talkies con los que no solo podíamos hablar sino que estaba sintonizado en una frecuencia en la que se colaban numerosas emisoras de radioaficionados o de camioneros. Por aquel entonces había mucha actividad en esas bandas. Desconozco si actualmente se mantiene o ha decrecido. Pero más allá de los radioaficionados, la onda corta nos brinda la posibilidad de escuchar emisoras de radios comerciales de otros países que, a menudo, poseen servicios en castellano. También, si poseemos una radio un poco más avanzada, captaremos las frecuencias utilitarias (policía, bomberos, protección civil, etc) o de otro tipo. Y más allá, con equipos todavía más avanzados (tampoco mucho más) es relativamente sencillo escuchar las conversaciones entre, por ejemplo, aviones y torres de control. Los límites, si tenemos una radio que cubra todo el espectro de radio, son casi ilimitados.
Otra de las cosas interesantes del diexismo es que, aunque no podemos interactuar, sí podemos contactar con emisoras lejanas y remitirles vía postal los llamados informes de recepción, con diferentes datos técnicos acerca de la calidad de la recepción desde nuestra posición geográfica. Si lo hacemos bien, probablemente la emisora nos remita una tarjeta QSL que acredita oficialmente el contacto. Muchos diexistas coleccionan estas tarjetas, que son uno de los alicientes de esta afición.
No está mal tener de vez en cuando una afición tecnológica que no tenga que ver con los ordenadores o con internet. Y es que, aún hoy, no toda la comunicación pasa por un ordenador o por internet. Esto le proporciona un encanto especial. Si queréis más información, podéis visitar la web de la Asociación Española de Radioescuchas, donde encontraréis mucha información sobre este tema.
Para nuestro pasado viaje a Londres me llevé cinco tarjetas de memoria, tres de 32 Gb, una de 16 Gb y dos de 4 Gb. A la vuelta las traje prácticamente llenas. En total 3119 archivos entre fotografías y clips de vídeo. De éstos últimos unas dos horas y media de material, en general bastante bueno, grabado a 1080p y 30 fps. El procesado de toda esta información me ha llevado mucho tiempo, pero por fin veo la luz al final del túnel. Las fotografías, después de una dura selección, se han quedado en las 228 que subiré a Cromavista cuando solucione el problema de espacio que tengo en el servidor. Y sobre los vídeos, hoy comenzaréis a ver los primeros resultados.
Todavía no sé en cuantas partes quedará dividida, aunque probablemente sean cinco de unos 8 o 10 minutos, agrupados por temáticas, por lo que no siempre se corresponderán con el recorrido real que hicimos por la capital británica. Cada una de ellas llevará una cabecera diferente, realizada con distintas técnicas. En el caso de esta primera entrega, la idea de Londres flota en el ambiente (literalmente). A nivel técnico, he mantenido el framerate en 30 fotogramas por segundo y todas las secuencias han sido estabilizadas mediante Adobe After Effects.
Respecto al sonido, ha sido uno de mis grandes quebraderos de cabeza. Buscar algo que encajara realmente bien ha sido complicado y finalmente he decidido mezclar el sonido ambiente con la música, de forma que compartieran protagonismo y ninguna sobresaliera sobre la otra. Han sido muchos días de pruebas, errores, tirar el trabajo hecho y volver a empezar hasta encontrar el punto perfecto entre imágenes, sonido y música. Espero que sea de vuestro interés. Os dejo con el primer capítulo: El Parlamento, Whitehall y Trafalgar Square:
Como sabéis me gusta mucho el diseño de grafismo para televisión, más bien verlos que hacerlos. Aún mis conocimientos no dan para tanto. Pero lo que sí sé es lo que me gusta y lo que no. Cada cierto tiempo (cuatro años más o menos) se rediseña la imagen del Telediario de La 1 de Televisión Española. La última fue, si no recuerdo mal, en 2008. Por aquel entonces mi impresión general fue buena. Fue una apuesta arriesgada pero interesante.
El pasado sábado día 14, TVE cambió las cortinillas, sintonías, grafismo y decorados del Telediario. El proyecto, igual que el anterior, corrió a cargo del estudio catalán Zelig Studio y contó con la colaboración de Tilmann Kerkhoff, Leandro Giaccio y Hugo Hors. La sintonía es obra de Josep Sanou. Según se dice en la web de Zelig:
La nueva imagen se aleja de formas geométricas como el cuadrado y se acerca a otras más “orgánicas” y aerodinámicas, buscando un paralelismo con los desarrollos gráficos de la continuidad. Se ha generado un sistema de piezas de rotulación con versatilidad y mayor tridimensionalidad.
En mi opinión, y aunque técnicamente está mucho mejor construida que la anterior, tengo la sensación de que el error es de concepto, y no de grafismo. La nueva cabecera apuesta por el futurismo, las líneas superpuestas y la intención de dar una «sensación tecnológica» por encima de la seriedad y la rigurosidad que han de transmitir unos informativos. Mucho más teniendo en cuenta de que hablamos de una televisión pública de ámbito nacional. Es una reflexión puramente personal, pero yo hubiera apostado por una imagen plana, sobria y elegante, dando prioridad a la inmediatez de la información por encima de los malabarismos técnicos. Veamos un par de ejemplos:
Informativos de la VRT belga (televisión flamenca):
Tagesschau de la ARD alemana:
Y la cabecera del nuevo Telediario de Televisión Española:
En la aplicación al «mundo real» cambia algo, sobre todo en lo relativo a la rotulación. La tipografía no ha cambiado, pero aparece demasiado empastada:
Mi conclusión es que quizás convendría plantearse si eso de las cabeceras largas para los informativos televisivos es ya cosa del pasado. No creo que ayuden a transmitir sensación de inmediatez que los tiempos actuales requieren. Por otro lado hace falta un poco más de carácter y personalidad propios (ya hemos visto construir el mapamundi y girar el globo del mundo de mil maneras distintas). Y en cuanto a los decorados, dentro de poco no sabremos si estamos en el Enterprise de Star Trek o en un estudio de televisión (sí, de nuevo la «sensación tecnológica»).
Desde que descubrí la existencia del libro de Federico Acosta Noriega ‘OVNIs Sobre Zamora’, hace ya algún tiempo, me dí cuenta de que buscar información sobre este fenómeno (sea lo que sea) en la provincia de Zamora era una de mis asignaturas pendientes. Lo cierto es que tanto en internet como en las bibliotecas hay muy pocos datos de fiar sobre estos asuntos. Por eso el libro de Noriega sigue siendo la principal fuente de información. Hace unas semanas, en el programa ‘Cuarto Milenio’ de Iker Jiménez se comentaba el caso del OVNI de Moreruela.
Más o menos es algo así: Guillermo (Willy para los amigos) Rodríguez Riesco, propietario de la cafetería Dover en Zamora, se encontró con «lo desconocido» cuando pescaba a orillas del embalse de río Esla muy cerca de la localidad de Moreruela de los Infanzones y en las inmediaciones de las ruinas del Monasterio de Moreruela. Ocurría en 1974, en una época en la que se producían miles de avistamientos OVNI, algunos muy llamativos como el de Maxi Iglesias en la sierra de Béjar. En este artículo de La Opinión de Zamora se explica con pelos y señales en qué consistió aquel encuentro. Como siempre, la última palabra y las conclusiones que las saque cada uno. A mí, a falta de pruebas definitivas, me cuesta creerlo, pero no deja de ser interesante.
Y aquí cómo lo contó casi 38 años después en ‘Cuarto Milenio’:
Cuando entramos en la sala 24 del Museo Británico desconocíamos por completo que en un rincón, casi apartada de la ruta que siguen los turistas, estaba uno de los objetos más interesantes, controvertidos y populares de los últimos tiempos: Una calavera de cristal. Casi con toda seguridad, esta pieza sea la más importante de su género junto con la de Mitchell-Hedges. En aquel momento sólo conocía muy vagamente la historia de esta calavera.
En 1897, el British Museum la compró por 120 libras de la época a Tiffany & Co. suponiendo, por supuesto, que se trataba de un objeto precolombino procedente de la cultura maya. Así que estuvo expuesta, en la sala 27 dedicada al arte mexicano. Según la historia, la calavera había sido adquirida por Tiffany & Co. a un tal George H. Sisson de Nueva York. Sisson se la compró a su vez a un anticuario francés de nombre Eugène Boban en 1881. Lo que nunca quedó claro es cómo la había conseguido. La historia es bastante vaga e imprecisa, incluso con oficiales militares españoles de por medio.
La cuestión es que durante 99 años, la calavera de cristal fue considerada por los expertos del museo como auténtica. En el año 1996 se decidió estudiar la pieza a fondo con medios modernos que incluía principalmente dos aspectos: el material (cristal de roca) y el modo de tallado. Analizado las impurezas del cuarzo se llegó a la conclusión de que su procedencia no era norteamericana, sino probablemente brasileña. A finales del siglo XIX el comercio del cuarzo de roca entre Brasil y Europa estaba en pleno auge. En cuanto al tallado, se comparó al microscopio la calavera con objetos precolombinos de cuarzo de autenticidad contrastada. Quedó claro que la precisión de los detalles y su perfecta pulimentación sólo podía conseguirse con tornos modernos. En la web del Museo Británico dedican una página a detallar con bastante precisión los estudios realizados.
Al final se retiró de la sala en la que se encontraba para trasladarla a un rincón de ese cajón desastre que es la sala 24. Vista «en persona», la calavera sorprende por la perfección de sus detalles. Al contrario de la Mitchell-Hedges, no tiene la mandíbula articulada, pero eso poco importa. No hace falta mucho para sentirse atraído por su presencia. Nosotros permanecimos un momento sentados en un banco justo al lado de la vitrina, mirándola casi hipnotizados y tirando fotos y grabando vídeos. Por suerte o por desgracia, muy pocos visitantes se percatan de esta presencia tan interesante.
Con esta entrega comenzamos la serie de algunas de las curiosidades que vimos en Londres. Algunas de ellas ya las conocíamos y otras nos las encontramos por casualidad. En el caso de la iglesia de St. Helen’s Bishopsgate fue de las segundas. Era ya noche cerrada, nos habíamos bajado del autobús en las inmediaciones del «gherkin» (el «pepinillo»), que es como popularmente se conoce el edificio diseñado en 2004 por Norman Foster y situado en el 30 de la calle St. Mary Axe, en plena City londinense. Nuestra intención era fotografiarlo con la iluminación nocturna. Lo que no esperábamos es que la zona fuera tan laberíntica como resultó ser. Callejeamos bastante buscando las mejores vistas. Entre las grandes torres de cristal encontramos muchos rincones con edificaciones que nos parecían anacrónicas en aquel entorno.
Uno de esos lugares que parecían haber sido «copiados y pegados» desde el pasado era la iglesia de St. Helen’s. En aquel momento simplemente nos pareció una simple curiosidad. De hecho ya nos había sorprendido nuestro encuentro previo con la iglesia de St. Andrew Undershaft. Como averiguaríamos después, muchos de los edificios construidos antes del siglo XVII que se conservan en esta parte de Londres han tenido una historia bastante ajetreada como luego veremos. St. Helen’s no es una excepción.
El origen de este templo hemos de buscarlo en el siglo XII. En el siglo siguiente se refundó como monasterio benedictino. Durante los siglos siguientes, diferentes órdenes religiosas ocuparon el monasterio hasta que en 1799 se demolió parte del edificio. A finales del siglo XIX sufrió una severa reforma para adaptarla a los usos y costumbres de la época. Una de las peculiaridades de St. Helen’s Bishopsgate es que ha sobrevivido a diferentes eventos de gran magnitud. El primero de ellos fue el Gran Incendio de Londres de 1666, que devastó buena parte de la City. Posteriormente, ya en el siglo XX sufrió los bombardeos nazis en el famoso Blitz de la segunda guerra mundial. En los atentados del IRA perpetrados en 1992 y 1993 sufrió también graves desperfectos en los que perdió el tejado y las vidrieras del siglo XVII. En los años noventa del siglo XX recuperó parte de su esplendor gracias a una minuciosa restauración. Frente a su fachada, y a pesar de que estaba envuelta en una siniestra penumbra, pudimos distinguir un pequeño patio con lápidas funerarias repletas de inscripciones.
Sin duda merece la pena echar un vistazo por aquí, lejos de las rutas turísticas, para conocer un pedazo importante de la historia de Londres que normalmente pasa desapercibido.
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